20 años sin la Unión Soviética

Historia de la URSS, nacimiento, superpotencia, desaparición.

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Svarog
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Svarog »

Kozhedub, no me atrevía a seguir con este tema por temor a incurrir en una divagación demasiado alejada del título del hilo. Sin embargo, todo está relacionado, como se sabe, así que espero contar con la venia general.

Yo es que, como te dije, estoy muy escamado con lo de las revueltas en el mundo árabe. Tienes razón en que su aparante sincronización puede ser un efecto fabricado por los medios, puede que se trate de revueltas originadas en distintos momentos, pero no obstante los resultados se están concentrando en este momento concreto, y los monigotes en el poder van cayendo de forma sucesiva, uno detrás de otro. Obviamente, la mera coincidencia en el tiempo no es un signo de que un grupo de revueltas estén dirigidas por EEUU, pero aquí hay otros signos que deberían hacer encenderse la luz roja en la cabeza de todo buen observador.

El primero, es el posicionamiento en bloque e inequívoco de todos nuestros "medios informativos" *a favor* de las revueltas, con la habitual dosis de falacias e incluso puras mentiras (como lo que comentas sobre los bombardeos en Libia).

El segundo es la insistencia con la que nuestros medios trasladan a la opinión pública la creencia de que es posible organizar y llevar a cabo una "revolución democrática" usando las "nuevas tecnologías" como Facebook, etc. Puede parecer una gilipollez, pero esto es una forma de legitimizar a esos grupos de "ciudadanos" que "espontáneamente" se echan a la calle para "defender la democracia" (como sucedió en Bielorrusia no hace mucho).

El tercero es la relación entre George Soros y la persona elegida por nuestros medios como adalid de la democracia en Egipto.

El cuarto son los berridos proferidos por McCain, que no ha hecho más que expresar en voz alta por su bocaza las aspiraciones más ambiciosas de la agenda internacional de EEUU. Es decir, que la "revueltas democráticas" acaben afectando a China y Rusia.

El quinto es el "reposicionamiento" de los efectivos militares de EEUU en el Mediterráneo anunciado estos días.

Y varias cosas más.

Hace poco, me pasaron una interesantísima entrevista en la que tres expertos (y habría que escribir esta palabra con mayúsculas, ya que son auténticos expertos, y no los payasos juntapalabras que pululan en las tertulias de por aquí) analizan el tema de las revueltas árabes:

http://www.vesti.ru/videos?vid=320830

En la entrevista, Viacheslav Matuzov, presidente de la Sociedad para la Amistad y la Cooperación Oficial con los Países Árabes, expone su convicción de que estas revueltas obedecen a un plan cuidadosamente trazado por EEUU de antemano con el objetivo de recolocar la balanza geoestratégica a su favor. Según Matuzov, el plan incluiría en el futuro el cambio de diversas fronteras (posibilidad que parece remota, pero no descartable, teniendo en cuenta la artificialidad de la mayoría de las fronteras entre los países árabes). Además, advierte que todo esto traería consecuencias negativas para Rusia.

Y no es de extrañar, porque, si la "ola revolucionaria" tiene éxito, no sería difícil hacerla llegar hasta puntos más cercanos y sensibles para Rusia, como Irán y Turquía, por no hablar del Cáucaso y Asia Central. Esto es una amenaza directa (como siempre, vamos a parar a lo mismo) a la principal riqueza y sustento de Rusia: el gas, el petróleo, etc.

Como suele ocurrir, los otros dos contertulios no concedieron mucha credibilidad a las advertencias de Matuzov.

En fin, Kozhedub, yo te tengo por un gran analista, mientras que me considero a mí mismo un alarmista con tendencias cospiranoicas (tal vez como Matuzov), así que espero que tú tengas razón y yo me equivoque, lo digo en serio.

Un saludo.

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Svarog
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Svarog »

Por cierto, me acabo de enterar:

"El Gobierno de China ha decidido aprovechar la crisis libia para demostrar a sus ciudadanos y al mundo que es una potencia con todas las letras. No solo ha realizado un importante despliegue para evacuar a sus nacionales del país norteafricano, sino que ha movilizado un navío de guerra y aviones militares para enfatizar que está dispuesta a defender sus intereses, en este caso petroleros."

http://www.elpais.com/articulo/internac ... iint_4/Tes

Como siempre, hay que leer entre líneas.

Saludos.

Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Hola Svarog.

Por reconducir el tema a la URSS, pongo un ejemplo clásico que podría ayudar a entender mejor lo que sucede ahora. A estas alturas del cuento, y aún sabiendo cómo acabaron las cosas, no me cabe la menor duda de que el proceso de perestroika emprendido por Mihail Gorbachov obedecía a los movimientos internos de un sector de la Nomenklatura y no a un plan urdido desde la sombra por la administración norteamericana. Pero evidentemente todo proceso de cambio genera una inestabilidad sistémica que hace más vulnerable a la institución (en este caso, un estado) sometida a transformaciones; "a río revuelto, ganancia de pescadores", por decirlo más claro. Los EEUU y Gorbachov coincidían en la necesidad de un cambio, pero a partir de ahí tenían planes totalmente divergentes para Rusia; pese a ello, para los primeros los cambios emprendidos por el premier soviético podían ser una oportunidad de oro para azuzar ciertas tensiones internas y llevar a la nación rival y sus satélites por el camino apetecido. El hombre de occidente en la URSS no fue Gorbachov, éste sólo abrió involuntariamente una "ventana de oportunidad" al intentar transformar las estructuras de poder en el país. Ese hombre (y seguro que no el único) fue Boris Yeltsin. Al que tampoco considero agente de la CIA ni de Soros, pero sí un trepa sin escrúpulos que sabía que su carrera tendría más oportunidades si se anclaba en el apoyo que EEUU y Europa le prestarían sin dudar caso de que tuviera la menor opción de llegar al poder.

Gorbachov fue presentado por los medios occidentales siempre en términos favorables. No había coincidencia con él en lo que se buscaba, pero sí unanimidad en que la apertura de la URSS podía acabar bien para nuestro bando (y mal, muy mal, para el suyo, pero eso no se decía) y por eso recibía palmaditas en la espalda. Otro ejemplo obvio, el que Alemania diera luz verde al tren que transportaría a Lenin desde Suiza hasta Rusia para intervenir en la Revolución. ¿Era el kaiser bolchevique? No. Simplemente, buscaba desestabilizar a un régminmen rival aunque fuera tirando de un agitador hostil a la monarquía que él encarnaba. A corto plazo la jugada salió bien y Rusia salió de la guerra e hizo importantes concesiones territoriales. A medio plazo, en cambio, la hoz y el martillo sobre el Reichtag en 1945 constataron que hasta los mejores planes pueden tener serveros efectos secundarios. :mrgreen:

Parecido caso el de Lula en Brasil, izquierdoso (que no izquierdista) que comenzó su gobierno congraciándose con el FMI y gracias a ello tuvo un mandato más tranquilo que los de Chavez o Morales en países vecinos. En occidente se le presentó en términos menos peyorativos que los de sus correligionarios, perto también es cierto que por mucho que el suyo haya sido un izquierdismo de salón y muy domesticado (con cosas buenas, ojo), también lo es que el efecto secundario ha sido lograr que Brasil tenga voz propia en los foros internacionales y no sea una marioneta de EEUU, como lo siguen siendo México o Colombia.

Volviendo a Rusia, ¿fue el golpe de estado de 1993 auspiciado por los occidentales? No, como tampoco el de 1991 por parte de los comunistas fue movido en la sombra por Washington; y sin embargo, del fracaso de este golpe del ala dura del PCUS lo que se obtuvo fue la renuncia de Gorbachov y la consolidación en el poder de Yeltsin, es decir, se agudizó el problema que los conservadores prosoviéticos pretendían eliminar y se ponían las cosas más fáciles a los capitalistas. Occidente se opuso al golpe del 91 y en cambio apoyó el del 93. En ambos casos, el ganador fue Yeltsin, en el primero por pasiva y en el segundo por activa.

Con esto lo que digo no es que no existan conspiraciones, habría que ser un analfabeto en materia de Historia para negar su existencia, lo que digo es que no todo proceso está demarcado por ellas y/o que en ocasiones el efecto que consiguen es el contrario al deseado (caso del golpe ruso del 91, o del apoyo alemán a Lenin si atendemos al medio plazo). Insisto, los procesos de 1830, 1848, los de descolonización, los de derrumbe del socialismo de la Europa del Este, los de emancipación de Amércia Latina a principios el XXI, etc, son todos ellos o sincrónicos o están muy próximos en el tiempo, y simplemente reflejan una lógica interna ineludible que a lo sumo puede retardarse o acelerarse, pero nunca suprimirse. Es la falta de esa lógica la que ha hecho que la mayoría de los movimientos de la reacción hayan fracasado o se hallen empantanados en la actualidad: fracaso fueron los golpes e intentonas contra Chavez y Morales (el reciente caso Correa en Ecuador es otro de insurrección espontánea que la intervención norteamericana intentó convertir en golpe), o los vistos en Bielorrusia, Asia Central y Ucrania. Incluso cuando la "revolución" triunfa, caso de los ucranianos, sólo puede hacerlo temporalmente, porque no recoje los anhelos genuinos de la población, sino tan sólo la voluntad de las élites. La diferencia entre una revolución popular y otra artificial es la que puede haber entre una religión y una secta, o entre el arte y la moda; la primera se incrusta en el carácter de un momento histórico determinado, la segunda intenta o navergar a contracorriente o dar una respuesta caprichosa e infundada a una problemática bien real.

Los países del norte de África están viviendo su particular "perestroika" (salvando las muchas distancias entre ambos procesos, ya que la perestroika fue auspicada desde el propio poder, pero no estas revoluciones) y como entonces, viendo ya imposible la marcha atrás, los países occidentales intentarán minimizar el daño y sembrar el mapa de Yeltsins. Pero incluso Yeltsin tuvo que dimitir en menos de una década. :wink:

El caso de EEUU y la UE en todo este galimatías libio es el de alguien cada vez más nervioso. Cuando se controla una situación, no hace falta movilizar flotas (no hay guerra contra México, Colombia o Georgia); en su día Rusia planteó a Libia la creación de una OPEP del gas, y China ha comenzado una expansión comercial por África y sus recursos que cada vez molesta más a las potencias coloniales. Si con gobiernos títeres la tajada siempre iba a occidente a precio ventajoso, con gobiernos populares o soberanistas se tendrá que entrar en una dinámica más desfavorable para los negocios. A corto o medio plazo la jugada puede salir relativamente bien (para los EEUU, se entiende) y castrar los procesos revolucionarios para reducirlos a "transiciones" a la española. Y se puede derrocar a Gadafi y poner en su lugar a otro dictador igual de impresentable (e incluso con credenciales democráticas, como los que la banca mantiene en Europa) pero que no tontee con nacionalizar el petróleo, ni flirtee con Rusia por una Opep del gas, ni conceda contratos a empresas estatales chinas. Pero la mascarada no es sostenible a largo plazo, y menos en un contexto de crisis en que escasea hasta el dinero para sobornos.

A los medios, pues poco caso. Efectivamente, hemos visto informaciones acerca de concentraciones de grupos de un puñado de Feisbukeros en China (o sea, gente pija), como se informó en su día de las manifestaciones contra el Vil Lukashenko o nos enteramos cada dos por tres de la última tontería de Kasparov y sus amigos en Rusia. Pero no me preocupa lo que se dice, sino lo que se calla: el tema de Islandia, de Wisconsin, o los huelguistas griegos en estado grave, es decir, las "otras" revueltas, las que de verdad molestan. Conviene no perder de vista que los hechos no dependen de que una cámara los filme, y hay una realidad "fuera de campo" que tarde o temprano también acaba reventando.

Lo que sucede es que cuando estalla, al no haberse informado de los antecedentes da la impresión de que surge "de la nada".

Un cordial saludo.
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
(G. Zhukov)

Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Svarog, te rescato un enlace de otro hilo, es un programa venezolano bastante riguroso sobre política internacional.
http://multimedia.telesurtv.net/programas/dossier/

En el menú inferior te aparece un historial de emisiones, busca la del 4 de marzo; el presentador se despacha a gusto pero educadamente con los medios "serios" y dedica un buen rato a analizar las imagenes de la captura de un helicóptero holandés con comandos. De lo cual, aquí no se dijo ni mu. En posteriores programas ha ido poniendo en tela de juicio imágenes en mano la versión occidental (los insurgentes con RPG y en cochazos de lujo disparando cohetes al desierto tiene lo suyo); y en las ocasiones en que ha centrado el análisis en las relciones Rusia-EEUU da gusto no escuchar una sola mañuecada.

