20 años sin la Unión Soviética

Historia de la URSS, nacimiento, superpotencia, desaparición.

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santi
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por santi »

Entiendo ahora por qué hay algunos que no echan de menos la URSS: tienen un ego del tamaño del Himalaya. Un poquito de gratitud hacia ese colectivo que les da de comer mientras escriben párrafos como el de arriba no les vendría mal de vez en cuando.

"Por sí solo", dice el tío... :lol:

¡Saludos, colectivo!
Intelectuales... El padrecito sabía como tratar con esa escoria que tiene un "ego del tamaño del Himalaya" y que soportamos a diario en libros, prensa y tv.
Вылезай, буржуи! Будем вас судить.
За измену Родине будете платить.

Siberia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

Naturalmente, me abstengo de hacer comentarios.
Claro, porque los alumnos no saben de lo que hablan. No, si ya se ve de qué pie cojea el autor del artículo.
que no había gimnasios para adultos
Mentira, era una de las muchas propuestas gratuitas de ocio colectivo que podía disfrutar el homo sovieticus.
No, decido callarme, porque me doy cuenta de que yo mismo echo de menos ciertos aspectos de la URSS.
Ah, tunante... ahora te das cuenta que la hierba no crece más verde al otro lado de la valla.
Hemos cambiado la lectura por las compras.
Bienvenido al otro lado de la valla. Compras compulsivas de cosas innecesarias y falta de cultura, la moderna decadencia.
En la URSS, parar responder a la pregunta ‘¿quién soy?’, bastaba con elegir entre lo soviético o lo antisoviético (lo segundo era más divertido).
Pues hala, a divertirse.

Siberia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

Interesante entrevista (27 de mayo de 2013) al ex-jugador soviético de balonmano Talant Dujshebaev (nacido en Frunze -actual Biskek-, Kirguistán, 1968). Desde pequeño destacó en el balonmano en las filas del CSKA de Moscú, donde jugó hasta 1992. Después jugaría en el balonmano alemán y español hasta su retirada definitiva en 2006. Actualmente es el entrenador del equipo español de balonmano del Atlético de Madrid.

Aunque la entrevista gira en torno al mundo del deporte, Dujshebaev aprovecha para soltar unos cuantos "pildorazos soviéticos" hablando de los valores que vivió en la URSS, de la actual Rusia de Putin, del islamismo radical en Kirguistán tras la disolución de la Unión Soviética...
[...]

Solo dos equipos de la liga ASOBAL, Barça y Atlético de Madrid, no tenían ayudas públicas. ¿Hemos estado viviendo en una mentira?

Antes te nombraba la Unión Soviética. Todos los deportes tenían posibilidad de existir porque el Gobierno invertía en ellos. El deporte es de las mejores salidas para los jóvenes, y más aún los deportes colectivos. En atletismo, o corres o no corres. En natación, o nadas o no nadas. Pero la convivencia de deportes colectivos, como rugby, baloncesto, balonmano… te hace otro. Te dan otros valores en la vida. No se trata solo de ser campeones: son de criar chavales disciplinados, bien educados, bien relacionados en sociedad, capaces de esforzarse.

[...]

¿Veías más desesperación en la crisis de la URSS, a mediados de los 80, o en la crisis actual de España?

En la URSS todos éramos más o menos iguales. Teníamos derecho de medicinas, comida, estudios… Había una capa de poderosos, como en todas las sociedades, pero no había tantas diferencias. La gente, dentro de los límites, vivía bien. No tenías esta preocupación de comer o de luz, o de agua. El Gobierno se encargaba. Luego, con la crisis del estallido de la URSS, entonces hubo un caos en el país y la crisis fue furibunda. No había nada en los mercados. Todo era de contrabando. Nosotros éramos felices en una sociedad protegida. De repente llegó un agujero negro. Los niños, en lugar de hacer deporte, estaban en la calle vendiendo periódicos o limpiando coches. Duele. Esa generación de niños se ha perdido en el deporte. Ahora, con la nueva riqueza, también está cambiando la mentalidad y me dicen mis amigos que Rusia empieza a perder ciertos valores.

Rusia siempre ha sido un país especial, con sus propios códigos. Recuerdo una discusión con un antiguo jefe de Internacional sobre Vladimir Putin. A mis quejas, él replicaba que no se dirige un país de 170 millones de kilómetros cuadrados y el carácter de los rusos como una democracia occidental. ¿Miramos Rusia con ojos demasiado occidentales?

En cierto modo, sí. No entendemos que los rusos siempre han necesitado alguien con mano dura. Aunque Putin no es el mismo que cuando empezó. Llegó con energía, con ganas, y ahora ha sido el primero que ha cambiado la ley para poder volver a presentarse tras unos años en que puso a Medvedev. Huele más a dictadura que a democracia. Ser el zar de Rusia es muy goloso. Yo siempre fui de Putin. Estaba enamorado de él como político, pero me arrepiento de haberle defendido tanto porque ha incumplido lo que dijo. Es como Mourinho.

[...]

¿Tienes contacto con gente de Biskerk, en Kirguistán, donde naciste?

Sí.

Porque uno de los hermanos Tamerlan, que atentó en Boston, pasó por Kirguistán en uno de sus viajes. Me preguntaba si tienes noticias de una creciente islamización de la República, donde, cuando tú vivías allí, la religión estaba relativamente proscrita.

Este tema me preocupaba mucho tras la desaparición de la Unión Soviética. Mi país está en el centro de Asia, alrededor de Estados poderosos y muy religiosos, y es perfecto para hacer de puente. Me inquietaba que el islamismo pudiera introducirse. Nosotros siempre fuimos nómadas. Los kirguís son un pueblo de pastores, no existía el sedentarismo hasta la llegada de la URSS. Hubo muchos intentos de introducir la religión, pero nunca calaron. Los nómadas son como cabras locas. Viven a su manera y yo estoy orgulloso de ese pasado.

¿Nunca te tentó el Islam?

Yo, por donde nací, debería de ser musulmán. Mi mujer, rusa, debería de ser ortodoxa. Y mis hijos son católicos, bautizados en Santander. Eso es la vida. Yo sí creo que existe Dios, pero me da igual que se llame Alá, God, Yaveh o como quieran. Viví mi infancia en un país de 280 millones, como era la URSS, en Kirguistán había unos cinco millones y medio y, de ellos, verdaderamente kirguís éramos tres millones. Dos y medio eran rusos, ucranianos, alemanes… y nunca vi un problema étnico. Éramos hermanos. A mi alrededor, de crío, solo había un kirguí. El resto de amigos eran uzbekos, kazajos, judíos, alemanes, rusos, ucranianos… Nunca supuso un problema. Al romperse la URSS tuve miedo de que el radicalismo entrara, como en Chechenia. Allí siempre han sido diferentes. Son una nación guerrera. Nosotros somos más pacíficos y no ha calado.
Podéis leer la entrevista completa aquí.

Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Pues señor mío, :aplauso: :aplauso:
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Del Pravda, un extenso artículo sobre la era Brezhnev, escrito en los años de Gorbachov, y en el que se expone la hipótesis de que ya en la época del sucesor de Jruschev el proyecto socialista presentaba grietas que con el tiempo se harian irreparables. ¿Aceleró Brezhnev la caída de la URSS o, por el contrario, su distanciamiento de Jruschev hacia posiciones más "conservadoras" prolongó la existencia del estado soviético durante décadas?

Dejo sólo el enlace, debido a la extensión del texto completo.
http://elpravda.blogspot.com.es/2013/06 ... .html#more

¡Saudos!
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Siberia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

¿Ha muerto el Homo Sovieticus?

Nacieron y crecieron con un esquema de valores, criterios estéticos y formas de entender las instituciones
que para muchos ha quedado obsoleto.


31-07-2013 - Fran Martínez, Rusia Hoy


A Vladímir Egozov le gusta que lo llamen 'diadia Vova’ (tío Vova). Nació en Altái (ahora Kazajistán), estudió ingeniería eléctrica en Moscú y trabajó en Riga durante 30 años. En 1992 se mudó a Berlín del Este, donde regenta un kiosko de pelmenis. Tiene 78 años pero todavía trabaja porque su pensión es ínfima. Le pregunto a tío Vova si se siente ruso, kazajo, letón, alemán, o ucraniano (de donde era su madre), y me contesta que él es soviético. Respuesta que he escuchado otras muchas veces en personas de su edad y perfil.

El ‘Homo sovieticus’ nació en un país que ya no existe. Se reconoce en un esquema de valores, criterios estéticos y formas de entender las instituciones que para muchos ha quedado obsoleto. El primero en hablar de ‘Homo sovieticus’ fue Alexander Zinóviev, describiendo al tipo de individuo creado tras décadas de experimentos bolcheviques. El resultado es una persona que se cree sólo una pequeña pieza en el engranaje gubernamental e identifica Estado y sociedad, como si fueran lo mismo.

Para Zinóviev, el ‘Homo sovieticus’ es contradictorio: por un lado políticamente pasivo (‘no es posible cambiar nada’) y por otro responsable del destino de todo un país. Además, está acostumbrado a dobles conversaciones, una en privado con amigos en la cocina, y otra en público en la que se muestra estrictamente correcto con la versión oficial. En opinión del historiador Andréi Zubov, el hombre soviético es el resultado de un proceso de selección natural profundamente negativo, por el cual: “los mejores, la gente más honesta y educada fue, o asesinada o imposibilitada para tener descendencia alguna al estar en la cárcel o verse forzada al exilio”.

En lenguaje popular, al Homo Sovieticus se le llama Sovok, término que conlleva mucho sarcasmo y cierta amargura. Miro en internet posibles significados de sovok:

“Individuo con espíritu de tractor”.
“El gobierno simula que nos paga y nosotros fingimos trabajar”.
“No liberado de los valores totalitarios”.
“Persona que abusa de la propiedad común”.
“Un estado mental basado en pequeños triunfos absurdos e idiotas”.
“Esa persona que devora estruendosamente huevos cocidos y arenques salados, envueltos en el Pravda junto a termos de té”.
“Es fácil sobrevivir la muerte de un amigo o un familiar, pero no la del colectivo”.


Mi amiga Kristina repite con frecuencia “Sovok bil, sovok ostalsia”, algo así como “era soviético y soviético se quedó”. También el periodista Serguéi Gogin sostiene que el término sovok tiene relevancia en la Rusia contemporánea, aunque un ‘hombre soviético’ de mentalidad de la época de Brézhnev y diferente de aquéllos que crecieron en la post-guerra.

De acuerdo con Gogin, la base del electorado ruso que vota a Putin mantiene una mentalidad soviética, apreciando la estabilidad y cierto paternalismo estatal. Algo parecido opina el escritor Vladímir Sorokin, para quien “la mentalidad se ha mantenido soviética, aunque este hombre ha conseguido entender lo que es calidad. Así que quiere un Mercedes y tener vacaciones en España o Italia”.

A pesar de ser una sociedad multiétnica y considerarse a sí misma como una civilización con ambiciones globales, la cultura soviética parece haber pasado a la historia como un mero producto ideológico y monolítico diseñado caprichosamente por Stalin.


El término cultura soviética es utilizado frecuentemente con desdén; presentada como falsa, impuesta por el Estado y determinada por una ideología. Esta suposición ignora no obstante que eran personas y no objetos los que vivían y recreaban la cultura soviética: gente diversa con ambiciones, romances, miedos y esperanzas personales y que durante gran parte de su vida creyó ver un cambio histórico y estar en el mejor país del mundo.

Trabajos como el del sociólogo Vladímir Shlapenkokh han demostrado que desde mediados de los años 50 se dio una privatización gradual de la sociedad soviética, distanciándose del Estado y explorando una vida personal más relajada y amable.

Además, muchas de las manifestaciones culturales de la URSS no buscaban confrontación con el oeste capitalista, o con las autoridades comunistas, sino que simplemente reflejaban el día a día de sus coetáneos. Incluso el punk ruso se consideraba soviético.

No obstante, son muchas las voces en desacuerdo. Por ejemplo, Ksawery Pruszynski escribe que a pesar de esta mezcla de razas prolongada durante generaciones, la uniformidad es lo que llama la atención: “Toda esa gente parecía cortada por el mismo patrón. Hombres y mujeres llevan la misma clase de chaqueta, obviamente abrigo, y las mismas botas altas de obrero. Sus rostros también se antojan idénticos. Muestran concentración y falta de deseo de entablar contacto alguno. No se sabe si están contentos o irritados. Son gente extraña”.

En opinión de Sheila Fitzpatrick, profesora de la universidad de Chicago, la cultura soviética está influida por las formas de movilización militar. Y Malte Rolff, de la Universidad Leibniz, asegura que la cultura soviética es el producto de un régimen totalitario, con sus movilizaciones de masas, su arquitectura, cine, calendario, ordenamiento y desfiles, los cuales crean un sentido de normalidad particular, influenciando no sólo la interacción de las personas sino también asuntos privados como la higiene, la manera de hablar, e incluso la forma de concebir el tiempo.

