Moderador: casarusia
http://sp.rian.ru/analysis/20050209/40560373.htmlFaltando poco tiempo para la visita oficial del presidente ruso Vladímir Putin a Eslovaquia, RIA "Novosti" recibió una carta firmada por el Dr.Andrey Cervenac, famoso filólogo eslovaco, especialista en idioma ruso y catedrático de la Universidad de Nitra.
Los ensayistas políticos de Eslovaquia van machacando últimamente una misma pregunta: ¿qué rumbo debería tomar el país, hacia Occidente o hacia el Este?
Y al hacerlo, se olvidan de que cualquier nación se orienta en primer término hacia el centro, es decir, hacia sí misma. La orientación a las fuerzas externas es algo secundaria. Aunque sí existen el Oeste y el Este, el Norte y el Sur, tanto en el interior como en plano externo...
Yo, por ejemplo, había nacido en el este de Eslovaquia pero la fortuna me lanzó a la parte occidental del país. Aquí es donde vivo aunque mi corazón se ha quedado en el este. Y si me encuentro en el este, siento que mi corazón está en el oeste... Cuando viajo por la zona oriental de Eslovaquia, entro a menudo al cementerio militar de Svidnik, en el que están las tumbas de combatientes soviéticos que murieron por la libertad de mi Patria. En el oeste voy al complejo conmemorativo del monte Slavin, donde también descansan en paz los soldados soviéticos que fallecieron para que mi pueblo y yo podamos vivir en libertad...
Cuando iba al este, a la casa de mi madre, y ella se ponía a abrazarme y a besarme sin parar, sentía alegría y tristeza al mismo tiempo. Tristeza, porque me acordaba de millones de soldados rusos y soviéticos que no podían dar un abrazo o un beso a sus madres... Cuando vuelvo al oeste y mi nieta se lanza a mi cuello para besarme, también siento alegría y tristeza. Porque miles de combatientes rusos y soviéticos sepultados en el Slavin de Bratislava nunca podrán tener esa sensación de regocijo al reunirse con sus hijos y nietos.
Ellos descansan en paz, mientras que yo estoy vivo. ¿Por qué? ¿Para qué? Cualquier persona que vista Svidnik o Slavin se hace las mismas preguntas.
Cada cual interpreta a su manera el significado de la vida. Pero todos se sienten sucesores de sus padres. Llevas en tu corazón el destino de quienes te han regalado la vida. Pero ¿no la habrán regalado acaso a nosotros, los eslovacos, quienes encontraron su último albergue en los cementerios de Svidnik y Slavin? ¿Acaso es posible olvidar aquel trozo de pan que tendió un soldado soviético, al verme a mí, hambriento y en harapos, mirándole a la boca? Su tumba no está en Svidnik, a lo mejor se encuentra en Slavin, en el suelo eslovaco. Es lo que me viene a la mente cuando voy al complejo conmemorativo de Slavin y me quedo allí reflexionando...
Sobre el significado de mi vida...
Me siento heredero de la historia de contactos y vínculos eslovaco-rusos... En la conciencia de mis compatriotas, al igual que en la mía propia, Rusia, lo ruso y lo eslavo forman parte inalienable de nuestra identidad y orgullo nacionales. Nuestros ilustradores, así como decenas y centenares de seguidores suyos, fueron creando el templo de la cultura nacional a partir de la cultura rusa, prestando de ella las ideas de la riqueza espiritual, del Bien, la Verdad y la Belleza...
Durante la Primera Guerra Mundial mi abuelo se vio en Rusia, donde le tocó trabajar en el campo junto con otros prisioneros de guerra. Antes de hacer el primer surco, él miraba al este, hacia el Sol que es fuente de toda la vida, y lanzaba un suspiro: "Ah, Rusia... ah, tierras negras..." Ya en la Segunda Guerra Mundial, él mismo, mi abuelo, despedía con una mirada llena de odio los carros hitlerianos y susurraba para sí mismo, también para nosotros: "No, no puede ser..." El abuelo sentía que aquellos vehículos, repletos de armamento, querían destruir no sólo a Rusia sino también su propia fe, su capital ético amasado por miles de generaciones de eslovacos.
No, los eslovacos no somos un pueblo que olvida fácilmente.
Yo tenía unos ocho o diez años en aquel entonces y no acababa de entender del todo que la Alemania nazi había atentado contra Europa, contra Rusia, contra los judíos y los eslavos. Todo eso lo supe y lo vi más tarde. Veinte millones de soviéticos entregaron sus vidas para frenar semejante barbarie.
¡Malditos sean los corazones olvidadizos, caso de que los haya entre los eslovacos!
Este año, cuando se celebra el 60 aniversario del término de la Segunda Guerra Mundial en la que se impusieron la fuerza y la razón de la alianza antinazi, pongo mentalmente sesenta rosas rojas en cada tumba de cada combatiente que ha luchado contra el nazismo. En silencio, pero con lágrimas en mi corazón, deposito las flores en las tumbas de soldados rusos y soviéticos que descansan en paz en los cementerios de Svidnik y Slavin. La memoria de los combatientes caídos se ha perpetuado en la piedra y en la palabra. Recordémosles también en nuestras mentes y no dejemos de respetar sus gloriosas hazañas realizadas en aras de la justicia y la razón.
Descanséis en paz en la tierra eslovaca, nuestros queridos hermanos y hermanas.
Os prometemos que no olvidaremos nada...
