Tver es una ciudad industrial, de unos 500.000 habitantes, cruzada con numerosas avenidad y salpicada de parques, con un diseño urbano muy diferente al de la mayoría de las ciudades españolas. Hay bastante más distancia que aquí entre los bloques de edificios, y en las zonas periféricas se puede ver una casa aquí y medio kilómetro más allá la siguiente, así como numerosos descanpados. Me explicaron que en Russia hay muchísimo espacio para edificar, no tienen problemas de territorio, y la densidad de población es más baja que aquí, por lo que para una población equivalente, las ciudades allí son mucho más grandes. Tver, concretamente se extiende a lo largo de unos 35 kilómetros. De nuevo me llama la atención el que las zonas privadas, es decir, el interior de las casas particulares estén tan bien cuidadas y arregladas, mientras que las zonas comunes, en los edificios, las aceras y la mayoría de las calles, así como buena parte del mobiliario urbano, estén en unas condiciones más bien bastante "estropeadas" y descuidadas. Hay muchos baches en las calles, -los coches allí sufren mucho con las suspensiones y los reventones de ruedas y llantas son habituales- y claro, encima no se puede protestar si te cargas la suspensión o una rueda en uno de esos agujeros, porque allí no existe eso de la responsabilidad patrimonial de la administración pública. También me quedó una impresión de ser una ciudad un poco triste
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en su paisaje, le falta la luminosidad y la alegría de muchas ciudades españolas, aunque entiendo que es otra latitud y otro clima muy distinto al nuestro.
La gente es muy formal y educada, aunque su manera de comunicarse es muy diferente a la nuestra, ellos son muy directos al decirte las cosas, y para los que miran a este país a través de sus tópicos, puede afirmar que la gente no va por las calles agarrándose a las farolas, de hecho no vi ni una persona en estado de embriaguez, aunque sí que es verdad que está permitido conducir habiendo bebido alcohol.
Por otra parte, su vida cotidiana parece ser bastante dura, o al menos bastante más que la nuestra, pero salen para adelante sin angustiarse ni quejarse y con una entereza de la que nosotros -que nos encanta quejarnos por vicio- deberíamos aprender. Como botón de muestra, los chóferes que llevaban los minibuses que solíamos tomar para ir al centro de Tver, tenían que entregar cada día un equivalente a unos 40 o 50 € a la empresa; ese era el mínimo, y si no cumplían al día siguiente estaban en la calle, y todo lo que ganaran por encima de ese mínimo era su sueldo, y haciendo cuentas -nosotros pagábamos 13 rublos por trayecto y persona- salían al cabo del día bastantes horas de trabajo para cubrir ese mínimo y ganar algo para uno, y visto como conducían, a toda pastilla, parando lo justo para recoger pasajeros y comiendo sobre la marcha sin dejar de conducir, no es de extrañar que no tengan muchas ganas de sonreir.