Decidido, voy a dejar Intereconomía... :mrgreen:
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Heno
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Heno »

Hola kozhedub, estoy de acuerdo con lo que dices, sobre todo recordar lo que dijo Gramsci sobre lo que es historia y sobre lo que no es, el arte que determina una ápoca histórica frente a la moda pasajera que se olvida.
Kozhedub hay algo que creo que no es sólido en lo que no me parece que haya que poner el mínimo interés, me refiero a Islandia ó no sé que provincia de los EEUU. Mira eso no es nada de nada.
Lo que sí significa es el hecho que China crece a 9% en tiempos de crisis, que Rusia se fortalece, que las repúblicas bolivarianas se consolidan.

Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Un texto interesante (pese a que discrepe con el autor en varios puntos) redactado ante la panorámica de la crisis actual y que utiliza la fracasada experiencia soviética como punto de apoyo para intentar corregir desde la teoría los errores que se cometieron en la práctica del socialismo dominante durante el siglo XX. Para Kohan, la caída de la URSS supuso al tiempo una ventaja y un inconveniente. Lo primero, por la desaparición de un modelo socialista que por su fuerza parecía monopolizar cualquier tentativa de alejarse del sistema capitalista. Lo segundo, obviamente, porque con todos sus defectos el modelo soviético garantizaba un cierto nivel de salvaguarda frente a las agresiones de las potencias imperialistas.

Tal vez en el caso de América Latina el hundimiento de la URSS no haya sido tan negativo, al permitir el desarrollo de modelos socialistas o semi-socialistas fuera de la inercia soviética; pero el caso americano es en eso una excepción, y su deriva hacia el socialismo decididamente débil. En conjunto y como ya se ha comentado, la extinción de la URSS no ha permitido para nada una mejora de la situación mundial.
Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento hoy

La "manzana prohibida" del comunismo


Néstor Kohan
Rebelión


Las alternativas en el centro de la escena
Luego de 30 años de reinado económico neoliberal y hegemonía cultural del posmodernismo, en medio de una nueva crisis del capitalismo mundial (estructural y sistémica, en la cual confluyen múltiples crisis al mismo tiempo), retorna la discusión sobre las alternativas.


¿Cómo salir de la crisis y comenzar a transitar hacia otro tipo de sociedad radicalmente distinta? ¿Será con la bandera roja pero sumisamente guiados de la mano por John Maynard Keynes? ¿Quizás intentando volver, con no poca nostalgia y revival, hacia los capitalismos periféricos, “nacionales y populares”, de la posguerra? ¿Tal vez con la ilusión siempre incumplida de un capitalismo “con rostro humano” adornado con una imposible “tercera vía”? ¿O deberemos resignarnos a un “socialismo mercantil”, con gigantescos pulpos internacionales que explotan mano de obra barata y disciplinada, empresas completamente autárquicas y cooperativas autogestionadas compitiendo entre sí por la distribución de la renta?

Sea cual fuera la salida, posible y deseable, lo que está claro es que actualmente esa búsqueda se ubica a la orden del día. Encontrar en forma imperiosa una alternativa ha dejado de ser un sueño “utópico” (simpático y encomiable, quejoso del neoliberalismo, pero políticamente inviable) para convertirse en una urgencia de supervivencia planetaria en el caso de que no nos abandonemos al reino de la barbarie ni a un futuro sombrío que se parece mucho más a las novelas antiutópicas más pesimistas (Un mundo feliz, 1984 o Fahrenheit 451 ) que a los finales felices y edulcorados de las películas románticas de Hollywood.

Si los Foros Sociales Mundiales abrieron este milenio con la consigna “otro mundo es posible”, quedó irresuelta la interrogación: ¿cuál es o debería ser ese otro mundo posible? En medio del desconcierto y la confusión generalizada el presidente bolivariano Hugo Chávez intentó resolver el enigma de la esfinge: la salida es “el socialismo del siglo XXI”. Ahí nomás proliferaron nuevas polémicas. ¿Qué entendemos o deberíamos entender por ese enigmático “socialismo del siglo XXI”? Nadie lo sabe todavía. Está en discusión. Lo cierto es que el proyecto del socialismo, durante décadas insultado, caricaturizado y ridiculizado, ha vuelto a la agenda política. Ya no sólo en el terreno del debate ideológico sino también en el acuciante problema de la gestión práctica de las relaciones sociales, económicas y políticas de la nueva sociedad que se pretende crear y construir.

Huérfanos y sin Vaticanos

Lo interesante y peculiar de esta compleja situación en la que nos encontramos es que ya no hay Vaticanos que dicten catecismos sobre la materia. Fenómeno que resulta positivo en cuanto a libertad de proyectos en pugna pero al mismo tiempo sumamente complicado ya que no existe reaseguro alguno frente a la prepotencia político-militar imperial.

La antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) experimentó un terremoto político que implosionó su sistema económico y social. El Estado burocrático, dirigido por una casta represiva y una elite completamente alejada del mundo laboral, de las bases políticas y de la clase trabajadora, se desplomó sin pena ni gloria y sin necesidad de misiles nucleares, dando lugar a una salvaje apropiación privada de las grandes riquezas sociales acumuladas durante décadas por el trabajo cotidiano del pueblo soviético. Los apropiadores han formado y continúan formando parte de una nueva burguesía mafiosa, constituida por los antiguos burócratas partidarios devenidos, ahora, burgueses propietarios. Dirigentes que abandonaron la doble moral y el doble discurso (en público supuestos defensores de Lenin, en privado lúmpenes cínicos e impiadosos) para mostrarse rápidamente en público tal cual eran en privado, es decir, gente que vivía con desfachatez en forma lujosa a costillas de los trabajadores y que les importaba un bledo el socialismo y la banderita roja que decían defender. El caso emblemático de Boris Yeltsin, jefe del PC soviético y cabecilla de los burgueses apropiadores, no es obviamente el único.

En el caso de China, país que anteriormente disputaba con la URSS por ver cual de los dos era más socialista, más antiimperialista y más radical… hoy en día se ha convertido en una sociedad con una fuerza de trabajo tremendamente explotada y mal pagada (como todo el mundo sabe ese pago irrisorio de la fuerza de trabajo china es el que permite subsidiar las exportaciones masivas al Occidente capitalista), sin posibilidad alguna de organizarse y reclamar por los derechos laborales elementales frente a las grandes firmas capitalistas que facturan millones con el sudor de la clase trabajadora china. El gigante del oriente es hoy una sociedad que no sólo exporta mercancías sino también capitales, recibiendo con los brazos abiertos a los grandes pulpos empresariales a los cuales les garantiza una explotación de los trabajadores tranquila y ordenada, sin sobresaltos, huelgas ni sabotajes. Las gigantescas asimetrías de clase y la polarización extrema en el orden social chino no son desmentidas ni por sus más fanáticos y obcecados defensores.

Al dejar de existir la URSS —con todas las características anteriormente señaladas— y con la innegable conversión de China en potencia capitalista, los pueblos del Tercer Mundo nos hemos quedado sin el antiguo potencial respaldo militar de ambas potencias frente a la agresividad del imperialismo (como ha quedado empíricamente demostrado en las últimas aventuras militares de EEUU en Afganistán, Irak o el norte de África, así como las de Israel en Palestina y el Líbano). Nuestros pueblos sólo pueden contar con sus propias fuerzas, tanto en su lucha contra el imperialismo como en el intento de pensar alternativas futuras de gestión socialista. Ese es el contexto mundial en que nos movemos hoy.

Con o sin apoyo militar de las antiguas potencias “socialistas”, el debate sobre las alternativas resurgirá una y otra vez para cualquier sociedad que pretenda iniciar o desplegar el camino de transición a un tipo de relaciones sociales más allá del capitalismo. Nadie que pretenda atravesar el muro del capital podrá eludirlo.

Ese debate sobre las formas de propiedad (estatal o cooperativa, mixta y privada); las formas de gestión (mercantil o planificada); el uso del dinero (el papel de los bancos y el crédito, las cuentas, los gastos y los depósitos, en un sistema integral, planificado y presupuestario, o con absoluta autarquía financiera de las empresas); la ley del valor y el mercado (promovidos como ágiles reguladores sociales o combatidos como obstáculos para avanzar al socialismo), las distintas formas de incentivar el trabajo (con un proyecto político-ideológico radical y trabajo voluntario o mediante premios dinerarios individuales), etc., tuvo lugar en la Rusia bolchevique de los años ’20, volvió a aparecer en la Cuba revolucionaria de los años ’60 y hoy, en pleno siglo XXI, retorna en los debates de Venezuela, mientras en Cuba se vuelve a discutir nuevamente el modelo de gestión social.

¡Atención! ¡Llegaron las últimas «novedades»!

Lo curioso, llamativo y, porque no, sorprendente es que en varios de esos debates se presentan propuestas, proyectos y líneas a seguir apologistas del mercado como si fueran absolutamente «novedosas» e inéditas, cuando en realidad han sido implementadas varias veces en la historia y con resultados prácticos que distan largamente de ser positivos.

Recorramos algunos pocos razonamientos propagandísticos e hipótesis falaces que hoy circulan con pretensiones de radical «novedad» en la colorida feria de las alternativas:

* (a) Si una o varias empresas se encontraran en poder del pueblo a través del estado (en una sociedad donde la clase trabajadora y los sectores populares organizados han aplastando a los aparatos de represión de la burguesía, la han derrocado mediante una revolución, han logrado tomar el poder y la han expropiado) eso implicaría necesariamente el reinado gris, triste y mediocre de la BUROCRACIA. Si en cambio, esas mismas empresas expropiadas fueran gestionadas mediante asociaciones cooperativas, iniciativas por cuenta propia, arrendamientos privados y otras “formas de gestión no estatales” (¡curioso eufemismo!) que compitieran en el mercado, eso conllevaría, siempre y en cualquier circunstancia, el relucir maravilloso y alegre de la DEMOCRACIA.

* (b) Si dentro de este mismo contexto de una sociedad en transición, que intenta ir más allá del capitalismo, el estado centralizara su presupuesto y lo distribuyera de acuerdo a una planificación encaminada a combatir el MERCADO (en esta hipótesis no se trataría de un estado gestionado por y subordinado a las grandes firmas capitalistas, sino de una forma política de poder popular que surgiría de una revolución anticapitalista), eso conllevaría necesariamente dictadura, violencia, autoritarismo, paternalismo, corrupción, burocratismo y estancamiento. Si en cambio el estado (siempre manteniendo la hipótesis de que no se trata del estado burgués dirigido por las grandes empresas del capital) se limitara a repartir el dinero y sus recursos en una infinidad de núcleos productivos y de servicios antárticos, con plena y absoluta autonomía financiera y comercial, que compitieran en el mercado guiándose no por la satisfacción de necesidades sociales y populares, sino por la optimización de ganancias (que en caso de haberlas serían repartidas de forma privada y particular entre los agentes cooperativos y “no estatales”) y por la disminución de pérdidas (que en caso de producirse serían asumidas por el estado, es decir por el conjunto social), entonces…. ese modelo implicaría democracia participativa, horizontalismo, pluralismo, multiculturalismo, respeto por las subjetividades, pleno desarrollo de la sociedad civil, consenso, transparencia, honestidad, división de poderes, soberanía popular, eficacia y en última instancia progreso económico.

* (c) Si los sectores populares no se sienten suficientemente involucrados en la gestión económica, ausentándose del empleo, desentendiéndose de las tareas de gestión colectivas, cayendo en el escepticismo, la indiferencia política o incluso la apatía, lo cual deriva en una disminución de la productividad laboral, pues entonces…. las dos mejores maneras de remediarlo consistirían en:

(1) apelar al desempleo selectivo (así quien conserve el trabajo se esforzará mucho más por temor a ser despedido), creando de este modo un ejército laboral de reserva que serviría como acicate y palanca de incentivo para los que tienen empleo, y

(2) crear un creciente, asimétrico y cada vez más pronunciado escalonamiento salarial que premie con mayor dinero y estímulos materiales individuales a quien más esfuerce.

* (d) Por contraposición con esos dos remedios mercantiles, si el estado (dirigido políticamente por los trabajadores y los revolucionarios) se propusiera combatir la falta de productividad del trabajo, el ausentismo y la apatía con una ofensiva política, recuperando la credibilidad perdida, degradada o disminuida, combatiendo los fenómenos de la burocracia y la doble moral de los funcionarios, el “amiguismo” y las prebendas personales dentro de una elite, los privilegios, las asimetrías escandalosas tanto en el nivel salarial como en el consumo de la vida cotidiana, pues entonces… esas propuestas serían invariablemente caracterizadas como “bienintencionadas, pero… utópicas, románticas, poco realistas, voluntaristas, subjetivistas, moralistas, y en última instancia IGUALITARISTAS” (¡como si el igualitarismo fuera algo muy malo para el socialismo!).