Tras la victoria bolchevique, en Rusia se estableció un plan para imponer lo que sería la ‘cultura soviética’. En bellas artes, arquitectura, literatura, cine, música… se crearon nuevos referentes para ‘culturizar’ y divertir a las masas, mostrando una fe ciega en la idea de progreso y en el liderazgo de Stalin.

La construcción de una sociedad sin memoria fue el ideal de todo régimen totalitario y la URSS casi lo consiguió. La conquista del presente y el futuro requería la supresión del pasado y viejas instituciones y tradiciones fueron sustituidas por nuevos modelos, más acorde con el marxismo-leninismo.

La revolución bolchevique introdujo en Rusia la idea de un ‘proletariado’ unido, con prácticas culturales propias. Esto significó el fin del sistema de valores anterior, por lo que la fe se trasladó de las iglesias a las tesis marxistas (idea de progreso y comunismo) y a los dirigentes bolcheviques (Stalin, Lenin…).

No obstante, no toda la cultura soviética significó una ruptura con lo anterior; varias ideas pre-revolucionarias se mantuvieron, como la imagen platónica de la madre o las ambiciones universales de la sociedad, además de la pasión por artes clásicas como la música, el teatro, la danza o la literatura.

El comunismo provocó ciertamente una de las mayores tragedias del siglo XX, pero al mismo tiempo representó una fuente de esperanza para la humanidad y fue un rotundo desafío político para Europa. Probablemente, las socialdemocracias europeas no se hubieran desarrollado de igual manera sin este desafío político.

Además, la cultura soviética sigue viva en miles de personas como el tío Vova… y no sólo. Hace unos días, la cantante ruso-canadiense Chinawoman escribía este mensaje en Facebook y colgaba este vídeo:

“He recibido varios mensajes de alguien que me pedía que rezara a Allah y le diera mi corazón. Sin embargo, tengo que decir que mi corazón pertenece a otra diosa, a la que le doy gracias y por quien rezo todos los días. La más grande, la única, gracias ¡Alla Pugachova!”

Siberia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

Bueno, al final este hilo lo estamos estirando más allá de los 20 años... :D

Lo mismo que hay "Octubre Rojo", también hay "Octubre Negro" en la historia de Rusia:

Tal día como hoy, en la madrugada del 4 de octubre de 1993, el primer presidente elegido "democráticamente" (ejem, ejem) en Rusia, Boris Yeltsin, ordenó bombardear el Parlamento heredado de la URSS para desalojar a los diputados (¿héroes?) que se habían atrincherado allí.

La siguiente imagen pertenece a la época actual: conmemoración con honores a los defensores del socialismo que cayeron en combate en el centro de televisión Ostankino durante la acción contra-revolucionaria de Yeltsin en el llamado "Octubre Negro" de 1993.
No tienes los permisos requeridos para ver los archivos adjuntos a este mensaje.

Siberia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

Más sobre el aniversario del "Octubre Negro":
Se cumplen 20 años de la matanza en la "Casa Blanca" de Moscú

Estos días Rusia conmemora el 20 aniversario de la crisis constitucional que culminó el 4 de octubre de 1993 con una matanza en el Parlamento. Desde entonces el país sigue acusando las consecuencias de aquellos hechos. La nueva Constitución que se aprobó en diciembre de 1993 otorgó al presidente prácticamente los mismos poderes de un zar, de los que Vladímir Putin se ha valido en más de una ocasión. La derrota de la oposición llevó a la arena política a nuevos líderes que desde entonces ocupan escaños en la Duma Estatal.


03-10-2013 - Grigori Nejoróshev, Alexánder Kolesnichenko, para Rusia Hoy


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La crisis constitucional del otoño de 1993 se debió al sistema de gobierno del país. Según la constitución vigente en aquel momento, el órgano superior del poder estatal era el parlamento, el Congreso de los Diputados del Pueblo elegido en 1990. Sin el visto bueno del Parlamento, el presidente Borís Yeltsin, elegido en 1991, no podía designar al Primer Ministro ni disolver el Parlamento, si este se negaba a validar la candidatura presentada por el presidente. A raíz de eso, el primer jefe del gobierno de la Rusia postsoviética, Yegor Gaidar, bajo cuya dirección en 1992 se suprimió el control estatal de los precios, tampoco fue autorizado por el parlamento, y durante todo su mandato ejerció su cargo “en funciones”.

En diciembre de 1992 el Parlamento se negó a autorizar a Gaidar como jefe de gobierno, obligándole a presentar la dimisión. En aquel momento muchos rusos odiaban a Gaidar porque lo consideraban el culpable de la hiperinflación que había reducido los salarios reales y había devaluado sus ahorros.

De esta manera, el Parlamento reconducía hacia sí las simpatías de los ciudadanos. En marzo de 1993 los diputados trataron de anunciar la destitución del propio Borís Yeltsin, que en aquel momento había perdido popularidad. Pero no consiguieron reunir los dos tercios de votos a favor. También fracasó el referéndum celebrado en abril sobre la confianza en el Presidente y el Parlamento.

En otoño de 1993 el propio Yeltsin pasó al ataque, tras firmar el 20 de septiembre el decreto de disolución del parlamento. Al día siguiente los diputados anunciaron que el decreto presidencial era inconstitucional y cesaron al propio Yeltsin, que había designado como jefe de Estado al vicepresidente Alexander Rutskói.

Después de esto, en la Casa Blanca (sede del gobierno) de Moscú, donde se encontraba el parlamento, se cortó la electricidad y el suministro de agua, y colocó alrededor un cordón policial que no permitía la entrada a nadie, salvo a los periodistas, y que obligó a los diputados a dispersarse.

La confrontación se prolongó durante casi dos semanas hasta que la mañana del día 3 de octubre los partidarios del parlamento, después de celebrar una reunión, rompieron el cordón que rodeaba la Casa Blanca.

Alexander Rutskói ordenó a la multitud que asaltara la alcaldía de Moscú y la torre de televisión de Ostánkino. Pero los dos asaltos fueron rechazados y a la mañana siguiente las tropas fieles a Yeltsin, tras abrir fuego con sus blindados contra la Casa Blanca, entraron en Moscú.

Según distintos datos, la cantidad de muertos fue de 123 a 157 personas. Arrestaron al vicepresidente Rutskói y los titulares del parlamento, pero en febrero de 1994 fueron liberados por una amnistía declarada para reconciliar a los implicados en las confrontaciones políticas.

