Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale ...

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Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Mira por dónde, esto es una señal de Marx. :mrgreen:

Si antes mentamos a la bicha darwinista y sus implicaciones con las élites dirigentes, antes rebuznan éstas. Noticia fresquita, de ayer, cortesía de RISA. No la dejo completa porque ya nos desviaríamos del núcleo del hilo más de la cuenta.
La CEOE ve en los genes la clave del éxito escolar
La patronal cuestiona la presencia femenina en la docencia
LUCÍA ABELLÁN - Madrid - 22/06/2011

(...)

La herencia genética pesa más en el rendimiento escolar de un alumno que su entorno socioeconómico. Y el gasto en educación no es lo más importante en la obtención de resultados. Son dos de las hipótesis en las que descansa la reforma educativa que presentó ayer CEOE. El presidente de los empresarios, Juan Rosell, ya advirtió de que las reformas que defiende resultan políticamente incorrectas y añadió: "Lo que pedimos tendría costes electorales".


(...)
La educativa encabeza la primera entrega de reformas que el Instituto de Estudios Económicos, enclavado en CEOE, presentó ayer con solemnidad en la sede madrileña de la patronal. Junto a propuestas más convencionales, como la necesidad de mejorar la formación del profesorado o la implicación de los padres en la educación, el texto incluye supuestos heterodoxos como que la herencia genética "tiene una importancia sustantiva en el rendimiento escolar de los hijos equivalente o algo superior a la del origen socioeconómico".

El origen socioeconómico, sin embargo, es el factor más determinante en el rendimiento escolar, según la opinión unánime de los expertos responsables del infome PISA de la OCDE.

Juan Carlos Rodríguez, coautor de este capítulo, explica que la conclusión proviene de estudios sobre el nivel educativo que alcanzan hijos biológicos y adoptivos de una misma familia. El resultado es una mayor correlación entre el nivel educativo de los padres y el de los hijos biológicos que respecto al de los adoptivos.

"Cada vez estamos más convencidos de que no todo es condicionamiento social", asegura Rodríguez. Esa convicción no deriva en una propuesta de segregación de alumnos en función de sus capacidades, aunque el autor de este informe que participó en la presentación, Víctor Pérez-Díaz, abogó por "una multitud diversa, no por la homogeneización" de la oferta educativa.

(...)

Respecto al profesorado, el estudio incluye otra apreciación controvertida: la mayor presencia femenina entre los docentes "no ha sido bien recibida por todo el mundo". El estudio lo argumenta así: al asumir la mujer las labores profesionales y las tareas del hogar, el colectivo ha primado las reducciones de jornada y la introducción de la jornada continua por encima del salario.
"El énfasis en la reducción de jornada lo habría pagado el resto de las madres trabajadoras", pues no pueden acomodar sus jornadas al horario escolar. También insistió en restar importancia al papel del gasto público en la calidad educativa. El informe señala que, alcanzado un nivel de gasto, "incrementos superiores tienden a tener efectos nulos en el rendimiento".

Los autores defienden que los centros públicos y los concertados compitan entre sí para mejorar la calidad y abogan por implantar el cheque escolar, que se entregaría a las familias para sufragar el gasto de la escuela que elijan y que por tanto favorecería a las más demandadas.

(...)
http://www.elpais.com/articulo/sociedad ... isoc_4/Tes

Camarada Juli, como docente que eres, procura que la trinchera sea profunda. Que ya vienen a por todas. :shock:

Réplica al texto, sólo enlace:
En 1869, Sir Francis Galton, "padre de la eugenesia" y sobrino de Charles Darwin, escribía en su libro El Genio Hereditario: "las altas clases inglesas poseen la máxima capacidad hereditaria, y, por lo tanto, el privilegio biológico de ser caudillos y dirigentes".
http://www.kaosenlared.net/noticia/euge ... ca-educaci

¡Saludos!
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Mayakovski
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Mayakovski »

Kozhedub escribió: Camarada Juli, como docente que eres, procura que la trinchera sea profunda. Que ya vienen a por todas. :shock:
Gracias por los últimos artículos, camarada Kozhedub. Al igual que muchos otros foreros, me quito el sombrero frente al nivelazo de este hilo :adora:

En cuanto al tema educativo, confieso que estoy atravesando una etapa de crisis profesional que roza el ateísmo y el nihilismo pedagógico. Cuando asisto a las reuniones de mi tribu docente inevitablemente entro en un estado catatónico que ya ha despertado más de un recelo en mi entorno laboral. El artículo sobre las geniales conclusiones de los gurús empresariales no hace más que confirmar, desde mi punto de vista, el proceso de regresión bárbara que estamos padeciendo. Como muestra, la grandes medidas que se proponen desde las correspondientes administraciones educativas: uniformes escolares, MIR para profesores, vuelta al cuaderno y el lápiz en detrimento de los ordenadores (Irene Rigau dixit) o aulas para alumnos superdotados a cargo de los "mejores" profesores de cada centro (supongo que querían decir los "enchufados" del equipo directivo). Ante tal despliegue de originalidad y buenas intenciones, solo nos cabe aguantar el tipo y disimular el sonrojo que produce la vergüenza ajena.

¿Trincheras? El problema es que algunos de nosotros nos encontramos en campo abierto, recibiendo el fuego cruzado de los dos frentes que sí están atrincherados. En un lado, los docentes dogmáticos y doctrinarios defensores aún de la extinta LOGSE desde sus duros caparazones departamentales (más duros que su mollera). En el otro, los profesores conservadores que defienden que todo lo antiguo y todo lo que vienen de Alemania es bueno, incluyendo su sistema segregador Hauptschule-Realschule, pese a que los resultados PISA que nos llegan desde allí son tan nefastos como los españoles.

En fin, ni Darwin, ni libre mercado, ni globalización, ni Freire, ni César Coll... todo muy bonito en los libros pero una mentira en la vida real. Muy triste.

Saludos.
La democracia es una forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano. Vladimir Lenin

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Nurgle
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Nurgle »

Con independencia y abstración de ideologias politicas o ideas clasistas propias del siglo XIX, y aborreciendo personalmente ideas como la eugenesis, el racismo, etc, etc.
Lo que nos ha demostrado la ciencia a lo largo del siglo XX es que la selección natural es una realidad contrastable, que los organismos vivos evolucionan para adaptarse al entorno cambiante o desaparecen (cerca del 99% de las especies que han existido sobre la tierra estan extintas).
Los genetistas consiguen trazar lineas de parentesco entre especies vivas y otras desaparecidas (se sabe que el mamut euroasiatico estaba mas cerca geneticamente del elefante asiatico que del africano).
Lo que no parece que encuentren (o yo lo desconozco) intrusiones geneticas externas el las cadanas que estudian (seguramente seran mas frecuentes a nivel virus u organismos unicelulares que en estructuras tan complejas como puedan ser los organismos pluricelulares).
Por cierto, la cooperación para conseguir distintos fines (caza, protección etc.), tambien es un mecanismo de la selección natural para la supervivencia, los bufalos se agrupan formando un circulo con los pequeños en el centro, ante el ataque de los depredadores.
Camarada Lobo sabe a quien se come y no le pregunta a nadie si puede comerselo.
V. Putin
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Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Nurgle, no se pone en tela de juicio el hecho de que los organismos se adaptan al medio, tanto la simbiogénesis como Lamarck defienden eso mismo; pero en ese sentido Darwin tenía ya claros precedentes y por tanto su aportación carece de la originalidad suficiente para justificar su importancia. Lo que se discute es, de una parte, el cariz competitivo y claramente depredador que dio a sus teorías (a los textos citados me remito, pero puedo garantizar que hay más y muy duros) y que el azar juegue en el proceso de adaptación el papel que él y los neodarwinistas le asignan, y que hace los procesos adaptativos de las grandes especies casi inviables, sobre todo en los periodos de transformaciones ambientales rápidas (sin que lleguemos a hablar de catástrofes). Incluso Nietzsche se burlaba de la selección natural así planteada afirmando que la realidad empírica demuestra en multitud de casos que el proceso falla más que una escopeta de feria, bien es verdad que la crítica iba dirigida a la proyección de la tesis darwinista sobre el modelo social más que a su vertiente naturalista. Pero bueno, animales como los cocodrilos o los tiburones han sobrevivido a grandes extinciones sin apenas cambios, y muchos biólogos coinciden en que han compartido fatigas con "diseños" a priori mejores que ellos.

La evidencia genética muestra el parentesco entre diferentes especies, pero (me ciño a la crítica de Sandín, dada en la entrevista y en esto estoy de acuerdo con él) falla recurrentemente en el hallazgo de sujetos intermedios, y en cambio encuentra gran cantidad de restos fósiles de especies "completas", con saltos entre éstas y sus predecesoras que refutan la idea de un cambio gradual, y que presentan listones diferenciales demasiado altos como para cifrar tales cambios en una mutación. Por tanto, el proceso adaptativo debe conllevar remodelaciones "abruptas" del material genético a través de un mecanismo de respuesta y que afectan a grupos completos de individuos y no sólo a uno o dos; ya que, como ya se decía, la idea de la mutación como motor de cambio puede darse excepcionalmente pero por sí misma no serviría para explicar la complejidad de las formas de vida actuales, dado que en especies sexuadas es casi inviable (la mayor parte de las mutaciones son nocivas para el individuo, y las posibilidades de transmitirlas a las generaciones sucesivas son ínfimas, salvo en los organismos que se reproducen por bipartición, gemación, partición múltiple, etc, que se limitan a clonar su propio ADN) por otra parte, de ese 99% de especies "extintas", ¿cuántas se han extinguido realmente y cuántas se han transformado evolucionando hacia otras especies distintas? Por otro lado, ese parentesco genético no desmiente en absoluto a Lamarck, Kropotkin o Sandín, y encaja mejor en el modelo de alguno de ellos que en el darwinista.

Por supuesto que los fenómenos cooperativos son un mecanismo de adaptación al medio, Nurgle, si es precisamente ésa la tesis de Kropotkin; precisamente lo que el socialismo defiende no es la extinción de la especie, pero evidentemente una teoría como la darwinista, en la que las razas "superiores" extinguen ineludiblemente a las "inferiores" (de ser así, por cierto, la variedad de formas de vida sería cada vez menor, en la línea de lo que argumentaba Empédocles aunque por otras causas) es un retrato parcial y erróneo de la realidad, y una aberración en su proyección sobre las realidades sociales que puede conducir, precisa y paradójicamente, a nuestra extinción.

Por cierto, el hecho de que más del 10% de nuestro genoma sea de origen vírico o bacteriano prueba que las transferencias genéticas existen.
Las remodelaciones genómicas se han producido porque los genomas animales y vegetales están compuestos en su inmensa mayor parte (lo que incluye lo que las ideas darwinistas habían llevado a considerar ADN “basura”, pero que se ha revelado como la parte fundamental de los genomas), por virus endógenos completos o fragmentarios, es decir, virus integrados en los genomas que participan en funciones esenciales de los organismos, y “elementos móviles” y secuencias repetidas ambos de origen viral.
http://www.somosbacteriasyvirus.com/sis ... lejos.html

Pero supongo que no exista interés en invertir en esa línea porque, de verificarse científicamente hasta sus últimas consecuencias, podría suponer una catástrofe para las empresas de trangénicos al demostrar que un organismo manipulado artificalmente puede contaminar al consumidor (algo que ahora se defiende como imposible, y que es el principal argumento a favor de la seguridad en la manipulación de los alimentos).

Lamarck:
Las circunstancias influyen sobre la forma y la organización de los individuos /... /
Ciertamente, si se me tomasen estas expresiones al pie de la letra, se me atribuiría un
error, porque cualesquiera que puedan ser las circunstancias, no operan directamente
sobre la forma y sobre la organización de los animales ninguna modificación. Pero
grandes cambios en las circunstancias producen en los animales grandes cambios en sus
necesidades y tales cambios en ellas las producen necesariamente en las acciones. Luego
si las nuevas necesidades llegan a ser constantes o muy durables, los animales adquieren
entonces nuevos hábitos, que son tan durables como las necesidades que los han hecho
nacer
(pag. 167).
Darwin (obrsérvese que plagia ideas de Lamarck, como la del uso y el desuso)
Estas leyes, tomadas en un sentido más amplio, son crecimiento con reproducción;
variabilidad, resultado de la acción directa e indirecta de las condiciones de vida y del
uso y desuso;
aumento en una proporción tan alta, que conduce a una lucha por la
existencia, y como consecuencia, a la selección natural, la cual trae consigo la
divergencia de carácter y la extinción de las formas menos mejoradas. Así, es
consecuencia directa de la guerra de la naturaleza, de la escasez y de la muerte, el
objeto más elevado que somos capaces de concebir, a saber: la producción de los
animales superiores.
"Guerra, escasez y muerte". Haberlas haylas, como también lo contrario, sólo que esto último a Darwin no le interesaba. Por cierto, el eugenista acabó enterrado en Wesminster con todos los honores. Lamarck, en una fosa común. El Imperio sabe a quién recompensar y a quién no, pero evidentemente no lo hace en función de sus logros intelectuales, sino de la utilidad que puede extraer de sus teorías.

En ese aspecto, no sobrevive el más apto sino el más jeta.

Un cordial saludo.
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Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Juli escribió:En cuanto al tema educativo, confieso que estoy atravesando una etapa de crisis profesional que roza el ateísmo y el nihilismo pedagógico. Cuando asisto a las reuniones de mi tribu docente inevitablemente entro en un estado catatónico que ya ha despertado más de un recelo en mi entorno laboral. El artículo sobre las geniales conclusiones de los gurús empresariales no hace más que confirmar, desde mi punto de vista, el proceso de regresión bárbara que estamos padeciendo.
Qué va a haber una regresión, si todo esto es el fruto de la selección, estamos gobernados por los mejores, lo que pasa es que somos unos arcaicos dinosaurios socialistas (o peor ¡bolcheviques!)

Aguanta a pie firme camarada, si los últimos vestigios de cordura de nuestro sistema educativo deponen las armas la próxima generación que salga de las aulas será de primates con I-pad. :D

Un abrazo.
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Una vez le pregunté al elocuente y afable paleontólogo Niles Eldredge si sabía de algún caso en el que se hubiera documentado la formación de una nueva especie. Le dije que me conformaría con que su ejemplo hubiera sido extraído del laboratorio, del trabajo de campo o de la observación del registro fósil. Sólo pudo reunir un buen ejemplo: los experimentos de Theodosius Dobzhansky con Drosophila, la mosca de la fruta. En este fascinante experimento, poblaciones de mosca de la fruta criaban a temperaturas progresivamente crecientes, separándose genéticamente. Después de cerca de dos años, las criadas con calor ya no podían producir prole fértil con sus hermanas criadas con frío. «Pero —añadió rápidamente Eldredge— ¡esto resultó estar relacionado con un parásito!» De hecho, posteriormente se descubrió que las moscas que criaban en caliente carecían de una bacteria simbiótica intracelular que aparecía en las que lo hacían en frío. Eldredge descartó este caso como una observación de especiación porque implicaba una simbiosis microbiana. Le habían enseñado, como a todos nosotros, que los microbios son gérmenes y que cuando tienes gérmenes sufres una enfermedad, no te conviertes en una nueva especie. También le habían enseñado que la evolución mediante selección natural tiene lugar por la acumulación gradual, a lo largo de eones, de mutaciones genéticas simples.
Margulis, Planeta simbiótico, Ed. Debate, Madrid, 2002, p. 18.
El grado máximo de intimidad entre socios implica la integración al nivel genético. Cuando un gen de un organismo se incorpora y permanece entre los genes de otro —por ejemplo, cuando un gen pasa de una bacteria viva al núcleo celular de una planta—, la integración es completa. No se conoce mayor grado de intimidad que la adquisición permanente de los genes del socio. Para cuando ocurre esta clase de intimidad, lo más probable es que ya estén presentes las integraciones a los niveles de comportamiento, metabolismo y productos genéticos.
Margulis, Sagan, Captando Genomas. Una teoría sobre el origen de las especies.. Ernst Mayr (prólogo). (1ª edición). Ed. Kairós, Barcelona, 2003, p. 146

En las plantas de alubias y guisantes encontramos un excelente ejemplo de esta clase de integración. Si arrancas un trébol, una arveja o una planta de judías, verás en sus raíces unas pequeñas protuberancias rosáceas. Se trata de nódulos fijadores de nitrógeno, en cuyo interior medra determinado tipo de bacteria. Otrora bacterias nadadoras con forma de bastoncillo, todas ellas han acabado por convertirse en «bacteroides» hinchados. Estos bacteroides sobredimensionados, llenos de agujeros, ya no pueden dividirse ni crecer.
Margulis, Sagan, (2003), p. 145.

