John Matthews. Argumentos esclavistas

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Fra Dolcino
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John Matthews. Argumentos esclavistas

Mensaje por Fra Dolcino »

Como ya dije en otro comentario, paso a subir un fragmento extenso de la Carta VIII del libro Viaje a Sierra Leona de John Matthews, un militar y explorador inglés liberal del siglo XVIII, cuya argumentación en favor del esclavismo, resulta sorprendentemente similar a la que hoy se realiza desde think tanks liberales para no aplicar una reforma fiscal más progresiva, acabar con los paraísos fiscales, o cualquier otra medida intervencionista en la economía que persiga una mayor igualdad en la distribución de las rentas y una mayor justicia social:



En mis cartas anteriores he aludido y descrito el estado de la esclavitud en Africa, y puede no ser aquí impertinente a la materia el decir unas cuantas palabras acerca del trato de los esclavos en aquel país. Los esclavos agrícolas van al trabajo antes de salir el Sol y continúan en el campo o en el bosque hasta las 10, hacia cuya hora toman su comida, y creo que no pasa más de una hora hasta la puesta del Sol. Su manera de castigar a estos esclavos es muy severa: el transgresor es arrojado al suelo, con su faz pegada a la tierra, y es mantenido en esta posición por otros hombres o mediante unas estacas clavadas en el suelo, y se le golpea con unas varas no más gruesas que un dedo mientras el dueño lo ordena. Los mandingos, según el precepto del Corán, limitan el número de golpes a cuarenta para los pequeños delitos, y para las grandes ofensas a ochenta y noventa; pero pocos sobreviven a este gran castigo. También se les castiga encerrando y oprimiendo los pies en maderos, que han de ser separados por la víctima. Si la condición de un esclavo en Africa o las Indias occidentales es materialmente diferente, debo dejar que el público lo determine en vista de las circunstancias que he indicado.


En el hombre verdaderamente libre, que ha sentido y gozado de los atractivos de la libertad, la privación de ella, aunque sea condenado por las leyes de su país o por el azar de la guerra, debe ser indudablemente penosa; pero el hombre que ha nacido esclavo, que no siente alteración ninguna de sus circunstancias por el cambio de dueño, y que no tiene ni siquiera idea del sentimiento que sólo la libertad puede inspirar, como no sufre por la comparación, no puede ser en tanto grado objeto de conmiseración. Pero ¿ qué podemos hacer con las leyes africanas? ¿ Cómo no han de poder los jefes de aquel país inflingir los castigos que creen apropiados, no siendo nuestros súbditos ni estando en camino de llegar nunca a serlo? El genio del pueblo y el de la religión, que serán, con toda probabilidad, los que algún día prevalezcan en todo aquel extenso continente , son igualmente adversos a la introdución de las maneras del derecho europeo.

Pero supongamos que el comercio de esclavos fuese abolido por todas las naciones de Europa. ¿ cómo se aboliría en Africa, o qué agregaría a la felicidad de los naturales de aquel país? Que no se aboliría en Africa es una verdad incontrovertible para aquellos que están familiarizados con el estado del interior del país o con el comercio que con él se realiza.

Las tropas del emperador de Marruecos están compuestas de esclavos negros adquiridos en las partes meridionales de Africa, y no es improbable que los otros príncipes déspotas, lo mismo los de las partes meridionales que orientales, puedan componer sus ejércitos de la misma manera; y acreditados informes me aseguran que en las partes septentrionales y orientales de Africa el comercio de esclavos es conducido por largas caravanas de dos o tres millares de estos y gentes que viajan con ellos y se dispersan por todas las partes de Turquía, Persia y Arabia; pero, independientemente de los que son exportados del país, de las partes occidentales o de otras partes, por los árabes o por los europeos, hay un tráfico interior entre los indígenas.


Los esclavos son el medio, en vez de la moneda, para la adquisición de todo lo necesario y el aprovisionamiento de lo indispensable, y todo artículo es estimado por su proporción con el valor de un esclavo. No necesito señalar al lector inteligente la analogía entre esta costumbre y la de todos los países donde no se usa la moneda o donde es un artículo escaso, ni es muy distinto el que las denominaciones de valor consistan en una guinea, en un borrego, una vaca, o un esclavo. Pero ¿ qué agregaría la abolición de este comercio a la felicidad de los indígenas de Africa? No lo sé, y por la misma razón, ¿ cómo influiría en las partes extranjeras la abolición de este comercio? Porque ¿ para qué propósito realizamos nosotros un comercio con las Indias orientales y otras plazas extranjeras sino para proporcionarnos los lujos ( y no las necesidades) de la vida? De las últimas, nuestro propio país nos las proporciona en abundancia; pero si nos viéramos privados de las primeras, como estamos acostumbrados a considerarlas como contribuyentes a nuestra felicidad, sentiríamos severamente la falta de ellas.

El africano está colocado en la misma situación, por su comercio con los europeos, en cuanto a las producciones que su país le proporciona y que para él no fueron un artículo de tráfico , se capacita para adquirir no solamente lo necesario, sino también los artículos que aumentan los goces de la vida y de cuya adquisición hace depender una parte no inconsiderable de su felicidad.




Sobre lo impolítico de abolir el comercio africano de dejaré de ofrecer algunas observaciones y de señalar las consecuencias más probables de tal determinación.

