G. Riegner y el silencio de los aliados ante el Holocausto

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Fra Dolcino
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G. Riegner y el silencio de los aliados ante el Holocausto

Mensaje por Fra Dolcino »

Han pasado muchas cosas en este tiempo, por ejemplo en Ucrania y muy graves, que me hubiera gustado comentar aquí pero me he visto saturado. Pero bueno, os dejo este artículo que plantea muchas preguntas inquietantes que considero de gran transcendencia histórica.




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EL PAIS
21 -05-201 3

El silencio ante el Holocausto

IGNACIO SOTELO


En un estudio reciente, elaborado por Geoffrey Megargee y Martín Dean para el Museo del Holocausto de Washington, el número de campos de concentración, de centros de trabajos forzados y de guetos que hubo en el Reich y territorios ocupados, de los 7.000 que se calculaban a comienzos de los noventa, se eleva a 42.500, aunque algunos fueran pequeños o de corta duración. Existía uno cerca de cada centro urbano, algo que hace imposible que la población ignorase el alto grado de represión. Si es de dominio público, resulta también mucho más eficiente, pero también cabría esperar que, por lo menos al llegar el régimen al final, la revuelta contra los represores alcanzase una cierta dimensión. No he podido entender nunca que un régimen tan violento y represivo como el nazi hubiese gozado de la adhesión entusiástica de la inmensa mayoría, incluso cuando, perdida la guerra, todo se desmoronaba. Ni siquiera en el último mes, en los últimos días, en los que, aunque apareciesen ahorcados algunos desertores, no cabía
ya mantener el mismo grado de opresión Lo verdaderamente llamativo es que no hubiese ni un solo pueblo en el que se produjera un levantamiento contra las autoridades nazis, al contrario, la gente facilitó su huida y ocultamiento.
Los alemanes permanecieron unidos ante el enemigo victorioso. Todos los testimonios de los aliados en aquellos primeros meses de ocupación hablan de una población que al unísono negaba haber sido nazi, ignorando todo sobre el régimen derrotado, sin facilitar información alguna sobre los cargos del partido huidos. En el verano de 1953, después de mi primer curso en la Facultad de Derecho, trabajé en Sindelfingen en una fábrica de IBM. Habían pasado solo ocho años desde el final de la guerra, y todas las conversaciones giraban en torno al tema. Tratándose de una
persona proveniente de un país aliado, al que seguían considerando amigo, hablaban conmigo con relativa franqueza.
Estaba todavía muy presente la distancia entre “ellos”, los vencedores, ante los que había que comportarse con discreción y prudencia, y “nosotros”, los alemanes, que unidos habían de esforzarse en recuperar lo antes posible la unidad del territorio —en los vagones de los trenes se exhibía un mapa de Alemania, con la consigna, “partida
en tres, nunca”— la soberanía y el bienestar social que habían perdido con la derrota.Se idealizaba la política social nazi, no se mencionaba la represión brutal de aquellos años y todos coincidían en negar que hubieran sabido algo de los campos de exterminio y del asesinato de millones de judíos, gitanos y de otras “razas degeneradas”. En más de medio siglo de vivir en Alemania no he encontrado a una persona que hubiera sabido algo al respecto, una minoría incluso durante bastante tiempo se aferró a la idea de que era una invención de los aliados para arrebatar al pueblo alemán lo último que les quedaba, la dignidad. Aunque el régimen nazi se esforzase en ocultarlo, durante decenios me he preguntado, sin encontrar respuesta, cómo pudieron conseguirlo. No concibo mejor guerra psicológica que hacer públicos los crímenes del enemigo, y al menos los alemanes no habrían podido decir que nada supieron. Pero el hecho para mí inexplicable es que Reino Unido y Estados Unidos no denunciaran lo que estaba ocurriendo en sus programas de radio dirigidos al pueblo alemán. Aunque oír radios enemigas estaba muy castigado, no se hubiera podido evitar que la noticia se expandiera. Valdría la pena seguir la prensa de los aliados de aquellos años para comprobar la escasísima información, si es que alguna, que se dio sobre el exterminio. En agosto de 1942, Gerhart Riegner, el representante en Ginebra del Congreso Judío Mundial, envió al Departamento de Estado información precisa de lo que se estaba preparando para acabar con millones de judíos, pero el secretario de Estado, Cordell Hull, impidió que se publicara. En 1943 Jan Karski, un polaco que servía de enlace con Washington, comunicó al presidente Roosevelt los asesinatos masivos en el gueto de Varsovia, pero nadie se dio por aludido. En 1944 los líderes judíos pidieron que se destruyesen desde el aire las cámaras de gas instaladas en Auschwitz, pero ni siquiera se bombardeó el ferrocarril que llevaba las víctimas al punto de exterminio.
Se ha recriminado mil veces el silencio del Vaticano, pero sigue en la penumbra el todavía mucho menos explicable que también mantuvieron los aliados antes de la liberación de los campos de exterminio.Reino Unido y EE UU no
denunciaron lo que ocurría en sus programas de radio dirigidos al pueblo alemán

http://rassegna.esteri.it/EcoTiffPilot/ ... tampa&PD=1