Y como los rusos son una "raza inferior", no hay que hacerles mucho caso:
La bibliografía rusa, interpretada por el historiador de la ciencia Liya N. Khakhina, no estuvo disponible en inglés hasta el año 1922. Fueron necesarias dos generaciones de académicos para resumir la gran bibliografía de los botánicos rusos. Parece hoy como si esta bibliografta fuera ignorada por esta misma razón. La literatura antigua escrita por botánicos rusos carece de atractivo para el mercado anglófono.|
Op. cit. P142.

Obsérvese el calibre de las réplicas (el énfasis es mío):
Lynn Margulis, que presentó las evidencias que persuadieron a los biólogos de que mitocondrias y cloroplastos fueron en otro tiempo simbiontes, ha afirmado a veces que la simbiosis es la fuente principal de novedad evolutiva, y que la selección natural ha sido de importancia menor. Esto es inaceptable. [...] La simbiosis no es una alternativa a la selección natural; más bien es al revés: necesitamos una explicación darwiniana de la simbiosis.
John Maynard Smith, Ocho hitos de la evolución

No sé dónde acaba la ciencia y dónde empieza el puro sectarismo. :nono:

Saludos.
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Sholojov-12
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Sholojov-12 »

[quote="Kozhedub"]
PD: como indicaba arriba, la simbiogénesis sólo ha sido admitida en los círculos dominantes cuando la ha puesto sobre el tapete una yanqui, Marguilles, omitiendo o minimizando pudorosamente la paternidad original del invento. Saque cada cual sus conclusiones. :roll:

Un cordial saludo.[/quote]Lamento ir reflotando hilos,pero debo decir que Lynn Margulis(magnífica científica por cierto) reconoció abiertamente en una entrevista que basó sus teorías en algunas ya existentes de origen soviético.Me parece exagerado el cariz que Sadín le da identificando(muchas veces rozando la demagogia) darwinismo=capitalismo.No es aplicable a la propia Margulis(tanto ella como el que fue su marido Carl Sagan,fueron muy mal considerados por sectores estadounidenses en su día por "amigos de los soviéticos") como a otros magníficos científicos como Gould o Haldane(que fue comunista y estuvo en la URSS).

No en vano tanto Marx como Engels reconocieron el potencial científico que constituía Darwin aun con sus errores.Como último apunte Darwin sí fue lamarckista y conocedor de obras relacionadas con la evolución previas a él.

PD:Veo que sigues en forma y cargando como siempre Kozhedub jejejeje.

Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

¡Cuánto tiempo Sholojov-12! :D

A ver, creo que algunas cosas se han malinterpretado o explicado de manera algo confusa. En sus obras sobre evolución Margulis no sólo cita a sus predecesores, sino que lamenta que se hayan necesitado dos generaciones para traducir la obra de éstos del ruso al inglés, lo que ha privado a los biólogos rusos de la proyección que se merecen. Tienes sus declaraciones citadas literalmente en mi mensaje anterior. :wink:

Es decir, para mí el problema no es ella (al contrario, tuvo que aguantar mofas de sus colegas anglosajones y esperar muchos años a que su obra viera la luz por ser demasiado heterodoxa), puesto que ha reconocido la paternidad de la teoría, el problema ha sido que hasta que una occidental no ha expuesto dicha teoría nadie se ha tomado en serio las ideas "del este", y desde los medios se ha aplaudido a Margulis pasando de puntillas sobre los orígenes de sus ideas.

En cuanto a Sandín, como ya digo actúa por despecho y eso a veces le hace ser virulento. Pero el racismo franco y el cariz eugenista y procapitalista aparece en Darwin con un descaro absoluto, y a su obra me remito. Es cierto que tiene una variante más suave, pero es precisamente la que copia de Lamarck y la que seguramente se acabe imponiendo cuando el neodarwinismo se retire del debate ante la imposibilidad de negar las evidencias que se presentan contra él. Y el problema es, precisamente, que los neodarwinistas potencian la vertiente derechista del discruso de Darwin y silencian totalmente sus ideas lamarckianas. Yo soy el primero en reconocer mi sorpresa al encontrarme en su libro contínuas alusiones al efecto del uso y desuso sobre la adquisición de caracteres y la modificación del fenotipo.

De hecho, Lysenko se consideraba a sí mismo darwinista, pero precisamente en el sentido de apropiarse del lado lamarckiano de la teoría de Darwin, no del "competitivo". :)

Por eso hay que insisitir en separar claramente el darwinismo del neodarwinismo, que está mucho más influido por Mendel que por el mismo Darwin.

En los próximos días ire dejando extractos de textos de Lysenko que aportan una imagen del científico soviético muy alejada de la oficial.

Un cordial saludo.
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Sholojov-12 »

[quote="Kozhedub"]¡Cuánto tiempo [b]Sholojov-12[/b]! :D [/quote]Yo también ;D

[quote="Kozhedub"]
A ver, creo que algunas cosas se han malinterpretado o explicado de manera algo confusa. En sus obras sobre evolución Margulis no sólo cita a sus predecesores, sino que lamenta que se hayan necesitado [b]dos generaciones [/b]para traducir la obra de éstos del ruso al inglés, lo que ha privado a los biólogos rusos de la proyección que se merecen. Tienes sus declaraciones citadas literalmente en mi mensaje anterior. :wink:

Es decir, para mí el problema no es ella (al contrario, tuvo que aguantar mofas de sus colegas anglosajones y esperar muchos años a que su obra viera la luz por ser demasiado heterodoxa), puesto que ha reconocido la paternidad de la teoría, el problema ha sido que hasta que una occidental no ha expuesto dicha teoría nadie se ha tomado en serio las ideas "del este", y desde los medios se ha aplaudido a Margulis pasando de puntillas sobre los orígenes de sus ideas.[/quote]En dicho caso,pues parece que ha sido una malinterpretación por mi parte.Entendí que Margulis ocultaba a propósito el origen de su teoría.

[quote="Kozhedub"]
En cuanto a Sandín, como ya digo actúa por despecho y eso a veces le hace ser virulento. Pero el racismo franco y el cariz eugenista y procapitalista aparece en Darwin con un descaro absoluto, y a su obra me remito. Es cierto que tiene una variante más suave, pero es precisamente la que copia de Lamarck y la que seguramente se acabe imponiendo cuando el neodarwinismo se retire del debate ante la imposibilidad de negar las evidencias que se presentan contra él. Y el problema es, precisamente, que los neodarwinistas potencian la vertiente derechista del discruso de Darwin y silencian totalmente sus ideas lamarckianas. Yo soy el primero en reconocer mi sorpresa al encontrarme en su libro contínuas alusiones al efecto del uso y desuso sobre la adquisición de caracteres y la modificación del fenotipo.[/quote]

Por desgracia por aquella época el eurocentrismo y el racismo eran algo muy habitual en todos los ámbitos de la sociedad,especialmente en las élites de los países anglosajones(británicos y alemanes mayormente).El propio Marx soltaba de vez en cuando algún que otro comentario eurocentrista ya que como bien dices no hay nadie que pueda abstraerse totalmente de la cosmovisión dominante por mucho que se oponga a ella.Darwin es sencillamente un caso más,de alguien que revolucionó la concepción del mundo(aunque dicho mérito debería estar más compartido con otros) y que también era influenciado(y posteriormente influencia) de las corrientes dominantes.Creo que lo dejas claro cuando reconoces que te sorprendió saber que Darwin heredó(y nunca mejor dicho) conceptos y explicaciones de Lamarck,que nos encontramos con una clara omisión y/o manipulación de la figura y teoría de Darwin.De ahí que me parezca muy poco acertada esa equivalencia propuesta por Sandín.

[quote="Kozhedub"]
De hecho, Lysenko se consideraba a sí mismo darwinista, pero precisamente en el sentido de apropiarse del lado lamarckiano de la teoría de Darwin, no del "competitivo". :) [/quote]Sí,pero no pudo jamás sostener una verdadera alternativa(uno de los factores que le hizo perder enteros en la propia URSS) frente a la parte del darwinismo que Lysenko criticaba.

[quote="Kozhedub"]
Por eso hay que insisitir en separar claramente el darwinismo del neodarwinismo, que está mucho más influido por Mendel que por el mismo Darwin.[/quote]Eso es lo que precisamente le recrimino a Sandín,que cae en el error de darwinismo=capitalismo.Incluso puedes encontrar casos curiosos de neodarwinista como Haldane(comunista).

[quote="Kozhedub"]
En los próximos días ire dejando extractos de textos de Lysenko que aportan una imagen del científico soviético muy alejada de la oficial.

Un cordial saludo.[/quote]Se agradecería,entre las visiones ultracríticas con su figura y otras excesivamente benevolentes(lo sé,soy mala persona) me gustaría una visión más objetiva tanto de su figura como de su obra.

Por cierto,de piedra me he quedado al ver la propuesta de la CEOE,segregación al más puro estilo de la Alemania nazi.

Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Comienzo con los extractos del artículo (casi un ensayo) “Lisenko. La teoría materialista de la evolución en la URSS” de Juan Manuel Olarieta, del que ya se había dejado un enlace hace años en el hilo sobre la educación en la URSS. Recomiendo el texto íntegro a cualquiera intersado en la biología o en historia de la ciencia (y de sus miserias). No he hecho una lectura completa del mismos y contiene algunos párrafos imprecisos o controvertidos, pero su carácter enciclopédico y la visión de conjunto que ofrece sobre el fenómeno evolutivo me parecen muy destacables.

Aviso de un detalle sobre denominaciones y perspectivas: Olarieta considera válido a Darwin en tanto continuador de la obra de Lamarck, coincidiendo con Sandín en que los neodarwinistas son parcialmente ajenos a la obra del inglés. La diferencia (de matiz, pero importante) es que Olarieta les ve, paradójicamente, como antidarwinistas, mientras Sandín considera que lo que han hecho ha sido depurar la teoría darwinista de elementos lamarckianos y reslatar los elementos de aquélla aprovechables para la ideología dominante.

Para aclarar también otros posicionamientos, Sandín ve como "malo" de la película a Huxley y no exonera de culpa al propio Darwin, mientras Olarieta plantea que ese papel lo ocupan las teorías derivadas de Mendel y que son una de las últimas trincheras en que se bate el neodarwinismo.
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Disculpa, Sholohov, se me ha cruzado tu mensaje. Luego te doy réplica. :)
Cuatro tendencias en la biología soviética

Como ciencia de los organismos vivos, la biología involucra de una manera directa las contradicciones decisivas de la dialéctica: la producción y la reproducción, la continuidad y la discontinuidad, la herencia y el medio, entre otras cuestiones. Pero esas interrelaciones, dice Engels, no se pueden “encajar” en los hechos sino que es preciso “descubrirlas” en ellos y verificarlas por medio de la experimentación. Ni en biología ni en ninguna otra ciencia la dialéctica materialista tiene nada diferente que decir, salvo reconocerse a sí misma, lo cual significa defender los postulados que han sido corroborados empíricamente por la experimentación y la observación, separándolos de las adherencias ajenas. La ciencia es única, si bien no es fácil reconocerla en cada momento porque, como cualquier fenómeno, está en permanente proceso de cambio. La explicación estática y canónica, tan usual en los manuales, conduce a una concepción equivocada del saber, que a lo largo del tiempo ha evolucionado tanto como las especies.

Las posiciones de la dialéctica materialista respecto de la biología, harto resumidas, ya fueron expuestas en los inicios mismos del darwinismo por Engels en el “Anti-Dühring” y la “Dialéctica de la naturaleza”, aunque este último texto no se conoció hasta su publicación en 1925 en alemán y posteriormente en ruso. Engels destacó que un fenómeno tan complejo como la evolución sólo se puede explicar sobre la base de una colaboración entre multiples disciplinas científicas, algo diametralmente opuesto a lo que en la actualidad se observa, ya que la genética ha fagocitado a las demás ciencias de la vida, imponiendo a los genes como causa única y exclusiva de toda la evolución de la materia viva desde sus orígenes. No hay espectáculo más penoso que los actuales manuales de paleontología, reconvertidos en una rama de la genética, tratando de explicar la transformación de los homínidos en carnívoros con alambicados argumentos mutacionistas.

También advertía Engels, más que justificadamente, de que las líneas “duras y rígidas” son incompatibles con el evolucionismo y, naturalmente, con la dialéctica. Sin embargo, también comprobamos hoy que la biología se ha llenado de barreras metafísicas infranqueables e insuperables que jamás se comunican, la más conocida de las cuales son las que separan al medio ambiente del organismo y luego a éste de sus propios genes, hasta el punto de que la teoría sintética pretende hacer creer que los genes -si es que existe algo así- ni siquiera forman parte del cuerpo. Estas barreras metafísicas no nacen en la biología sino que, junto con el atomismo, se importan de la física a mediados del siglo XVIII: el medio (el espacio, el tiempo) es el escenario en el que se manifiesta la acción de las fuerzas físicas y, por su mismo carácter absoluto, no depende de los cuerpos. El continente es diferente del contenido. Trasladado a la biología, el medio se divorcia del fin, de modo que, para ser verdaderamente científica, también debía separar los fines de los medios. Esta operación llega envuelta en la quiebra del concepto tradicional, amplio, de causalidad, que estaba siendo sustituido por otro mucho más restringido. Aristóteles hablaba de causas formales, materiales, finales y eficientes, mientras que en el siglo XVIII sólo quedarán las dos últimas. Este proceso conducirá a la oposición entre ambos tipos de causas, las finales y las eficientes, que era el preludio de la eliminación de las primeras, las finales, que desaparecerán en el siglo siguiente como consecuencia del mecanicismo, considerando que sólo las causas eficientes son causas verdaderas, una operación característica de la economía del pensamiento porque, en expresión de Bacon, las causas finales son “vírgenes estériles” (426). En las corrientes dominantes de la biología el finalismo es casi un insulto porque no admiten ninguna clase de causa final, interpretada siempre como algo trascendente, las causas últimas, normalmente por referencia al creador, a la providencia divina, para rechazar cualquier posibilidad de un plan externo a la naturaleza misma. En su lugar ponen un determinismo calificado de “ciego”, dominado por el azar, en donde la evolución no se interpreta como un progreso que se manifiesta en la clasificación de las especies.

El finalismo tiene su origen en Aristóteles; es una doctrina filosófica presente en la mecánica clásica del siglo XVIII, que también tuvo siempre connotaciones vitalistas presentes en conceptos, como el de “fuerza viva” de Leibniz sin que nadie se rasgara las vestiduras. En 1744 Maupertuis formuló el postulado de acción mínima con un claro sentido finalista bajo el nombre de “ley de economía de la naturaleza”: la naturaleza es ahorrativa en todas sus acciones, no produce nada inútilmente (natura nihil facit frustra). En cualquier cambio que se produzca, la suma de las acciones (energías) consumidas es la más pequeña posible. Como el hombre, la naturaleza también “elige” entre las distintas opciones que se les presentan aquella que resulta más barata. Hoy las corrientes dominantes en la biología siguen ancladas en este tipo de formulaciones del siglo XVIII. La situación no cambió cuando los antiguos conceptos físicos, como “fuerza viva”, fueron sustituídos por los modernos de “energía” porque la energía siguió siendo algo diferente y separado de la masa (materia). El concepto de energía, en cuanto capacidad para realizar un trabajo, nunca perdió el sentido finalista que le persigue desde su origen; el de masa (materia) es el refugio de las interpretaciones mecanicistas y reduccionistas. La termodinámica primero y la teoría de la relatividad después, demostraron que esta dicotomía era falsa, pero para entonces el abismo entre la causa eficiente, mecánica, natural o inconsciente, y la causa final, intencional, consciente o artificial ya había tomado carta de naturaleza (427).

