http://www.attac.es/la-crisis-y-el-fin- ... -woods-ii/La crisis y el fin de Bretton Woods II
La guerra de las divisas está a la vuelta de la esquina y los peores días de la crisis podrían estar de regreso en unos meses.
Alejandro Nadal | La Jornada | Hoy a las 2:19
La asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyó con la persistencia de desacuerdos básicos, que son un mal presagio. Ninguna de las dificultades fundamentales de la economía mundial pudo resolverse en estos días. La guerra de las divisas está a la vuelta de la esquina y los peores días de la crisis podrían estar de regreso en unos meses. Hasta se dice que 2008 podría ser un día de campo, comparado con lo que viene en 2011.
En Washington nadie esperaba milagros. Después de todo, el FMI perdió la brújula desde el 15 de agosto de 1971. Ese día Nixon ordenó cerrar la ventanilla de compra-venta de oro y terminó el mundo de los tipos de cambio fijos para el que fue creado el FMI en la conferencia de Bretton Woods en 1944. Al cabo de unos años, el Fondo redefinió su misión como promotor de la liberalización financiera a escala global. Y en este nuevo papel pudo presidir sobre una larga lista de crisis financieras, cada vez más frecuentes y profundas. Como se sabe, en numerosos casos la medicina recetada por el FMI resultó peor que la enfermedad.
Poco a poco se fue consolidando un sistema que recibió en los años noventa el nombre de Bretton Woods II. Al igual que antes, el dólar seguía siendo el referente monetario en la economía mundial, pero en el nuevo esquema, Estados Unidos mantenía una posición de consumidor en última instancia y era subsidiado por China y los países exportadores de petróleo interesados en mantener su propio tren de exportaciones. Mientras hubo crecimiento, las cosas marcharon más o menos de manera estable. Claro, los gigantescos desequilibrios se fueron acumulando y adoptaron la forma de un astronómico déficit en las cuentas externas de Estados Unidos y su dual, las gigantescas reservas del banco central en China.
Este esquema podía durar mientras las tasas de crecimiento hicieran pensar a todos que el porvenir era brillante y siempre lo sería. Pero ese tipo de expectativas terminan por ser desmentidas por la dura realidad. Siempre se supo que Bretton Woods II era un sistema insostenible y que terminaría por reventar. Pero mientras dura el carnaval, nadie se preocupa por la cruda del día siguiente.
Al estallar la crisis, el conocido dilema de Triffin se manifestó con una claridad deslumbrante. El desplome en la demanda efectiva en Estados Unidos dejó un vacío que había que llenar. El caos en el sector financiero imposibilitó a los bancos estadunidenses fungir como intermediarios entre el ahorro y el consumo, y el gobierno tuvo que entrar al quite con sus estímulos fiscales y rescates de las hipotecarias semioficiales.
Pero el estímulo fiscal y la inyección de la Reserva Federal de más de un billón (castellano) de dólares para adquirir bonos del Tesoro terminaron por sacudir al mundo entero. Para colmo, aunque el estímulo fiscal permitió una especie de recuperación, resultó insuficiente. En lugar de mantenerlo y aumentar su volumen, la clase política estadunidense dejará que expire este otoño. La política monetaria, en su esquema de flexibilización cuantitativa, seguirá inyectando liquidez a un sistema que permanece estancado y con altas tasas de desempleo. Encima de todo, la pérdida de valor del dólar no fue suficiente para corregir el déficit comercial.
Hoy las principales economías del mundo están a punto de sufrir una recaída de proporciones alarmantes. En Estados Unidos el sistema bancario no acaba de digerir el desastre del sector hipotecario. El incremento en los costos de operación de los bancos debido a la ejecución de hipotecas vencidas es la peor amenaza del sector bancario. Esta es la cicatriz que dejarán las hipotecas subprime en los estados financieros de los bancos. Lo importante es que para un banco con problemas en la línea de flotación, el incremento en los gastos de operación puede ser el tiro de gracia.