Estos cuatro núcleos ideológico-propagandísticos (a), (b), (c) y (d), asentados en el razonamiento falaz que tramposamente homologa [mercado = democracia y eficacia] y [planificación socialista = burocracia y estancamiento], hoy se esgrimen como la gran “novedad” teórica. El “último grito” de las ciencias sociales. Un descubrimiento “reciente” que vendría a subsanar todos los males y todas las deficiencias del socialismo, el comunismo y la revolución. La salvación mercantil que vendría a redimir los pecados igualitaristas, en el caso de quienes hace varias décadas se esfuerzan por superar el capitalismo; y a expurgar cualquier tentación radical, para quienes intentan en el último tiempo comenzar la transición al socialismo. ¿Será así? Sospechamos que no.


Una lúcida advertencia

Hace muchos años, Rodolfo Puiggrós, un viejo profesor argentino (historiador, de joven militante comunista, de viejo guerrillero montonero), alertó que como los revolucionarios argentinos, en sus múltiples tendencias, no hemos podido hacer nuestra propia revolución y no llegamos a tomar el poder, entonces vamos por el mundo “inspeccionando revoluciones ajenas”. Esa lúcida advertencia siempre nos pareció iluminadora y la hemos adoptado hace largo tiempo como guía contra la soberbia, la petulancia y el engreimiento de quienes se sienten propietarios de “la verdad absoluta”.

No obstante, aun dando cuenta del señalamiento de Puiggrós, creemos que tenemos el derecho de opinar respetuosamente sobre procesos sociales y debates políticos que hoy se desarrollan en la Patria Grande latinoamericana, aunque no se den en nuestro pequeño país.

Por eso nos genera cierta preocupación el modo como se plantean estos debates sobre la gestión de las sociedades que pretenden organizar un “orden nuevo” (al decir de Gramsci), no capitalista sino socialista.

¿Son tan “originales”, “novedosas” y “superadoras” estas propuestas de socialismo mercantil (bautizado mediante un eufemismo elegante y perfumado, como “autogestionario”) que nos prometen mayor democracia de la mano de la autarquía financiera de las empresas y el engorde creciente de la “economía no estatal”? ¿Servirá descentralizar los recursos presupuestarios y privatizar en nombre de los arrendatarios, las cooperativas y otros “actores no estatales” para poder superar la burocracia y los privilegios, la corrupción y el “amiguismo”? ¿Se generará participación política, aumentará la eficiencia social y habrá mayor empeño laboral expulsando fuerza de trabajo para que sea empleada como mano de obra barata y precaria por grandes inversionistas capitalistas? ¿Habrá mayor conciencia socialista en quienes sólo se involucran, de modo “cooperativo”, si hay dinero y ganancia privada de por medio?

Perdón, disculpas, pero tenemos nuestras serias dudas al respecto. Expresamos nuestra opinión con todo respeto. Creemos que esas recetas —que algunos promueven y presentan como poción mágica y redentora— no profundizarán el socialismo martiano ni permitirán avanzar hacia un proyecto bolivariano anticapitalista.

Experiencias repetidamente fracasadas y un debate histórico «olvidado»

Aquellos cuatro núcleos ideológico-propagandísticos (a), (b), (c) y (d), y muchas otras recetas similares que actualmente los acompañan, no son proyectos nuevos, elaborados al calor de facebook, del twitter, las nuevas tecnologías, la “sociedad de la información”, “la sociedad en red”, las nuevas formas de sociabilidad y otras profecías semejantes. Tienen una larga historia, repleta de fracasos concretos, despistes prácticos, equívocos teóricos y enormes sinsabores políticos para la familia revolucionaria.

En la década del ’20 (¡hace casi un siglo, cuando no existía ni la televisión!), dentro de la revolución rusa, hubo corrientes que creyeron que el mercado “socialista” iba a solucionar mágica y repentinamente todos los males, todas las penurias, la escasez, la falta de acumulación, la desproporción entre producción y consumo y las deficiencias revolucionarias (1). Haciendo de necesidad, virtud; convirtieron a la NEP de Lenin [«Nueva Política Económica», conjunto de medidas provisorias implementadas por los bolcheviques como concesión táctica al mercado, luego de la agotadora guerra civil de 1918-1921] en un supuesto proyecto mercantil estratégico y de largo aliento. Más tarde, estos mismos partidarios del socialismo mercantil desarrollaron durante décadas varias ofensivas hasta terminar por minar desde dentro a la Unión Soviética. Todo en nombre de la “participación democrática”, la “eficiencia económica” y la “autogestión financiera” de las empresas (2).

En lugar de combatir la desproporción económica entre producción y consumo y la ineficiencia de la administración burocrática terminaron convirtiendo a la burocracia en una burguesía mafiosa que se apropió de todos los recursos sociales y naturales de aquella sociedad que había derrotado a los nazis. Por supuesto, como no podía ser de otro modo, conjurando el fantasma endemoniado del… “igualitarismo” (3).

Pero el debate soviético, hoy extrañamente «olvidado» (pues sus resultados en torno al socialismo mercantil están ya fuera de discusión), no fue una excepción. En los años ’60 en Cuba, el gran debate enfrentó a los partidarios del cálculo económico, la autogestión financiera y la “vía cooperativa” mercantil —promovidos, entre muchos otros exponentes, por Carlos Rafael Rodríguez— con el ministro de industrias Ernesto Che Guevara quien defendió el proyecto del Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF) y la planificación socialista.

Los compañeros cubanos dieron un ejemplo al mundo con ese debate de 1963-1964 donde, a pesar de que había un feroz bloqueo imperialista y una permanente agresión internacional, todas las tendencias discutieron libremente y nadie fue censurado, herido, prisionero, muerto ni exiliado (como trágicamente había sucedido en la URSS, donde la mayor parte de los polemistas terminaron fusilados). En Cuba, las posiciones fueron públicas y nadie se ofendió ni fue tildado de “desleal”, sospechado de “agente de la CIA” o despreciado por “contrarrevolucionario”. Un gesto de madurez digno de imitarse hoy en día… (4).


Quienes se oponían al Che optaban por descentralizar los recursos financieros, apelando al desarrollo del mercado como gran regulador social, a los incentivos materiales y dinerarios, a la autogestión y autarquía financiera de cada empresa y a la competencia entre ellas como palanca fundamental de desarrollo económico (competencia denominada, de manera elegante, “emulación”). Siempre apelando al “uso inteligente de la ley del valor”, según una fórmula repetida en aquella época, muy común en los manuales soviéticos de economía política (5).

Pero aquellas primeras propuestas del socialismo mercantil que se sucedieron en la antigua Unión Soviética y las polémicas económicas contra el proyecto comunista del Che Guevara y en defensa del socialismo mercantil que tuvieron lugar en la Cuba de los años ’60 tampoco fueron los únicos.

A su vez, como alternativa al mundo político y cultural soviético, los yugoslavos también promovieron en su época la autogestión descentralizada de las empresas a través de la competencia mercantil. Ese modelo «cooperativista» —hoy admirado e incluso recomendado al presidente Hugo Chávez como panacea digna de imitar por algunos compañeros (seguramente con las mejores intenciones)— iba a superar mágicamente todos los males del socialismo burocrático soviético. Todo el mundo conoce el trágico final del experimento de Yugoslavia… todavía más catastrófico, si acaso puede serlo, que el de la difunda URSS.

La propuesta de la «autogestión» que se intentó implementar de Yugoslavia partía de un reclamo sano, justo, racional. La necesidad inocultable de democratizar las relaciones sociales, no sólo bajo la dictadura del mercado capitalista sino también bajo un tipo de sociedad postcapitalista en transición al socialismo. Esa necesidad de democratización, esa sed antiburocrática, no es una tontería ni un disparate. Se proponía democratizar a fondo las relaciones sociales y esa finalidad debe ser reivindicada. Uno de sus promotores teóricos así lo reconoce: “La autogestión cumplirá sus promesas democráticas no sojuzgando al hombre en su comportamiento frente al trabajo, sino modificando su posición económica y social fundada en el trabajo, es decir, transformando las relaciones implícitas en el sistema de producción” (6).

Esas promesas y esos antiguos anhelos democráticos de la humanidad (muy anteriores al capitalismo), que deberían constituir una parte fundamental del proyecto socialista y comunista de liberación humana, están sometidos a un doble tironeo. Por un lado, en cuanto están asociados a la participación comunitaria en la gestión social, se potencian, se refuerzan, se revitalizan. Es precisamente en ese orden comunitario donde se puede llegar a experimentar la verdadera democracia (7). No obstante, en la medida en que ese modelo de autogestión financiera de las empresas termina dando como supuesto inmodificable la existencia de relaciones mercantiles, automáticamente los anhelos democráticos y comunitarios se desdibujan, se evaporan y aparece en primer término la lógica dictatorial, férrea y despótica del mercado. Una lógica irracional, anónima, fetichista, que se impone como ciega necesidad (aunque el mercado tenga la bandera roja) contra todos los anhelos democráticos y participativos de la comunidad y los trabajadores (8). La autogestión financiera de las empresas y el imperio de la ley del valor (del mercado) que la fundamenta, constituyen los peores remedios para lograr ese objetivo justo y racional (democratización y superación de la burocracia) que se persigue.

A pesar de esa encomiable “promesa democrática” el modelo yugoslavo —y muchos otros similares que lo toman como inspiración, lo admitan abiertamente o no— termina depositando en el interés material directo e inmediato y en la obtención de mayores cuotas de dinero el eje de la “autogestión”. Así lo admite otro de sus principales teóricos: “Su derecho de repartición de utilidades es considerado no solamente como consecuencia lógica de la gestión, sino como el factor esencial de la eficacia de la autogestión. Este es el elemento motor del sistema. Mientras mejores sean los resultados de la empresa, más grande será la cuota que tendrán que repartir” (9).

Si el interés material directo, el aumento de la remuneración individual en dinero y la búsqueda frenética de ganancia empresarial constituyen el eje central de este modelo, según lo reconocen sus mismos teóricos, ¿qué tipo de conciencia socialista y comunista se puede construir en el seno del pueblo de ese modo? La respuesta, ya analizada críticamente en su época por el Che Guevara, es más que obvia. Los resultados históricos están hoy a la vista para quien no tenga anteojeras. Ninguno de esos trabajadores yugoslavos, “autogestionarios” y “cooperativos”, que habían luchado heroicamente en las guerrillas comunistas contra la dominación nazi, movió un solo dedo para defender el socialismo cuando implosionó y se derrumbó, partiendo a su país en mil pedazos. Exactamente lo mismo pasó en la Unión Soviética. ¿Una casualidad? No, una lógica consecuencia de un modelo de gestión y ordenamiento social que aparentemente es muy “simpático” pero en el cual la clave de todo pasa por la búsqueda del dinero individual, la competencia, el mercado y la ganancia personal, en lugar de predominar los valores del trabajo colectivo y voluntario, la satisfacción personal que se deriva de haber cumplido el deber social trabajando no sólo para el bolsillo propio sino para toda la sociedad, la consolidación de una conciencia colectiva, comunitaria y comunista, y la creación de una sociedad justa para todos y todas, más allá del interés mezquino inmediato.

Los mismos teóricos de la “autogestión” lo reconocieron públicamente. El centro de ese modelo (que hoy se pretende reeditar en América Latina) está constituido por “la lógica inexorable de las necesidades de una economía de mercado” (10).

Si las (encomiables) promesas democráticas estaban por detrás del modelo autogestionario, en ese mismo orden de aspiraciones también se encontraba la (justa) lucha contra la burocracia. Sin embargo, convendría no ser más papistas que el papa. Hasta los mismos partidarios de la autogestión yugoslava reconocen que en sí misma dicha forma de gestionar las empresas no garantiza automáticamente la eliminación de la burocracia. Incluso puede llegar a reproducirla en otra escala y en otros planos: “el anquilosamiento de las condiciones de la autogestión en determinados mecanismos —esto es, su congelación en órganos— que opera en nuestros países como tendencia vigorosa, puede crear un nuevo terreno para la reproducción de condiciones burocráticas” (11).