(...)

Una formulación diferente nunca podrá disimular los fenómenos materiales. Causalidad y finalidad forman una unidad dialéctica o, si se prefiere, un proceso circular, cíclico o, más exactamente, espiral. En el griego antiguo la palabra “cambio” se traducía por metabolei, un término que también tiene connotaciones claramente biológicas y que remite a la noción de interacción, la causa sui de Espinosa. Del mismo modo, para Kant, el organismo forma una unidad articulada en donde “todo es fin y recíprocamente medio”. Hegel siguió esa misma línea de crítica del mecanicismo, al que opuso lo que calificó de “quimismo”. Un error de los más graves, según Hegel, es la aplicación del mecanicismo a la materia orgánica, que debe ser sustituido por la acción recíproca. En las vinculaciones mecánicas los objetos se relacionan de una manera exterior, unos independientemente de los otros; en la química, unos se completan con los otros. Las causas no están separadas de sus efectos, ni los medios de los fines: “Aun el fin alcanzado es un objeto que sirve a su vez de medio para otros fines, y así hasta el infinito” (429). Como en cualesquiera otros, en los fenómenos de la naturaleza, decía Le Dantec, las causas se convierten en efecto y los efectos en causas (430). Los efectos retroalimentan a las causas. Los dispositivos biológicos funcionan de manera reactiva ante los estímulos exteriores. Con distintas variantes la interacción entre la causa y el efecto se manifiesta en los más diversos fenómenos biológicos, e incluso sicológicos: es la homeóstasis fisiológica, la memoria, la imitación, el reflejo sicológico o la retroalimentación cibernética de los sistemas abiertos (431). Así, ante una agresión del entorno (antígeno), el sistema inmunitario del organismo, después de reconocer el tipo concreto de ataque, reacciona segregando anticuerpos que interactúan con los invasores para eliminarlos. Otro ejemplo: la estatura de una persona tiene un indudable componente génico que se transmite hereditariamente a la descendencia; de progenitores altos nacen descendientes también altos. Ahora bien, este tipo de fenómenos deben analizarse de manera evolutiva. Así, la estatura media en España ha crecido en las últimas décadas, lo cual no puede imputarse al genoma sino a otros factores, tales como la mejora en la cantidad y en la calidad de la alimentación. Lo mismo sucede con la estatura de los homínidos, que ha crecido a lo largo de su evolución.

Las explicaciones unilaterales, deterministas o finalistas, han promovido agotadoras controversias en biología que resultan irresolubles en la forma en que se han planteado porque sus presupuestos son metafísicos; no tienen en cuenta la evolución. Así, el mendelismo se limita a exponer sólo una parte de los hechos.

(...)

Como es habitual, a la hora de inculpar al finalismo Lamarck se convirtió en el blanco de las iras de los partidarios de la teoría sintética. Pero una vez más, han construido un enemigo a su imagen y semejanza porque lo que el naturalista francés dijo con claridad fue lo siguiente: “Es un verdadero error atribuir a la naturaleza un fin, una intención cualquiera en sus operaciones; y este error es uno de los más comunes entre los naturalistas”. Un poco más adelante repite que los fines en los animales no son más que una apariencia: no son verdaderos fines sino necesidades (432). Sin embargo, también hay que tener presente que el actualismo, por un lado, así como la insistencia funcionalista de Lamarck, por el otro, le da un cierto aire finalista a algunos de sus textos, de lo que algunos historiadores neodarwinistas de la biología se han aprovechando para ridiculizar su pensamiento.

Aunque a los neodarwinistas les repugne reconocerlo, la obra de Darwin está lejos del ciego determinismo que pretenden imputarle. En ella aparecen las profundas raíces aristotélicas sobre las que se asienta el pensamiento del naturalista británico, donde una cierta idea de finalidad también está claramente presente, lo mismo que en Lamarck. Según Darwin la evolución tiene su origen en la “selección natural”, un fenómeno que no es diferente de la “selección” que el hombre lleva a cabo. Su noción de “selección natural” no es, pues, más que una “elección” que lleva a cabo la naturaleza en favor del mejor, el más apto o el más fuerte, es decir, un concepto antropomorfo. Darwin alude en numerosas ocasiones a la idea de fin y perfección: “Todo ser tiende a perfeccionarse cada vez más en relación con sus condiciones. Este perfeccionamiento conduce inevitablemente al progreso gradual de la organización del mayor número de seres vivientes en todo el mundo. Pero entramos aquí en un asunto muy intrincado, pues los naturalistas no han definido a satisfacción de todos lo que se entiende por progreso en la organización” (433). Sin embargo, según el evolucionista británico las tendencias teleológicas de los seres vivos no son unilaterales sino contradictorias: “Hay una lucha constante entre la tendencia, por un lado, a la regresión a un estado menos perfecto, junto con una tendencia innata a nuevas variaciones y, por otro lado, la fuerza de una selección continua para conservar pura la raza. A la larga la selección triunfa” (434). No obstante, continúa Darwin, en ocasiones prevalece la tendencia opuesta: “He sentado que la hipótesis más probable para explicar la reaparición de los caracteres antiquísimos es que hay una ‘tendencia’ en los jóvenes de cada generación sucesiva a producir el carácter perdido hace mucho tiempo y que esta tendencia, por causas desconocidas, a veces prevalece” (435). Como en Lamarck, la noción de fin en Darwin tiene que ver con la de función, es decir, con la adaptación ambiental. De ahí que hable de órganos “creados para un fin especial” (436).

El finalismo es el contrapunto de la teoría de la involución, otra de las incongruencias de una teoría seudocientífica que recurre a negar uno (el finalismo) o a afirmar el otro (la involución) según la conveniencia de cada caso. La involución es una ideología de la decadencia, es decir, esencialmente pesimista y su origen es el pensamiento económico burgués. David Ricardo, seguido por Malthus y John Stuart Mill, formuló la ley de la fertilidad decreciente del suelo, luego reconvertida en ley de los rendimientos decrecientes en cualquier clase de actividad económica: cada inversión suplementaria de capital (en la tierra o en cualquier otro medio de producción) proporciona un rendimiento inferior al de la inversión precedente, de manera que, alcanzado determinado limite, resulta imposible obtener ningún nuevo incremento. El universo marcha hacia una hecatombe que desborda lo económico e incluso la escala planetaria para entrar en lo cósmico: “Podemos estar acercándonos al fin de un callejón sin salida, quizá hayamos llegado ya”, profetizó Schrödinger (437). La “ecología” anglosajona es hoy es campo de especulación favorito de este tipo de concepciones apocalípticas, caracterizadas por su linealidad, por seguir rumbos que jamás se alteran a lo largo del tiempo porque nada puede cambiar su curso: lo que crece siempre crece, lo que cae siempre cae y lo que se enfría siempre se enfría. No existen fuerzas contrapuestas. El planteamiento de la cuestión, por lo tanto, va mucho más allá de las innovaciones tecnológicas y, por supuesto, de las relaciones de producción capitalistas: cualquiera que sea el modo de producción, la Tierra es finita, los recursos de agotan y el caos aumenta por causas naturales inexorables. Es la versión economicista de la predestinación luterana, es decir, una ideología enmascarada tras una fachada seudocientífica.

De la economía, el irremediable desplome pasó a la termodinámica, a cuya segunda ley le otorgaron un carácter universal y absoluto. Así, en 1848 Mayer calculó que el Sol se apagaría dentro de 5.000 años. Por su parte, Kelvin planteó que, como consecuencia de ello, el planeta será cada vez más frío e inhabitable y Clausius fue mucho más allá al pronosticar la muerte térmica del universo en su conjunto: llegará un momento en el cual habrá un universo inerte, materia sin movimiento y, por consiguiente, sin vida. A partir de Clausius el pensamiento burgués tuvo la oportunidad de seguir involucionando con un fundamento que ya no era económico sino físico, es decir, plenamente “científico”. Siguió su recorrido cuesta abajo, introduciendo las distintas modalidades agónicas de la civilización, en general, no de la civilización que la burguesía representa, para la cual no hay alternativa posible pues la hecatombe deriva de la propia actividad del hombre sobre la Tierra.
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
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Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Sigo:
(...)
La biología en Rusia mantuvo su propia inercia, que ni la influencia de Engels ni la Revolución de 1917 pudieron contrarrestar de manera decisiva (467). El caso de Rusia, con algunos matices, no es diferente del de ningún otro país de la época. El elemento fundamental a tener en cuenta en la polémica que se iba a abrir inmediatamente es que no solamente no existió una “injerencia” del marxismo sobre la genética sino que el impacto fue en la dirección contraria, de la genética (y de las nuevas ciencias) sobre los postulados marxistas. Los nuevos descubrimientos y progresos, especialmente la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, abrieron nuevos interrogantes dentro el marxismo como dentro de tantas otras corrientes ideológicas. A partir de esos interrogantes se desarrollaron concepciones divergentes, algunas de las cuales permanecieron dentro del marxismo y otras se escaparon fuera de él, colectiva o individualmente. Este fenómeno no sólo ocurrió en la URSS sino en todo el movimiento comunista internacional, especialmente en Gran Bretaña y Francia. Para quienes están apegados a los esquemas más simplones no deja de ser curioso constatar que mientras el mendelismo y la teoría sintética triunfaron plenamente en la República Democrática Alemana, encontraron una enorme resistencia en la URSS, a pesar de que ambos países se fundamentaban sobre los mismos principios socialistas.

Desde comienzos del siglo XX coexistían en Rusia cuatro corrientes dentro de la biología. La primera de ellas, de tipo simbiótico, era tradicional en la biología rusa, iniciándose con el discurso de K.F.Kessler en 1880, decano de la Facultad de San Petersburgo. Es una corriente más bien crítica hacia los discípulos de Darwin que hacia el naturalista británico en sí mismo. Fue una de tantas reacciones características de finales de siglo contra la reducción de la evolución a los fenómenos de “competencia” y “lucha por la existencia”, en defensa de la incidencia biológica de otros, tales como la cooperación y la sociabilidad, tanto en animales como en seres humanos. En plena marejada darwinista, Engels ya había sostenido la validez científica de esta concepción. En 1875 en su carta a Piotr Lavrov, Engels le manifiesta su desacuerdo con la idea darwiniana de que la “lucha de todos contra todos” fue la primera fase de la evolución humana, sosteniendo que la sociabilidad instintiva “fue una de las palancas más esenciales del desarrollo del hombre a partir del mono”. Al mismo tiempo y de forma paralela, en otra obra suya destacó el carácter predarwiniano de esta concepción, así como su unilateralidad: “Hasta Darwin, lo que subrayaban sus adictos actuales es precisamente el funcionamiento cooperativo armonioso de la naturaleza orgánica, la manera en que el reino vegetal da alimento y oxígeno a los animales, y éstos proveen a las plantas de abono, amoniaco y ácido carbónico. Apenas se reconoció a Darwin, ya esas mismas personas veían ‘lucha’ en todas partes. Ambas concepciones están justificadas dentro de límites estrechos, pero las dos tienen una igual característica de unilateralidad y prejuicio. La interacción de cuerpos en la naturaleza no viviente incluye a la vez la armonía y los choques; la de los cuerpos vivientes, la cooperación conciente e inconciente, así como la lucha conciente e inconciente. Por lo tanto, inclusive en lo que se refiere a la naturaleza, no es posible inscribir sólo, de manera unilateral, la ‘lucha’ en las banderas de uno. Pero es en absoluto pueril querer resumir la múltiple riqueza de la evolución y complejidad históricas en la magra frase unilateral de ‘lucha por la existencia’. Eso dice menos que nada” (468).

Las tesis de Kessler tuvieron el apoyo de biólogos evolucionistas rusos como N.A.Sivertsov, entre otros. En 1902 el conocido científico anarquista Pedro Kropotkin también acusó a ciertos sucesores de Darwin de despreciar la cooperación entre los organismos vivos para exagerar la importancia de la lucha por la existencia: “La sociabilidad es tanto una ley de la naturaleza como lo es la lucha mutua”, defendió Kropotkin (469). Aunque en su momento el periódico Times ensalzó la obra como “posiblemente el libro más importante del año”, Kropotkin estaba entonces en el exilio y su obra no tuvo distribución en el interior de la Rusia zarista a causa de la censura. Sin embargo, muy pocos años después el biólogo ruso Konstantin S. Mereshkovski (1855-1921) formalizó la teoría de la simbiogénesis que, como cualquier otra que no es de origen anglosajón, fue absolutamente ignorada, salvo para los biólogos marxistas (470) y, naturalmente, para biólogos soviéticos, como Andrei Faminstin. Otro de ellos, Kozo-Polianski, publicó En 1924 su obra “Bosquejo de una teoría de la simbiogénesis”, en 1933 el también soviético Keller expuso la misma teoría, que también pasó completamente desapercibida (471), e incluso Lysenko se apoyó en ella, como veremos, para sostener alguna opinión suya. En las corrientes dominantes no fue tomada en consideración hasta 1966, cuando fue rescatada del olvido por la investigadora estadounidense Lynn Margulis, defensora de esta teoría simbiótica. Hasta esa fecha no tuvo ninguna influencia fuera de la URSS, quedando la obra de Kropotkin como una de esas exóticas incursiones de los políticos, en este caso anarquistas, en la ciencia, como si un anarquista no pudiera ser, a la vez, un extraordinario científico, como Kropotkin. Un ejemplo de ello es la referencia despectiva que le dirigió Morgan: “Los argumentos que empleó [Kropotkin] harían sonreir a la mayoría de los naturalistas y muchas de sus anécdotas deberían en realidad figurar en algún libro de cuentos para niños” (472). Ese es el estilo crítico con el que los mendelistas juzgan las opiniones que menosprecian, y el tiempo es tan cruel que mientras Kropotkin ha madurado, las tesis de Morgan parecen mucho más cerca de los cuentos infantiles.

La segunda corriente es la mendeliana, introducida en la Rusia prerrevolucionaria por Yuri A.Filipchenko (1882-1930), un seguidor de la escuela alemana de Nägeli, Hertwig y Von Baer. De las aulas de Filipchenko salió uno de los creadores de la teoría sintética, Theodosius Dobzhansky (1900-1975), que estudió en la Universidad de Kiev, emigrando en 1927 a Estados Unidos, donde trabajó con Morgan, siendo el fundamento de su investigación la necesidad de conciliar el evolucionismo con la Biblia vaticana, un esfuerzo que compartió con su amigo, el paleontólogo y jesuita francés Teilhard de Chardin. En Estados Unidos Dobzhansky fue uno de los impulsores de la teoría sintética y, aunque había impartido clases a Lysenko, destacó por ser un antilysenkista feroz. A pesar de lo que sostiene Watson, la corriente mendelista estaba presente en Rusia antes de la revolución de 1917; era autónoma y actóctona, por lo que las polémicas que se crearon luego en la URSS no fueron consecuencia de un supuesto rechazo hacia “las doctrinas occidentales” (473). Siempre estuvo presente y no creó rechazo, como demuestra el caso de Filipchenko quien, junto con Chetverikov, fue uno de los mendelistas rusos más importantes, creador de una sociedad de eugenesia en 1922 que difundía su propia revista de la que era editor. Fue una de las pocas experiencias de ese tipo que se conoció en la URSS.

