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Moderador: casarusia
Yo, MIGUEL ÁNGEL PÉREZ
La otra memoria histórica
La localidad de Navaluenga, en Ávila, mantiene las placas de calles con nombres franquistas pese a que las vías cambiaron su denominación hace años
Navaluenga (Ávila)
- 15/09/2008
Parece que algunos se niegan a recordar a las víctimas con el mismo fervor con el que se empeñan a recordar a los verdugos.
En Navaluenga, Ávila, con gobierno del PP, cambiaron el nombre de las calles hace mas de cuatro años,
pero su visión particular y distorsionada de la memoria histórica sigue preservando el nombre del dictador.
Hablan de no abrir ciertas heridas,
pero se niegan a cerrar las que más supuran.
El cinismo de la ley del embudo no tiene límites para algunos.
Claman al cielo porque haya personas que, para descansar en paz,
buscan que sus antepasados también lo consigan,
mientras nos recuerdan,
todos los dias,
al pasar por esas calles,
la figura de quién promovió la barbarie que ahora se quiere mitigar.
Como daño colateral,
da pie a aquellos que dedican calles y parques a los terroristas.
Pensarán que si el enemigo número uno de la democracia,
un general renegado, golpista y fratricida,
mantiene su nombre en las calles
(o su esfinge, como en Avila capital),
¿porque no pueden tenerla aquellos que son considerados
hijos predilectos en sus pueblos del Pais Vasco?.
Reprochan que la gente
recuerde a sus muertos tantos años después.
Los mismos que ellos llevan sin dejarnos olvidar.
Esto si que es recuperar la "memoria histórica" (cuando no "memez histórica") y lo demás son tonterias.sergei_tarakanov escribió:De verdad que no os entiendo, ¿como podeis estar en contra de las tradiciones, que son el poso de la cultura? Lo que deberíamos hacer es recuperar más tradiciones ancestrales... como por ejemplo la lucha de gladiadores, bonito y noble espectaculo deportivo, ¿por que tenemos que contentarnos con sucedaneos como el boxeo o la lucha extrema?, vayamos a los auténticos origenes, retomemos aquella antigua regla de el que pierde no merece volver a competir.
Y que gran tradición aquella de martitizar a los cristianos y que gran variedad de especialidades nos ha dejado la tradición, especialmente con ese gran clásico de los leones, y todos felices!!! el público disfrutando, gritando, ovacionando, emocionandose con cada ataque felino, los cristianos con un sitio garantizado en el cielo y los leones, satisfechos y lustrosos, y no me digais que no os vienen a la mente unos cuantos cristianos de renombre a los que echar a los leones.
¿Y lo de construir pirámides con mano de obra esclava? ¿desde cuando no se construye una buena pirámide? se ha perdido esa formidable tradición arquitectónica que conseguia con muy pocos gastos (con unos cuantos látigos suficiente) unos resultados espectaculares y de muy buena calidad.
Y no hay que olvidar los sacrificios humanos, eso que el cuerpo de cristo es pan y la sangre es vino no es suficiente, volvamos a los ancestrales sacrificios de niños y virgenes, carne y sangre de verdad sin falsos sucedaneos.
Por supuesto que los de los caballos, defensores acerrimos de las tradiciones, debrían participar en la recuperacion, luchando en la arena, de pasto de los leones, construyendo pirámides o como voluntarios en los sacrificios.
http://www.altarriba.org/5/perez_reverte.htmEl Semanal - 25 Mayo 2003
Se me han cabreado unos vecinos de Tordesillas porque el otro día califiqué de chusma cobarde a la gente que se congrega cada septiembre para matar un toro a lanzazos mientras la junta de Castilla y León, pese a las protestas de las sociedades protectoras de animales, mira hacia otro lado y se lava las manos en sangre, con el argumento de que se trata de una tradición y un espectáculo turístico. No sé si es que los llamara chusma o los llamara cobardes, o las dos cosas, lo que pica el amor propio de mis comunicantes. El caso es que se dicen «lanceros de Tordesillas, y a mucha honra», y preguntan cómo yo, que alguna vez he escrito que me gusta asistir de vez en cuando a una corrida de toros, me atrevo a hablar así de lo que desconozco, o sea, de «un duelo atávico y mágico, un combate de la bravura contra la inteligencia, un ritual de valor y de bravura que se celebra desde tiempo inmemorial». Exactamente eso es lo que dicen y lo que preguntan. Así que, con el permiso de ustedes, se lo voy a explicar. Despacito, para que me entiendan.