Analizando críticamente aquellas experiencias que apelan al interés material directo para elevar la productividad, el Che Guevara le escribió a Fidel Castro: “El interés material individual era el arma capitalista por excelencia y hoy se pretende elevar a la categoría de palanca de desarrollo, pero está limitado por la existencia de una sociedad donde no se admite la explotación. En esas condiciones, el hombre no desarrolla todas sus fabulosas posibilidades productivas, ni se desarrolla él mismo como constructor consciente de la sociedad nueva. Y para ser consecuentes con el interés material, éste se establece en la esfera improductiva y en la de los servicios … Esa es la justificación, tal vez, del interés material a los dirigentes, principio de la corrupción, pero de todas maneras, es consecuente con toda la línea del desarrollo adoptada en donde el estímulo individual viene siendo la palanca motora porque es allí, en el individuo, donde, con el interés material directo, se trata de aumentar la producción o la efectividad ” (12).

Adelantándose a los partidarios del socialismo mercantil que promueven un Estado flaco, sólo reducido a la defensa, la educación y la salud, pero que deja en manos de “los sectores económico no estatales” el resto de la economía, el Che continúa diciéndole a Fidel Castro: “¿Qué sucede ahora? Se rebelan contra el sistema pero nadie ha buscado donde está la raíz del mal; se le atribuye a esa pesada lacra burocrática, a la centralización excesiva de los aparatos, se lucha contra la centralización de esos aparatos y las empresas obtienen una serie de triunfos y una independencia cada vez mayor en la lucha por un mercado libre. ¿Quiénes luchan por esto? Dejando de lado a los ideólogos, y los técnicos que, desde un punto de vista científico analizan el problema, las propias unidades de producción, las más efectivas claman por su independencia. Esto se parece extraordinariamente a la lucha que llevan los capitalistas contra los estados burgueses que controlan determinadas actividades. Los capitalistas están de acuerdo en que algo debe tener el Estado, ese algo es el servicio donde se pierde o que sirve para todo el país, pero el resto debe estar en manos privadas. El espíritu es el mismo; el Estado, objetivamente, empieza a convertirse en un estado tutelar de relaciones entre capitalistas. Por supuesto, para medir la eficiencia se está utilizando cada vez más la ley del valor, y la ley del valor es la ley fundamental del capitalismo; ella es la que acompaña, la que está íntimamente ligada a la mercancía, célula económica del capitalismo” (13).

Esa propuesta, crítica de la planificación socialista, no quedó históricamente reducida a Yugoslavia. Luego se adoptaron esos criterios en Polonia, Checoslovaquia y Alemania oriental (la antigua República Democrática Alemana, RDA). La experiencia se generalizó. ¿Los resultados…? A la vista.

Los compañeros y amigos de América Latina que proponen para el siglo XXI la receta del socialismo mercantil (rara vez se lo menciona de este modo, pues así resulta poco seductor y atractivo, pero de eso se trata) tienen todo el derecho del mundo a defenderla, promoverla y promocionarla. Pero al menos les solicitamos fraternalmente, con todo respeto, que hagan un mínimo balance crítico de las numerosas experiencias históricas de ese modelo que terminaron invariablemente en fracasos rotundos y contundentes.

El SPF: Una alternativa comunista no sólo «económica»

Promover la profundización del “mercado socialista” y de las actividades económicas “no estatales” no es una cuestión de “eficiencia económica”, de “medidas técnicas”, de “resoluciones concretas”. Es, ni más ni menos, una apuesta deliberada por un proyecto político. Habría que explicitarlo ¿no es cierto?

Si ese proyecto económico y político, pero también cultural, no nos satisface, no nos convence, no lo visualizamos como solución (ni para la coyuntura ni para el largo plazo), queda flotando en el aire una pregunta pendiente: ¿entonces no hay alternativa?

Creemos que sí hay alternativa. Y no un “modelo” a importar desde algún lugar lejano y remoto, lleno de nieve y ajeno a nuestras tradiciones bolivarianas, sanmartinianas, martianas, sino una propuesta elaborada desde Nuestra América y el Tercer Mundo, a partir de un pensamiento social, económico y político de liberación nacional y social, insurgente y comunista.

Nos referimos al Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF), elaborado por el Che Guevara cuando trabajaba como ministro de industrias (por lo tanto confeccionado no en una cómoda biblioteca sin vínculos con el mundo terrenal y concreto de la gestión práctica, sino al frente de una institución económica). Ese proyecto para encarar la gestión en transición al socialismo es, lamentablemente, escasamente conocido y menos aún estudiado.

Si le solicitamos a nuestros compañeros y amigos partidarios del socialismo mercantil que expliciten su propuesta política, ¿no deberíamos hacer lo mismo? Creemos que sí. Pues bien, nuestro proyecto político, lo reconocemos explícita y abiertamente, es (o al menos pretende ser) un proyecto comunista.

La propuesta del Sistema Presupuestario de Financiamiento no es estrictamente ni únicamente “económica” pues lo que está en juego, además de la gestión de los recursos sociales, es la conciencia individual y colectiva de nuestros pueblos, hoy terreno privilegiado de disputa hegemónica en tiempos de la guerra asimétrica y la aldea global. Y no sólo la conciencia popular está en juego. También el porvenir político de los procesos sociales revolucionarios que intentan, con variada suerte, impulsar una transición al socialismo en el Tercer Mundo. Nuestra propuesta trata de apuntar hacia ambos terrenos de disputa al mismo tiempo, sin separar uno del otro.

El Sistema Presupuestario de Financiamiento, comunismo latinoamericano para el siglo XXI

El Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF) constituye una propuesta integral, económica pero también política, para encarar la transición al socialismo. Descentra la cuestión aparentemente “técnica” de la gestión empresarial —supuestamente asunto de “especialistas”— para ubicarla, como problema a resolver por todo el pueblo, en una disputa política de largo alcance. Es parte de una concepción general del desarrollo de la construcción del socialismo y debe ser estudiado entonces en su conjunto.

(...)

Los niveles de la reflexión que nos deja el Che acerca de esa concepción general giran en torno a dos problemas fundamentales. En primer lugar: ¿es posible y legítima la existencia de una economía política de la transición? En segundo lugar: ¿qué política económica se necesita para la transición socialista? Las respuestas para estos dos interrogantes que se formula el Che permanecen abiertas, aún hoy en día, medio siglo después. Intentando dar respuestas a esas inquietantes preguntas, el Che elaboró un pensamiento sistemático de alcance universal (no reducido a la situación cubana, como sugerían algunos soviéticos como el ya mencionado especialista económico Abel Aganbegyan, argumentando la trivialidad de que “Cuba es un país pequeño, mientras la URSS es una país grande”, como si eso demostrara algo en el terreno científico de la economía política), estructurado en diversos niveles.

Si desagregamos metodológicamente su reflexión teórica, el Che nos dejó:

(a) una reflexión de largo aliento sobre la concepción materialista de la historia, pensada desde un horizonte crítico del determinismo y de todo evolucionismo mecánico entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción;

(b) un análisis crítico de la economía política (tanto de los modelos capitalistas desarrollistas sobre la modernización que por entonces pululaban de la mano de la Alianza para el Progreso y la CEPAL como de aquellos otros consagrados como oficiales en el “socialismo real”, adoptados institucionalmente en la URSS);

(c) un pormenorizado sistema teórico de política económica, de gestión, planificación y control para la transición socialista: el Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF). Este último es el que aquí nos interesa para el debate actual.

En la reflexión del Che Guevara, tanto (a), como (b) y (c) están estructurados sobre un subsuelo común. Los tres niveles de análisis (que en él fueron al mismo tiempo práctica cotidiana, no sólo discurso teórico) se enmarcan sobre un horizonte que los engloba y a partir del cual adquieren plenitud de sentido. Ese gran horizonte presupuesto es el proyecto político comunista: para continuar con la enumeración previa, podríamos bautizarlo aleatoriamente como nivel (d).

Es entonces (d), el proyecto político comunista, antiimperialista y anticapitalista, de alcance continental y mundial y no reducido a la revolución cubana, el que nos permite inteligir la racionalidad de (a), (b) y (c). Para el Che Guevara, sin proyecto político no tiene sentido entablar discusiones bizantinas y meramente académicas sobre la concepción materialista de la historia. Sin proyecto político, no vale la pena esforzarse por cuestionar los modelos económicos falsamente “científicos” que obstaculizan el desarrollo del pensamiento crítico acerca de las relaciones sociales. Sin proyecto político, carece igualmente de sentido cualquier debate en torno a las diversas vías posibles de política económica durante el período de transición al socialismo en cualquier revolución del Tercer Mundo periférico, subdesarrollado y dependiente que pretenda dejar atrás al capitalismo.

Uno de los puntos más controvertidos del SPF reside en la siguiente interrogación: ¿Quién decide lo que se planifica? ¿Cómo garantizar la democratización real y profunda de las relaciones sociales? El propio Che Guevara estaba consciente de ese problema, por eso plantea que: “ se nos critica el que los trabajadores no participan en la confección de los planes, en la administración de las unidades estatales, etc., lo que es cierto ” (14). Esa incógnita le quitaba el sueño. ¿Cómo garantizar la lucha contra los mecanismos fetichistas del trabajo abstracto, contra la mediación del equivalente general como gran articulador de los sujetos sociales y contra el predominio del mercado a través de una planificación socialista sin descuidar al mismo tiempo las «promesas democráticas» del comunismo? Guevara no despreciaba ni subestimaba ese problema como se lo hace saber explícitamente a Fidel en esa carta de 1965. Apostaba todas sus fichas a la movilización política, a la educación ideológica comunista del hombre y la mujer nueva y a la batalla hegemónica para lograr la plena participación popular dentro de los mecanismos de la planificación socialista.

Casi medio siglo después de su propuesta original, nuevas instituciones han surgido en las sociedades en transición que bien podrían tratar de resolver esos enigmas que ya visualizó el propio Guevara y que, evidentemente, el socialismo mercantil no ha resuelto ni podrá resolver.

Una de esas instituciones son (en el caso de Venezuela) los consejos comunales. Si se lograra implementar una planificación centralizada y socialista para todo el país, ¿tendrían que desaparecer los consejos comunales? ¡En absoluto! ¿Cuáles deberían ser entonces sus tareas?

El gran desafío para poder implementar hoy, en el siglo XXI, el proyecto comunista del Sistema Presupuestario de Financiamiento garantizando al mismo tiempo la participación popular consistiría en la necesidad de articular los consejos comunales y los consejos de trabajadores de empresas (combatiendo a la burocracia y a las viejas mafias sindicales que allí operan) dentro de una estrategia conjunta de planificación. La solución consistiría en la coexistencia del Sistema Presupuestario de Financiamiento y los consejos comunales otorgando predominio a la planificación centralizada de los recursos financieros. Los consejos deberían elevar su puntería, dejar de pedir únicamente dinero para financiar proyectos particulares y privados (quizás disfrazados de “cooperativos”) para apuntar hacia una estrategia política global, general, más allá del plano corporativo, en coordinación con la planificación centralizada y presupuestaria de todos los recursos del país.

El gran supuesto de esa coexistencia y complementariedad entre planificación y consejos estaría dado por una durísima y continuada batalla sistemática en el terreno de la hegemonía socialista y la ideología revolucionaria. No se ganarán afectos y sensibilidades populares repartiendo dinero y comprando conciencias (como se compran objetos de consumo, un televisor de plasma, un teléfono celular de última generación o el coche y el carro más caro). ¡No! A largo plazo esa pelea está perdida. No se puede competir con el capitalismo en su propio terreno, donde es más fuerte. En la guerra asimétrica hay que combatir donde nosotros somos más fuertes. La conciencia popular y la complementariedad entre consumo y producción, entre gestión y administración, entre participación popular comunal y planificación macroeconómica centralizada (coordinada a su vez con otros países aliados del ALBA) sólo se logrará ganando a la militancia popular para un proyecto global, donde la vida cotidiana de cada barrio, de cada empresa, de cada comuna adquieran sentido dentro de un proyecto político colectivo de nueva y mejor sociedad que nos englobe a todos y todas: el socialismo. Allí reside la necesidad de incorporar los consejos comunales a la gestión planificada de las principales empresas de la economía nacional y resolver el enigma que quitaba el sueño al Che Guevara.

Urgencias impostergables para hoy y mañana

¿Cuál es entonces la utilidad actual del pensamiento comunista del Che?

