Los españoles se proclamaron campeones de Europa en el madrileño y madridista estadio Santiago Bernabéu, que registró uno de los mayores llenos de su historia. La victoria española por dos goles a uno fue merecida.
España se proclamó campeona de Europa frente a la URSS en el Estadio Bernabéu
España había hecho forfait en la I Eurocopa (en cuartos de final el sorteo nos deparó a la Unión Soviética - que luego se proclamaría campeón del torneo- , país con el que entonces no existían relaciones diplomáticas, y se decidió que la selección española se retirara. Al parecer, la decisión se tomó en el mismísimo Consejo de Ministros, debido posiblemente al temor infundado de que se produjeran manifestaciones antifranquistas o procomunistas). Una pena porque todo apuntaba a que nuestro equipo llegaría lejos (en la anterior eliminatoria, a doble partido, España había aplastado a los polacos). Cuatro años después, España y la Unión Soviética se tenían que ver las caras esta vez para dirimir el Campeonato de Europa, cuya fase final (semifinales y final) se disputaba en Madrid.
Cuatro días antes de la gran final de la II Eurocopa, un decisivo partido no exento de morbo, los soviéticos se encontraban en Madrid con su bandera, su himno y los antecedentes del choque frustrado en por la alta política del Estado en 1960, año el en que los equipos nacionales de la URSS y España coincidieron en los cuartos de final de la I Copa Henry Delaunay, después nominada Copa de Europa de Europa de Selecciones Nacionales.
Al mismo tiempo, a medida que se acercaba el partido, las preguntas flotaban en el aire del recién estrenado verano. ¿Iría Franco al partido? ¿Afrontaría el Jefe del Estado desde el palco de honor la posibilidad de una derrota ante la representación de su gran enemigo ideológico? ¿Cuál sería el comportamiento del público? ¿Acusarían los jugadores españoles el gran esfuerzo que realizaron para vencer a Hungría? Estos signos interrogativos quedaron despejados de forma favorable el día del encuentro.
LA PRIMERA CITA
El jueves por la mañana (18-6-64) se sortearon los árbitros y los colores de las camisetas, mientras José Villalonga, seleccionador español, y sus mozos estaban concentrados en La Berzosa. El inglés Arthur Holland fue el favorecido para dirigir la atractiva final y los soviéticos para conservar sus habituales colores: camiseta roja y pantalón blanco. España, por tanto, vestiría totalmente de azul.
El 21 de junio de 1964, festividad de San Luis, amaneció con un cielo entoldado. Llovía mansamente sobre Madrid y así continuó hasta la hora del partido, las seis y media de la tarde. Durante algunas fases del segundo tiempo se convirtió en una lluvia intensa soportada por los 120.000 espectadores que llenaron las gradas del estadio Santiago Bernabéu.
Era la primera vez que la selección española y de la URSS se enfrentaban sobre el terreno de juego. Días antes del partido, debido al régimen dictatorial que había en España, se especulaba si se escucharían los himnos nacionales de ambos países y ondearían en los mástiles del estadio Santiago Bernabéu sus banderas respectivas.
La Unión Soviética, que se había decidido a participar en competiciones internacionales en la segunda mitad de los años 50 (el primer torneo que disputó fue el Mundial de Suecia de 1958), venía precedida por la fama de ser uno de los equipos más fuertes del mundo. Algunos decían que era el mejor. De hecho cuando llegaron a Madrid el último día de la primavera de 1964 eran los vigentes campeones de Europa y dos años después alcanzaron las semifinales en el Mundial de Inglaterra). Tenían un ataque de lujo - Chislenko, Anatoly Ivanov, Ponedelnik, Korneev y Jusainov- y una defensa poderosísima (los don centrales, Voronin y Shesternev, aparecían entonces regularmente en el equipo ideal de los mundiales de la época; Shesternev, incluso, fue seleccionado por el inglés Alf Ramsey como el mejor defensa central del mundo en el partido que enfrentó a una selección de la FIFA con Brasil en 1968 para conmemorar los diez años del primer campeonato mundial obtenido por los brasileños). Para colmo, bajo los palos se encontraba Lev Yashin, "La Araña Negra", que se encontraba en el mejor momento de su carrera (había sido galardonado con el balón de oro el año antes y es el único portero que ha logrado esta distinción hasta la fecha).
EXPECTACION SIN PRECEDENTES
Las incógnitas de despejaron en los prolegómenos del encuentro. Tras ser recibidos los dos equipos con una expectación sin precedentes y una nube de fotógrafos nacionales y extranjeros, ambas selecciones escucharon en posición de firmes los respectivos himnos nacionales, mientras las banderas de España y la URSS se balanceaban al paso del viento en los mástiles que se izaron.
Finalizadas las ceremonias protocolarias comenzó el encuentro con una desmesurada expectación. Apenas habían transcurrido cinco minutos de juego cuando una internada de Suárez por la banda derecha acabó en un centro sesgado sobre el área. Allí, Shustikov y Shesterniev se estorbaron en el despeje, el balón quedó en los pies de Pereda y el jugador español batió de cerca de Yashin. Todavía sigue siendo el tanto más temprano conseguido en una final de la Copa de Europa de Naciones.
Aún no se habían apagado los calurosos aplausos del gol español cuando Ivanov pasó la pelota a Jusainov y, tras el fallo en el cruce de Fusté y Olivella, el hábil extremo ruso sorprendió a Iríbar con un tiro cruzado. Otra vez, las espadas en alto.
El partido se transforma en un equilibrio de fuerzas, donde las líneas de cada equipo demuestran una gran solidez y un generoso esfuerzo físico. Ambas selecciones ofrecen la misma imagen en el segundo tiempo, mientras los ánimos de los espectadores comienzan a decaer bajo la insistente lluvia. Se presagiaba una prórroga cuando el colegiado inglés no señaló un posible penalti de Anichkin a Pereda.
UN SOBERBIO TESTARAZO
Quedaban siete minutos del tiempo reglamentado cuando Rivilla interceptó un pase de Ivanov a Jusainov. El lateral español emprendió veloz carrera por la banda derecha y envió la pelota a Pereda, quien frente a Mudrik lanzó un fortísimo centro a dos palmos del suelo que, de forma inverosímil y haciendo un escorzo en el aire, remató de cabeza Marcelino. Un soberbio testarazo que llevó al balón a entrar junto a la base del poste izquierdo de Yashin.

Yashin, sin tiempo para reaccionar al inverosímil remate de cabeza de Marcelino, observa como el balón se cuela en su meta.
El estadio atronó con gritos de júbilo, de locura colectiva, con saltos y abrazos a cuantos se tienen próximos. En el estadio Santiago Bernabéu se celebró uno de los goles más bellos y transcendentes del equipo español. Seis minutos después se culminaba el mayor triunfo de la historia de la selección española. Olivilla recogía el trofeo de manos de Stanley Rous, presidente de la UEFA y, desde el centro del campo, rodeado de compañeros y adversarios los alzaba al cielo como ofrenda a toda la afición española.
Entre vítores y aplausos, España se proclamaba eurocampeona.

Fuentes y más información en:
Real Madrid C.F. y Furia Roja