Una tercera corriente muy influyente de la biología soviética es la que encabeza Vladimir I.Vernadsky (1863–1945), un pionero de la ecología científica y, por consiguiente, radicalmente enfrentado a las corrientes micromeristas. Pero quizá no se deba afirmar que Vernadsky forma una corriente de la biología soviética sino más bien que su obra tiene un sello propio tan característico y tan poderoso a la vez que desde un principio, es decir, desde la publicación de su “Geoquímica” en 1924 y de su “Biosfera” en 1926, gravita sobre toda la biología soviética posterior. La complejidad del pensamiento de Vernadsky es tal que si bien pocos son los que, como él, subrayan la especificidad de la materia viva frente a la inerte, son aún menos los que aproximan las biología a la geofísica de una forma tan magistral como el soviético.

Una última corriente, representada por el botánico K.A.Timiriazev (1843-1920), es la que se denomina a sí misma como evolucionista y darwinista, aunque en sus concepciones es evidente la presencia también de Lamarck. Por consiguiente, el darwinismo existente en Rusia 1917 es el darwinismo de Darwin, no el neodarwinismo. Timiriazev fue un pionero del darwinismo en la Rusia zarista, un científico con un peso ideológico muy superior al que Thomas Huxley pudo tener en Inglaterra o Ernst Haeckel en Alemania, porque escribía para un público mucho más vasto: conferencias, artículos, libros de divulgación, etc. El darwinismo se conoció allá a través de sus obras más que los del propio Darwin. Pero Timiriazev no era un político burgués a la manera de Huxley o Haeckel, sino un demócrata revolucionario comprometido con la lucha contra el zarismo en su país. Su ascendente sobre los bolcheviques creció aún más después de la revolución de 1917, a cuya causa se sumó incondicionalmente, siendo quizá el científico más comprometido con el nuevo régimen. Recibió al mendelismo con una enorme hostilidad, escribiendo un folleto titulado “Repulsa de los mendelianos” en el que afirmaba que no sólo era una teoría errónea sino políticamente reaccionaria. Pero Timiriazev no confundió a los mendelianos con Mendel. De éste reconoció la validez de algunos de sus postulados. Su posicionamiento resultó decisivo; contribuyó a sostener en darwinismo en una etapa en la que éste había perdido la batalla frente a los mendelistas en los demás países.

Además de Timiriazev, las prácticas agrícolas de I.V.Michurin (1860-1935) corresponden también a la Rusia prerrevolucionaria y, aunque sus teorías son plenamente darwinistas, manifestó hacia el mendelismo idéntica opinión que la de Timiriazev. En base a sus décadas de experiencia, consideró que las leyes de Mendel no eran aplicables a la hibridación en frutales, ni anuales ni tampoco perennes: “Repito que sólo los ignorantes más completos de hibridación de árboles frutales pueden soñar con aplicarles las conclusiones obtenidas en las observaciones realizadas con guisantes” (474). Según Michurin, la segregación de caracteres que señaló Mendel también se aprecia en los frutales pero no de una manera completa porque “cada organismo se constituye con una mezcla de caracteres heredados, de los cuales sólo una parte proviene de sus progenitores y el resto de sus allegados”, intervienendo también factores exógenos (475).

Otro de los impulsores del darwinismo en la URSS fue Alexander I.Oparin, que publicó en 1923 su trascendental obra “El origen de la vida” que, sin embargo, tampoco fue conocida en los países capitalistas hasta que en 1967 John D. Bernal lo incluyó como apéndice a su obra The physical basis of life (476). La influencia de estos y otros científicos fue determinante para que después de 1917 la corriente darwinista se abriera camino inicialmente, precisamente en un momento en que en todos los demás países estaba en retroceso ante el avance del mendelismo.

La asimilación del marxismo al darwinismo ha sido muy frecuente desde los mismos orígenes de ambas corrientes de pensamiento. En su obra “Anarquismo o socialismo”, escrita en 1907, Stalin denunció las tergiversaciones de los seguidores caucasianos de Kropotkin, para quienes el marxismo se apoyaba en el darwinismo “sin espíritu crítico”. Sin embargo, aquellas referencias de Stalin a Lamarck y Darwin eran muy someras y se utilizaban como ejemplo de la validez universal de la leyes de la dialéctica. Por lo demás, para Stalin, lo mismo que para Engels, no existía ninguna contradicción sustancial entre los postulados lamarckistas y los darwinistas, situando a ambos en el mismo plano. En cuanto al “espíritu crítico” del marxismo respecto al darwinismo, Stalin seguía el criterio de Engels. Aunque en aquel momento la “Dialéctica de la naturaleza” no fuera conocida, las observaciones críticas expresadas en el “Anti-Dühring” eran muy relevantes. Engels defendió a Darwin de las críticas de Dühring pero, al mismo tiempo, era plenamente consciente de las limitaciones y del carácter unilateral de las explicaciones de aquel: “Yo acepto la teoría de la evolución de la doctrina de Darwin pero no acepto su método de demostración (struggle for life, natural selection) salvo como primera expresión, provisional e imperfecta, de una realidad recién descubierta”. El británico, añade Engels en otra obra, habría puesto el acento en los efectos pero no en las causas de la selección natural. Además, “el hecho de que Darwin haya atribuido a su descubrimiento [la selección natural] un ámbito de eficacia excesivo, que le haya convertido en la palanca única de la alteración de las especies y de que haya descuidado las causas de las repetidas alteraciones individuales para atender sólo a la forma de su generalización, todo eso es un defecto que comparte con la mayoría de las personas que han conseguido un progreso real” (478).

Aparentemente se habían formado dos posiciones contrapuestas. Incluso el soviético Stoletov resumía esas posiciones en el titular de su libro: “¿Mendel o Lysenko? Dos caminos en biología” (479). Pero no se puede resumir la polémica en dos posiciones. Hubo militantes del Partido bolchevique que defendieron el mendelismo, como los había que defendieron la posición contraria. Se dieron toda clase de combinaciones ideológicas y científicas imaginables que sorprenderían a quienes pretenden analizar la biología soviética con esquemas simples. Filipchenko no fue el único eugenista que hubo en la URSS en la década de los años veinte. Hubo eugenistas lo mismo que lamarckistas, y en ambas corrientes los hubo que se declaraban marxistas, lo mismo que antimarxistas. A causa de ello es difícil hablar de una influencia del marxismo sobre la ciencia en la URSS, cuando bajo el marxismo existían distintas corrientes en conflicto interno. Desde luego, la disputa no formó una alternativa entre Mendel y Lysenko. No sólo es muy difícil reducir la polémica soviética sobre la biología a dos polos encontrados sino que allá las expresiones también tenían otros significados, diferentes de los occidentales. Ni los mendelistas en la URSS defendían exactamente las mismas posiciones que los occidentales, ni tampoco los lamarckistas eran asimilables a los del otro lado del telón de acero. Los polemistas se lanzaron entre sí mutuas acusaciones porque los unos tergiversaban las posiciones de los otros. Hubo quien, aún declarándose michurinista, no secundaba las tesis de Lysenko, o no las secundaba en su integridad. También se dieron posiciones intermedias e intentos de síntesis a comienzos de los años veinte, como los ensayados por B.M.Zavadovski, quien consideraba compatible el lamarckismo con el mendelismo, aunque progresisvamente fue adoptando posturas cada vez más próximas a esta última corriente. Quienes más insistieron en la imposibilidad de encontrar puntos de unión entre ambas corrientes fueron mendelistas como A.S.Serebrovski, I.I.Agol y N.P. Dubinin. Otros intentos de síntesis, como los del embriólogo B.P.Tokin, afirmaban que ni el lamarckismo ni el mendelismo eran corrientes científicas y que el marxismo era ajeno a ellas, por lo que había que elaborar una nueva biología de conformidad con las concepciones del materialismo dialéctico.

A los amantes de los esquemas se les ampliaría notablemente su perspectiva si salieran de la URSS y analizaran la cuestión de Lysenko en relación con otros países. En los medios de la guerra sicológica de 1948, y aún hoy, es frecuente relacionar a Lysenko con el marxismo, de manera que la ridícula explicación que tratan de esbozar es que las aberraciones de Lysenko fueron posibles por el propio carácter aberrante del marxismo. De esa manera no se comprenden los motivos por los cuales en la República Democrática Alemana no se impuso nunca el lysenkismo, de modo que la genética dominante fue de tipo mendeliano, a pesar de que aquel país estaba dirigido por un conocido partido comunista cuyos principios ideológicos eran los mismos que el soviético. Si la vinculación del marxismo con el lysenkismo es tan estrecha como pretenden dar a entender, la pregunta es obvia: ¿No eran realmente comunistas los comunistas alemanes o no lo eran los soviéticos? Esta misma cuestión se puede ampliar fuera del telón de acero, a los partidos comunistas de occidente, dando por supuesto que todos ellos eran igualmente comunistas para no sorprender en el ridículo a los estrategas de la guerra fría. Entre los comunistas de fuera del telón de acero coexistieron (y discutieron y se enfrentaron) los lysenkistas con los mendelistas. Los amantes de los esquemas simples que pretenden asimilar el lysenkismo al lamarckismo también deberían explicar por qué razones, dentro y fuera de la URSS, existieron lamarckistas que criticaron a Lysenko.

La situación no se polarizó hasta una década después, tras la llegada al gobierno de Hitler en 1933: el eugenismo adquirió entonces una filiación reaccionaria mientras el lamarckismo fue la bandera de los progresistas. Muchos de aquellos debates son de un extraordinario valor y serán recuperados en su momento, cuando puedan ser leídos sin la carga emocional que hoy les envuelve. La riqueza de argumentos exhibidos elevó a gran altura la biología soviética, abriendo caminos novedosos, como la teoría del origen de la vida de Oparin, un reflejo del “desarrollo que habían alcanzado las ideas evolucionistas en Rusia. La biología soviética había heredado de los científicos prerrevolcionarios una corriente de pensamiento darwinista que se mantuvo vigente durante varias décadas y que llevó a la formación de grupos y escuelas que alcanzaron un refinamiento teórico sin igual”, afirma Lazcano, quien concluye así: “Hacia 1939 hubiera sido difícil encontrar un país en el mundo en donde la teoría de la evolución estuviera más desarrollada o fuera mejor conocida que en la Unión Soviética” (480). No obstante, también se expusieron planteamientos simplemente ingenuos, como correspondía una sociedad joven, como la soviética. Por ejemplo, A.S.Serebrovski, un opositor de Lysenko, era un eugenista convencido, partidario de la fertilización artificial de las mujeres con un semen portador de las mejores cualidades. Llamaba “antropotecnia” a la eugenesia. Según él, esto permitiría cumplir los planes quinquenales en la mitad de tiempo. [ :shock: :shock: ]

A finales de la década de los veinte, bajo una apariencia darwinista, el mendelismo logró recuperar terreno dentro de la genética soviética. En 1927, durante el V Congreso Internacional de Genética celebrado en Berlín, Muller anunció su descubrimiento de las mutaciones inducidas por radiaciones. El 11 de setiembre de ese mismo año, Serebrovski publicaba en Pravda un artículo titulado “Cuatro páginas que estremecen al mundo científico”. Supuso un vuelco desfavorable al lamarckismo. Un ejemplo característico de esa tendencia es el caso de V.L.Komarov, vicepresidente de la Academia de Ciencias, un biólogo que progresivamente fue pasando de sus iniciales simpatías lamarckistas hacia el mendelismo. Las nuevas corrientes sintéticas en la genética, con su aparente integración del darwinismo, se introdujeron con fuerza dentro de la URSS, del Partido bolchevique, de las universidades y los centros de investigación. Tras la muerte de Michurin en 1935 Lysenko pasó a encabezar las posiciones científicas antimendelistas, pero la correlación de fuerzas no tardó en cambiar. Aunque fue elegido presidente de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas en 1937, Lysenko empezaba a estar en minoría y no pudo tener los apoyos políticos y oficiales que la campaña quiere hacer creer: “En la época en que Lysenko presentaba su informe a la Academia de Ciencias, el ‘mendelismo-morganismo’ era ya una teoría ampliamente aceptada en la Unión Soviética, con destacados partidarios como Poliakov, Zavadovski y Dubinin, quienes difícilmente habrían reconocido el carácter ‘idealista’ o ‘reaccionario’ de la teoría cromosómica de la herencia. Sus protestas, desgraciadamente, sirvieron de muy poco” (481).

Es igualmente comprobable que ni todos los que defendían ni todos los que criticaban a Lysenko exponían los mismos argumentos. Por ejemplo, no es fácil compartir los motivos del británico George Bernard Shaw para defender a Lysenko, que se apoyaban en una vaga comprensión de los términos del debate. Shaw decía que frente al mecanicismo vulgar de la teoría sintética, Lysenko defendía una concepción integral de los organismos de la naturaleza como seres dotados de vida. En una carta publicada por el Saturday Review of Literature, el genetista Dunn, que había viajado por la Unión Soviética protestaba por la equiparación de todo el conjunto de la biología soviética con las tesis lysenkistas, que no representaban la doctrina “oficial” del país, poniendo un ejemplo odioso para comparar: no se puede juzgar a la biología soviética desde la óptica de Lysenko del mismo modo que no se puede juzgar a la biología estadounidense desde el punto de vista de los creacionistas. Lo mismo expuso el británico Eric Ashby en 1945. También había viajado por la URSS, donde estuvo una larga temporada, publicando a su regreso varios libros sobre la situación de las ciencias soviéticas, su organización académica y científica y sus métodos de investigación. Ashby apreció que en la URSS concurrían diversas corrientes científicas, desde aquellas que manifestaban cierto rechazo hacia la investigación occidental hasta otras que seguían los mismos derroteros que ella. No obstante, considera que, en general, la ciencia soviética era equiparable a la occidental y no parecía estar influida por la filosofía marxista “en absoluto” (482).

A mi juicio el núcleo de la postura de Lysenko no es positiva sino negativa y está constituida por su rechazo a las teorías sintéticas que defendían un mecanismo unilateral por el cual la herencia determina la constitución de los organismos vivos, y si hay que indicar un rasgo positivo fundamental de su pensamiento no es el de ambiente sino el de desarrollo. En muchos aspectos su concepción es similar a la de Conrad H.Waddington (1905-1975) que, no por casualidad, fue entonces equiparado a Lysenko e incluido en el índice de los malditos de la biología (483). Frente a la escisión entre genotipo y fenotipo, Waddington propuso el término epigénesis, referido al proceso de desarrollo de los organismos, ontogénesis, de los que se había olvidado la genética formalista. Waddington habló de una “asimilación genética”, considerando que los organismos eran capaces de reaccionar a las presiones del entorno modificando su comportamiento, e incluso su estructura. Para Waddington, la capacidad de reacción no era pasiva sino activa y estaba dirigida por los genes. Por medio de la asimilación genética, un tejido convierte un estímulo externo (ambiental) en otro interno (génico) de modo que se vuelve independiente del inductor ambiental.

(...)

Mantengo dudas, que no estoy en condiciones de resolver ahora, acerca de si la crítica de los lysenkistas fue, al mismo tiempo, capaz de asimilar la médula racional de la genética formalista o si, por el contrario, adoptaron la misma posición errónea que éstos, un rechazo en bloque de las concepciones opuestas. La propaganda burguesa sostiene que existió un repudio total de las concepciones genetistas a causa de su naturaleza idealista. Esta ridícula línea argumental conduciría al absurdo de proceder de idéntica manera con Kant o con Hegel y reprobar, por ejemplo, la dialéctica a causa de su origen idealista. El criterio de Marx y Engels fue otro. Consistió en criticar aquellas concepciones que fueran falsas o erróneas y, por el contrario, incorporar al acerbo científico aquellas nociones certeras, cualquiera que fuese su origen. Pero por encima de todo ello, considero esencial que gracias a la firmeza que demostró en la defensa de sus postulados (otros dirían dogmatismo, fanatismo, intolerancia), la URSS fue uno de los pocos países del mundo en los que pudo contrarrestarse la influencia de la teoría sintética. A causa de ello la propaganda imperialista lanzó en la posguerra su ofensiva de acusaciones falsas en su contra según la cual sus tesis habían conducido a la prohibición de la genética, al cierre de los laboratorios y el encarcelamiento de los biólogos opuestos a sus tesis.