En primera instancia, sus reflexiones resultan provechosas para ubicarnos en nuestro angustioso presente, comenzando la segunda década del siglo XXI, precisamente por los llamados de atención que él formuló. Alertando a aquellos compañeros y amigos que quizás se les ocurre apostar al mercado como una opción estratégica, no como un recurso táctico, el Che explica extensamente el modo en que éste genera necesariamente irracionalidad y desperdicio del trabajo social global, además de ineficacia, corrupción y burocracia. Por si ello no alcanzara, insiste una y otra vez en las consecuencias negativas que el mercado provoca en la conciencia política, a nivel individual y colectivo, de cualquier sociedad en transición. Para contrarrestar su influencia, el pensamiento comunista del Che nos permite defender las razones de una planificación democrática (no ejercida únicamente por tecnócratas especialistas, aislados de las masas, sino a través de una creciente participación popular), a partir de la cual la política revolucionaria pueda incidir en el “natural” decurso económico a través de la batalla de las ideas, la cultura y la lucha por recrear cotidianamente la hegemonía socialista en todo el ordenamiento social.

En segunda instancia, estrechamente vinculado a lo anterior, el pensamiento comunista del Che nos recuerda que en determinados momentos de la historia la relación de fuerzas no nos es favorable. En esos casos no nos queda más remedio que retroceder, momentáneamente, para tomar fuerzas y volver a empujar. Esos retrocesos no son estratégicos sino tácticos, no constituyen un camino a largo plazo sino un conjunto de medidas que se toman para responder a una coyuntura determinada, teniendo en el centro del análisis la relación de fuerzas. Jamás hay economía sin relación de fuerzas o al margen de la relación de fuerzas.

Creer que el desarrollo del mercado constituye una “necesidad objetiva” de todo proceso de transformación social constituye un mito peligroso, infundado y regresivo. Nada más lejos del pensamiento del Che que esa creencia supersticiosa en “las leyes de hierro” de una economía supuestamente independiente con la que tanto insistían los académicos de la URSS, Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia y otros países del Este europeo (¡por no mencionar la China actual!) cuando explicaban la historia de la Nueva Política Económica (NEP). Aquel conjunto de medidas económicas tácticas que implementó Lenin a inicios de los ’20, después de la guerra civil, y que las vertientes más dogmáticas del marxismo transformaron en supuestas “normas universales” válidas para todo tiempo y lugar. Confundiendo la táctica con la estrategia, la coyuntura con el proyecto, las medidas de emergencia con supuestas “leyes de hierro” transhistóricas y metafísicas, se transformó a Lenin en un vulgar apologista del mercado. En su inteligente defensa de Lenin —del revolucionario vivo, no de la momia de museo— Ernesto Guevara se animó a poner en discusión esas pretendidas “leyes de hierro”. Más tarde, a la hora de redactar sus observaciones críticas al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, pone en práctica la misma operación y vuelve a cuestionar esas mismas “leyes inviolables”.

Cuando el Che inscribe las relaciones sociales, en general, y las económicas, en particular, dentro de relaciones de fuerza está pensando fundamentalmente en la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin. En nuestra modesta apreciación, es más que probable que esto también valga para la sociedad cubana de hoy en día. Desde nuestro punto de vista y ángulo de interpretación, el Che demostró que no existe una economía política de la transición al margen de la relación de fuerzas sociales y políticas. Creer lo contrario implica empantanarse, una vez más, en el fetichismo y desbarrancarse por los equívocos del socialismo mercantil como alegremente le pasó a los yugoslavos, a Abel Aganbegyan y Gorbachov y a tantos otros.

Si hoy en día la URSS ya no existe y China vibra en otra dimensión, ajena por completo a la lucha antiimperialista y anticapitalista del Tercer Mundo, ¿entonces es inviable el proyecto comunista en América Latina y el Tercer Mundo? Una primera visión, sencilla y simple, sacaría esta conclusión errónea. Como no hay relaciones de fuerza absolutamente favorables, no queda más remedio que tragar la medicina amarga del mercado.

Dado que ninguna sociedad sola y aislada podría desarrollar el socialismo en un solo país de espaldas al mundo, se dificultaría muchísimo implementar en la práctica el SPF en condiciones de aislamiento. Además ya no existe el CAME ( Consejo de Ayuda Mutua Económica, alianza económica implementada por la Unión Soviética y países aliados).

Sin embargo, hoy existe el ALBA ( Alianza Bolivariana para las Américas ). Cuba no está sola y aislada como en otras décadas. Venezuela tampoco. Las perspectivas de crecimiento del ALBA son promisorias, los intercambios también. Incluso recientemente se han firmado acuerdos para operar en común dentro del ALBA nada menos que en el tema petróleo (¿Qué no hubiera hecho la Revolución Cubana si durante los años ’60 en lugar del azúcar hubiera tenido como principal producto el petróleo?). Si en ambos países junto con otros que podrían irse políticamente acercando (desde Bolivia, Ecuador y Nicaragua hasta Colombia en caso de triunfar la insurgencia comunista de las FARC-EP) se comenzara a implementar la planificación socialista conjunta, coordinada y articulada a través del Sistema Presupuestario de Financiamiento, muy distinto sería el futuro de Nuestra América. No sólo en el terreno social y político sino también económico.

La planificación socialista del Sistema Presupuestario de Financiamiento es superior al socialismo mercantil, al cálculo económico y a la autogestión financiera de las empresas porque no sólo permitiría resolver los problemas inmediatos de ineficiencia, productividad, dependencia y monoproducción en el corto plazo, dejando atrás la torpe regulación puramente mercantil de las empresas (criterio con el cual hay que venderle simplemente al que paga más y no al aliado político), sino que además nos permitía avanzar estratégicamente en conjunto contra el imperialismo y hacia el socialismo de aquí hacia las próximas décadas con una perspectiva continental. ¿No era ese el proyecto de Simón Bolívar y José Martí?

Balance provisorio del proyecto comunista del SPF

¿Cómo evaluar al Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF) propugnado por el Che? La evaluación no puede reducirse a una cuestión únicamente cuantitativa referida a la acumulación de bienes de consumo producidos por las empresas sino que necesariamente debe incorporar otra dimensión. La evaluación (y cualquier comparación posible con los modelos de “socialismo mercantil”) no puede dejar de preguntarse qué tipo de subjetividad y qué grado de conciencia popular se están generando con semejantes métodos de gestión y planificación económica. ¿Cuál de los dos sistemas nos garantiza mejor una eficaz estrategia política a largo plazo?

Los compañeros y amigos partidarios del socialismo mercantil argumentan que “la planificación socialista fracasó en Cuba y en la URSS”. ¿Es realmente así?

Convendría no confundir la planificación burocrática y sus viejos métodos de “ordeno y mando”, despilfarro, corrupción, doble discurso, cuentas del plan infladas… con la propuesta y el proyecto comunista del Che Guevara. En Cuba nunca llegó a implementarse en su totalidad el proyecto del Che. Cuando Guevara estaba al frente del Ministerio de Industrias, su SPF debió convivir forzosamente con el sistema de Cálculo Económico implementado por el Ministerio de Agricultura (el INRA, Instituto Nacional de la Reforma Agraria), dirigido por entonces por Carlos Rafael Rodríguez con una perspectiva teórica y política completamente afín a los soviéticos. Ambos sistemas coexistieron y nunca se implementó a fondo y en toda la sociedad el SPF. Luego, en 1965, cuando el Che marchó a realizar tareas insurgentes internacionalistas, se aplicó en Cuba el Sistema de Registro de Control Material, donde desaparecieron las categorías financieras, la contabilidad de costos y sólo se llevaba el registro de los movimientos materiales, lo cual derivó en un despilfarro importante. Diez años después, en 1975, acorde al ingreso reciente de Cuba en el CAME, se aplicó en toda la isla el Cálculo Económico, copia mecánica del sistema soviético y de otros países del este europeo. Finalmente, en 1986, comienza el proceso de “Rectificación de errores y tendencias negativas” impulsado por Fidel Castro que se ve truncado por la caída de la URSS, el desplome del comercio internacional de Cuba y el surgimiento en la isla del denominado “periodo especial”.

Por lo tanto, en todos esos años, nunca logró implementarse a fondo y para el conjunto de la sociedad cubana, el método de gestión propugnado por el Che Guevara. Grave equivocación —cuando no se trata de una vulgar manipulación que no puede corroborarse empíricamente— la de aquellos que afirman que “el sistema del Che Guevara fracasó en Cuba”. Ese sistema todavía está por comprobarse en los hechos y en la práctica. Lo que sí fracasó y rotundamente es el socialismo mercantil que sí se aplicó en el conjunto de esa sociedad y en muchas otras (Yugoslavia, Polonia, etc.) dando siempre el mismo resultado negativo.

Cuba, Venezuela y Nuestra América hoy

¿Por qué en los debates actuales de Cuba y Venezuela no se estudia, no se discute y no se debate a fondo la propuesta comunista del Che para la gestión de las empresas, la economía, los montos laborales, el desafío de la participación popular y otras preocupaciones que actualmente están a la orden del día? (15). (No nos referimos a la existencia de papers académicos sino al debate político de fondo).

¿No podría PDVSA convertirse en la columna vertebral de un proyecto integral de planificación socialista, no sólo venezolana sino coordinado y planificado con Cuba y otros países que comiencen su transición al socialismo? No es una utopía irrealizable. Ya se han dado los primeros pasos, ha comenzado una primera articulación con Cuba y Angola (16).

Ya no alcanza homenajear al Che del póster. Hay que estudiarlo para los debates y desafíos actuales. En Cuba, en Venezuela y en cualquier sociedad que pretenda dejar atrás el mundo monstruoso y perverso del mercado capitalista, repleto de explotación, exclusión, dominación, alienación, fetichismo, irracionalidad, dependencia y destrucción de la naturaleza.

La salida para los desafíos actuales está en Simón Bolívar y en José Martí, es decir en el comunismo latinoamericano del Che Guevara, no en modelos mercantiles pergeñados lejos de América Latina y que ya fracasaron más de una vez en la historia.

¿Nos animaremos a ir contra la corriente? ¿Echaremos a los mercaderes del Templo? ¿Nos animaremos a morder la fruta prohibida del comunismo?
Texto completo y fuentes:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=124197

Saludos.
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
(G. Zhukov)

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Shchuka-B
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Shchuka-B »

El socialismo autogestionario con sus errores asi como en la planificacion al estilo sovietico lo era en la más completa ignorancia en las ambiciones materiales de sus ciudadanos, con alimentarse, trabajar y recibir beneficios sociales y culturales no vive el hombre, tambien gusta divertirse, expresarse, etc, pero lo más nefasto, que considero el pilar de una transicion hacia el socialismo es que los mismos trabajadores no tengan conciencia que el producto de su trabajo, su plusvalia no es de propiedad o para el gerente ni el capitalista en las economias de corte liberal, ni es para el estado en la economia planificada marxista, es de ellos, es para el trabajador en si, para el grupo de trabajo, para la comunidad completa, ser inconcientes de aquello lleva al fracaso más absoluto, ni en Yugoslavia ni los paises del Pacto de Varsovia ni en la URSS no se defendio el socialismo porque los mismos trabajadores no sentian el trabajo como su verdadera riqueza ni la sentian parte de ella, como explicar que se alla caido en la trampa de los cantos de las sirenas o pirañas, de su propia elite, de que el capitalismo tendrian de todo que el socialismo les negaba, justo en el sistema en que tu trabajo no es valorado o no lo tienes simplemente, en cual solo es un fin más para otros actores del mercado, en que la riqueza se la lleva un sequito de tecnocratas hasta llegar los más espeluznantes especuladores que solo por poner capital se sienten dueños que los llevan a comprarse naciones enteras.

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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Vladiвосток »

Noticia de ayer de la Agencia EFE sobre el aniversario del referéndum que se celebró en la URSS el 17 de marzo de 1991:
EFE
Moscú
16/03/2011

Nostálgicos conmemorarán el 20 aniversario del referéndum para salvar la URSS

Comunistas y nostálgicos conmemorarán mañana, jueves, en las principales ciudades rusas el 20 aniversario del referéndum convocado por las autoridades soviéticas para salvar la moribunda Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

"Recuerdo que el 17 de marzo de 1991 se celebró un referéndum que demostró que los ciudadanos estaban a favor del mantenimiento de la URSS", aseguró hoy Vladímir Kashin, vicepresidente del comité central del Partido Comunista de Rusia, según las agencias rusas.

Pese a todo, añadió Kashin, "haciendo caso omiso del resultado de la consulta popular, el país se desintegró".

El diputado aseguró que los comunistas celebrarán mítines en las principales ciudades de Rusia, incluidas Moscú y San Petersburgo, en recuerdo del histórico plebiscito y en protesta contra la política del actual Gobierno ruso.

Además, se congregarán en Moscú ante las embajadas de las catorce antiguas repúblicas soviéticas para denunciar la discriminación de las minorías rusas y de su idioma.