El francés, en el año 1784, en orden a estimular el comercio africano de esclavos, concedió un premio de cuarenta chelines por tonelada de navío empleado en este comercio, y otro de cerca de ocho libras esterlinas por cada esclavo importado en cualquier parte de sus Indias occidentales.

Este premio ha sido ya suficiente para monopolizar el comercio entero de la costa de Angola y para competir por igual con el de los ingleses en Bonny, y otros lugares, y ha provocado igualmente un aumento de su navegación y de su marinería y una disminución de la nuestra en la misma proporción.


Si sufrímos así una disminución de nuestra armada y de la marinería empleada en este comercio solamente por la competencia, ¿ cuál será la consecuencia de una abolición del comercio mismo? ¡ Dejo su determinación al juicio del lector!

Pero no sería sólo la pérdida de los navíos y de los hombres empleados en el comercio de los esclavos lo que disminuiría nuestra fuerza marítima, sino que el comercio con las Indias occidentales sería pronto aniquilado; porque, a pesar de todos los esquemas visionarios que se han podido idear para reclutar a las gentes que cultivan el azúcar en las islas, se ha probado de un modo suficiente por la experiencia, la guía más certera, que no pueden resistir el clima cuando se emplean el cultivo del suelo.*

*Independientemente del coste, pues no se puede contratar a ningún hombre blanco por menos de un dólar diario.

Es preciso temer no sólo la extensión del mal político que podría resultar de una total abolición del comercio africano, sino también de cualquier restricción parcial o poco juiciosa que se le pueda poner.


Siempre que una rama del comercio deje de ser provechosa para las partes que lo realizan, o por restricciones que se impongan al comercio mismo , o por la falta de estímulos del Gobierno para afrontar, la competencia de estados rivales, o por cualquier otra causa en juego, este comercio desaparecerá enteramente o caerá en la insignificancia, y si es de tal naturaleza que los instrumentos por los cuales es realizado no pueden ser empleados de otro modo por estar ya en uso un número suficiente, y si, al mismo tiempo, los estados rivales están usando todos los medios para poseer aquellos instrumentos, con objeto de aumentar y extender aquella rama particular del comercip ¿ puede extrañar que los propietarios de tales instrumentos se dispongan a utilizarlos solamente donde encuentran ventaja?


El mercader, su fortuna y su experiencia, los armadores de barcos y los hombres de mar empleados en ellos son los instrumentos con que se realiza el comercio africano y otros comercios extranjeros; y es indudable que aquellos mercaderes que han empleado sus fortunas en este comercio, bajo la sanción y la autoridad de las leyes de su país, se trasladarían( lo mismo si se ven privados in toto de ese comercio que si sufren tales restricciones que suprimen el provecho) inmediatamente, con todas las consecuencias consiguientes, a aquel país donde pudieran encontrar estímulo. Y pudiera no ser innecesario indicar que Francia y España procuran en este momento, y lo han procurado durante mucho tiempo, inducir a los mercaderes y marinos británicos experimentados en los asuntos africanos a entrar a su servicio. Considerándola desde este punto de vista, parece una medida inspirada en una tan alarmante tendencia contra los intereses navales de este reino ( así resultaría inevitablemente) , que no puede haber sido debidamente reflexionada por el ardor de sus abogados.


No es solamente por los intereses individuales implicados en el comercio africano por los que yo aboho sino por el bienestar de la nación entera; porque es una verdad que no necesita ilustración la de que por cada navio retirado de este comercio por los ingleses, Francia y España tendrían uno más , puesto que la idea de la abolición no creo que haya sido pensada por los Gabinetes de Versalles o Madrid.

Las consecuencias que pueden derivarse de la abolición del comercio de esclavos para los mercaderes que trafican con las Indias occidentales y los propietarios de las islas del Azúcar; el influjo que tendría sobre el comercio de la Compañía de la India Oriental y las manufacturas de este país, pueden ponerlos de relieve ante el público aquellos que estén mejor informados; pero para aquellos cuyas objeciones derivan de su supuesta inhumanidad, permítaseme sugerir algunas consideraciones.


Es una opinión generalmente aceptada, a mi juicio, que una nación sin guerras exteriores, colonias o tráfico extranjero dobla su número en el espacio de treinta o cuarenta años. Admitiendo que sea así , cuando un país se ve abrumado con habitantes que no puede emplear, ¿ cómo dispondrá de sus miembros superfluos? Puede seguir el ejemplo de China y ahogar a los niños supernumerarios cuando nacen, o promulgar leyes sanguinarias que castiguen con la muerte lo s mismo a los prisioneros cogidos en la guerra que a los criminales. El mitigar el castigo de la muerte por el de la esclavitud o el destierro es una prueba del influjo de la civilización en favor de la humanidad, y toda circunstancia que contribuya a este fin se atribuirá indudablemente a la misma causa.


Por consiguiente el comercio de esclavos que los europeos realizan con los indígenas de Africa es permitido probablemente por la Providencia como un medio de preservar la vida de muchos centenares de seres, condenados de otro modo a la muerte, para que se conviertan así en miembros útiles de la sociedad.



Viaje a Sierra Leona en la Costa de Africa


John Matthews. 1788.