En diciembre de 1993 la nueva Constitución se aprobó en referéndum y se celebraron elecciones parlamentarias. La constitución amplió los poderes del presidente: a partir de entonces no se podía designar a ningún alto funcionario sin su conocimiento, y sus decretos pasaron a tener rango de ley. Según la nueva Constitución, el parlamento pasaba a tener dos cámaras: la Cámara Baja –la Duma Estatal–, elegida mediante el sistema de listas de partido y por circunscripciones, y la Cámara Alta –el Consejo de la Federación–, formada por los representantes regionales.

En octubre de 1993, además del Congreso de los Diputados del Pueblo y el Sóviet Supremo, que asumía los poderes del parlamento entre congresos, también se eliminaron el resto de consejos de todos los niveles, desde los regionales hasta los rurales.

En aquellas elecciones a la Duma Estatal de 1993 la formación que se posicionó como el restablecido Partido Comunista de la Unión Soviética –el Partido Comunista de la Federación Rusa–, encabezada por Guennadi Ziugánov, y el Partido Liberal-Demócrata de Vladímir Zhirinovski, fundado en 1992, consiguieron superar el umbral electoral del 5 %. Desde entonces han seguido teniendo representación en la Duma Estatal, aunque nunca han conseguido la mayoría.

Los acontecimientos de otoño de 1993 consolidaron la dominación del poder ejecutivo sobre el resto de órganos y negaron a Rusia la posibilidad de construir una república parlamentaria.

Uno de los artífices de la Constitución de 1993, el vicepresidente de la fundación Informática para la Democracia, Mijaíl Krasnov, dice que en aquel momento aquello estaba justificado: “El Parlamento no debía impedir que el presidente Yeltsin llevara a cabo las reformas”. Aunque ahora, según las declaraciones de Krasnov, es preciso modificar esta Constitución del 'periodo de transición'.

“El presidente puede seguir actuando como estabilizador, pero el gobierno debe emprender un rumbo aprobado por el parlamento, y rendir cuentas ante ese mismo parlamento”.

Para Rusia la república parlamentaria es algo no habitual; lo normal es una fuerte autoridad presidencial o monárquica, objeta el director del Centro Panruso de Estudios de Opinión Pública, Valeri Fiódorov: “La política rusa, por naturaleza, no es competitiva. En cuanto aparece la competencia, toma un carácter destructivo. Por esto tanto la élite como el pueblo, llegados a este punto, huyen de esta competencia y buscan al líder único que será capaz de unirlos a todos”.


La CNN, la CBC, la BBC y otros en el octubre sangriento de 1993


Imagen


Grigori Nejoróshev, corresponsal de la BBC en Moscú (1988-1995), explica lo que sucedió en la Casa Blanca y la torre de televisión de Ostankino durante el golpe de 1993


A altas horas de la noche del 24 al 25 de septiembre de 1993, estaba arrimado a la pared, sentado en el suelo de un pasillo de la Casa Blanca, esperando el destino. En los dos extremos del pasillo, a cien pasos de mí, unos jóvenes de entre 25 y 30 años, armados con fusiles Kaláshnikov y vestidos de camuflaje, ocupaban improvisados puestos militares. Eran los Soldados de la Unidad Nacional Rusa de Alexander Barshakov (movimiento paramilitar ultranacionalista).

Me arrestaron hacia las dos de la madrugada, cuando me disponía a salir de la Casa Blanca en dirección a la redacción de la BBC para entregar un informe sobre el cuarto día de confrontación entre el Sóviet Supremo de la Rusia Soviética y el presidente Yeltsin. Entonces los teléfonos móviles aún eran una rareza, y habían cortado las líneas del Sóviet Supremo, así que cada dos o tres horas tenía que salir a la calle, a la cabina telefónica más próxima para transmitir un reportaje, o acercarme a la redacción si había que “adelantar” a Londres la grabación de una entrevista con algún que otro representante del Parlamento sublevado.

Los primeros cuatro días no hubo problemas. Pero la tarde del día 25, por los pasillos del Parlamento aparecieron un centenar de soldados armados de la Unidad Nacional Rusa y empezaron a disponer nuevas normas. “Ajá, corresponsal de la BBC –dijo uno de los soldados, mirando la acreditación que me había expedido el Ministerio de Exteriores–. Habrá que fusilarte. Eres un enemigo. Y además, peligroso”.

Nadie atendía a explicaciones. Me registraron, me tomaron la bolsa con la grabadora y los documentos y me ordenaron que me sentara contra la pared, a la vista de dos soldados. Estuve allí tres horas y media, bajo la tenue luz de una lámpara de emergencia. También habían cortado la electricidad. Cortaron incluso el suministro de agua, por eso los lavabos desprendían un penetrante olor a heces.

Hacia las cuatro de la madrugada el soldado regresó: “Rustkói ha ordenado soltarte por la mañana. Has tenido suerte, por ahora seguirás con vida”. Me llevó a una especie de despacho donde, entre papeles dispersos con los logotipos del Parlamento, otros dos soldados dormían sobre las mesas. No tenía sueño. Me preguntó por qué yo, siendo ruso, trabajaba para el enemigo, para los ingleses. “Los norteamericanos y los ingleses son los principales enemigos de Rusia. Ya llevan muchos años tratando de destruir el régimen comunal secular de Rusia, porque temen su gran misión ortodoxa en el mundo. Tratan de pervertirnos con el porno y la permisividad. ¿Usted mira la televisión? Allí ahora todo es pornografía”.

No tenía ganas de discutir, estaba asustado, por eso dije que yo me limitaba a trabajar de reportero, y que no entendía de cuestiones filosóficas. Mi trabajo consistía en explicar lo que había visto. Esto pasaba muy a menudo: los soldados de la Unidad Nacional Rusa arrestaron hasta tres veces al corresponsal de la agencia japonesa GGP, Danil Galperóvich.

A medida que se acercaba el trágico desenlace, la violencia contra los periodistas iba en aumento: ningún representante, ni de una parte ni de la otra, nos tomaba como observadores, sino como participantes activos de los acontecimientos. A menudo la agresión la infligían hasta los simples mirones, que aquellos días abundaban en la zona de la Casa Blanca. E incluso los habitantes de las casas adyacentes que, naturalmente, estaban muy cansados de lo que estaba sucediendo bajo sus ventanas.

Pero por una pequeña suma de dinero uno podía incluso alojarse por un tiempo en casa de alguien que viviera junto al lugar de los hechos. La CNN, ABC y la CBS improvisaron corresponsalías de la noche a la mañana en varios pisos de moscovitas que vivían en las plantas superiores. Por eso han quedado tantas imágenes magníficas del asalto del gran edificio, que entonces albergaba muchos departamentos municipales de Moscú, y de los enfrentamientos en las plazas cercanas a la Casa Blanca.