En el referéndum se preguntó a los soviéticos si apoyaban la conservación de la "Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como una federación renovada de repúblicas soberanas e iguales en derecho, en las que se garanticen los derechos y las libertades de las personas de todas las nacionalidades".

Esa frase figuraba en el preámbulo del nuevo Tratado de la Unión que debatieron entonces las quince repúblicas soviéticas, de las que seis se negaron a firmarlo: Lituania, Letonia, Estonia, Georgia, Moldavia y Armenia.

Durante el plebiscito, dos tercios de los votantes abogaron por la conservación de la URSS, mientras que en una consulta paralela un 78 por ciento se manifestó a favor de crear la figura del presidente de Rusia, cargo que asumiría Borís Yeltsin.

Según una reciente encuesta del prestigioso centro sociológico Levada, un 55 por ciento de los rusos sigue lamentando la desintegración de la URSS, que el primer ministro, Vladímir Putin, calificó como "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX".

"El que no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, pero el que quiera su renacimiento no tiene cabeza", dijo Putin a mediados de diciembre pasado.

El último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, que cumplió 80 años el pasado 2 de marzo, anunció el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en una alocución televisada el 25 de diciembre de 1991.

Aunque, en honor a la verdad, la URSS ya había dejado de existir meses antes, cuando todas las repúblicas, incluida Rusia, proclamaron su independencia.
  • España y Rusia, separadas por la distancia y unidas por el corazón.©
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Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

El día ha venido cargado de novedades sobre la situación internacional, eclipsada por la catástrofe japonesa. Los revolucionarios egipcios se han negado a recibir a Hillary Clinton en su visita al país del Nilo, aduciendo su anterior apoyo a Mubarak, Arabia Saudí prosigue con su intervención en Bahreim apoyada por EEUU, la ONU aprueba la zona de exclusión aérea sobre Libia cuando las fuerzas leales a Gadafi estaban a punto de comenzar la toma Bengasi, último bastión opositor, y para acabar de redondear el cuadro, un alto responsable de la diplomacia europea se descolgaba afirmando que sería ideal aplicar el modelo de la Europa del Este para conformar la transición de los países árabes. El desplante a Clinton hace pensar que los árabes no están por la labor, pero van a tener que esperar su turno aún unos años más.

Si tengo tiempo, dejaré los enlaces mañana. Por de pronto, un extenso e interesante artículo sobre esa "modélica" Europa del este, en inglés, y que espero poder resumir más adelante para los no versados en la lengua de Shakespeare (y de la Tatcher, ya puestos)
By Dr. Rossen Vassilev

Global Research, March 8, 2011

Just before Christmas Day in 2010, a distraught public-television engineer protesting the government’s controversial economic policies hurled himself off a balcony in the Rumanian parliament during a speech by the country’s prime minister. The man, who survived the suicide attempt, reportedly shouted before jumping: “You took the bread away from the mouths of our children! You killed the future of our children!” The hospitalized protester, dressed in a t-shirt declaring “You have killed our future!”, was later identified as 41-year-old Adrian Sobaru, whose autistic teenage son had recently lost government assistance as part of Bucharest’s latest budget-cutting steps. His attempted suicide was broadcast live on Rumania’s public TV as Prime Minister Emil Boc spoke ahead of an unsuccessful no-confidence vote against his conservative cabinet. The fiscal and wage austerity measures that Mr. Sobaru was protesting included a 25% pay cut for all civil servants like him as well as severe reductions in social-assistance payments to parents with disabled children, which he had also been receiving until recently. According to Rumania’s Agerpres news agency, the man’s desperate cries in the parliamentary hall were painfully echoing those heard during the 1989 anti-Communist revolution that toppled Rumania’s maverick and generally pro-Western regime of Nicolae Ceauşescu.

Economic turmoil

Mr. Sobaru’s tragic leap, later telecast all over the world, struck a sympathetic chord with many Rumanians who saw it as a symbol of the savage inequities and injustices of the post-Communist period. Rumania is mired in a severe recession and its battered economy is expected to decline by at least 2% in 2010, after contracting by 7.1% the previous year. Instead of trying to assist the unemployed and the socially weak, the Bucharest government, which is reportedly riddled with corruption, cronyism and nepotism, has slashed public-sector pay by one-quarter and trimmed all social expenditures, including heating subsidies for the poor as well as unemployment, maternity, and disability benefits. At the same time, the national sales tax was hiked from 19% to 24%, as the authorities are striving to hold the national deficit down to 6.8% in order to meet the stringent fiscal requirements of the European Union (EU), which Rumania had joined in January 2007.

These harsh austerity policies have angered millions of Rumanians who are barely making ends meet in a nation where the average monthly per capita income is about $400. Angry street protests that have gathered tens of thousands of Rumanians reflect the deep dissatisfaction with mass poverty and the continuing economic crisis, which took Rumania to the edge of bankruptcy. “This isn’t capitalism, in capitalist countries you have a middle class,” one Bucharest-based convenience store manager told an Associated Press reporter. But Rumanian society, she complained, is divided between a tiny minority of very rich people and a vast impoverished underclass.1

(...)

At about the time of Mr. Sobaru’s desperate suicide attempt, many of the Czech Republic’s 20,000 hospital doctors were quitting their jobs en masse to protest the decision of Prime Minister Petr Necas’s cabinet to cut all public expenditures, including healthcare spending, by at least 10% in order to keep the country's troubled finances afloat. These mass resignations were part of the “Thanks, We Are Leaving” campaign launched by disgruntled physicians across the country aimed at putting pressure on the Prague authorities to increase their low wages and provide better working conditions for all medical workers. Confronted with the worst healthcare crisis in the ex-Communist country’s history which was endangering the lives of many patients, the Czech government threatened to impose a state of emergency which would force doctors either to get back to work or face harsh legal and financial penalties.

One may also recall the largely unreported 2009 food riots in Latvia, the much lauded “Baltic miracle” darling of the mainstream Western media, where the deeply unpopular incumbent Prime Minister Valdis Dombrovskis was re-elected in 2010 despite having severely cut public expenditures and Latvians’ already meager living standards (the election campaign focused instead on the nasty clash between Latvian nationalists and the country’s sizeable and restive Russian-speaking minority). According to Professor Michael Hudson, Distinguished Research Professor of Economics at the University of Missouri, as sharp government cutbacks in social welfare, education, healthcare, public transportation, and other basic social-infrastructure spending threaten to undermine economic security, long-term development, and political stability across the ex-Soviet bloc countries, young people are emigrating in droves to better their lives rather than suffer in an economy without any employment opportunities. For example, more than 12% of the total population of Latvia (and a much larger percentage of its labor force) now works abroad.

When the “neo-liberal bubble” burst in 2008, Professor Hudson writes, Latvia’s conservative government borrowed heavily from the EU and IMF on punishing repayment terms that have imposed such harsh austerity policies that the Latvian economy shrank by 25% (neighboring Estonia and Lithuania have experienced an equally steep economic decline) and unemployment, currently running at 22%, is still rising. With well over a tenth of its population now working abroad, Latvia’s guest-workers send home whatever they can spare to help their destitute families survive. Latvian children (what few of them there are as the Baltic country’s marriage and birth rates are plunging) have been thus “left orphaned behind,” prompting social scientists to wonder how this small nation of 2.3 million people can survive demographically.2 These are the results of post-Communist austerity budgets that have cut ordinary people off at the knees while international creditors and local bankers are bailed out.

The rise of right-wing populism

The deep economic crisis and rising unemployment throughout the ex-Communist world has brought to power some radical political parties and politicians embracing right-wing nationalist populism. Hungary’s Fidesz (Hungarian Civic Union), an unabashedly right-wing nationalist party, won 52.73% of the vote in the April 2010 parliamentary elections. Jobbik (Movement for Better Hungary), a xenophobic far-right party, came third with 16.67% of votes. In the midst of a disastrous economic slump, the nationalist Right won most of the popular vote by reviving traditional Hungarian scape-goating of ethnic minorities and blaming Jews and Gypsies in particular for the country’s widespread joblessness and poverty. When Oszkár Molnár, a Fidesz leading member elected to the new parliament, proclaimed: “I love Hungary, I love Hungarians, and I prefer Hungarian interests to global financial capital, or Jewish capital which wants to devour the whole world, but especially Hungary,” he was not even publicly rebuked by any of his party colleagues.

In December 2010, Fidesz’s two-thirds majority in parliament allowed it to push through a draconian media law, which gave the government more freedom to exercise strict control over the private media. This controversial new law triggered demonstrations in the streets of Budapest with many Hungarians carrying empty placards to protest the proposed government censorship. It also drew criticisms in the European Parliament (Hungary became an EU member in May 2004) for being a “threat to press freedom” and a “serious danger to democracy” by providing for huge fines and other legal penalties for media and Internet outlets which dare to publish or broadcast “unbalanced” or “immoral” information, especially one that is critical of the government, in a nation where one in three lives below the poverty line. Critics have complained that Europe’s most restrictive media law will stifle pluralism and turn the clock back on democracy in this former Communist country.

The German press especially has vilified Hungary’s Prime Minister Viktor Orbán not for only trying to muzzle the local media, but also for seeking a one-party Fidesz rule and turning Hungary into a totalitarian “Führerstaat” (Hungarian commentators have likewise complained of their country’s creeping “Orbánization”). Károly Vörös, chief editor of the Hungarian daily Népszabadság, has complained that the new media law wants to “burn a sense of fear into the souls of journalists” and that Hungary’s “entire constitutional state is systematically dissolving.”3 But sensing strong public support at home given the ugly anti-capitalist, anti-EU, and anti-American mood of ordinary Hungarians caught in the vortex of globalization, the Berlusconi-like populist Orbán has, as in the past, taken a defiant stand, warning the EU to stop meddling into Hungary’s internal affairs: “It is the EU that should adjust to Hungary, not Hungary to the EU…” (Hungary officially took over the rotating six-month EU presidency on January 1, 2011). But what many Hungarians suspect is that the new media law was just a clever ploy to distract public attention from the country’s dire economic problems.

Another autocratic figure, Boyko Borisov, an ex-national police chief with a shady Communist past and reported ties to the local criminal underworld, governs Bulgaria, which became an EU member in January 2007 despite being the most corrupt and criminalized state in the former Eastern bloc apart from the notoriously mafia-ruled Kosovo (another scandalous candidate for future EU membership hoping to join as early as 2015). The electoral success of the Mussolini-like strongman Borisov and his right-wing GERB (Citizens for the European Development of Bulgaria) in the July 2009 election was hardly surprising in a country whose plight has become the most emblematic of the region’s aberrant post-Communist trajectory and current malady of discontent. By nearly every macroeconomic indicator, Bulgaria is in a worse shape now than in the Communist past.

Official statistics show that both the annual gross national product (GNP) and the per capita income of the population have plummeted, the social-safety net has disintegrated, and even the physical survival of many impoverished Bulgarians is in peril. The immediate effects of market-oriented “reforms” have been the destruction of Bulgaria’s industry and agriculture, unemployment, inflation, flagrant inequality of incomes, crushing poverty, and even malnutrition. Organized crime and endemic corruption in the form of nepotism and cronyism, graft on the job, embezzlement, bribe-taking, influence-peddling, smuggling, protection rackets, illegal gambling, prostitution and pornography rings have exacted a heavy toll on post-Communist living standards and livelihoods. Another unfortunate effect is the widespread neglect of the economic and social rights of ordinary Bulgarians, for many of whom the 8-hour work day is now only a memory.

The disastrous economic environment has in turn generated a rather volatile and unpredictable political climate. No cabinet government elected during the stormy post-Communist period has survived in office for more than one term (and often even less than that). This volatility illustrates the unstable and unpredictable nature of politics in Bulgaria due to the catastrophic economic situation and the glaring inability of the existing party elites to offer a credible solution to it. Fed up with economic decline, government neglect, high-end thievery, rampant crime and corruption, Bulgarians have time and again cast protest votes against the stranglehold on power by incompetent, self-serving, corrupt, and criminalized cliques of party politicians pursuing personal gain. But the end of their misery seems far from sight, especially as Borisov’s cabinet has now imposed a draconian austerity budget, cutting no less than 20% of all public spending.

