De acuerdo en que efectivamente, en las sociedades de este lado del telón podríamos hablar mucho y muy mal de cierto tipo de arquitectura. Mi favorito al respecto siempre ha sido este artículo, escrito en tono de sarcasmo corrosivo pero con muy buen criterio
Satán es mi señor (parte I): ¡Tu vida va a ser un infierno!
13:02 261 blogger
Yo crecí en el polígano. Y, cuando eres pequeño, todo lo que te rodea te parece “lo normal”: los gitanillos trapicheando en la estación de tranvía abandonada enfrente de mi edificio de 15 pisos, los soportales reconvertidos a garajes o picódromos (también llamados “oficinas de colocación), los talleres mecánicos que pagaban a los kinkis del barrio para que rajasen todas las ruedas de los coches, las calles con apenas tiendas y un aparatoso Alcampo a 15 minutos de distancia... Con 8 años, dibujé una acuarela de mi polígono – Coia – que incluía sus pírricos parques, sus choris y sus peatones siendo atropellados. Y gané el primer premio de dibujo en mi colegio.
Así que podrán comprender mi asombro infantil el día que fui a casa de un amigo que vivía en “el centro” y descubrí que existía otro mundo. Con los años, fui comprendiendo que, además,
el hecho de que uno tuviese menos sensación de ser atracado y violado por la calle en el centro que en el polígano tenía mucho que ver con una cosa que se llamaba “arquitectura” y otra que se llamaba “urbanismo”.
Podría ahora, viviendo en un barrio nada poligonero de Madrid, cagarme en todos aquellos arquitectos que convirtieron mi infancia en un infierno. Pero, si quieren que sea sincero con ustedes, ese infierno sigue siendo esa experiencia mítica de la infancia. Algo que me fascina y que, periódicamente, cada vez que me encuentro con ciertos edificios, hace que sólo pueda gritar:
¡SATÁN ES MI SEÑOR!
(...)
http://vicisitudysordidez.blogspot.com. ... da-va.html
Y conste que este artículo también se despacha a gusto contra los excesos del lado socialista.
Pero sobre la arquitectura prefabricada, se explicaba que en aras a conseguir el ansiado ideal del
homo sovieticus las autoridades de la URSS buscaron modelos arquitectónicos en los que a lo espartano del espacio privado se opusiera lo elaborado o acogedor de los espacios comunes. Se impulsaba, por decirlo de alguna manera, a que la gente "huyera" de su espacio particular para socializar en el colectivo. Más allá de lo oportuno de este enfoque, huelga decir que comparar el metro moscovita con estas edificaciones invita a pensar que tal vez se pasaran de frenada con sus intenciones. Aunque no en lo que se refiere al metro, obviamente.
En algunas ciudades del occidente desarrollado, en cambio, a lo lamentable del espacio individual se une otro colectivo igual de desapacible. En este caso no hay descompensación que valga.
¡Saludos!