Obrero y Koljoziana - Guardafronteras del modernismo
Todo el mundo sabe sobre la estatua “Obrero y Koljosiana”, la obra maestra de Vera Mukhina, que además hasta el presente sigue siendo el logo de los estudios “Mosfilm”. Podemos ver este monumento recién renovado en una de las entradas de VDNKh (por sus sigla en ruso – la Exposición de los logros de la economía nacional – es un verdadero “Machu Picchu” soviético, que requiere un ensayo aparte). Sin embargo pocos recuerdan que Obrero y Koljosiana también fue uno de los primeros en recibir el golpe del fascismo paneuropeo.
La Exposición Internacional de París de 1937 fue el lugar, donde estrenaron la estatua como pieza central del pabellón soviético. Y claro, los organizadores de la exposición hicieron que el pabellón soviético se situara justo enfrente del nazi. Como si unas fuerzas siniestras (para identificarlas hay que solo ver la lista de los organizadores) quisieran que los rusos y los alemanes se enfrentaran para aniquilarse.
“Hubo incomodidad, porque resultó que nuestro grupo “Obrero y Koljosiana” volaba como un torbellino justo frente a los fascistas, - memoraba Vera Mukhina. – Pero fue imposible dar vuelta a la escultura, ya que iba en el sentido del edificio. <…> Los alemanes estuvieron mucho tiempo en espera, queriendo saber la altura de nuestro pabellón junto con el grupo escultural. Y cuando lo determinaron, entonces edificaron sobre su pabellón, una torre 10 metros más alta que la nuestra. Y por encima sentaron un águila. Pero el águila fue pequeña para tal altura y tuvo un aspecto bastante apocado”.
Hay que subrayar, que el padre del Obrero y la Koljoziana fue el arquitecto Borís Iofán (el nombre clave para el estilo imperio de la época). Como escribió Iiofán, “muy pronto nació la imagen de un joven y una muchacha, que personificaban a los dueños de la tierra soviética: la clase obrera y el campesinado koljoziano. Ellos alzaban muy alto el emblema de la URSS, la hoz y el martillo”. Sin embargo, algunos críticos dicen que esta imagen ya había sido repetida varias veces en aquel entonces, y que lo que hizo Iofán fue acudir categóricamente a lo que flotaba en el aire. Al mismo tiempo el secretario de Borís Iofán afirmaba, que el arquitecto había sido inspirado por la estatua clásica “Tiranicidas”.
El pabellón alemán fue obra de Albert Speer, el arquitecto predilecto de Hitler (y ministro de armamentos y guerra en futuro). Como cuenta Speer en sus memorias, él logró penetrar en el despacho donde se guardaban los diseños del rival – del pabellón soviético. Y entonces él descubrió de antemano que el pabellón soviético, adornado con las estatuas gigantes de Obrero y Koljosiana, encarnaba el embate de acero. El edificio fue todo un movimiento de formas horizontales, crecientes, hasta convertirse en la vertical de un pilón despegándose de la tierra. Vera Mukhina expresó muy bien el movimiento del pueblo soviético hacia adelante, hacia el comunismo. Y el pabellón alemán, construido en forma de la cifra romana “III”, según Speer, tenía que parar este embate.
Al lado de la torre gigante del pabellón alemán fue instalado un grupo escultural de Josef Thorak “Comandita”, cuyas figuras querían simbolizar la potencia de la Alemania Nazi.
“Speer contra Iofan con Mukhina. El águila contra la hoz y el martillo. Brutal clasicismo nórdico contra el constructivismo rojo, - comenta un blogger ruso
varjag-2007. – Alemania contra la URSS. El resultado, el escudo enorme del Reich Nazi – el águila, agarrando la esvástica - se quedó directamente justo cara a cara con el obrero y la koljosiana. Sin embargo, la dinámica fantástica de la estatua, subrayada por el crecimiento de las masas arquitectónicas del pabellón, tanto dominaba en el panorama de la rivera del Sena, que la torre estática no solo no pudo parar su corrida ligera, sino que pareció simplemente un obstáculo bobo”.
Alexei Zamkov, el marido de Vera Mukhina (famoso médico, prototipo del profesor Preobrazhenski de la novela “Corazón de perro”) recordaba, que “Un día, poco antes de la terminación de las obras, vino uno de los obreros españoles que trabajaban cerca en el pabellón de la España republicana, y nos aconsejó revisar urgentemente las cabrias. Y no fue en vano. Uno de los cables estaba un poco aserrado. En el caso de ponerle carga esa cabria se hubiera roto sin remedio, lo que provocaría en su turno la destrucción irrecuperable de la estatua. Llamada en seguida la policía de París, se quedó hecha una pieza y puso cara de que eso no podía ser, porque eso no podía ser nunca: “En París, monsieur, estas cosas simplemente no se hacen”. Aquella misma tarde los voluntarios de los emigrantes rusos, partidarios de la idea de Stalin de la construcción del socialismo en un solo país, se pusieron a vigilar el terreno del pabellón soviético.
Igual que los amigos, aparecieron los detractores, - recordaba Vera Mukhina. – Nos perseguían los corresponsales fotográficos de ciertos periódicos burgueses que querían sacar fotos del pabellón junto con la escultura antes de que todo estuviera listo. Las piezas de hierro desarmadas tenían un aspecto poco atrayente”.
Los obreros de Francia, y sobre todo, de España, al pasar por el sector soviético, entraban en el solar de construcción y saludaban a las cabezas gigantes, que todavía estaban en la tierra, con el movimiento de la mano cuyos dedos fueron apretados en el puño.
¡Sus nietos y tataranietos, como todos los demas, son bienvendios en Rusia! El obrero y la koljoziana les esperan en VDNKh.
Autor del artículo: UN RUSO
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