Vamos a comprobar la falsedad de esta campaña.
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Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

Un campesino humilde en la Academia

En 1917 llegaron al poder en Rusia los obreros y los campesinos más pobres, los que hasta entonces habían sido siervos humildes y analfabetos, como Michurin, un obrero ferroviario apasionado de la botánica, y como Lysenko, un campesino ucraniano, a quienes el poder soviético permitió estudiar y adecuar la ciencia a las prácticas agrícolas y ganaderas más avanzadas del momento para ponerlas al servicio de los sectores más oprimidos y de sus necesidades.

Lysenko y otros como él se pusieron a la cabeza de las instituciones sociales que se ocupaban de las ciencias, para lo cual antes hubo que desalojar de esas mismas instituciones a los burgueses académicos, universitarios y oscurantistas que hasta entonces habían manejado la ciencia en provecho de su clase, de la explotación y de sus intereses particulares. En 1917 la población sometida a la autocracia zarista era analfabeta, los estudiantes eran una casta privilegiada procedente de la aristocracia y la alta burguesía. Los poco más de 11.000 científicos, que cobraban 20 ó 30 veces más que un obrero especializado, vivían a espaldas de las necesidades y de los intereses de los obreros y campesinos. Tras la revolución de octubre su situación fue idéntica a la de los demás especialistas, artistas e intelectuales; unos se exiliaron y otros permanecieron, bien para colaborar lealmente en la construcción del socialismo o bien para sabotearlo. El caso de Pavlov es bien sintomático. Vivió los 20 últimos años de su vida en la URSS y, aunque los bolcheviques no escatimaron elogios a sus investigaciones, él no perdió ocasión de criticar la construcción del socialismo en su país, aunque tampoco lo abandonó. Sus críticas jamás fueron un obstáculo para que el Estado soviético financiara y apoyara con decisión sus investigaciones, poniendo a su disposición toda clase de recursos y medios materiales, lo cual pone de manifiesto que la promoción científica no tuvo en cuenta criterios políticos o ideológicos subjetivos basados en simpatías o antipatías, filias o fobias, hacia la construcción del socialismo.

(...)

Los alineamientos iniciales de los científicos hacia el poder soviético no siempre se mantuvieron indefinidamente. Hubo científicos que permanecieron en la posición que habían adoptado inicialmente y otros la modificaron, cambiando de bando en un momento determinado de su biografía personal o de la historia del país. Por ejemplo, el director del Instituto de Genética Médica, S.G. Levit, comenzó defendiendo la teoría de que para el marxismo era fundamental la herencia de los caracteres adquiridos, aunque luego su punto de vista cambió, pasando a sostener que sólo la selección natural y la teoría cromosómica de la herencia eran conformes al materialismo dialéctico. Fue algo característico de la larga controversia lysenkista que no sólo aconteció en la URSS sino también en otros países. Así, el biólogo comunista británico James Fyfe se inició en la polémica combatiendo a Lysenko y acabó en el bando contrario. Por el contrario, el inmunólogo Milan Hasek, militante del Partido Comunista de Checoslovaquia, empezó en las filas del lysenkismo para pasarse al mendelismo años después.

Como consecuencia de la trayectoria histórica de la URSS y del propio proceso de alfabetización, la composición de clase de los científicos cambió radicalmente y sus condiciones materiales de vida también cambiaron, especialmente en los años veinte, cuando surgieron los llamados “científicos descalzos”, de los que Lysenko fue el prototipo, técnicos surgidos desde las entrañas mismas de la nueva sociedad. Como muchos otros, Lysenko era un humilde campesino que tuvo la oportunidad de formarse y llegó hasta la presidencia de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas. Sin la revolución de 1917 Lysenko hubiera sido un anónimo campesino, sujeto de por vida a un arado de madera. La alfabetización y las facilidades para cursar estudios avanzados promocionaron a estos “científicos descalzos”, convirtiendo la controversia lysenkista -y a otras controversias científicas similares- en un fenómeno de masas desconocido en los países capitalistas, donde tales discusiones apenas trascienden del reducido círculo de especialistas. Como cualquier otro fenómeno de masas, no se trató sólo de una debate científico sino a la vez científico y político. En la URSS los campesinos habían dejado de ser los receptores pasivos de técnicas y procedimientos salidos de los laboratorios y universidades. Más bien al contrario, eran los laboratorios y universidades los que debían ponerse al servicio de los campesinos y sus cooperativas. Fue un cambio a la vez cualitativo y cuantitativo que se produjo en medio de una guerra, de un bloqueo internacional y de una situación económica lamentable. A pesar de las dificultades de la guerra civil, dice Medvedev, los científicos “recibieron un apoyo inmenso, tomando en consideración los recursos limitados de un país empobrecido”. Se fundaron nuevos laboratorios e institutos de investigación: “Si se compara el grado de adelanto científico y tecnológico en la Unión Soviética entre 1922 y 1928 con el de un periodo similar anterior a la Revolución, se descubre un enorme impulso en los programas de investigación y educación” (484). Entre 1929 y 1937 se triplicó el número de académicos y el de estudiantes de agricultura aumentó seis veces. Si en 1913 había en Rusia menos de 300 universidades, escuelas superiores y centros de investigación, en 1940 el número superaba los 2.359. En los años veinte el número de investigadores se acercó ya a los 150.000, en 1953 subió a 250.000 y en 1964 a 650.000. En 1922 el número de publicaciones de investigación se cuadruplicó respecto al año anterior y al siguiente se multiplicó por ocho. En vispera de la II Guerra Mundial, la inversión en ciencia y tecnología ascendía al uno por ciento, un porcentaje que, como reconoce Huxley, era seis veces superior al estadounidense y diez veces superior al británico (485). El balance de Maddison es el siguiente:

La URSS también hizo una muy grande inversión en educación y adiestramiento en este periodo y fue el primer país que planteó su educación en forma sistemática para promover el desarrollo económico. Esta inversión en educación era muy necesaria considerando el bajo nivel que había heredado la Unión Soviética de la Rusia zarista, y la salida de mucha gente con educación y de técnicos durante la revolución. El esfuerzo educacional aumentó notablemente la calidad de la mano de obra disponible y proveyó de capacidad técnica y administrativa para usar efectivamente la inversión nueva. El costo de la educación fue una de las principales razones por las cuales el gasto en servicios comunales se elevó del 5 al 10% del PNB en los años 30, aun cuando parte de este gasto se dedicó a mejorar los servicios de salud pública.
Entre 1920 y 1939, el anafabetismo fue eliminado entre la población menor de 50 años. En 1913, el número personas con educación superior dentro de la fuerza de trabajo fue sólo de 136.000 pero al fin de la era staliniana eran cerca de 1’8 millones. El esfuerzo para entrenar, preparar técnicos de nivel medio fue incluso mayor que la educación superior. Antes de la revolución, Rusia sufría la misma escasez de técnicos de nivel medio que plaga ahora a muchos países en desarrollo. Eran más escasos que las personas con educación superior. En 1913, había sólo 54.000 de ellos, pero para finales de la era staliniana, había 2’5 millones (486).

La revolución de 1917 no sólo alteró los fundamentos económicos de la vieja sociedad zarista, sino que sembró de interrogantes todas las concepciones del mundo que hasta aquel momento se habían presentado como intocables. No existían precedentes de un cambio tan drástico que, además, acarreó en algunas corrientes la pretensión errónea de que todo -absolutamente todo- debía cambiar, de que había que empezar desde cero, de que nada de lo anterior era válido. Estimuló las discusiones hasta extremos difícilmente concebibles, cuando no existían modelos previos sobre los que asentar algunas conclusiones previas. Las controversias científicas empezaron a presentar un nuevo aspecto. En ellas se vio involucrado el marxismo de una manera multifacética y no en base al esquema simplista que quisieron presentar durante la guerra fría. Graham lo ha expuesto de la manera siguiente:

En ninguno de estos dos casos [Oparin y Lysenko] consta de modo evidente que el marxismo como sistema de pensamiento, haya tenido alcance en la génesis de las interpretaciones de los fenómenos biológicos conocidas respectivamente como hipótesis Oparin-Haldane y teoría de la herencia de Lysenko. En ambos casos, sin embargo, los principales actores -en algunas ocasiones con posterioridad a la formulaciópn de sus hipótesis- declararon expresamente que el marxismo había ejercido una influencia importante en su pensamiento biológico (487).
En la URSS había varios tipos de marxismos de procedencias diversas, no todos ellos integrantes del Partido bolchevique. Así, en el Ministerio de Agricultura eran muy influyentes los antiguos miembros del partido socialista revolucionario, un grupo político de origen anarquista y campesino que había adoptado el marxismo como ideología propia. Coexistieron varios grupos de características parecidas, algunos de los cuales, pero no todos, se integraron dentro del Partido bolchevique, que se convirtió en la principal fuerza ideológica, pero nunca en la única. Esos grupos, dentro y fuera del partido bolchevique, mantuvieron continuas posiciones enfrentadas sobre las más diversas cuestiones, una de las cuales fue la biología.

A modo de ejemplo del ambiente en el que disputaban todas aquellas corrientes, puede ponerse el caso de Bogdanov, cuyo nombre real era A.A.Malinovski. Médico y autor de un manual clásico de economía marxista, Bogdanov había sido dirigente del Partido bolchevique, aunque fue expulsado de él en 1909 por su incorporación al empiriocriticismo. No obstante, siguió siendo muy influyente en los distintos círculos marxistas rusos, incluso después de la Revolución de 1917. Sus concepciones alcanzaban áreas tan variadas como la economía, el arte, la ciencia y la filosofía, en las que realizó aportaciones que, al margen de su acierto, eran enormemente originales (487b). En torno a sus concepciones se creó el movimiento proletkult o “cultura proletaria”, una de las que pretendía hacer tabla rasa del pasado, por ejemplo, disolviendo las Academias de Ciencias. Fue el movimiento proletkult el que impulsó en la URSS la idea errónea de la existencia de “dos ciencias” de naturaleza distinta y enfrentadas entre sí por su propio origen de clase. Reivindicaba no las creaciones intelectuales del proletariado como clase sino cualquier clase de creación cuyo origen estuviera en uno de aquellos nuevos “científicos descalzos”. Pero una cosa era estimular la ciencia entre los trabajadores y campesinos y otra, muy distinta, dar validez científica a cualquier clase de aportación por el mero hecho de su origen social. Los “científicos descalzos” se equivocan tanto como los de traje y corbata. La Oposición Obrera, una fracción interna que existió durante un cierto tiempo dentro del partido bolchevique, apoyaba a proletkult, manteniendo una posición ultraizquierdista respecto a los especialistas en general y a los científicos e intelectuales en particular. Todo ese cúmulo abigarrado de corrientes estuvieron presentes en los debates científicos a partir de los años veinte, a pesar de las críticas que contra ellas expuso el Partido bolchevique. Stalin, por ejemplo, calificó de “trogloditas” a los miembros de proletkult. El primer ministro soviético de Educación, que permeneció en el cargo desde 1917 hasta 1935, fue Lunacharski, un antiguo defensor de las concepciones de Bogdanov. De ahí que muchas de las iniciativas de los seguidores de proletkult pasen como si se tratara del punto de vista oficial del Partido bolchevique o de todos los marxistas soviéticos porque la propaganda les presenta a todos como si formaran parte de un mismo bloque monolítico.

(...)

Lo mismo que en la URSS, también en Inglaterra en la década de los años treinta del siglo pasado se produce un fenómeno de “politización de los científicos”, muy difícil de deslindar de la “politización de la ciencia”. Uno de sus ejemplos es Haldane y el movimiento Social Relations of Science cuyo objetivo era la participación de los científicos en las contiendas políticas. En Inglaterra resultó decisiva la participación de la delegación soviética en el congreso de historia de la ciencia en 1931. En 1937 Haldane se declaró marxista y en 1942 se afilió al partido comunista.

La política del Estado soviético hacia los especialistas siguió siendo una parte muy importante del debate, con ramificaciones en el arte, el ejército, la enseñanza, la ciencia y la tecnología. Después de diez años de revolución los científicos descalzos aún no habían logrado desplazar a los especialistas burgueses y los científicos comprometidos con la construcción del socialismo eran una minoría insignificante en los centros de enseñanza e investigación. Ningún miembro de la Academia de Ciencias era aún militante del partido bolchevique. Con su revolución cultural los deborinistas pretendieron remediar esa situación de una manera artificiosa pero su postura no era diferente de la de proletkult. No se trataba de sustituir a una clase por otra sino una ideología por otra, por la suya, es decir, de acaparar las posiciones rectoras de la filosofía y la ciencia soviéticas. Los mendelistas soviéticos rompieron las escuelas tradicionales de la biología rusa, declarando que no había escuelas científicas, sino que sólo había una escuela de partido, siendo las demás escuelas antipartido. En abril de 1929 M.N. Pokrovski, director de la Academia de Comunismo llamó a poner fin a la coexistencia pacífica con los naturalistas no marxistas y superar el “fetichismo ante los científicos burgueses”. Poco después, en la Segunda Conferencia de organizaciones marxistas-leninistas, los mecanicistas fueron condenados porque la ciencia natural contemporánea, en sí misma, era dialéctica. En gran parte el compromiso ideológico de esta generación de biólogos derivó de la proximidad a sus maestros de la socialdemocracia alemana, entre ellos M.L.Levin y Julius Schaxel: Erster Marxist unter den Biologen und erster Biologe unter den Marxisten (“los primeros marxistas entre los biólogos y los primeros biólogos entre los marxistas”). En el terreno de la biología estas posiciones fueron defendidas por mendelistas como I.I.Agol, S.G.Levit, V.N. Slepkov, E.A.Finkelstein y A.S. Serebrovski y otros, como el filósofo I.I.Prezent inicialmente, antes de convertirse en uno de los mayores defensores del lysenkismo. En los años de la revolución cultural, Prezent dirigía en Leningrado las secciones de ciencias naturales de varias asociaciones marxistas. Fueron ellos, los mendelistas, quienes cambiaron el lenguaje de la biología soviética, aproximándolo al marxismo y a las polémicas políticas de la época. Los opositores a Deborin en filosofía y al mendelismo en biología fueron objeto de constantes críticas. Calificaban a sus oponentes de lamarckistas, acusándoles de incurrir en el mecanicismo, misticismo, idealismo y vitalismo. El 20 de noviembre de 1926 hablando a la Academia Comunista Serebrovsky llamó a “dispersar la niebla de lamarckismo”. Levantaron una tempestad para devorar pero acabaron devorados.

En el terreno político el deborinismo pretendió subordinar la ciencia a la política. Estaba “más próxima a una defensa del control político de la investigación científica” (488). Pretendieron acomodar el desarrollo de la ciencia a sus propios postulados ideológicos. Los mendelistas soviéticos sostenían que la teoría sintética era una demostración de la pujanza de la dialéctica materialista en las ciencias naturales. No obstante, la frivolidad de Valpuesta le permite presentar los acontecimientos al revés. Según él “las luchas de poder en los medios científicos” se entablaron entre “la vieja guardia de investigadores profesionales, seguidores de las ideas mendelianas, y una nueva ola de científico-políticos, educados en el marxismo, ejemplificas en la siniestra figura de Trofim Lysenko, un científico mediocre pero una político hábil entre los círculos de poder” (489). La presentación de los mendelistas como los auténticos científicos “neutros” y los demás como oportunistas trepadores, no es sólo una invención huérfana de respaldo histórico: es lo más opuesto que Valpuesta ha sido capaz de contraponer a la verdadera secuencia de acontecimientos. Es otra demostración de que el linchamiento de Lysenko es una sucesión de fraudes a cada cual más delirante.