At the same time, politics has become by far the most profitable business—more profitable and also much less risky than any profit-making business activity. This has transformed the political parties into something akin to shark-like business corporations—well-organized coteries of unprincipled and predatory rent-seekers aspiring to take over the reigns of power in order to enrich themselves by exploiting the lethargic, cattle-like populace and plundering Bulgaria’s resources, especially now that the country can count on receiving substantial amounts of foreign aid and investment from the EU. Powerful economic interests of often criminal origin have lined up behind and financed each of the major political parties, adding strongly plutocratic elements to what is essentially a kleptocratic, mafia-like oligarchy. That is why ordinary people see no difference between their corruption-riddled government and Bulgaria’s well-organized criminal syndicates. Not surprisingly, Bulgarians tend to refer to their country as a “mafia state,” a “banana republic,” a “circus,” and “Absurd-istan.” They are still awaiting the long-promised arrival of “normal” capitalism and “normal” democracy where personal economic security, livable wages, and decent living standards will replace today’s high unemployment, abject poverty, homelessness, and social despondency. About 1.2 million Bulgarians (16% of the population), mostly young people, have already voted with their feet by seeking greener pastures abroad (poverty-driven emigration has helped reduce post-Communist Bulgaria’s population from close to 9 million in 1989 to around 7 million today).

Collapse of popular support

Soon after the fall of Communism, the former Soviet-bloc countries and other regional ex-Communist states were economically neo-liberalized (quite a few of them were also territorially dismembered) and, except for small pro-Western local elites who made out like bandits, their populations became Third-World poor. Nearly all of these twenty-eight Eurasian countries have experienced a long-term economic decline of catastrophic proportions (only Poland has thus far surpassed its Communist-era GDP). Grave economic setbacks, deep-rooted corruption, and widespread popular frustration with the hardships and deprivations of the seemingly endless post-Communist transition are undermining the prestige of the new authorities and even the population’s belief in Western-style democracy and market-based capitalism. A new breed of rapacious and ruthless plutocrats with insatiable appetites for wealth and power has pillaged—through an unjust and corrupt process of privatization—the assets of the formerly state-owned economy and has recreated at home the worst excesses of 19th-century Dickensian capitalism, as if the social progress of the 20th century had never existed. In the midst of widespread joblessness, penury, malnutrition and even hunger, multimillion-dollar private mansions have sprung up in all major cities as palace-like symbols of ill-gotten gains and of unattainable wealth for ordinary people who are struggling just to find jobs, pay daily bills, and find affordable housing. This “new class” of politically-connected nouveau riche with luxurious La Dolce vita lifestyles seems to be prepared to commit any crime in the interests of profit and quick self-enrichment, operating according to King Louis XV's principle “Après moi, le déluge”and dashing everywhere people’s hopes for improving their lot and modernizing their country along the lines of a “civilized” nation. The only business flourishing in many of the region’s “emerging economies” seems to be organized crime which is usually run by kleptocrats inside the ruling circles.

While this parasitic layer of “new rich” oligarchs is getting richer by the day—in part by evading taxation under the newly adopted system of highly regressive “flat tax” laws—the citizens of the ex-Communist nations now have to pay out of their own pockets for all previously free, government-provided medical services even though they also have to pay income, real-estate, and sales taxes—something they did not have to do under the Communist regimes. There is also the monetization and/or privatization of the previously free educational services, especially in higher education and the new private schools, colleges, and universities where students have to pay for their training, including many fees that each student must pay for taking entrance exams and other mandatory tests required at every level of schooling. Government subsidies for everything from healthcare, education, and legal representation to housing, energy, and public transportation are disappearing in the scramble to slash social spending and trim budget deficits, making it even harder for ordinary people to survive in their daily struggle for existence. The region has become a testing ground to see to what extent workers can be deprived of their social and economic rights, such as a legally-set minimum wage, paid vacations, free and universal access to healthcare, education and legal services, retirement at the age of 60 for men and 55 for women, or even unionization. But despite soaring unemployment and underemployment rates, the iron discipline of the marketplace, and the lack of social welfare or even of most rudimentary social solidarity, the old Communist-era joke “They (the employers) pretend to pay us, we (the employees) pretend to work” seems to be far truer today than it ever was under Communism. For people do not feel like working any harder now for the new private (and often foreign) business owners who seem to be interested only in squeezing as much profit from them for as little pay and as few benefits as possible. At the same time, public education and the sciences, as well as the arts and cultural institutions are all being gutted in the name of saving the “taxpayers’ money” (for example, the national academy of sciences has been closed or is about to be closed in a number of the transition countries).

(...)

And where there is a large discrepancy between popular expectations and government performance in terms of providing necessary public goods and services, as in nearly all post-Communist countries, adherence to democratic attitudes gradually erodes over time. Underperforming regimes which fail to meet public aspirations over long periods of time can lose their legitimacy, risking systemic crisis and instability (e.g., the paradigmatic case of Weimar Germany). Given their appalling living and working conditions, many post-Communist citizens are losing their long-held belief in Western-style capitalism and liberal democracy. Many are also rejecting the very idea that their ex-Communist countries are indeed democratic. The population’s negative perceptions of performance thus cannot but affect democratic attitudes (how the value of democracy is perceived) and hence the so-called “democratic deficit” is statistically quite substantial across the entire region. The local governing elites are slowly losing their legitimacy to rule.

As a result, public protests and social unrest are common, including the dozen or so controversial “color” revolutions—both successful and unsuccessful depending on the extent of Western support for them—against popularly-elected but often deeply unpopular governments. In January 2011, for example, several protesters were shot dead and 150 were wounded during an anti-government demonstration in the Albanian capital Tirana. Albania's conservative Prime Minister Sali Berisha vowed that he would not allow the toppling of his government, but the opposition has held new demonstrations in Tirana and other Albanian cities and has promised to stage even more protests in the future. Supporters of the opposition Socialist Party blame the authorities for widespread financial wrong-doing, pandemic crime and corruption, the run-down economy, and the glaring lack of basic public utilities. They also demand the holding of new elections, accusing the government of massive vote-rigging during the disputed 2009 election which Berisha’s ruling Democrats won by a tiny margin. Tensions further escalated when Berisha publicly accused his Socialist opponents of attempting a “Tunisia-style uprising,” a reference to the recent bloody overthrow of Tunisia’s dictatorial president in which scores were killed. Similar anti-government protests are held regularly in post-Soviet Georgia in spite of the efforts of the “democratic” authorities to crush all dissent. The disgruntled opposition blames Georgia’s strongman Mikheil Saakashvili for the disastrous 2008 war with Russia and for the country’s sinking fortunes. “The overwhelming majority of the population is on the brink of poverty. Nothing is working in Georgia except for the police state,“ Lasha Chkhartishvili of the opposition Conservative Party told visiting foreign journalists in February 2011 during anti-Saakashvili demonstrations around the parliament building in the Georgian capital Tbilisi. “Saakashvili's dictatorial regime is bound to collapse because there is an end to people's patience.“4

For the moment, all eyes are on the Muslim world and on the degree to which the pro-democracy efforts of the Arab nations are transforming politics throughout the Greater Middle East. But the tinder for such uprisings exists almost everywhere, especially in the post-Communist parts of the world. Simmering unrest to protest poverty, joblessness, and endemic official thievery after more than 20 years of incompetent, corrupt and deceitful post-Communist governance—combined with the disastrous laissez faire economic experiment across the entire former Soviet bloc—has produced a region-wide instability, where the survival of some West-backed regimes appears increasingly at risk. This is confirmed by unprecedented informal speculation strongly reminiscent of the period before the downfall of Communism—such as many readers’ comments in the local media forums, for example—about the instability and reversibility of the new post-Communist order and its possible replacement by Latin American-style “revolutionary democracy.” This sense of regime insecurity and fragility has been reinforced by the wave of Communist nostalgia sweeping many ex-Communist nations.

Communist nostalgia

(...)

According to the recently published Rumanian Evaluation and Strategy Survey, 45% of Rumanians believe they would have lived better if the anti-Communist revolution had not occurred at all. After twenty-one years of turbulent post-Communist life, 61% of the survey participants said they currently live under much worse conditions than they did under Ceauşescu, while only 24% said they are better off now. If these survey results are to be believed (the poll was taken in late 2010 from a sample of 1,476 adults and has an error margin of plus/minus 2.7%), Ceauşescu has turned into a martyr figure that most Rumanians are very sympathetic to. At least 84% of the respondents believe it was a bad thing that he was executed without a fair public trial and 60% even regret his death.5 According to another recent survey, 59% of Rumanians consider Communism to be a good idea. Some 44% of the respondents think this good idea was poorly applied, while only 15% think it was applied correctly. Just 29% of Rumanians still view Communism as a bad idea. There are no significant differences between men and women with regard to this question, but positive views about Communism are related to age and place of residence. A majority of those older than 40 consider Communism a good idea (including 74% of those older than 60, and 64% of those aged 40-59). But only a minority does so among the younger generation who do not even remember the Ceauşescu regime (49% of those aged 20-39, and just 31% of those younger than 20). Rural respondents have a more positive view—only 21% of them consider Communism a bad idea, compared to 34% of urban respondents.6 And many Rumanians remember with longing the days when most of them had a steady job, inexpensive state-provided housing, free healthcare, and government-subsidized holidays on the Black Sea coast. “I regret the demise of Communism—not for me, but when I see how much my children and grandchildren struggle,” said a 68-year-old retired mechanic. “We had safe jobs and decent salaries under Communism. We had enough to eat and we had yearly vacations with our children.”7

The “Soviet chic” is especially popular among the residents of former East Germany where it is known as “Ostalgie.”8 According to an article in the conservative German magazine Der Spiegel, “Glorification of the German Democratic Republic is on the rise two decades after the Berlin Wall fell. Young people and the better-off are among those rebuffing criticism of East Germany being an illegitimate state.” In a recent poll cited by Der Spiegel, more than half (57%) of ex-East Germans defended the former German Democratic Republic (GDR). “The GDR had more good sides than bad sides. There were some problems, but life was good there,” claimed 49% of those polled. Eight percent of East Germans flatly rejected any criticism of their former homeland or agreed with the statement that “The GDR had, for the most part, good sides. Life there was happier and better than in reunified Germany today.” These poll results which were released on the 20th anniversary since the fall of the Berlin Wall reveal that nostalgia for former East Germany has reached deep into the hearts of many ex-East Germans. It is no longer merely the nostalgic older people who mourn the loss of the GDR. “A new form of Ostalgie has taken shape,” historian Stefan Wolle is quoted as saying. “The yearning for the ideal world of the dictatorship goes well beyond former government officials,” complains Wolle. “Even young people who had almost no experience with the GDR are idealizing it today.”9

“Not even half of young people in eastern Germany describe the GDR as a dictatorship, and a majority believe the Stasi was a normal intelligence service,” political scientist Klaus Schroeder, director of a research institute at Berlin’s Free University that studies the former communist state, concluded in a 2008 study of eastern Germany’s youth. “These young people cannot—and in fact have no desire to—recognize the dark sides of the GDR.” Schroeder’s own research gives a shocking insight into the thoughts of many disaffected ex-GDR citizens. “From today’s perspective, I believe that we were driven out of paradise when the Wall came down,” an East German is quoted as saying, while another, a 38-year-old man, thanked God that he had lived in the GDR, because it was not until after German reunification that he saw for the first time in his life homeless people, beggars, and impoverished people who fear for their survival. Today’s Germany is described by many ex-East Germans as a “slave state” and a “capitalist dictatorship,” while some totally reject reunified Germany for being, in their opinion, too capitalist and too dictatorial, and certainly not democratic. Schroeder finds such statements alarming: “I am afraid that a majority of East Germans do not identify with the current sociopolitical system.” According to another ex-East German citizen quoted in the same Der Spiegel article, “In the past, a campground was a place where people enjoyed their freedom together.” And what he misses most today is “that feeling of companionship and solidarity.” His verdict on the GDR is clear: “As far as I’m concerned, what we had in those days was less of a dictatorship than what we have today.” Not only does he want to see again the GDR’s equal wages and equal pensions, but he also complains that people cheat and lie everywhere in unified Germany, and that today’s injustices are simply perpetrated in a more devious way than in the GDR, where starvation wages and street crime were totally unknown.10

In reaction to the region-wide spread of Communist nostalgia and also to changes in the domestic climate of opinion where the last Polish Communist leader, General Wojciech Jaruzelski, is far more popular than the formerly revered but now marginalized anti-Communist icon—the ex-Solidarity trade-union chief, Nobel Peace Prize laureate, and later president Lech Walesa—Poland’s fervent anti-Communists have revised the criminal code to include an official ban on all symbols of Communism. Under the new law worthy of the medieval Catholic Inquisition, Poles can now be fined and imprisoned if they are caught singing the “International,” for example, or if they carry a red flag, a red star or hammer-and-sickle insignia, and other Communist-era symbols, or even wear a Che Guevara t-shirt. Likewise, the conservative Czech government is trying to outlaw the Communist Party of Bohemia and Moravia (even though the latter won over 11% of the popular vote in the last parliamentary election of May 2010 and is represented in both houses of the national parliament) ostensibly because its leadership refuses to remove the sacrilegious word “Communist” from the party’s name. Several ex-Communist EU members have recently urged Brussels to push for an EU-wide ban on downplaying or denying the crimes of the old Communist regimes. “The principle of justice should assure a just treatment for the victims of every totalitarian regime,” the foreign ministers of Bulgaria, the Czech Republic, Hungary, Latvia, Lithuania, and Rumania wrote in a letter to the EU justice commissioner, in which they insisted that “public condoning, denial, and gross trivialization of totalitarian crimes” should be criminalized in every EU country. At the instigation of anti-Communist deputies from the post-Communist countries, the European Parliament has already passed a controversial resolution on “totalitarianism” which equates Communism with Nazism and fascism. But all such punitive measures have hardly curbed the epidemic of Communist nostalgia: the most popular t-shirt among eastern Berliners today is one declaring “Give me back my Wall. And this time make it two meters higher!”