La tarde del 3 de octubre los acontecimientos importantes se trasladaron a la torre de televisión de Ostánkino, que los partidarios del Sóviet Supremo, armados, trataban de tomar. Entre la turba de asaltantes había un centenar de periodistas. De repente, desde el tejado de la estación de televisión los soldados de la unidad de operaciones especiales empezaron a disparar.

Recuerdo que a unos 200 metro de mí vi cómo el corresponsal de la agencia Reuters, Zurab Kodalashvili, y el corresponsal de AFP, Stephane Ventura, trataban de levantar del suelo al corresponsal de la AFP, Pierre Celerier. Traté de abrirme paso hacia él, pero la turba me empujó. Después supe que Celerier había resultado herido: una bala le alcanzó la espalda traspasando el chaleco antibalas.

Fue entonces cuando murieron el corresponsal de la compañía alemana ARD, Rory Peck, y el periodista francés del canal de televisión TF1, Yvan Skopan. Peck era un tipo sociable, todo el mundo tenía una relación amistosa con él. Había recorrido casi todos los “puntos calientes” de la antigua URSS cámara en mano.

Tras la noche de insomnio, la mayoría de los periodistas regresaron a la Casa Blanca: se propagó el rumor de que el asalto se produciría al amanecer. Efectivamente, a las seis se acercó una columna de tanques por la Avenida Kutúzovski. Empezó el tiroteo. Hacia el mediodía, después de haber transmitido una decena de reportajes por cabinas telefónicas, caí rendido.

De pronto recordé que un conocido mío estadounidense estaba alquilando un estudio en la última planta de uno de los altos edificios de la Avenida Novi Arbat. En el mismo piso estaba Paul Klebnikov, el corresponsal de Forbes, sentado en un sillón, cerca de la ventana. Durante unas horas estuvimos mirando por la la ventana, como si estuviéramos delante del escenario de un teatro, en silencio.

Klebnikov de vez en cuando anotaba algo en su libreta, y yo cada media hora iba a la cocina para transmitir un reportaje por teléfono. La Casa Blanca estaba frente a nosotros, se veía como en la palma de la mano.

Hacia las tres de la tarde Novi Arbat se había cubierto de blindados. En los tejados, por todas partes, empezó a aparecer gente con fusiles y rifles automáticos. Los blindados abrieron fuego con las ametralladoras en dirección a los tejados. De pronto oímos que desde el tejado de nuestra casa respondían con disparos.

Salimos del piso corriendo hacia el pasillo y nos tiramos al suelo. En aquel momento una bala impactó en la ventana del pasillo, rebotó en el techo, salió volando hacia el suelo embaldosado y los fragmentos de los azulejos me rompieron el sobrecejo. Estaba sangrando. Se abrió la puerta del piso de al lado y los vecinos nos llamaron para que entráramos.

Un hombre, una mujer y un niño de siete años estaban sentados en el pasillo, la parte más segura del piso. Cuando nos acurrucamos en aquel pasillo, el chico vio la sangre y se puso a gritar: “¡Han matado al señor, mamá, han matado al señor!” Y de forma automática dije de pronto: “No me han matado, es que estaba borracho, he resbalado y me he caído”. El chico sonrió.

Klebnikov dijo: “He aquí el fin del Poder Soviético”. Aquel hijo de un emigrante ruso, descendiente del decembrista Puschin, regresó a Rusia al cabo de varios años para convertirse en el redactor jefe de la versión rusa de Forbes. Le mataron en la nueva Rusia, la no soviética.
Documental de RT emitido el 3-10-2013:


Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Gracias por los enlaces Siberia.

Está bien que la televisión rusa recuerde el tema, porque RT fue en su momento responsable de un especial sobre Yeltsin tirando a infumable por su apoyo al borracho.

No creo que los emdios occidentales se hagan demasiado eco de la efeméide; estarán más pendientes de la última en torno a las Pussy Riot o preparando algún especial sobre la heroica lucha de Kasparov contra el autoritarismo de Putin. Yeltsin es una sombra en su conciencia y un recuerdo que, al ser imborrable, conviene al menos adulterar para obviar su papel en el dinamitado de Rusia y de cualquier posibilidad de una democracia auténtica en ese país. Que luego le echen la culpa a Rusia Unida es ya puramente surrealista.

Un saludo.
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

Aunque algunos intenten taparlo con reimpresiones de biografías y loas al borracho ("que nos trajo la libertad"), desde Casa Rusia seguimos recordando y denunciando el Octubre Negro de 1993. Un saludo desde aquí al autor del Blog Cultura Bolquevique, cuyo acertado artículo del 3-10-2013 reproduzco a continuación:
El bombardeo del Parlamento Ruso hace 20 años

3-10-2013 / Blog Cultura Bolchevique


Se cumplen 20 años de los fatídicos acontecimientos que sucedieron en Moscú en octubre de 1993 y que culminaron con el bombardeo del Parlamento. El 21 de septiembre de aquel año, el Presidente Boris Yeltsin ordenaba la disolución ilegal del Parlamento. Su objetivo era consolidar y profundizar en las reformas económicas que llevarían a Rusia el capitalismo en su versión más neoliberal, aunque la mayoría parlamentaria se oponía a tal desastre.

Ante tal atropello a la legalidad y a la voluntad popular, el Parlamento decide destituir a Yeltsin como Presidente aprovechando su competencia que tiene para tomar esa decisión. En ese momento Rusia queda dividida entre los partidarios de Yeltsin y los partidarios del Parlamento dirigidos por Alexander Rutskoi.

Los parlamentarios contrarios a Yeltsin ocupan el Parlamento para defender la legalidad, y con ellos lo mejor del pueblo moscovita que acuden a combatir el golpe de estado que supone la actuación de Yeltsin. El capitalismo no se podría haber restaurado en Rusia con las remanencias soviéticas y con las instituciones existentes en aquel momento.

La resolución del enfrentamiento la decantaría el Ejército, cuya cúpula mostró su apoyo a Yeltsin. Éste, ordenó bombardear el Parlamento y reprimir cualquier acto de resistencia popular contraria al golpe.