En la conferencia de abril de 1929, los deborinistas pasaron a la ofensiva pero no lograron su propósito, arrastrando en su fracaso a los mendelistas. Hacia 1930 sus tesis fueron rechazadas, la filosofía de Deborin fue tildada de idealista y su corriente de capitulación ante la ideología burguesa, de separar la teoría de la práctica, de academicismo e indiferencia política. El organizador de las milicias obreras en Alemania, el matemático E. Kolman, se convirtió en director de la Asociación de Ciencias Naturales a principios de 1931. Entre otras cosas Kolman afirmó que los genetistas estaban apoyando medidas eugenésicas. El lugar de los mendelistas a la cabeza de las instituciones académicas y la prensa fue ocupado por otra corriente dirigida por el embriólogo B.P.Tokin, de la que formaban parte conocidos científicos como A.N. Bach, B.A.Keller, V.R.Williams, A.I. Oparin, A.B. Nemilov y V.P.Bushinski. El botánico N.I. Vavilov (1887–1943) fue otro de los científicos que formaron parte de este movimiento. Tokin criticó a las corrientes en liza por ser antimarxistas, manifestándose partidario de crear una nueva tendencia verdaderamente marxista en biología. Junto con Vavilov, Tokin mantenía una posición conciliadora y vacilante entre los materialistas mecanicistas y los idealistas mencheviques. Lepechinskaia forzó una investigación contra Tokin por parte de la Comisión Central de Control del Partido bolchevique. Por otro lado, en el diario “Pensamiento Económico” un artículo redactado por A.K. Kol, un alumno de Vavilov, aunque apareció como editorial apócrifo, acusaba a su maestro de separar la teoría de la práctica, de acumular plantas exóticas y no concentrarse en la producción agrícola de los koljoses y sovjoses. Vavilov fue citado por el gobierno para responder de esas críticas.

Tras el vendaval de la revolución cultural se siguieron publicando libros de texto de biología ajenos al marxismo. En el verano de 1932 se liquidaron las organizaciones y revistas creadas para la subordinación de la biología al marxismo y la genética salió reforzada de aquella primera prueba. En el Primer Congreso de selección, cultivo de semillas, animales y granjas de cría, fue considerada como un modelo de ciencia. No sólo era capaz de crear sino también de transferir sus logros al campo, al terreno práctico. Comparando el genetista con un creador, Vavilov dijo que el genetista “debe actuar como un ingeniero, no sólo está obligado a estudiar los materiales para la construcción, sino que puede y debe crear nuevos tipos de organismos vivos”. Vavilov incluyó el Instituto de genética y selección de Odesa, donde trabajaba Lysenko entre los organismos que “se habían superado los científicos organizaciones del mundo entero”. Los genetistas soviéticos -incluido Vavilov- comenzaron a sobrevalorar los métodos rápidos de cultivo agrícola.

Las academias desempeñaron un papel protagonista de primer orden en aquellas discusiones científicas e ideológicas. No habían sido una creación soviética sino que su existencia se remonta a Pedro I El Grande en el siglo XVIII, eran de carácter estrictamente científico, se regían por sus propios estatutos y sus cargos se elegían mediante escrutinio secreto. Sin embargo, la de Ciencias Agrícolas fue fundada por Vavilov, quien en 1919, en plena guerra civil, organizó en Petrogrado un laboratorio de botánica aplicada que luego se convirtió en Instituto de Agronomía Experimental y finalmente, en 1929, en la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, presidida por el propio Vavilov. Con excepción de su escaño como diputado del Soviet Supremo, ese fue el único cargo que desde 1937 ocupó Lysenko a lo largo de toda su vida y era un nombramiento de enorme prestigio incluso fuera de la URSS. Un asiento en cualquier academia era la culminación de su carrera para cualquier científico; otorgaba derecho a un sueldo vitalicio que era mayor que el de un ministro del gobierno: “Aún en la actualidad -escribía Medvedev en los años setenta- el cargo de presidente de la Academia de Ciencias de la URSS tiene más influencia que el de ministro del gobierno, y su sustitución es un asunto más importante para el Partido que el reemplazo de un ministro en la mayor parte de las ramas de la industria” (490). La Academia no era un órgano del Ministerio de Agricultura, ni del Partido bolchevique sino una asociación de científicos de las más variadas procedencias ideológicas para discutir y debatir acerca de asuntos de su especialidad (491). Desde luego la política agraria implementada en la URSS quedaba fuera de la competencia de la Academia.

Como en cualquier otro país, en la URSS coexistían tanto organizaciones científicas públicas como privadas. Funcionaban nada menos que 118 academias de ciencias, de las cuales 29 tenían relación con las distintas ramas de la biología; además había otros 965 Institutos de Investigación Científica, estaciones y explotaciones agrarias experimentales dependientes del Ministerio de Agricultura y unos pocos más dependientes de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas. También existía la Asociación de Científicos y Técnicos para el Apoyo de la Construcción Socialista (Varnitso), dirigida por el bioquímico A.N.Bach, militante del Partido bolchevique desde 1912 y, junto con Timiriazev, uno de los científicos más influyentes en las discusiones de la época. Además del Ministerio de Agricultura, existía también el Ministerio de Educación y Ciencia, del cual dependía una agencia pública específica encargada de promover la investigación científica (Glavnauka). La enseñanza universitaria tampoco dependía de la Academia que presidía Lysenko sino de los referidos Ministerios. El de Agricultura, por ejemplo, disponía de 14.000 investigadores sobre el terreno. En todos esos organismos concurrían diferentes correlaciones de fuerzas entre una corrientes y otras. Pero a su vez, todos ellos dependían para su financiación del Consejo Supremo de Economía, también afectado por las polémicas científicas e ideológicas del momento. Un panorama muy distinto y muchísimo más complejo del que la campaña de linchamiento quiso hacer creer en la posguerra mundial. Lo que parece evidente es que cualquiera de esas organizaciones tuvo un protagonismo en las discusiones mucho mayor que el Partido bolchevique, que pocas “órdenes” podía impartir cuando, a su vez, estaba internamente dividido. Como escribe Bernal: “La discusión fue iniciada y llevada a cabo entre hombres de ciencia, y ellos mismos fueron quienes arribaron a la decisión final. En ningún momento dentro de esa etapa intervino en el asunto el gobierno o el partido, y el propio Lysenko no era miembro del partido comunista. En ningún sentido se puede decir que la teoría haya emanado del marxismo. Solamente uno o dos filósofos marxistas la apoyaron, y no fueron de los más eminentes” (492).

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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

En la caza de brujas de 1948 uno de los aspectos más sobresalientes es la miseria intelectual, el menosprecio, la burla y la chabacanería, que aparecen concentrados no sobre los escritos de Lysenko sino sobre su persona. La colección de insultos y gruesas descalificaciones es descomunal. No quiero ni imaginar lo que hubiera sucedido si Lysenko hubiera podido ser involucrado, como el jesuita Teilhard de Chardin, en una falsificación como la de los restos fósiles de Piltdown (493). Al agrónomo soviético tampoco se le pueden imputar ninguna de esas acciones, tan características de la élite científica capitalista, donde es habitual que figuren como autores de cientos de artículos anuales quienes ni los han redactado y ni siquiera leído (494). No se le puede reprochar la participación en turbias manipulaciones de ese estilo. No parece haber ningún motivo aparente, pues, para esa catarata de improperios. Ni siquiera se pueden escudar en la equivocación de las tesis lysenkistas porque las soflamas de la guerra fría pasaban por alto la exposición de su contenido. Aún suponiendo que todas ellas fueran erróneas, ¿son pertinentes los adjetivos utilizados? ¿Fue Lysenko el primer científico en la historia que se equivocó? Estas preguntas no tienen ningún sentido dentro del linchamiento porque no es eso lo que se discutió: eso fue un punto de partida, un axioma y, a partir de ahí, el dogma había que utilizarlo como arma arrojadiza contra la URSS. Lysenko sólo era una excusa. Por consiguiente, es en esos científicos a sueldo en donde -como se observa- no hay nada que argumentar porque no hay ningún tipo de ciencia; su tarea es exclusivamente política. De ahí que se permitan la licencia de denostar algo que nunca se van a tomar la molestia de examinar con un mínimo de atención. De ahí también su agresividad porque no apelan a la razón sino que tratan de suscitar emociones. Mientras los juicios son para razonar y para debatir, los linchamientos empiezan poniendo la soga en el cuello de quien -de antemano- está condenado.

Del tono de la misma da una idea el hecho de que Mayr hable del “odioso” lysenkismo (495) y que el genetista Dobzhansky califique a Lysenko de “hijo de puta”, y de su obra “La herencia y su variabilidad”, que Dobzhansky tradujo al inglés, dijo que era un “excremento”. Recientemente Watson escribía en uno de sus libelos monotemáticos que la ciencia soviética se había convertido en un chiste (496) y los esposos Medawar, premio Nobel de Medicina él en 1960, ofrecen otro ejemplo clamoroso de ese tono en uno de los diccionarios más absurdos que pueden encontrarse, en el cual dejan un sitio para la voz “lisencoísmo”, entre las pocas que merecen su consideración. Normalmente los diccionarios de biología contienen muchos cientos de expresiones singulares, pero no es éste el caso del redactado por los Medawar, que sólo acogen unas pocas locuciones técnicas, por lo que cabe sospechar que han incluido en él las que han considerado más relevantes, entre las cuales cabe reseñar las de “lisencoísmo” y “lamarckismo”, corrientes a las que consideran estrechamente emparentadas entre sí. Por otro lado, se trata de una obra de los años ochenta, es decir, que la furia persecutoria no tenía visos de remitir. El diagnóstico científico de los Medawar sobre el debate es que Lysenko era estúpido: “La genética no es un tema fácil, y es posible que gran parte del lisencoísmo se originara del intenso resentimiento de Lysenko hacia un tema demasiado difícil para su entendimiento”. En un diccionario calificado de “filosófico” no existen argumentos de carácter objetivo sino evaluaciones personales del tipo siguiente: Lysenko era un “genio maléfico de la genética y agrobiología rusas”, capaz “por sí solo” de detener “la enseñanza y práctica en Rusia de la ‘genética mendelista-morganista’ (esto es, de la genética) y produjo la caída de las principales personas que la practicaban” (497).

En el “asunto” Lysenko lo que menos importa es Lysenko. Para la historia de la ciencia es mucho más apasionante descubrir a los tejedores de esta farsa, resentidos como Valery N. Soyfer, a quien el cambio de siglo no calmó su fobia antilysenkista (498). Soyfer es uno de esos residuos del anticomunismo visceral de la guerra fría, siendo su credibilidad una muestra del adocenamiento de la ciencia contemporánea. Como Buican y otros obsesos del “asunto” Lysenko, Soyfer es un autor reciclado: nació en la URSS y se exilió a Estados Unidos, donde fue nombrado profesor de biología de la Universidad de Ohio. La caída del régimen imperante en su país de origen no sació su resentimiento. Sus escritos están sazonados de expresiones truculentas, tales como “tragedia”, “criminal” que en materia científica sólo es posible encontrar en los escritos relativos al “asunto” Lysenko. Actualmente es uno de los dirigentes del equipo consultivo de George Soros en materia de ciencia y ecología en Rusia, un tentáculo de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. En 1999 el contraespionaje ruso acusó a su hermano de un delito de espionaje y alta traición por estar en posesión de fotografías y documentos secretos de utilidad para el programa de armas de alta precisión de la OTAN.


(...)

El lysenkismo se convirtió en una materia de investigación por sí mismo, saltando de las páginas de las revistas especializadas, y por lo tanto de alcance muy minoritario, a la prensa diaria, que no quiere entender de las alambicadas argumentaciones técnicas que suelen esgrimir los científicos. El 23 de diciembre de 1948 un editorial del diario franquista ABC introducía a los lectores españoles en el conocimiento del lysenkoísmo, un nuevo vocablo que calificaba de mágico y cabalístico: “El abracadabra del siglo XX”. Según ABC Lysenko era un “ruso” capaz de convertir un sapo en una rana y un clavel en una sandía. Los milagros de la ciencia soviética eran asombrosos, continuaba el diario madrileño: Lysenko también había creado tomates del tamaño de un tronco de roble centenario. Pero cuando presentó sus tomates en la academia de ciencias, algunos le pidieron explicaciones; entonces Lysenko reaccionó calificándoles de saboteadores y todos ellos dieron con sus huesos en el gulag. Desde entonces, seguía el editorialista, nadie había vuelto a hablar de los tomates de Lysenko, ni tampoco de sus enemigos. El dignóstico concluye calificando así el estado de la ciencia en la URSS: garrulería, charlatanismo, impostura, curandería y ciencia apócrifa. Pero lo único apócrifo del editorial era el propio editorial, que reconvertía a H.J.Muller en un ginecólogo recién dimitido de su cargo en Moscú porque el lysenkoísmo es “el más escandaloso fenómeno de falseamiento conocido en la historia de las sociedades humanas”. El falseamiento, pues, estaba en Lysenko, no en el editorial del diario madrileño.

En esa misma línea intoxicadora, para dar cuenta del informe de Lysenko a la Academia el diario Los Angeles Times tituló su portada “La aplicación del marxismo al crecimiento de los tomates” el 25 de agosto de 1948. Se preparaba la “caza de brujas” del senador McCarthy. No bastaron los engaños y las tergiversaciones sino que para llegar al gran público también era necesario el sensacionalismo. La campaña pasó de las revistas especializadas a los diarios de información general porque ya no era una errónea tesis científica lo que se estaba criticando sino que subyacía un problema de clase, un racismo social y un odio feroz hacia el socialismo. La biología no era más que un excusa.

Los mendelistas académicos siempre consideraron a Lysenko como un advenedizo, un intruso, porque no procedía de la universidad, no tenía título. En lugar de alegrarse por la llegada de alguien ajeno a su círculo de referencia, de un trabajador humilde, les salió a relucir su estrecha mentalidad burguesa en la que encierran un odio de clase apenas disimulado. En 1937 a un profesor universitario -Vavilov- le sucedió un campesino autodidacta -Lysenko- en la presidencia de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, poniéndose por encima de todos los licenciados, a algunos de los cuales cabe imaginar heridos en su vanidad y carcomidos por los celos y la envidia. En los países capitalistas se puso de manifiesto el carácter partidista y beligerante de los científicos que se prestaron a colaborar, cuyo entusiasmo estuvo movido, más que nada, por motivos lucrativos. A ellos la defensa de unas determinadas concepciones científicas les traía sin cuidado; eran mercenarios. En sus firmas ponían sus títulos académicos pero en los artículos poco más que desprecio se podía encontrar. Los lectores no merecían sofisticadas teorías genetistas sino descalificaciones absolutas.

Uno de los comentarios que nunca pueden faltar en la intoxicación propagandística es la falta de títulos académicos de Lysenko, su formación autodidacta, un lastre imperdonable que exime a sus críticos de la ardua tarea de leer sus obras. No será necesario recordar que ni Darwin ni Mendel necesitaron colgar certificados académicos en la pared para llevar a cabo sus investigaciones. En algunas ciencias, como la arqueología, la informática o la astronomía, por ejemplo, ser un aficionado es algo corriente y bastante bien considerado, hasta el punto de que algunos autodidactas han realizado verdaderos descubrimientos que han hecho historia (498c). El descubridor de la tabla de los elementos químicos, del equivalente mecánico del calor y del primer principio de la termodinámica no fue un físico, sino un médico, el alemán Robert Meyer. El descubridor de la vacunación, Edward Jenner, no pudo obtener su título de medicina, que a finales del siglo XVIII sólo expedían las Universidades de Oxford y Cambridge en toda Inglaterra a cambio de una importante cantidad de dinero.

(...)

