-Otro listo que quiere escribir sobre lo perverso que es Putin -
luego recordé quien es Jorge Dezcállar, el exdirector de CESID.
Aunque el articulo tiene algunos datos que no son exactos, y transita por los tópicos de los clanes enfrentados, el tono no es el que me esperaba:
Quién manda en Rusia?
JORGE DEZCÁLLAR
No hubo sorpresas y, tal como estaba previsto, Dimitri Medvedev ha sido nombrado presidente de Rusia mientras su mentor, Vladimir Putin, ha pasado a ocupar el puesto de primer ministro y se mantiene al frente del partido hegemónico Rusia Unida. Lo que en castizo se dice los mismos perros con distintos collares. Todo queda así dentro del juego de poder de los grupos que de hecho dirigen el Estado desde la transición democrática que puso fin a la dictadura soviética.
La forma en que las cosas se han desarrollado hace pensar que nos hallaremos ante un primer ministro poderoso y un presidente débil. Aunque a corto plazo esto parece muy probable, no es seguro que siempre vaya a ser así.
Trabajo no le va a faltar al nuevo equipo de gobierno: corrupción rampante, población envejecida y decreciente, garantías jurídicas descriptibles, sistema fiscal muy deficiente, inflación de dos dígitos... la lista podría ser más larga, aunque ya John Kennedy advertía que la palabra crisis se escribe en chino con dos ideogramas, uno que significa peligro y otro que significa oportunidad y así, en el lado positivo, cabe consignar un crecimiento sostenido del PNB durante los últimos siete años del 6,6% y las segundas mayores reservas de divisas del mundo: 300.000 millones de dólares debidos al aumento de los precios del petróleo en un país donde la energía supone el 70% del total de las exportaciones. Rusia no es la única que se está forrando, los países OPEP del golfo Pérsico han ingresado durante los últimos tres años la friolera de 500.000 millones de dólares anuales por este concepto, lo que explica la importancia que están adquiriendo los fondos soberanos y la necesidad de regular su funcionamiento. Como es natural, ninguno de estos países tiene el menor interés en que baje el precio del crudo, así que los pobres tendremos que hacernos a la idea de seguir viviendo con la gasolina por las nubes, al menos mientras el dólar siga por los suelos.
Medvedev no ha sido elegido con el 70% de los votos por su carisma o sus méritos -que debe tenerlos-, sino porque Putin le ha respaldado con su autoridad e indudable prestigio en un país donde nunca hubo antes democracia, a diferencia de lo que ocurría en otros países comunistas de la Europa central, como Hungría o Polonia, y que sigue reclamando líderes fuertes porque eso es lo que ha tenido siempre. No todos en Rusia han estado de acuerdo con su designación y destaca la oposición que le ha mostrado el poderoso grupo de los siloviki, que constituye un importante foco de influencia vinculado a los servicios secretos y a las élites de San Petersburgo. Este grupo deseaba mantener a Putin, uno de los suyos, como presidente durante un tercer mandato y desconfía de las ideas liberales de que en el pasado ha hecho gala Medvedev, hasta el punto de que algunos quieren ver en él a un futuro reformador como en su día lo fueron Gorbachov y el propio Jruschev, aunque este último en menor medida. Quizás ésa sea la razón por la cual tampoco le han apoyado los ultranacionalistas.
Sea como fuere, Medvedev tendrá que gobernar a corto plazo teniendo en cuenta los intereses de esos grupos de poder entre los que tendrá que arbitrar frecuentemente como ha hecho Putin durante los últimos años. Esos grupos, diferentes y a veces incluso enfrentados entre sí, coinciden, sin embargo, en dos ideas básicas: la necesidad de progresar en la vía de las reformas hacia una economía de mercado más eficaz que les permita seguir ganando dinero al tiempo que el país crece y se desarrolla con el consiguiente mayor bienestar para sus ciudadanos, y la convicción de que Rusia es una gran potencia y debe recuperar en la esfera internacional el poder y el respeto que merece y que ciertamente disminuyó tras la implosión del imperio soviético. Esto segundo aboga por una política exterior fuerte donde no faltarán los roces con Occidente, roces que a veces los propios occidentales parecemos querer fomentar con algunas decisiones en el terreno de la seguridad colectiva que tocan el nervio vivo de la sensibilidad rusa.
Al servicio de esta política exterior fuerte, Medvedev utilizará el arma que le proporcionan los ingentes recursos energéticos que tiene Rusia, tanto en gas como en petróleo, lo que tampoco será ninguna novedad porque esto es algo que ya ha venido ocurriendo durante los últimos años con objeto de reconstruir una esfera de influencia sobre el antiguo espacio soviético y de forma muy especial en la región de Asia central. Un instrumento clave en esta estrategia lo constituye el gigante gasístico Gazprom, que Putin conoce bien tras haberlo presidido y que proporciona al Estado nada menos que el 25% del total de sus ingresos fiscales. En justa reciprocidad, la influencia de Gazprom aumentará en la esfera doméstica y sin duda las decisiones del Estado tenderán a serle favorables siempre que sus intereses coincidan. Cuando no sea así, por ejemplo en relación con la necesaria liberalización de los precios interiores de la energía, se impondrán las necesidades del Estado.
Será el juego de todos estos elementos el que influya sobre la política de ese gran país que es Rusia. La diferencia principal estriba en que mientras durante decenios Rusia estuvo cerrada a la influencia de Occidente, ahora ya no puede ser así y poco a poco las diferencias entre unos y otros se irán reduciendo. Cosas de la globalización.
*Diplomático
[Artículo publicado en «Diario de Mallorca»]