Europa está amenazada por el regreso a la austeridad fiscal de su absurdo Tratado de Maastricht y Japón porque, en el fondo, nunca superó la crisis de los años noventa. La recesión en forma de W para la economía global es casi inevitable. Para las llamadas economías emergentes el problema se agrava porque sus exportaciones se verán afectadas.
Los desequilibrios acumulados en los últimos 20 años tocan a la puerta hoy para reclamar atención. A China se le exige disciplina cambiaria y mayor énfasis en la demanda interna. Pero la percepción en Pekín es que el gigante asiático no puede darse el lujo de perder competitividad en los mercados internacionales. Eso sucedería si aumentan sus costos laborales y se permite la apreciación del renminbi. Por eso China reclama a su vez disciplina monetaria al país que emite los papelitos verdes, que otrora fueron la piedra de toque del sistema monetario internacional.
Es la terminación del sistema de Bretton Woods II. No será un final tranquilo. Y sí, 2011 puede muy bien ser el peor año de la crisis.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=115066“La guerra monetaria” es una declaración de default
Jorge Altamira
Argenpress
El Instituto norteamericano de Estadística es menos afortunado que el IndeK: bastó que declarara finalizada la recesión en Estados Unidos, hace un par de semanas, para que la crisis mundial ingresara en su fase decisiva o final – la desintegración del sistema monetario internacional, que un ministro brasileño prefirió calificar de “guerra monetaria”. Esto ocurre cuando la crisis mundial ha ingresado en su cuarto año – desde el martes negro de julio de 2007.
La extensión en el tiempo, que se suma a perspectivas aún más agoreras, está expresando un colapso en las relaciones sociales capitalistas, que no se han podido reajustar ni automática ni políticamente (se han des-ajustado todavía más), a pesar de la maciza intervención de los gobiernos y bancos centrales. Por eso ella tiene ya también un carácter político catastrófico, como lo muestran las crisis de los gobiernos europeos y el fracaso sin atenuantes de la reunión del FMI de hace diez días. “La metástasis de la crisis”, el título de un artículo anterior de nuestra autoría, describía la inevitabilidad de lo que ahora es el titular de los diarios y agencias de noticias (lo que está ocurriendo por estos días es una metástasis e la crisis que detonó hace más de tres años).
La cola del perro
Los protagonistas del nuevo estallido han sido los de siempre: los fondos financieros. Una vez más el capital se muerde la cola y es el principal agente de la disolución del capitalismo. En efecto, como ocurrió hace poco con la crisis de Grecia, cuando esos fondos comenzaron a apostar al default de su deuda soberana y a un desmantelamiento parcial de la zona euro, ahora han hecho lo mismo, pero con las monedas. A mediados de julio los mercados de cambios registraron un incremento brusco de los montos negociados: de 2.6 billones de dólares diarios a más de 4 billones. La intensidad de la especulación quedaba de manifiesto por otro dato: la compra-venta de monedas se hace con una inversión escasa, 2% - el especulador se endeuda por dos, a un interés de casi cero, y compraba divisas por cincuenta, con la expectativa de hacer una diferencia con la volatilidad de las monedas (devaluaciones-revaluaciones). El cambio de monedas que se hace mediante endeudamiento, está valuado en un billón de dólares. Cualquier cambio en las condiciones de esta especulación, como alzas en las tasas de intereses o reversión del valor de las monedas, provocaría quiebras del tamaño de las que amenazaron con una depresión mundial a fines de 2008.