Habitualmente el término “aficionado” se utiliza como modo de expresar que la persona desempeña su tarea de forma altruista, que no vive de ello, lo cual sería merecedor de los mayores elogios. En este sentido Lysenko era un profesional de la agronomía, por lo que la argumentación ad hominem contra Lysenko es, una vez más, falsa. Tenía más títulos académicos que Mendel y Darwin juntos. Estudió en las escuelas de horticultura de Poltava (1913) y Uman (1917-1920). En 1921 siguió los cursos impartidos por el Sugar Trust y trabajó en sus estaciones experimentales en Verjiachka, cerca de Kiev (1921), y Belaya Tserkov (1922-1925), que fueron simultáneos a sus estudios en el Instituto de Agronomía de Kiev entre 1921 y 1925. A eso Watson le llama ser un “campesino inculto”, “casi analfabeto” (499). Tratándose de ciencia, es preferible ser tan analfabeto como Lysenko que tan mentiroso como Watson.

(...)

A caballo entre su país de origen y el de adopción, Dobzhansky debía sentirse especialmente frustrado porque Lysenko había sido alumno suyo. ¿Un caso de mal aprendizaje o de enseñanza defectuosa? ¿De envidia quizá? Lo más probable es que Dobzhansky debiera eterna gratitud a su amo Rockefeller que le pagó el billete sin retorno a Estados Unidos. Probablemente se sentía frustrado porque Hitler no había logrado el propósito que perseguía cuando invadió la URSS en 1941, como había pronosticado. También pronosticó que se establecería un gobierno fascista en Estados Unidos, y falló. ¿En qué acertó Dobzhansky? El ucraniano era un científico del mismo corte que Huxley; dos años antes de lanzarse a la campaña, cuando ya se conocían las atrocidades nazis había escrito un libro titulado “Herencia, raza y sociedad” para dar una nueva fundamentación al concepto de raza, que ya no debía establecerse sobre consideraciones antropológicas sino genéticas: “Las razas son poblaciones que difieren en la frecuencia relativa de alguno de sus genes”, dice. Esta definición “científica” conduce a una clara conclusión política: “No hay razón que indique que la igualdad de todos los hombres debe constituir nuestra meta” (500).

Dobzhansky fue uno de quienes propagaron (501) la falsedad según la cual Vavilov murió en la deportación en Magadan (Siberia). Lo cierto es que Vavilov murió en la prisión de Saratov, una población a orillas del Volga cercana a Stalingrado y en el transcurso de la gigantesca batalla que allá se libró contra el ejército alemán. La obra de Lysenko era un excremento, pero ¿cómo calificar la de Dobzhansky?

Ayala, un sacerdote dominico epígono de Dobzhansky, es uno de tantos partidarios de la teoría sintética capaz de escribir sobre Lysenko sin haber leído ninguno de sus escritos, por lo que sus únicas fuentes de información son los rumores, cotilleos y citas de segunda mano, es decir, un ejemplo de impecable proceder científico. Quizá haya sido esa doble condición (la de sacerdote católico y la frivolidad científica) la que le llevó a ser nombrado asesor científico de Clinton. Como tantos otros biólogos, Ayala está mucho más próximo al poder político de lo que pudo estar Lysenko en su época. Pero nadie ha considerado el doble compromiso religioso y político de Ayala como un condicionante de sus absurdas teorías científicas. Tampoco su execrable estilo crítico. En efecto, cuando Ayala tiene necesidad de proporcionar algo más de información a sus lectores contra su víctima propiciatoria, no duda en sacarse el conejo de la chistera, como si de un espectáculo circense se tratara. Se refiere a Lysenko como si hubiera intimado con él; le describe como “un charlatán oportunista con pretensiones de ser un gran científico revolucionario”, desde luego el “contraejemplo dramático” de los logros de Mendel. Donde el checo personifica la ciencia, el ucraniano personifica la política, en el peor y más vulgar sentido de la actividad política, que quizá sea el único en el que Ayala ha participado. Desde luego un predicador de sacristía como Ayala no vacila a la hora de imaginar lo que quizá pudo ser el lamentable método utilizado por Lysenko: “Apoyó sus afirmaciones con experimentos rudimentarios que podían interpretarse a voluntad. Los datos en contra se negaron o denunciaron sobre la base de que nada podía ser correcto si contradecía la ideología superior del marxismo-leninismo [...] Cualquier dato, práctica o teoría se medía en función de su congruencia con la ideología marxista (502)”.

Lysenko inició sus experimentos por su propia iniciativa, sin ninguna clase de apoyo oficial. No existieron gigantescos presupuestos, ni inversiones, ni viveros, ni cámaras térmicas, ni sofisticados laboratorios, ni centros universitarios que le apoyaran. Todo empezó de una manera mucho más modesta y sencilla, como empezaban las iniciativas de los obreros y campesinos en la URSS, basándose en el entusiasmo y en el esfuerzo colectivo de las organizaciones rurales. El agrónomo soviético tampoco obtuvo sus cargos científicos gracias a patrocinios de fundaciones privadas o decretos gubernativos. Fue propuesto por Vavilov en 1934 para formar parte de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, quien le presentó con estas palabras: “Aunque la naturaleza de la vernalización es ya objeto de más investigaciones que, obviamente, revelarán varios aspectos desconocidos, el método ha sido desarrollado en principio en tal extensión que este año se han asignado millones de hectáreas para prácticas de vernalización de cereales y algodón. Incluso, ahora, la gran importancia de la vernalización es evidente en fitomejora, permitiendo al cultivador utilizar toda la diversidad mundial meridional que previamente no podía crecer en nuestras condiciones. Por otra parte, gracias a la vernalización, muchas variedades meridionales están preparadas para el cultivo directo, incluso sin ninguna clase de crianza”. Luego Lysenko llegó a ser nombrado presidente de la Academia por méritos propios en dos etapas: una primera desde febrero de 1938 hasta 1956 y otra segunda cuando volvió a ser reelegido en 1961 durante cinco años más. Tras su cese continuó siendo miembro de la misma hasta su fallecimiento diez años después. Durante todo ese tiempo también dirigió una estación agrícola experimental cerca de Moscú en la que trabajaban 300 investigadores. No fue nunca miembro del Partido bolchevique y tampoco coincidió personalmente con Stalin (fuera de los actos oficiales, naturalmente).

En los escritos de Lysenko sobresale la idea de la selección “artificial”, superpuesta a la selección que de una manera natural o espontánea realiza la naturaleza por sí misma, esto es, la idea de que la naturaleza no es un paisaje fijo sino que es posible actuar sobre ella en interés de los obreros y campesinos. De un modo dialéctico, Lysenko estudia la flora en su desarrollo; cita continuamente a Timiriazev para recordar la “historia” de cada especie y de cada planta dentro de ella, tratando de observar la manera en que se puede dirigir y controlar ese desarrollo. La selección “artificial” de Lysenko no tiene nada que ver con el moderno “bricolaje genético” de las multinacionales cuyas mutaciones provocan cambios imprevisibles en los organismos vivos. Lo que Lysenko pretendía obtener eran cambios planificados, a fin de orientar el desarrollo natural de los organismos para mejorar el rendimiento agrícola.

Quizá precisamente por el hecho de denominarse Lysenko a sí mismo darwinista pueda resultar interesante detenerse en uno de los puntos de la polémica en el que el agrónomo soviético se aparta de Darwin: la “competencia intraespecífica”, es decir, si existe o no lucha entre los individuos de una misma especie. Darwin defendía esa postura y, además, aseguraba que era más encarnizada cuando los individuos de la misma especie competían por el mismo “espacio vital”, momento en el estalla ineluctablemente la lucha por la existencia entre blancos y negros, entre naciones, etc. Por el contrario, para Lysenko la lucha por la existencia sólo se da entre especies diferentes. La tesis darwinista de la competencia intraespecífica -dice Lysenko- pretendía justificar un fenómeno social apelando a la naturaleza: la competencia capitalista. Por el contrario, para Lysenko “la humanidad entera pertenece a una única especie biológica”, lo que le lleva a defender que no sólo no hay competencia intraespecífica en el ser humano sino a introducir la noción de mutualismo en el reino vegetal. No existe una superpoblación que justifique la concurrencia intraespecífica. Así, habla de relaciones de vecindad entre cerales y malas hierbas. Sobre esta base Lysenko propuso una nueva técnica de “siembra colectiva”. Consiste en sembrar los granos no en hilera, uno a uno y a una distancia regular, sino por montones de 30 o 40 semillas, porque de esa forma pueden colaborar entre sí al crecimiento, sacrificándose unas en beneficio de las otras. No es un caso de lucha por la existencia intraespecífica sino de mutualismo, no por sobreabundancia sino precisamente para evitar que lo sean en el futuro.

No obstante, Lysenko no aporta una nueva teoría relevante a la biología. Él rechaza considerarse lamarckista, que es la acusación que le lanzan sus oponentes y, desde luego, es claro que no admite las concepciones ambientalistas tal y como las exponían los neolamarckistas. Se define a sí mismo como “michurinista” y entre sus defensores era corriente utilizar la expresión “darwinismo creador” para caracterizarse a sí mismos. Ahora bien, el darwinismo de Lysenko no es el neodarwinismo de la teoría sintética sino el del mismo Darwin, por lo que incluye a Lamarck, el cual está presente en su concepción general del desarrollo de los organismos. Explícitamente Lysenko se apoya en concepciones de otros autores, de quienes enfatiza determinados aspectos que juzga importantes. En consecuencia, quienes dicen criticar sus teorías, están criticando esos precedentes, que están en Lamarck, Darwin y Timiriazev. A pesar de ello, la campaña de linchamiento presenta a Lysenko como un agrónomo original y aislado, cuyas disquisiciones absurdas forman una rama separada y ya desaparecida para siempre de la biología. Además, pasando por alto la disputa entre las diversas corrientes, se responsabiliza de sus tesis a todos los científicos soviéticos, es decir, que su caso sería un mero ejemplo de un caso general, ilustrativo de las intromisiones políticas en la ciencia y de la imposición forzada de un canon científico único y exclusivo.

Lysenko tampoco realiza innovaciones prácticas sustanciales a las que ya eran conocidas desde tiempos lejanos. Cuando en ocasiones su linchamiento se extiende también a Michurin, pretendiendo generalizarlo a toda la ciencia soviética, debería incluirse a botánicos de otros países cuyas prácticas eran idénticas. El caso más singular al respecto es el del norteamericano Luther Burbank (1849-1926), autor de la magnífica autobiografía “La cosecha de los años”. Es un autor tan querido entre los campesinos estadounidenses como olvidado entre los académicos: sus métodos, como los de Michurin y Lysenko, tampoco eran científicos, por lo que también estuvo sometido a numerosas “críticas” del tono de las que venimos exponiendo. Pero si sus procedimientos no eran “científicos” sí eran, por el contrario, muy creativos y productivos, mucho más que los de los verdaderos “científicos”: si Michurin había creado 300 nuevos frutales, Burbank, calificado por Medvedev como el “Michurin americano”, creó 800 nuevas variedades de flores, hortalizas y plantas, una de ellas una opuntia o cactus comestible y sin espinas (503). Burbank defendió que “todos los caracteres que se transmiten han sido adquiridos” y que “el ambiente es el arquitecto de la herencia”. Para que una planta produjera una buena fruta, había que proporcionarle las mejores condiciones ambientales; luego sus cualidades se transmitirían a su descendencia.

Por aquella misma época, Lucien Daniel dedicó 37 años de su trabajo como botánico en Francia a experimentar con hibridaciones vegetativas en solanáceas y leguminosas, comprobando que eran un supuesto de simbiosis y una demostración de la herencia de los caracteres adquiridos (504). Su obra también está mantenida convenientemente en el ostracismo. Estos y otros artesanos fueron los últimos pioneros de una estirpe de botanistas innovadores sepultados hoy por un olvido que no tiene nada que ver con la ciencia. A ellos cabría añadir al también estadounidense Frederic Edward Clements, uno de los precursores de la ecología (504b) cuyas concepciones son idénticas a las de Lysenko.

Hay algo en lo que Lysenko destaca por encima de todo: su certera oposición al viraje impuesto por Weismann, Mendel, Morgan que condujo al “dogma central” de la genética. No solamente Lysenko no es en absoluto dogmático sino que el objeto de su crítica es precisamente el dogmatismo seudocientífico que se había infiltrado en el terreno de las ciencias biológicas. Por lo demás, él no fue el único en oponerse a la genética formalista. En la URSS, Oparin sostuvo posiciones científicas equivalentes y lo mismo sucedió con Waddington y Goldschmidt en el mundo anglosajón y otros en diferentes países. Pero una de las claves de toda buena campaña de guerra sicológica consiste siempre en personalizar los males -reales o fingidos- en una única persona que debe ser utilizada como chivo expiatorio. En la caza de brujas de la posguerra fueron tan importantes los silencios como las descalificaciones. La imagen a fabricar era la un científico, Lysenko, un país, la URSS, y una corriente de la biología, el michurinismo, fuera de contexto, sin precedentes y sin equivalentes, como si cayera llovido del cielo. En cualquier disciplina, la intoxicación propagandística se complementa con la censura. Hay autores cuyas obras no se traducen, no se editan, no se mencionan, no están en las librerías, tampoco en las bibliotecas... Simplemente no existen -no han existido nunca- porque son y tienen que aparecer como minoritarias, con la carga emocional que soportan todas las minorías: son activistas estridentes y vociferantes que pugnan por hacerse escuchar en todos los foros siempre que tienen ocasión, algo que las voces mayoritarias no necesitan. Éstas sepultan a la opinión mediante una multiplicación cuantitativa de sus argumentos. Basta exagerar un poco para presentar a los minoritarios como únicos, como casos individuales, casi patológicos: desvaríos ajenos a la ciencia. Es una manera vergonzante de rehuir la controversia: ignorar al adversario después de aislarle.

Fuente y citas:
http://www.ucm.es/info/nomadas/trip/lysenko3.html#c50

Entramos en materia, con las prácticas sobre vernalización de Lysenko. Bastante más serias de lo aparece en la caricatura que nos han legado de su trabajo.
Última edición por Kozhedub el 17/07/2011 14:55, editado 1 vez en total.
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Kozhedub
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Re: Jirafas de Lamark y el trigo de Lysenko, veamos que sale

Mensaje por Kozhedub »

La técnica de vernalización

El 15 de diciembre de 2006 científicos de la Universidad de California acabaron de identificar los tres segmentos del ADN del trigo y la cebada que controlan la vernalización con el fin de lograr por métodos de la denominada “ingeniería genética” lo que Lysenko había logrado por métodos naturales 80 años antes.

Una vez terminado su ciclo formativo, a finales de 1925 Lysenko inició sus primeras investigaciones en la sementera experimental de Kirovabad (Gandja), en Azerbaián, como jefe de selección de leguminosas. Introdujo variedades ucranianas de guisantes, caracterizadas por su maduración temprana, que en el vivero de Azerbaián se convirtieron en variedades de maduración tardía. De aquella experiencia Lysenko concluyó que esta característica de la planta no depende tanto de la variedad (del genoma) como de las condiciones ambientales en las que germina: humedad, duración de la luz diurna, etc. Entonces empezó a estudiar los factores que regulan la duración del periodo vegetativo de las plantas cultivadas. Los resultados de sus experimentos los expuso en el Congreso de Genética celebrado en Leningrado en enero de 1929. Aquel mismo verano la prensa soviética anunció que en Ucrania una prueba con trigo de invierno de la variedad ukrainka sembrado en primavera había espigado exitosamente. El experimento lo había llevado a cabo el padre del agrónomo soviético a petición de su hijo en el terreno que él mismo trabajaba por su cuenta en la región de Poltava. Fue un hito de la agronomía; por primera vez el trigo de invierno espigaba completamente con un rendimiento de 24 quintales por hectárea.