Amo a los animales. Por no matarlos, ni pesco. Tengo un asunto personal con los que exterminan tortugas, delfines, ballenas o atún rojo. También prefiero una piara de cerdos a un consejo de ministros. Creo que no hay nada más conmovedor que la mirada de un perro: mataría con mis propias manos, sin pestañear, a quien tortura a un chucho. Sostengo que cuando muere un animal el mundo se hace más triste y oscuro, mientras que cuando desaparece un ser humano, lo que desaparece es un hijo de puta en potencia o en vigencia. Eso no quiere decir, naturalmente, que caiga en la idiotez de algunas sociedades protectoras de animales que dicen que cargarse a un bicho es un acto terrorista. Incluso, como apuntaban mis comunicantes, cada año voy un par de veces a los toros. Cada cual tiene sus contradicciones, y una de las mías es que me gustan el temple de los toreros valientes y el coraje de los animales nobles. Es una contradicción -tal vez la única, en lo que tiene que ver con los animales- que asumo sin complejos; y sólo diré, en descargo, que nunca me horroricé cuando un toro mató a un torero. Al torero nadie lo obliga a serlo; y a cambio de jugarse la vida, gana dinero. Si no murieran toreros, cualquier imbécil podría estar allí. Cualquier cobarde podría dárselas de matador de toros. Cualquier mierdecilla podría justificar por la cara, sin riesgo, su crueldad y su canallada.
Yo he visto matar. Con perdón. Matar en serio. He visto hacerlo de lejos y de cerca, a solas y en grupo, y me he formado ciertas ideas al respecto. Una de ellas es que degollar y cascar tú mismo, cuando toca, forma parte de la condicion humana; y que son las circunstancias las que te lo endiñan, o no. También tengo una certeza probada: muy pocos son capaces de matar cara a cara, de tú a tú, jugándosela sólo con su inteligencia y su coraje, si alguien no les garantiza impunidad. Recuerdo a verdaderas ratas de cloaca, incapaces de defender a sus propios hijos, enardecerse en grupo y gallear, pidiendo sangre ajena, cuando se sentían respaldados y protegidos por la puerca manada. Conozco bien lo miserable, cruel y violento que puede ser un individuo que se sabe protegido por el tumulto. También leo libros, vivo en España, conozco a mis paisanos, y sé que para linchar y apuñalar por la espalda, aquí, somos unos artistas. Lo hacemos como nadie. Por eso, que media docena de tordesillanos, o más, se quejen porque a estas alturas de la feria me asquea lo del toro de la Vega y me cisco en los muertos de los lanceros bengalíes, me tiene sin cuidado. Lo dije, y lo sostengo. Llamar combate, torneo y espectáculo de épica bravura a miles de fulanos acosando a un animal solitario y asustado, y después tratar de héroes a una turba enloquecida por el olor de la sangre, que durante media hora acuchilla hasta la muerte al toro indefenso, refugiado en un pinar, y que luego salga la alcaldesa diciendo que «el combate fue rápido y ágil», y que el Aquiles de la jornada, o sea, el cenutrio que le metió el primer lanzazo, alardee, como el año pasado, de que «el toro estaba a la defensiva y se escondía en los arbustos, así que era difícil alancearlo», es un sarcasmo, una barbaridad y una canallada. Se pongan como se pongan. Al menos, en las plazas de toros el animal tiene una oportunidad: empitonar a su verdugo, de tú a tú. El consuelo, tal vez, de llevarse por delante al cabrón que lo atormenta.
Así que, por mi, todos los heroicos lanceros de la Vega pueden irse a hacer puñetas.