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Al físico e inventor ruso Konstantín Eduardovich Tsiolkovski (1857 - 1935) se le considera el padre de la cosmonáutica. Varias circunstancias en su vida le llevaron a ser un autodidacta.
Hace ciento cincuenta y cinco años, un 17 de septiembre, en la provincia de Riazán, nació el fundador de la teoría de la cosmonáutica moderna Konstantin Tsiolkovski. “La Tierra es la cuna de la humanidad, decía, pero no se puede vivir eternamente en ella”, dijo.
Mucho antes de comenzar la era espacial, el genial científico despejó la fórmula que permite a los cohetes de hoy los superar la gravitación terrestre.
Se conocen cuatrocientas obras de Tsiolkovski. Son diseños de cohetes a reacción, pronósticos, reflexiones filosóficas y novelas fantásticas sobre viajes interplanetarios. Con el cosmos soñó desde la infancia, cuenta Tatiana Zhelniná, jefa de una sección del Museo de Historia de la Cosmonáutica que lleva el nombre de Tsiolkovski.
—Pare que nació con este sueño. Durante largo tiempo Tsiolkovski no supo cómo superar la fuerza de atracción de la Tierra. Hasta que leyó el manual de Física de Malinin donde encontró que un cuerpo puede vencer la gravedad si desarrolla una velocidad como mínimo, de veintiocho mil kilómetros por hora. El manual de Malinin era uno de los mejores manuales de física en Rusia de aquel tiempo. Pero no se imaginó cómo debía ser el aparato volador capaz de desarrollar la velocidad cósmica.
A los diecisiete años a Tsiolkovski le pareció que había inventado tal vehículo. Vagundeo toda la noche por Moscú, donde vivía por entonces, pero por la mañana se dio cuenta de que se había equivocado en sus cálculos. Dedicó los siguientes veinte años de su vida al estudio espacial, continúa Tatiana Zhelniná.
—Si hubiera resultado que el cosmos rechazaba al organismo humano vivo, no habría tenido sentido buscar medios técnicos para superar la fuerza de atracción de la Tierra. Creó varios trabajos maravillosos. Justo en ellos argumento los fundamentos de una ciencia que hoy se conoce como la física de la imponderabilidad. Y comprendió que el medio cósmico no mata a la persona. El hombre puede adaptarse al mismo, el ser humano puede neutralizar los peligrosos efectos de la imponderabilidad.
El primer cosmonauta del planeta Yuri Gagarin dijo que en la práctica pudo comprobar la veracidad de las conclusiones de Tsiolkovski sobre los factores del vuelo espacial. En 1903, en Revista Científica Tsiokovski publicó su artículo Investigación de los espacios mundiales mediante aparatos a reacción. En este, por primera vez, fue presentada la determinada fórmula de Tsiolkovski. Era muy simple: para desarrollar la velocidad cósmica la masa del combustible debe superar cuatro veces el peso del propio cohete. Para la realización práctica el sabio propuso el principio de una nave de varias atapas. Los investigadores hasta la fecha se asombran de la perspicacia de Tsiolkovski, que predijo las modernas cámaras de esclusa y los escafandros para salir al espacio extravehicular. Hoy los terrícolas tienen su casa en órbita: la Estación Espacial Internacional. Esta instalación que pesa doscientas toneladas vuela libremente en el espacio carente de atmósfera. La idea de la estación orbital también pertenece a Tsiolkovski. Pero su pensamiento se proyectó más allá. Estaba seguro de que se explorará la Luna y Marte. Porque la humanidad, en opinión de Konstantin Tsiolkovski, para sobrevivir, debe “contar con espacio de reserva, al menos, en el Sistema Solar”.