En vista del éxito, el Ministerio de Agricultura decidió crear un laboratorio especial en el Instituto de Selección Genética de Odesa para analizar detenidamente aquel experimento. El 12 de enero de 1929 Vavilov, habitualmente presentado como enemigo y víctima de Lysenko, en un artículo publicado en el periódico Leningradskaia Pravda incluía al Instituto de Selección Genética de Odesa en el que trabajaba Lysenko entre el elenco puntero de centros de investigación científica de todo el mundo. Al año siguiente centenares de investigadores koljosianos repitieron el mismo ensayo. Se trataba de explotar el descubrimiento de que era posible regular la duración del periodo vegetativo de las plantas cultivadas. En 1935 más de 40.000 koljoses y sovjoses llevaron el experimento al campo, sembrando más de dos millones de hectáreas de cereales de primavera con simiente vernalizada. Vavilov atribuyó una gran importancia a la línea de investigación abierta por Lysenko. En una carta a N.V.Kovalev escribió: “El trabajo de Lysenko es destacable. Nos lleva a plantearnos muchos problemas nuevos. Las colecciones mundiales se tienen que plantear en términos de vernalización”. En 1932 el ministro de Agricultura Yuri A. Yakovlev le encomendó a Vavilov, en su condición de miembro de la Academia, supervisar los trabajados de Lysenko y prestarle toda la asistencia posible. Con tal motivo Vavilov le escribió a Lysenko: “En agosto se celebrará un Congreso Internacional de genetistas y criadores en Ithaca, Estados Unidos, y el ministro me informa que si Usted desea asistir, el Ministerio de Agricultura pondrá todos los medios para ayudarle en su viaje, de manera que si quiere pueda presentar su trabajo allá y preparar una exposición de sus actividades para la exhibición”.

El término “vernalización” fue difundido a partir de 1929 por Lysenko, quien utilizaba la voz yarovización procedente de yarovoe, del ruso antiguo yar, que significa fuego, el dios de la primavera. Para traducirlo a las lenguas occidentales se recurrió al latín vernum, primavera: la vernalización es, pues, una “primaverización”. Mediante una especie de fase parecida a la incubación pero referida a los vegetales y que aplica un tratamiento con frío en lugar de calor, las plantas de invierno se pueden sembrar en primavera. Hasta 1929 era una práctica tradicional de la que se tenía un conocimiento empírico y fragmentario. En 1918 Gustav Gassner desarrolló una técnica de germinación en frío de los cereales de invierno a temperaturas ligeramente superiores a cero grados centígrados, pero era inutilizable en la agricultura. El primer estudio sistemático lo escribió Lysenko en 1935 y lleva el título “Las bases teóricas de la vernalización”. El método inventado por Lysenko era diferente del de Gassner. Consistía en humedecer las semillas y mantenerlas entre 35 y 50 días a una temperatura entre 0 y 3 grados centígrados según las variedades.

Actualmente el estudio de la vernalización es ya corriente en botánica (505). Se trata de un fenómeno típicamente lamarckista por el cual:

a) un carácter que se adquiere como consecuencia de la exposición de la semilla al frío, se conserva y transmite posteriormente en ausencia de dicho condicionante ambiental

b) la condición vernalizada es autocatalítica. Lysenko demostró que las reacciones a las bajas temperaturas tienen lugar en lo que llamó “puntos de crecimiento” (meristemos) de la planta y que el estado vernalizado se transmite por división célular desde esos puntos vegetativos. La vernalización se transmite, pues, verticalmente con la división celular por medios puramente vegetativos. En las plantas anuales las yemas que se derivan de los ápices vernalizados quedan también vernalizados.

c) la condición adquirida se transmite también horizontalmente de una célula a otra, por lo que no hace falta vernalizar toda la planta sino que basta con vernalizar cualquier parte de ella, por ejemplo, el ápice caulinar, para que se transmita al resto de la planta

d) la condición adquirida también se transmite vegetativamente por medio de injerto, de manera que para vernalizar un árbol frutal no es necesario someterle al frío; es suficiente con injertarle una púa vernalizada. Por ejemplo, el beleño (Hyoscyamus niger) no florece sin una previa vernalización. Si se le injerta una rama no vernalizada, la planta tampoco florece. Pero sí lo hace si se le injerta una rama vernalizada (506).


Las plantas ajustan su floración y, por tanto su reproducción, al clima, entre otros factores. Algunas plantas sólo florecen en climas cuyos inviernos son fríos, pero hay otras que no sobreviven en ambientes invernales excesivamente fríos. En el caso del trigo, la temperatura es el factor más importante que induce su desarrollo a través de sus fases sucesivas, desde la emergencia hasta la floración y la madurez. Ese desarrollo sólo es posible dentro de un cierto rango de temperaturas; por debajo de cero grados (temperatura base) hace demasiado frío para el desarrollo de la mayor parte de las variedades y por encima de 30 (temperatura óptima) hace demasiado calor. A medida que la temperatura media aumenta dentro de estos puntos el desarrollo se acelera. Sin embargo, el crecimiento, o aumento de tamaño, no sigue necesariamente estas reglas porque también entra en juego la radiación solar y con temperaturas por encima de la óptima el desarrollo se desacelera.

Como consecuencia de ello, las distintas especies vegetales se reparten geográficamente por el planeta según la temperatura de las distintas estaciones del año. Aquellas especies y variedades cuyo desarrollo no se acomoda a las condiciones climáticas y geográficas de la región, eran simplemente desechadas para el cultivo. Los olivos, por ejemplo, necesitan temperaturas bajas (inferiores a 10 grados centígrados) durante el invierno para florecer. Esto obstaculiza la extensión de los olivares a regiones por debajo del mediterráneo, cuyos inviernos son excesivamente cálidos. Cerca de los trópicos los olivos crecen robustos pero no florecen porque las temperaturas no cambian sustancialmente, como en los países ubicados más al norte. Lo mismo le sucede a los cereales de invierno, una variedad que en la URSS se consideraba estéril. Habitualmente los cereales de invierno se siembran en otoño, vegetan durante el invierno y espigan en la primavera siguiente. En la URSS y, particularmente en Ucrania, se cultiva el trigo de primavera, una variedad de rendimientos impredecibles, ya que aunque el año sea favorable, la estación suele ser breve, y lo mismo sucede con el trigo de invierno, cuya temperatura puede ser excesivamente rigurosa. Lysenko demostró que este tipo de cereales no sólo soportan las bajas temperaturas sino que éstas son necesarias para su desarrollo y que, además, son más productivas. Si la temperatura actuaba sobre una planta ya sembrada en condiciones naturales, también podía actuar de una manera parecida sobre el grano fuera de la tierra, humedecido y congelado artificialmente. Si ese grano así tratado se siembra en primavera, la floración es tan rápida como si se hubiera sembrado en otoño. Se puede decir que el frío transforma una variedad de invierno en una variedad de primavera.

Algunos autores que desconocen la materia, como Ayala, aseguran que la vernalización tiene por objeto adaptar las semillas a los climas extremos (506b). Lo mismo repite Bowler, para quien se trata de un método para adaptar las plantas a “los rigores climáticos rusos”, en donde lo “ruso” es sinónimo de frío (en la URSS todo era frío, inhóspito, no había desiertos). El traductor de la obra se permite, además, empeorarla añadiendo por su cuenta que al someter a las plantas al frío se “suspende” el desarrollo de la planta (507). En efecto, hasta el estudio de Lysenko en la ciencia agrícola era muy corriente suponer que el frío, al ralentizar las funciones fisiológicas de la planta, lo que provocaba era todo lo contrario: la hibernación. Pero Lysenko demostró que sucede justamente lo contrario. Por un lado, que el frío acaba con la hibernación y acelera del desarrollo de la planta; por el otro, que la planta no necesita acomodarse al frío: lo que necesita es florecer y para ello algunas de ellas necesitan germinar en frío durante un periodo breve de tiempo. De la misma manera que la incubación no tiene por objeto acostumbrar a los pollos al calor, la vernalización tampoco tiene por objeto acostumbrar a los crisantemos al frío.

Resumidamente se puede decir que las bajas temperaturas logran que la planta florezca, florezca más o florezca antes. El tratamiento de frío inventado por Lysenko fue el primer medio de regular la velocidad de desarrollo de las plantas.

Es una técnica de gran complejidad (507b) cuyo manejo requiere experiencia y destreza. Había que tener mucho cuidado en mantener las semillas siempre húmedas en un granero. Si no se podían sembrar inmediatamente o si había que transportarlas durante un largo trayecto, había que secarlas antes al aire libre. No todas las especies permiten vernalización, ni tampoco todas las variedades de una misma especie. A efectos de vernalización, las plantas se pueden clasificar en tres grupos:

a) las que no necesitan vernalización se llaman indiferentes. Son plantas anuales que sembradas en primavera florecen en el curso del mismo año sin necesidad de frío: cereales de primavera, tabaco y otras.


b) en las preferentes la vernalización no es necesaria, pero si se lleva a cabo acelera la floración. Es el caso del centeno de invierno (Petkus). Si esta variedad de centeno se vernaliza, la floración se produce tras la aparición de cuatro hojas; sin vernalizar hay que esperar la aparición de 25 hojas. Las plantas de invierno anuales se comportan de la misma forma. El trigo de invierno tiene una floración acelerada con la vernalización, pero en buenas condicionales ambientales, con una primavera suficientemente larga, también puede florecer sin necesidad de vernalizar.

c) finalmente, también hay plantas de vernalización forzosa, como la remolacha, el repollo, la cebolla, la zanahoria y el apio. Algunas plantas bianuales, como el mencionado beleño, la onagra (oenotera) o la dedalera (Digitalis purpurea), de clima templado (con temperaturas iguales o superiores a 16 grados centígrados), no florecen nunca. Para lograr que lo hagan, hay que venalizar los rosetones durante varias semanas a temperaturas de 1 a 5 grados centígrados. Luego hay que volverlos a someter a temperaturas cálidas y, si las demás condiciones son favorables, en particular, el fotoperiodo, las plantas florecen.

La manera de llevar a cabo la vernalización depende de la especie. No todas las vernalizaciones son iguales, ni se deben llevar a cabo a la misma edad de la planta, a la misma temperatura o durante los mismos periodos de tiempo. Así la Arabidopsis thaliana hay que vernalizarla entre 9 y 15 semanas y el guisante no es necesario vernalizarlo pero si se hace, se desarrolla mucho más rápidamente. Hay plantas que se deben vernalizar en el estadio de semillas, como el trigo, pero no en todos los casos la vernalización hay que introducirla durante la germinación. Algunas plantas sólo son sensibles al tratamiento en frío en ciertos estadios de su desarrollo, como el beleño, que se se tiene que venalizar en la fase de rosetón. La acción del frío, por lo tanto, sólo es efectiva cuando se han alcanzado determinadas fases del desarrollo (vernalización madura). En el caso del trigo, la temperatura base y la óptima no son siempre cero y 25 grados centígrados respectivamente. Estas temperaturas dependen de la fase de desarrollo; son más bajas al inicio del cultivo y aumentan con el desarrollo. El trigo puede crecer a cero grados durante la fase de plántula, pero, en cambio, su progreso en la etapa de espigado es lento si la temperatura está por debajo de 10 grados. Las variedades difieren en sus temperaturas base y óptima hasta en 7 grados en cualquier fase. Por consiguiente, para que la vernalización tenga éxito, no basta que se cumplan una o dos condiciones sino un cúmulo de ellas. Los botánicos Mathon y Stroun, por ejemplo, destacaron la importancia del oxígeno. Al llevar la vernalización a la práctica, los investigadores de los koljoses y sovjoses cometieron numerosos errores de método que Lysenko fue el primero en advertir, indicando el riguroso cumplimiento de una serie de requisitos imprescindibles para su éxito. En su informe a la Conferencia soviética consagrada a los problemas de la resistencia de los vegetales al invierno, el 24 de junio de 1934, y en la sesion científica del Instituto de Genética de la Academia de Ciencias, el 6 de enero de 1935, rindió cuenta detallada de los errores cometidos en los experimentos de vernalización llevados a cabo en distintos lugares. Esas reuniones eran públicas y en ellas participaron tanto científicos como especialistas de las cooperativas agrarias, soviéticos y extranjeros. En aquella época no existían frigoríficos por lo que la vernalización se debía llevar a cabo a temperaturas ambientales, que difícilmente se lograban mantener constantes. Se trataba, pues, de una técnica precisa que requería entrenamiento y experiencia para que la semilla no se malograra:

El estudio biológico de los trigos de invierno ha mostrado que para vernalizarse las diferentes variedades exigen un periodo de frío de duración desigual. Para vernalizarse completamente la variedad Novokrymka 0204 necesita una temperatura en torno a 0º durante 35 días. A una temperatura de 3 a 5º, la vernalización demanda unos cuarenta días. A 15 ó 20º no se produce, o bien exige un tiempo mucho más largo.
Pero, ¿qué sucederá si aseguramos el frío necesario a las semillas humedecidas de ese mismo trigo de invierno Novokrymka 0204 durante 25-30 días solamente? La vernallización comenzará normalmente. Al cabo de 30 días días, cesamos el frío. Faltan pues 5 días para que los granos terminen de vernalizar normalmente.


Numerosas experiencias permiten establecer que si el tiempo indispensable para la vernalización normal de una variedad determinada se reduce artificialmente, aunque sean dos días, la vernalización no puede tener lugar. En cada fase, comprendida la vernalización, el organismo vegetal modifica la cualidad de sus exigencias de medio exterior. Y para que esta modificación se pueda operar, ciertas condiciones exteriores son indispensables bajo la relación cuantitativa. Cuando se adquieren esas condiciones, el organismo las asimila; se produce en él una modificación cualitativa; el desarrollo pasa a una fase nueva y el organismo presenta otras exigencias al medio exterior. Así, la necesidad de frío, imprescindible para la vernalización de las plantas de invierno, cede su lugar al del calor. Éste es indispensable a las fases, a los procesos posteriores a la vernalización (508).

Una vez comprobado el éxito de la vernalización, se exploraron otras posibilidades distintas del control del crecimiento de la planta o el aumento de los rendimientos. Por ejemplo, Lysenko proyectó y aplicó técnicas similares a un abanico numeroso de plantas, frutos y granos, y la expresión vernalización llegó a incluir a casi cualquier tratamiento practicado a un cultivo antes de la siembra para modificar su desarrollo de acuerdo con las condiciones de crecimiento locales, como a los brotes de tubérculos antes de plantar las patatas. Aún no se han acabado de descubrir las múltiples utilidades prácticas de la vernalización de las plantas. Lysenko destacó dos de ellas: el control del periodo de crecimiento de las plantas y el incremento del rendimiento de las cosechas. A partir de ahí Lysenko y otros botánicos soviéticos (entre ellos Vavilov) creyeron que haciendo germinar al trigo de invierno a una temperatura artificialmente baja, se podía sembrar en primavera. Vavilov consideró que el descubrimiento de Lysenko permitiría extender determinados cultivos típicamente meridionales a regiones más frías. En una carta dirigida a I.G. Eijfeld, de la Estación Experimental Polar, apreciaba así el trabajo de Lysenko: “Todo lo que hace y lo que ha hecho Lysenko es de un enorme y excepcional interés, y el Departamento Polar necesita apoyar actividades de ese tipo”. Recientemente se ha descubierto otra utilidad a la vernalización, que ha demostrado su eficacia para luchar de una forma no agresiva para el medio ambiente contra las plagas que atacan a determinados cultivos. Investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria argentino han comprobado que el bromuro de metilo, utilizado para el control de las agresiones de la mosca de la fruta (Ceratitis capitata) en cítricos, puede ser reemplazado por la vernalización. Los experimentos demostraron que, a diferencia del gas, la vernalización no daña los frutos ni resulta afectada su calidad interna, a la vez que se logra la mortalidad de la totalidad de las moscas (509).
http://www.ucm.es/info/nomadas/trip/lysenko3.html#c50
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
(G. Zhukov)

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