Japón
La primera divisa afectada por esta especulación fue el yen de Japón, que se revalorizó a niveles sin precedentes – 82 yenes por dólar (antes de la crisis cotizaba en alrededor de 100 yenes por un dólar). El gobierno nipón advirtió entonces que más allá de este nivel saldría a vender yenes en forma masiva, porque esa revalorización penalizaba sus exportaciones. La amenaza se hizo enseguida realidad con una liquidación de 20 mil millones de dólares en un solo día. En el medio, claro, había ocurrido algo ‘siniestro’: el banco central de China se había sumado a la apuesta a la suba del yen mediante la compra de títulos públicos japoneses; aunque la suma era módica (6 mil millones de dóalres), indicaba que China buscaba devaluar su moneda contra la japonesa y favorecer sus exportaciones a Japón y penalizar las de ésta a China. Japón tiene el dudoso honor de poseer la mayor deuda pública del mundo: 15 billones de dólares, un 300% en relación al PBI. China, por su lado, no admite que su deuda pública puede ser comprada por los bancos centrales extranjeros, lo cual bloquea un mecanismo de especulación sobre su propia moneda. Lo que ocurría con el yen (que era comprado con la perspectiva de revalorizarlo), empezó a trasladarse al real brasileño, al euro, al franco suizo y a otras monedas, como la australiana, la tailandesa y la surcoreana. Japón, sin embargo, atraviesa por una enorme deflación (caída de precios), lo cual afecta los beneficios de las empresas y aumenta el valor real de las deudas. Una mayor suba del yen implica mayor deflación (baja de precios internos y de importación), pero con el agravante de que ya no hay margen para deflacionar (reducir en términos monetarios) los costos de la producción. La aventura especulativa del yen exponía el colapso de la economía japonesa. Lo mismo vuelve a ocurrir en Europa, pues la revalorización del euro aumenta los costos de producción y acentúa la dificultad de exportar su crisis. Para los países con una deuda privada y pública impagable esto representa la posibilidad de un nuevo terremoto. Irlanda está virtualmente en quiebra, pues el rescate de uno solo de sus bancos le ha consumido el equivalente al 50% del PBI. Portugal, España y Grecia siguen bajo amenaza de default; la revalorización del euro es un tiro de gracia para la industria italiana y para Berlusconi-Tremonti.
Devaluemos primero
Obviamente, el malo de la película es el dólar norteamericano. El enorme déficit fiscal de Estados Unidos y la aun más enorme emisión monetaria para rescatar activos incobrables de los bancos, ha consolidado una pertinaz tendencia a la devaluación del dólar. Los especuladores venden dólares para comprar otras monedas. Esto ha provocado la burbuja de los mercados de cambios. Pero hay más: el crecimiento del desempleo, de los desalojos de viviendas, del default de los locales comerciales, y la caída de los precios de las propiedades han llevado a la Reserva Federal a insinuar, para noviembre próximo, una emisión de dólares todavía más agresiva. Existe un consenso de que esta emisión sería incapaz de levantar a la economía norteamericana, lo cual desnuda la intención de producir una devaluación masiva que le permita una exportación de su crisis hacia el resto del mundo. De la especulación en los mercados de cambios pasamos así a la ‘guerra monetaria’ y, en definitiva, a la dislocación del tambaleante sistema monetario internacional. Muchos observadores, claro, no lo ven de esta manera, y consideran a la devaluación generalizada del dólar como un recurso extremo para evitar una guerra comercial; porque el reajuste del valor de las monedas que esa devaluación plantea, evitaría penalizar el comercio exterior entre las naciones por medio de trabas aduaneras o impositivas. La discusión de este reajuste será el cometido de una reunión del Grupo de los 20 que ha sido convocada para comienzos de noviembre próximo.