La posterior investigación oficial reconoció 167 víctimas mortales, un número bastante inferior al número real de víctimas. De ese número, la investigación desglosaba 75 muertos en el Parlamento, 45 en la sede de la Televisión, 19 en otras partes de Moscú y 28 soldados y policías. Sin embargo aún faltan centenares de desaparecidos. Los testigos de lo sucedido no se creen esa ridícula cifra oficial. Se llegaron a ver montones de cadáveres amontonados en las morgues que posteriormente desaparecieron de allí. Algunos testigos vieron sacar esos cadáveres en bolsas, otros vieron como en las afueras de Moscú se improvisaban fosas comunes.

En los aledaños al Parlamento multitud de cuerpos sin vida fueron quemados sin identificar. Los testimonios apuntan a que entre 300 y 400 cadáveres fueron quemados. Aún no se sabe el número exacto de muertes producidas en el golpe, tan sólo una investigación institucional podría revelar ese secreto. Son muchos los investigadores independientes que han intentado cifrar las pérdidas humanas, y la mayoría afirman que el número fue superior al millar de víctimas.

Veamos que dijo la prensa española tras el bombardeo del Parlamento ruso:

"El Gobierno español culpa de la violencia en Moscú al disuelto Parlamento ruso" El País 7-10-1993

"Los ultracomunistas derrotados" ABC 5-10-1993


El adjetivo de criminal se queda escaso para referirse a aquel alcohólico que ordenó disparar contra su pueblo. Todo por contentar al capital internacional, que soñaba con Rusia como nuevo mercado. Hoy, 20 años después los familiares de las víctimas siguen reclamando memoria y justicia. No suelen contarlo los periódicos, pero la restauración del capitalismo en Rusia se hizo de forma sanguinaria y criminal. Aunque aquel octubre de 1993 nos lleve a imágenes de muerte, también nos dejó imágenes de heroica resistencia popular frente a aquel golpe de Estado.


Fuente (texto y fotografías):
Los artículos del Blog Cultura Bolquevique El bombardeo del Parlamento Ruso hace 20 años y Rusia sí que sufrio la toma del Parlamento, el golpe de 1993


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Siberia
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Siberia »

"Los últimos días de la URSS", un documental sobre el colapso del imperio soviético.

El documental francés ‘Los últimos días de la URSS’ (2011) dirigido por Jean-Charles Deniau recorre los hechos acontecidos desde la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 y la renuncia de Mikhail Gorbachov como Presidente de la Unión Soviética en diciembre de 1991. A través de testimonios del propio Gorbachov, colaboradores del mismo, expertos, participantes del golpe de estado de agosto de 1991, asesores de Boris Yeltsin y otros protagonistas del momento, trata de mostrar cómo fueron los hechos que precipitaron la desaparición del que, durante 70 años fue “el mayor imperio del Siglo XX”.


24-12-2012 / José Luis Urraca Casal para HistoriayCine.com


Imagen


¿Qué ocurrió en la Unión Soviética después de sus siete décadas de existencia para que se desintegrase tan rápidamente? ¿Por qué fueron sus gobernantes incapaces de gobernar la nave del vasto imperio heredado tras la caída del Muro de Berlín? La desaparición de la Unión Soviética forma parte de ese conjunto de acontecimientos imprevisibles de la Historia que más hondamente han marcado el Siglo XX, poniendo fin a la Guerra Fría y al estado que fue el principal baluarte de una de las ideologías predominantes del mundo contemporáneo, el Comunismo.

El documental ‘Los últimos días de la URSS’ cuenta con protagonistas de excepción, comenzando por el presidente de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachov y otros importantes protagonistas de aquellos días a quienes se entrevista 20 años después de los hechos. Es Gorbachov, el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (el PCUS) entre 1985 y 1989, el líder comunista que abanderó la Perestroika y la Glasnost, y que fracasó, como él mismo reconoce en el documental en su plan de 500 días para adaptar la URSS a una economía de mercado. Protagonista de los cambios que buscaron convertir el viejo sistema comunista en una socialdemocracia, el documental muestra la dura resistencia que encontró entre los sectores más duros del Partido Comunista y cómo Occidente no apostó claramente por él, como cuando en julio de 1991, John Mayor, primer ministro británico, en la reunión del G-7, tras escuchar las peticiones de ayuda de Gorbachov, expresó a sus colegas que no todas las ayudas se le podían entregar a él, sino que había que pensar en sus sucesores.

Entre el inmovilismo de los sectores más firmes defensores del viejo sistema y quienes demandaban cambios y medidas más radicales hacia una economía de mercado capitalista, surgieron importantes opciones nacionalistas, como la encabezada por Boris Yeltsin en Rusia, que pusieron, junto a la inexistencia de una apuesta económica clara de Occidente por la línea emprendida por Gorbachov, según nos muestra el documental, en una peligrosa situación al presidente de la URSS. El golpe de estado sufrido por Gorbachov durante sus vacaciones de verano en Crimea, entre el 19 y el 21 de agosto de 1991, protagonizado por destacados miembros del partido y de su gobierno -en el documental interviene Vasily Starodubtsev- lejos de devolver a la Unión Soviética a la situación anterior, precipitó su disolución, desplazando al aturdido Gorbachov que mostraban las cámaras y aupando la figura del presidente de la República Rusa, Boris Yeltsin, héroe de la resistencia frente al golpe, convirtiéndole en el hombre fuerte del momento.

A partir de ese momento, serán las repúblicas como Bielorrusia, Rusia y Ucrania quienes tomen el protagonismo político, desplazando y vaciando de contenido y funciones a la URSS, pese a los intentos de Gorbachov por lograr una unión de estados soberanos. La rivalidad entre Gorbachov y Yeltsin -Mikhail lo elevó al Politburó primero y lo echó de él después, cuando empezó a resultar incómodo- también es reflejada en el documental. Así y todo su destierro y posterior abandono del Partido Comunista, no impidieron que el 12 de junio de 1991 Yeltsin se convirtiese en el primer presidente de la República Rusa elegido democráticamente, y que el 23 de agosto disolviese el PCUS o finiquitase la URSS con la firma del Tratado de Belovesh el 8 de diciembre de 1991 que dio lugar a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), a pesar de que en el referéndum de marzo del mismo año, un 78% población había votado por mantener la URSS.

El documental también cuenta con los testimonios de hombres como Eduard Shevardnadze, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS con Gorbachov, quien abandonó el 20 de diciembre de 1990, como se muestra en el documental, en disconformidad con el nuevo gobierno formado por éste, que según él ponía fin a las políticas de reforma y anticipaba “la dictadura”. Aunque no refiere el breve período que volvió a acompañarle en el mismo cometido entre noviembre y diciembre de 1991. Noam Chomsky es otro de los entrevistados, para hacer una breve aseveración, Occidente prefirió la determinación y mano dura de Yeltsin “un dictador inflexible” para controlar y hacer desaparecer la Unión Soviética en lugar del camino hacia la democracia emprendido por Mikhail Gorbachov.




Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

20 años son ella y menos mal que no le ha dado por volver :mrgreen:
Menos mal que no votamos a los comunistas

Al final no lo hicimos. De la que nos hemos librado

Pascual Serrano

19/12/2013 - 20:47h
(...)

No votéis a los comunistas porque, cuando gobiernen, os quitarán vuestras casas ("Un desahucio cada 15 minutos"). Nacionalizarán las compañías eléctricas y os subirán el recibo de la luz ("El recibo de la luz se disparará más de un 11% en enero"). Se gastarán todo el dinero de vuestros impuestos en nacionalizar los bancos ("El Gobierno destina otros 41.000 millones de dinero público para ayudar a la banca. Los avales del Estado pasan de 217.043 a 258.000 millones"). Y arruinarán a los pequeños empresarios impidiendo que se puedan financiar "(La financiación a las empresas desciende un 10% y también toca mínimos de toda la crisis").


El comunismo corrupto utilizará los bancos donde tenga influencia para dar préstamos a sus amigos o familiares ("Recarte se interesó en Caja Madrid por una operación denegada a unos socios suyos de Libertad Digital"; "Bankia cede la gestión de su negocio inmobiliario al fondo buitre del hijo de Aznar"; "Blesa negoció un contrato de intermediario para Aznar en una empresa armamentística").

Como resultado de todo ello, vendrán tiempos de pobreza y hambre ("La crisis obliga a 'millones de personas' a alimentarse de la basura, según la Fadsp").


Además, os quitarán las libertades, como hicieron en Rusia, os multarán si os manifestáis ("Multas de 600.000 euros por convocar una protesta en Twitter ante el Congreso")
o incluso comprarán un camión para disolver con chorros de agua las manifestaciones ciudadanas "(La Policía comprará un camión antidisturbios lanza agua") .

Por supuesto, los comunistas intentarán controlar a través del Estado tu vida privada y tus principios morales ("150 organizaciones suscriben un pacto contra la reforma de la Ley del Aborto"; "La asignatura de Religión 'resucita' en las aulas").

Menos mal que, al final, no votamos a los comunistas. De la que nos hemos librado.
http://www.eldiario.es/zonacritica/mal- ... 89123.html

Enlaces activos en el texto original.

¡Saludos!
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
(G. Zhukov)

Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

Corazones 'rojos': La mayoría de los ciudadanos exsoviéticos añora la URSS

Publicado: 22 dic 2013 | 12:17 GMT Última actualización: 22 dic 2013 | 12:17 GMT
AFP / Sergei Supinsky

Transcurridas dos décadas del derrumbe de la Unión Soviética, la mayoría de los ciudadanos de las ex repúblicas de la antigua URSS consideran que este cambio geopolítico fue negativo para sus países.
Una encuesta realizada por Gallup en 11 repúblicas postsoviéticas planteó a 1.000 participantes la pregunta de si consideran que la desintegración de la URSS, ocurrida hace 22 años, ha dañado o benificiado a la población de los nuevos países independientes surgidos de aquel colapso.

Aproximadamente un 51% de los encuestados, sobre todo en Armenia, Rusia y Ucrania, considera que la desintegración del bloque comunista no ha resultado beneficiosa, desencadenando violencia y conflictos étnicos en el espacio postsoviético, mientras que un 24% valora la desintegración de la Unión Soviética como algo positivo. En lo que se refiere a Rusia, un 55% cree que este cambio geopolítico dañó a su país y sólo un 19% de los rusos cree que el colapso de la URSS mejoró su estilo de vida.

El estudio revela que las personas mayores de 30 años son más propensas a sentir nostalgia por el pasado soviético y a creer que el derrumbe de la URSS perjudicó a sus países, mientras que los jóvenes sin recuerdos del pasado soviético suelen percibir su situación actual con más optimismo.

Según la información estadística, un 33% de los jóvenes encuestados califican la desintegración del bloque de ''dañina'', mientras que aproximadamente un 30% de las personas menores de 30 años ven ciertas ventajas. A su vez, un 20% de participantes en el sondeo no hacen estimación alguna o se niegan a contestar.

El resultado de la encuesta sugiere que "la libertad que pensaron que podrían obtener después de la caída de la Unión Soviética no se ha materializado", afirma el estudio. En este contexto, es muy notorio el caso de la república de Tayikistán, donde un 61% de los encuestados teme dar una opinión política.

Asimismo, el sondeo de opinión pública demuestra que una parte significativa de los ciudadanos de las exrepúblicas soviéticas no vislumbran ninguna mejora a corto plazo, dando por hecho que tras la desintegración de la URSS las generaciones posteriores tendrán menos oportunidades, mientras que un 18% tienen confianza en el futuro.
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/ ... sovieticos

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(G. Zhukov)

Kozhedub
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Kozhedub »

En la línea de lo anterior, un texto interesante que redunda en lo que ya sospechábamos; especialmente significativos los palos a la política antirusa de las repúblicas bálticas, amparada por la UE, y que permite entender mejor lo que se juega en Ucrania estas fechas:
Rusia: Entrevista con Ramón Franquesa, a 22 años de la disolución de la URSS

“El pueblo ruso se siente engañado y estafado”

Àngel Ferrero
Rebelión


Ramón Franquesa es profesor de Economía en la Universitat de Barcelona (UB), donde investiga la gestión de recursos naturales renovables, la economía social y los procesos de organización económica no capitalista. En la década de los ochenta participó en un programa de intercanvio de la Universidad Lomonosov de Moscú que le permitió ser testimonio de la disolución de la Unión Soviética y la rápida transición al capitalismo. Àngel Ferrero entrevistó a Ramón Franquesa para La Directa en el barrio de Gràcia de Barcelona. Esta es la transcripción íntegra de la entrevista.



¿Por qué motivo viajaste a la Unión Soviética?

Fui a finales de los ochenta por diversas razones, pero sobre todo porque trabajaba en un grupo de investigación de empresas autogestionadas y cooperativas de la Universidad de Moscú. En aquel momento se hbalaba de cómo se tenia que hacer la reforma económica, y, dentro de este debate, una de las cosas que se planteaban desde la izuiqerda era intentar ver cómo se podían transformar las empresas estatales, gestionadas por el Gosplan de manera muy poco eficiente, en un tipo de empresa más participada por los trabajadores, con más autonomía. El problema de partida era que la propiedad pública únicamente existía como propiedad estatal y eso condujo a que las empresas fueran poco eficientes y tuvieran poca capacidad de innovación. Éste era uno de los elementos que estaba llevando a la Unión Soviética a la pérdida de innovación y a perder, en cierto modo, la carrera económica con Estados Unidos.

