Independientemente de que sea cierto o no, de ser así, el automatismo hubiera salvado la URSS y de paso el comunismo en el mundo, pues el principal problema que se plantea, es el de la productividad del obrero, y es que sin lugar a dudas, lo normal es que exista el explotado en el mundo capitalista, pero en el campo socialista eso no debe darse por necesidad.El académico Vadim Trapeznikov, vicepresidente de la Comisión Estatal para la Ciencia y la Tecnología, escribiendo en Pravda, hacia la observación que:
"Las plantas soviéticas a veces pueden salir mejor paradas continuando la producción de productos viejos con máquinas viejas, que no instalando nueva maquinaria y lanzando nuevos productos. La innovación —la aplicación rápida en los talleres de los últimos logros de la investigación— hoy en día es el asunto clave al que se enfrentan los planificadores y gestores soviéticos y se discute ampliamente en la prensa soviética. La Unión Soviética tiene más científicos e ingenieros que cualquier otro país del mundo, y está al frente en muchos terrenos de investigación teórica, con logros importantes en relación a su aplicación práctica en toda una serie de campos. Pero el nivel general de la tecnología soviética y la tasa de absorción de los nuevos avances, va por detrás de la mayoría de los países capitalistas, y la mayor parte de productos soviéticos todavía no pueden competir en los mercados de exportación con los mejores que puede ofrecer el capitalismo". (Citado en Morning Star, 5/8/82.)
Lo mismo era cierto en relación a otros campos de tecnología avanzada, como por ejemplo robots industriales. En 1980, en el COMECON sólo operaban un 3,6 por ciento de los 14.000 robots industriales del mundo, comparado con un 9,3 en Alemania Occidental y un 43 por ciento en Japón. Sin embargo, el COMECON había previsto la instalación de más de 200.000 robots industriales en el período de cinco años hasta 1990, de los cuales más de la mitad en la Unión Soviética. Había otros planes para la producción masiva de microprocesadores, micro y macro ordenadores y también el desarrollo de nuevos campos de la electrónica, la robótica, la ingeniería atómica y otras áreas de nueva tecnología.
No había ninguna razón objetiva por la que no se pudiesen alcanzar esos objetivos. Pero no se alcanzaron. A pesar del número impresionante de científicos y técnicos en la Unión Soviética y Europa del Este, no podían conseguir los mismos resultados que en occidente. En todo este período, la diferencia entre occidente y el este siguió creciendo en toda una serie de campos como ordenadores. A estas observaciones hay que añadir otra. El movimiento hacia el capitalismo, lejos de ayudar el desarrollo de la ciencia y la tecnología en Rusia, ha tenido el efecto más desastroso. Baste con dar un ejemplo de la joya de la corona de las conquistas tecnológicas soviéticas: el programa espacial. En este terreno, la superioridad de la URSS no estaba en duda. Dirigía al resto del mundo. Pero ya no es así. Aunque el destacable programa Mir con sus estaciones espaciales sigue siendo una prueba elocuente de los logros del pasado, el movimiento hacia el capitalismo ha significado la introducción de enormes recortes que han minado de forma vergonzosa una gran historia de éxito soviético. En 1996, por falta de fondos, sólo despegaron 11 de los 26 lanzamientos espaciales previstos. Ahora, Rusia ocupa el puesto 19 en la tabla mundial de presupuesto para programas espaciales.
Lenin explicó muchas veces que el futuro de la Unión Soviética no se podía separar de la situación del capitalismo mundial, y especialmente de sus países más avanzados empezando por los EEUU. A pesar de los extraordinarios avances, la URSS siguió siendo relativamente atrasada en relación a los EEUU, en toda una serie de terrenos. Por ejemplo, la red de ferrocarril de los EEUU, a pesar de estar en una superficie mucho más pequeña era dos veces y media más grande que la de Rusia. La URSS iba mucho más atrasada en relación a ordenadores y equipos automatizados. Un libro publicado por Medvedev en 1972 señalaba que: "La energía eléctrica y la producción de electricidad en los EEUU es todavía el doble que la de la URSS. Los Estados Unidos producen dentro de sus fronteras casi una vez y media más petróleo y tres veces más gas natural que la Unión Soviética. A finales de los años 60 la Unión Soviética manufacturaba una cuarta parte de la cantidad de camiones producidos en Estados Unidos y Japón. Producimos muchos menos vagones de pasajeros que países como Italia, Francia, Japón y Alemania del Este. Los Estados Unidos producen casi 20 veces más que nosotros.
"Nosotros fabricamos la mitad de radios que los Estados Unidos y una cuarta parte de los de Japón. Por lo que se refiere a neveras, estamos más o menos al nivel de los EEUU en 1950. En la producción de resinas sintéticas y plásticos seguimos por detrás de casi todos los países europeos, incluyendo Italia; los EEUU producen seis veces más que nosotros. En 1970, Japón produjo cinco veces más fibra sintética que nosotros y los EEUU diez veces más". (R. Medvedev, On Socialist Democracy, págs. 5-6).
La principal debilidad era la incapacidad para elevar suficientemente la productividad del trabajo. Marx explicó que en último análisis, el éxito de un sistema económico dado se puede reducir a la productividad del trabajo, o la economización del tiempo de trabajo. La productividad se incrementó, pero la diferencia con la economía capitalista más avanzada—EEUU—seguía siendo muy grande. La diferencia entre los dos países se acortó considerablemente como resultado de los éxitos de los Planes Quinquenales. Hay que recordar que antes de la Revolución, la Rusia zarista estaba al nivel de una economía tercermundista de hoy en día, y no de las más desarrolladas. En 1913, la productividad de la industria rusa se calculaba en un 25 por ciento de la americana. En 1937-39 había aumentado a un 40 por ciento de la de los Estados Unidos.
Aunque la productividad del trabajo aumentó, en el período de posguerra la tasa de crecimiento cada vez era más lenta; entre 1956 y 1960, la media anual de crecimiento de la productividad industrial era del 6,5 por ciento; entre 1961 y 1965 había bajado a 4,6 por ciento. En 1980 un obrero industrial americano producía lo mismo que 2,8 obreros rusos, es decir, la productividad global del trabajo en la URSS era más o menos un tercio de la de los EEUU. Estas cifras, mucho más que las del volumen total de la producción, nos muestran la diferencia real entre el nivel de desarrollo económico alcanzado, y por lo tanto tienen una importancia crucial. Para la burocracia, el hecho de ir por detrás de occidente, especialmente en el terreno vital de la productividad del trabajo, seguía siendo la cuestión clave. Con una clase obrera mayor, con más del doble de técnicos e ingenieros, la URSS producía sólo el 65 por ciento de la producción americana a mediados de los años 60. Dos terceras partes de los obreros no eran capaces de trabajar eficazmente, y como mínimo un tercio de la producción se perdía por mala gestión, estafa, sabotaje y robo.
Otro dato intersante del artículo a pesar de ser presuntamente Trotskista, es que la tendencia al alza en la productividad soviética bajó considerablemente tras el Stalinismo. Es posible que si un director de una fábrica en los tiempos de Stalin, provocara la muerte de varios trabajadores por su ineptitud o no llegara al cupo establecido, o fuera sospechoso de sabotage, pudiera acabar en un Gulag, tras la muerte de Stalin, eso dejó de darse.