El default de Estados Unidos
Pero ese acuerdo es, por ahora, inviable. En primer lugar porque no se trata de un reajuste simple del dólar contra el resto de las monedas, ya que hay un sinfín de desajustes entre las restantes monedas, en especial en Asia (Corea del Sur, Japón, China, Indonesia, Tailandia), y porque no es lo mismo la posición del euro frente al dólar que la del yen. China ha declarado oficialmente que una revalorización importante de su moneda le hundiría en un caos económico Un reajuste que implique una devaluación considerable del dólar significaría, por sobre todo, un default de la deuda norteamericana en manos de extranjeros – cuatro billones de dólares, 1.8 billones de China. La apreciación constante del oro es una expresión de la tendencia al default de la deuda pública norteamericana. Un retiro de estos capitales de Estados Unidos, para no concluir en default, debería ser compensado por compras de la Reserva Federal, con la consiguiente emisión de moneda – de lo contrario, insistimos, Estados Unidos debería declarase en bancarrota. La amenaza de inflación que desataría esa compensación provocaría, sin embargo, una huida de la deuda pública por parte de los inversores norteamericanos y un aumento súbito de las tasas de interés. Este aumento obligaría a liquidar todas las adquisiciones financieras y monetarias realizadas con endeudamiento, y por lo tanto a una cadena de quiebras. Esta posibilidad la acaba de señalar la calificadora de riesgo, Moody’s (Financial Times, 12.10), al informar que los bancos y las empresas norteamericanas se han endeudado de nuevo, más allá de sus límites, para comprar, además de monedas de otros países, otras empresas o acciones dentro de Estados Unidos.
Una moneda devaluada y tasas de interés bajas perpetúan este movimiento de endeudarse en dólares para comprar otras monedas; la guerra monetaria continuaría. Si, por el contrario, Estados Unidos aumenta las tasas de interés, además de revalorizar el dólar provocaría una mayor recesión. Muchos analistas anticipan la posibilidad de que un reflujo de la especulación sobre otras monedas, revalorice el dólar y desencadene cuantiosos quebrantos.
(...)
Todo globo que se infla
El estadio actual de la crisis mundial expone la perversidad de todos los planes de rescate, que ofrecieron a los bancos salir de la crisis mediante nuevas oportunidades especulativas y con los mismos métodos que llevaron a la crisis hipotecaria y corporativa que desató la crisis. Esto vale también para China, donde la especulación inmobiliaria casi triplica a la que estalló en Estados Unidos, en 2007, si se la mide respecto al PBI. (350 vs 800% del PBI – Darío Epstein en Infobae). Solamente una declaración de bancarrota que elimine la mayor parte los activos incobrables y todo el capital superfluo, o sea una catástrofe económica y social, podrán sentar las premisas de una recuperación capitalista. La crisis mundial no tiene salida, en términos capitalistas, sin una declaración de bancarrota. Un columnista de The Telegraph (11.10), Ambrose Prichard, saluda la posibilidad de un dislocamiento del comercio internacional porque, como en los años 30, permitiría impulsar planes de reactivación en los marcos nacionales. Es otra forma, sin embargo, de plantear que la declaración de bancarrota es inevitable. Martin Wolf, el editor del Financial Times, asegura que Estados Unidos tiene los medios para desarrollar la guerra monetaria hasta sus últimas consecuencias, y que el G20 se someterá a esta extorsión y aceptará el ultimátum lanzado por la Reserva Federal a partir de su decisión de duplicar la emisión de dólares de los últimos años. El asunto es si China acepta el ultimátum, o si negocia con la Unión Europea y con Japón su rechazo, y contrapone exigencias que limiten la capacidad de Estados Unidos para desvalorizar su deuda. La cápsula de la crisis ha llegado al fondo del socavón.
http://www.argenpress.info/2010/10/la-g ... acion.html
Ciertamente, la corrupción en Rusia es un problema muy grave, en Reino Unido, la UE o EEUU la corrupción es en sí misma el sistema: enriquecerse sin producir ningún beneficio para la sociedad, e incluso a costa de dañarla seriamente. ¡Y además dentro del marco legal!
Como dicen los rusos, "al hombre que amasa su fortuna en un año deberían haberlo colgado doce meses antes".
No creo que el gobierno ruso tenga intención de acabar como estos "modelos".

Saludos.