Are the ex-Communist countries next?

With the attention of Western governments and publics now focused on the tumultuous tensions and conflicts in the Arab world, people tend to ignore or forget the crises gripping the ex-Communist nations. Given the rampant inequality, immiseration, government corruption, and organized crime that have characterized the post-Communist order, the situation in these formerly Communist lands is no less combustible than in North Africa and the Middle East, and one of these days it could turn out to be far shakier than is now imagined. Is Tunisia, Egypt or even Libya a likely future scenario for this troubled region?

For now, the long-suffering but very patient citizens of these transition countries are clenching their teeth in the hope that the very next election will bring to power a messianic savior on a white horse who—along with far more generous assistance from the West’s supposedly bottomless pockets—will at long last extricate their bankrupt, poverty-stricken societies from the abyss into which they have fallen. Ordinary people in the post-Communist part of the world believe that their democratic revolutions and high expectations have been betrayed, hijacked or stolen by various “dark forces,” ranging from the ex-Communist elites who have now replaced their former political power with money power, to a corrupt alliance (in the vision of many native leftists) between ambitious local pseudo-“democrats” and greedy Western capitalists, and finally, to an insidious conspiracy involving the IMF, the World Bank, the Soros Foundation, and “international Jewish finance” (usually in the eyes of the nationalist far-right). As Sir Robert Chiltern quips in Oscar Wilde’s witty comedy An Ideal Husband, “When the gods wish to punish us, they answer our prayers.”

Only time will tell if the answered prayers of the ex-Communist nations will ultimately prove to be a punishment from above. On the other hand, it may open up new vistas for these struggling nations to resist the crushing power of international banks and multinational corporations by adopting progressive reforms aimed at creating a democratic world order not controlled by the overlords of globalization and the local comprador elites that serve them.
http://www.iraq-war.ru/article/244110

En resumen, que Occidente intenta llevar los cambios en los países árabes a un terreno favorable, cuando se comienza a cuestionar con fuerza su autoridad sobre la Europa del este. El cuadro se complica.

Un saludo.
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Nurgle »

20 años del referendum por el mantenimiento de la URSS,:
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Camarada Lobo sabe a quien se come y no le pregunta a nadie si puede comerselo.
V. Putin
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Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Espléndido mapa. Acompañado de otro que mostrara los actuales índices de pobreza, subdesarrollo y deuda externa de las repúblicas resultantes de la secesión, el "Sí" ganaría aún más apoyos.

Por desgracia la bola de cristal que les vendieron estaba defectuosa.

Saludos.
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casarusia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por casarusia »

Gran infografía.

Yeltsin, ese gran demócrata...

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Vladiвосток
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Vladiвосток »

El referendo preguntó a los ciudadanos soviéticos: “¿Considera necesario la conservación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como una federación renovada de repúblicas soberanas e iguales en derecho, en las que se garanticen los derechos y las libertades de las personas de todas las nacionalidades?".

La infografía en castellano y en ruso:

Imagen

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http://www.rian.ru/infografika/20110317/344858037.html
  • España y Rusia, separadas por la distancia y unidas por el corazón.©
    Vladiвосток

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Nurgle
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Nurgle »

Retornando por un momento, a la discursión sobre la necesidad obligatoria de un cambio global del modelo economico, dejo este texto:
EP Foto:

NUEVA YORK – El gran líder moral de la India Mohandas Gandhi dijo la famosa frase de que hay suficiente en la Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para satisfacer la avaricia de todos. Hoy la visión de Gandhi se está poniendo a prueba como nunca antes.


El mundo está alcanzando límites globales en su uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada día en forma de inundaciones, sequías y tormentas catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o somos víctimas de una codicia autodestructiva. Los límites a la economía mundial son nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la población mundial y la expansión nunca antes vista del crecimiento económico en casi todo el planeta. Hoy 7 mil millones de personas habitan la Tierra, en comparación con solo 3 mil millones hace medio siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso ‘per cápita’ es US$10 mil; en el mundo desarrollado es de alrededor de US$40 mil y US$4 mil en los países en desarrollo. Eso significa que la economía mundial está produciendo alrededor de US$70 billones por año, en comparación con alrededor de US$10 billones en 1960.


La economía de China está creciendo en torno al 10 por ciento anual. La India está creciendo casi a la misma velocidad.

África, por largo tiempo la región de crecimiento más lento del mundo, muestra ahora un promedio de crecimiento de aproximadamente el 5 por ciento del PIB anual. En general, los países en desarrollo están creciendo en torno al 7 por ciento anual y las economías desarrolladas en torno al 2 por ciento, lo que da un promedio mundial de alrededor del 4.5 por ciento.


Esta es una muy buena noticia en muchos aspectos. El rápido crecimiento económico en los países en desarrollo está ayudando a aliviar la pobreza. En China, por ejemplo, la pobreza extrema se ha reducido de más de la mitad de la población hace 30 años a alrededor del 10 por ciento o menos en la actualidad.


Sin embargo, hay otra cara de la historia del crecimiento global que debemos entender con claridad. La economía mundial crece a un 4.5 por ciento por año y, a ese ritmo, se encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años. La economía mundial de US$70 billones de hoy llegará a los US$140 billones antes de 2030 y a US$280 billones antes de 2050 si extrapolamos a partir de la tasa de crecimiento actual.


Nuestro planeta no podrá sustentar físicamente este crecimiento económico exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso hoy, el peso de la economía mundial ya está aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los suministros de recursos energéticos de combustibles fósiles creados hace millones de años, mientras que el cambio climático resultante ha conducido a una gran inestabilidad en términos de precipitaciones, temperatura y tormentas extremas.


Vemos estas presiones todos los días en el mercado. Los precios del petróleo han subido a más de US$100 por barril, a medida que China, India y otros países importadores de petróleo se unen a los Estados Unidos en una lucha masiva por comprar suministros, especialmente de Oriente Próximo. También los precios de los alimentos se encuentran en máximos históricos, lo que contribuye a la pobreza y la inestabilidad política.


Por un lado, hay más bocas que alimentar, y con mayor poder adquisitivo en promedio. Por otro lado, las olas de calor, sequías, inundaciones y otros desastres provocados por el cambio climático están destruyendo cultivos y reduciendo la oferta de cereales en los mercados mundiales. En los últimos meses, las regiones productoras de cereales de Rusia y Ucrania se han visto afectadas por graves sequías y enormes inundaciones han afectado Brasil y Australia. Otra sequía amenaza la zona productora de cereales en el norte de China.


Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo, incluidas las regiones productoras de cereales del norte de la India, el norte de China y el Medio Oeste estadounidense, los agricultores están recurriendo a aguas subterráneas para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que abastecen de agua para el riego se están agotando. En algunos lugares de la India, el nivel freático ha descendido varios metros anualmente en los últimos años. Algunos pozos profundos se están acercando al punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad a medida que el agua del océano se infiltre en el acuífero.


El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún más, la creciente crisis de recursos producirá una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente una lucha cada vez más violenta por la supervivencia.


Los ricos intentarán utilizar su poder para obtener más tierras, agua y energía para sí mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para hacerlo, si es necesario. EE.UU. ya ha seguido una estrategia de militarización en Oriente Próximo con la ingenua esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por los suministros, a medida que China, India y otros compiten por los mismos recursos que, además, se están agotando.


Una toma de poder similar se intentó en África. (¿Bombardeos en Libia?) El aumento de los precios de los alimentos está llevando a la apropiación de tierras, a medida que políticos poderosos venden a inversionistas extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos destinados a la exportación, dejando poco o nada para las poblaciones locales.


En los países de mayor peso –EE.UU., Reino Unido, China, India y otros– los ricos han disfrutado de cada vez más altos ingresos y un creciente poder político. La economía de EE.UU. es rehén de los multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave. Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes, donde la riqueza y la corrupción van en aumento.


Si la codicia prevalece, el motor del crecimiento económico agotará nuestros recursos, marginará a los pobres y nos llevará a una profunda crisis social, política y económica. La alternativa es un camino de cooperación política y social, a nivel nacional e internacional. Habrá recursos suficientes y prosperidad para todos si convertimos nuestras economías para que hagan uso de fuentes de energía renovables, prácticas agrícolas sostenibles y un régimen tributario razonable para los ricos. Este es el camino a la prosperidad para todos a través de tecnologías mejoradas, justicia política y conciencia ética.
¿Y quien este "peligroso demagogo"?
Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. También es Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio.
Este señor fue el creador de la "Terapia de choque" que hundio a Rusia en la miseria en los 90.
En sus nuevos planteamientos parece casi marxista. ¿Arrepentimiento?
Camarada Lobo sabe a quien se come y no le pregunta a nadie si puede comerselo.
V. Putin
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Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Nurgle escribió:Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. También es Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio.
Este señor fue el creador de la "Terapia de choque" que hundio a Rusia en la miseria en los 90.
En sus nuevos planteamientos parece casi marxista. ¿Arrepentimiento?
No exactamente. El arrepentimiento presupone la existencia de una conciencia, elemento éste que debemos descartar en el caso de los economistas dominantes. Yo huelo miedo. La labor de zapa de Sachs en el este de Europa funcionó a corto plazo, y sigue funcionando en los países alineados con la UE, pero a la larga fracasó en Rusia, blanco principal de las reformas involucionistas de los 90. Con ello, ni se logró liquidar al principal enemigo a batir/expoliar, ni constreñir (como consecuencia de lo anterior) a chinos, indios o latinoamericanos entre otros; de hecho, hoy China es mucho más poderosa que Rusia básicamente porque no perdió diez años obedeciendo a Sachs y sus amigos. La hegemonía mundial de Washington duró apenas una década y ahora ven que están perdiendo todos los trenes de manera inexorable por más que intenten convencernos de lo contrario con los oportunos espectáculos de fuegos artificiales y con una labor de propaganda servil francamente descarada por parte de los medios, y a las cifras de crecimiento del PIB que da el propio economista me remito; el capitalismo es muy bonito cuando eres el más rico de la clase (como el nazismo si eres ario), pero cuando el puesto peligra, por más que les queden algunos años en primera plaza, toca replanteárselo. ¡A buenas horas! :mrgreen:

Los problemas que Sachs denuncia se vienen gestando desde hace décadas sin que mediara palabra de su parte, pero entonces sólo occidente rapiñaba, siendo lo contrario la excepción. Ahora esos recursos que entonces eran "inagotables" empiezan a ser o bien objeto de una demanda más variada y con mayor liquidez en el bolsillo, o bien oferta de naciones soberanas que venden a quien les conviene y no a quien se lo impone. A veces se puede revertir esa situación a sopapos, caso de Iraq, y muy probablemente de Libia, aunque a un coste para el estado demasiado elevado como para considerarlo rentable; en otros, como Rusia, Iran, Venezuela o Brasil, la alternativa armada es directamente descartable salvo para los más fanáticos.

Las medidas que propone Sachs son tibias, reformistas, cosméticas, no de fondo, apenas barrunta una política impositiva progresiva. Casi paracen una petición de tregua ("Países en desarrollo, frenen un poco"), pero en absoluto se pueden considerar rupturistas. Simplemente, este analista (que hace unos años vaticinaba el fin del hambre y la pobreza en pocas décadas, a ver si encuentro el artículo en las carpetas y nos reímos todos un rato) (o no) está pidiendo moderación al ala más radical de sus colegas porque ve que esto ya no es un modelo económico, sino un caballo desbocado. Lo que no me preocuparía en exceso si no estuviéramos todos subidos encima.

Un saludo.

PD: la frase de Gandhi, grandiosa.
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
(G. Zhukov)

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