
Cuando yo digo "un amigo mío" no se crean que hablo de mí. Hablo en realidad de un amigo mío.
Este amigo mío, que es un actor bastante conocido (de ahí que no ponga su nombre), se enamoró una vez. Tarambana como era, y es, y chiflado como estaba, y creo que está, no se enamoró de una vecina o de la chica que repartía el correo gratuito

Mi amigo, al que llamaremos C. (no de Clooney, claro) estaba pasando una resaca brutal, sentado en el sofá de su casa, con su madre echándole una bronca monumental mientras hacía zapping entre la UHF y VHF y vio al amor de su vida haciendo un ejercicio libre en unos campeonatos mundiales



Se enamoró perdidamente. Comenzó a leer noticias de gimnasia rítmica y a buscar a su Svetlana en todas las columnas deportivas y retransmisiones televisadas. Entonces no había internet. Aquella gimnasta soviética, conocida con el sobrenombre de "el cisne de Bielorrusia" se había convertido en una obsesión y decidió conocerla.
Se puso en contacto con la Embajada soviética y, por medio de cartas, consiguió dar con un alma caritativa en Moscú que, sin un rublo de por medio, le reveló la dirección donde podía mandarle cartas a su amor platónico. C. le escribió cariñosas cartas en inglés que jamás obtenían respuesta, le felicitaba por sus éxitos, le contaba cosas de España y, claro está, la invitaba a venir a nuestro país cuando quisiera.

Tras meses de espera consiguió una respuesta de la deportista. Le decía que agradecía todos sus esfuerzos, que estaba entrenando, que estaba bien y que tenía curiosidad por conocerle.



C. aprovechó para contactar con el seleccionador nacional soviético y pedirle por favor que le entregara una carta a Svetlana. El tipo se apiadó de él y le dijo que estaría en Moscú recuperándose y entrenando. Le dio un teléfono de contacto.
No se lo pensó: Con una chaqueta que apenas le valía para quitarse el frío aquí en Madrid, un pasaje de avión de ida y vuelta prestado por un amigo piloto, sin hotel y,claro está, con poco dinero en el bolsillo, se presentó en el Moscú soviético.


Al otro lado, una voz en ruso parloteaba, él intentaba hacerse entender en inglés. Le colgaron como tres veces antes de que alguien, que medio le entendió, le partiera el corazón.


Una voz muy joven dijo "¿Yes?". Era ella. C. Se emocionó. Svetlana Boguinskaya en persona le dijo que partía en pocas horas hacia su casa y que podrían verse unos segundos en el aeropuerto, quizás. Él recuerda su voz cálida y la forma en que lo llamaba por su nombre. Antes de colgar le dijo que había pensado en él. C. recogió los cuatro trapos y se volvió al aeropuerto.

Al fin se encontraron. Él sólo y desesperado, febril y sin duchar desde el día anterior. Ella rodeada por una entrenadora de rictus funcionarial y un par de señores del KGB que la acompañaban a todas partes por si se le ocurría desertar y dejar a los proletarios sin su ración de medallas.
Svetlana le dio las gracias y se miraron a los ojos. Le dijo que era muy cariñoso, muy tierno y que siguiera así. Él casi no pudo articular palabra. Le dio otra carta con su dirección en Madrid y una rendida declaración de amor. Se dieron un par de besos y le sostuvo las manos entre las suyas. Luego se la llevaron. Tuvieron el tiempo justo para que C. la viera desaparecer por los pasillos hacia su avión.
Siempre que me encuentro con C. le pido que me cuente la historia, me parece una de las historias de más increíbles que he escuchado en mi vida. También de esas que te hacen saber de la imprevisibilidad del ser humano y del juego de las casualidades. ¿Y ustedes, como conocieron a la mujer/hombre de su vida?
La historia me la ha traído a la memoria, como tantas otras veces, la canción "Nadia" de Francisco Nixon que parece una especie de plagio de la historia que les he contado.