El programa donde trabajaba era parte de un programa de intercambio universitario entre la Universidad Estatal de Moscú, la Lomonossov, y la Universidad de Barcelona, pero también era muy informal, porque no había dinero para financiar un proyecto como ahora. Lo que había era un acuerdo de intercambio de conocimientos. En la Lomonossov trabajaba en seminarios y grupos de investigación, pero no en las clases formales. Mi ruso era limitado y la Unión Soviética era un país cerrado en sí mismo. No se podía impartir en otra lengua que no fuera la rusa. Los catalanes que fuimos no tuvimos ningún tipo de retribución, el programa sólo cubría la estancia. Una parte del acuerdo era que yo no podía dejar mis obligaciones académicas en Barcelona. Gracias al resto de los profesores, podía concentrar las clases y eso me permitía tener largas estancias en la URSS.



¿Cuántos años estuviste?

Estuve cuatro años, pero ellos continuaron con el programa. Cuando se disolvió la URSS y se emprendió un camino claro de privatización, su esperanza quedó truncada. Se pasó de unas empresas estatales poco eficientes a unas empresas privadas en manos de grupos de mafiosos. Muchas veces los antiguos directores terminaron apropiándose de aquellas empresas.



Visitaste fábricas y centros de trabajo.

Parte del programa era mantener conversaciones con los trabajadores. El problema que vivia la URSS era técnico, desde el punto de vista económico, pero también político. Parte de un factor de desánimo, no sólo para mí, sino para mucha gente que trabajaba con nosotros, era observar que los trabajadores no entendían lo que estaba ocurriendo y cuáles serían las consecuencias de la privatizacion de las empresas. Sólo veían a corto plazo una relajación de las obligaciones y una tolerancia más grande hacia el mercado negro. Recuerda que en aquella época una parte importante de los ingresos de los trabajadores procedía de llevarse los productos de la fábrica para venderlos en el mercado negro. En estos años de transición, los directores de la fábrica que aspiraban a quedarsela compraron una cieta paz social a partir de la tolerancia hacia este hecho. Después, evidentemente, la situación se invirtió y pasaron a comportarse como verdaderos empresarios: desaparece cualquier concesión en la jornada laboral (hasta entonces el absentismo era frecuente) o en la tolerancia hacia el hurto.



Has explicado que una parte del proceso fue convertir a los obreros en accionistas y después presionarlos para convencerlos de que vendieran sus acciones.


Eso fue en la etapa final. Tienes que pensar que todo el proceso fue muy caótico. Se pretendía privatizar a las empresas, pero este proceso se hizo sin que existiera un sistema impositivo, porque en la URSS, donde todas las empresas eran propiedad del estado, no había beneficios empresariales. Una de las dificultades era que, al introducir un mercado –como instrumento de medida de la calidad–, tenían que introducirse, también, impuestos, mercados de materias primas, productos, etcétera. En este proceso se tenía que introducir un sistema fiscal. Este sistema, sin embargo, no se introdujo hasta más tarde y todavía hoy Rusia tiene un sistema fiscal más que deficiente. La evasión fiscal era (y sigue siendo) elevada y las empresas no tributaban lo que tributarian en un estado capitalista mínimamente avanzado. Los beneficios empresariales tributaban de manera muy deficiente o no lo hacían en absoluto. El estado se quedó rápidamente sin recursos. El único recurso que le quedó fue el de imprimir rublos y generar inflación. Eso provocó una pérdida del valor adquisitivo y la ruptura del acuerdo social que existía previamente. Todos los acuerdos sociales, salarios, pensiones, etcétera, dejaron de tener sentido. La inflación galopante obligó a los pensionistas a volver a trabajar y aniquiló toda la legalidad que se había acumulado durante la Unión Soviètica. Pero políticamente convenía, porque muchos de los empresarios no querían pagar impuetsos y porque era una manera de romper los acuerdos sociales que no podían cambiarse de un día para otro a golpe de decreto. El mecanismo para conseguirlo fue la devaluación de la moneda. Eso formaba parte del caso, que fue un caos planificado por determinados sectores sociales para desmontar la estructura administrativa del país.



¿Qué tipo de debates teníais con los trabajadores?


En este proceso, nuestro trabajo era intentar convencer a los trabajadores y sindicalistas que no vendieran su participación en la propiedad de la empresa, sino que la reinvidicassen para su colectivo laboral. En el momento clave de la transición, cuando Yeltsin llega al poder, el que hace es estimar el valor de todos los activos del país y dividirlo por el número de habitantes para asignar a cada habitante una participación en el valor del país. Este cálculo se hizo de manera fraudulenta. La gente recibió una especie de acciones y los directores de una empresa, si querían comprarla, tenían que reunir las acciones que valía para que el estado se la cediese. Lo que hicieron los empresarios fue comprar estas acciones a los trabajadores, mucho de los cuales llevaban dos mesos sin cobrar, sufriendo calamidades, y dispuestos a vender su participación a bajo precio, prácticamente los precios que les ofrecieron, porque así salían del brete en que se encontraban. La falta de perspectiva política y conocimientos económicos llevó a que la gente se desprendiese masivamente de estas acciones. La diferencia salarial en la URSS era de uno a seis. En este período surgió un núcleo de unas 200 ó 300 mil personas que, de repente, podían comprar el país. La única manera de que aquello fuera posible fue, evidentemente, a través del fraude, el robo y la extorsión.



¿Qué pensaban los trabajadores?


En la URSS la percepción de los trabajadores era que el director de la empresa no era una persona que los estuviera explotando (y, de hecho, era así), sino un intermediario entre ellos y un poder central que se encontraba muy lejos, el Gosplan, la oficina central de planificación en Moscú. Esta persona intermediaba entre el centro y ellos de manera paternalista. Por ese motivo muchos obreros pensaban que la transferencia a estos directores mejoraría todavía más su situación. Así que les vendieron sus acciones. Pero, obviamente, cuando esta persona pasó a tener la propiedad de la empresa ya no se comportó del mismo modo.

Uno de los problemas añadidos era que, si había una incultura económica entre los trabajadores, también la había entre esta clase burocrática. Eso contribuyó a la caída del país. Muchos de estos directores ni siquiera sabían actuar como capitalistas. El primer error que cometieron fue, una vez apropiadas las empresas, capturar como beneficio económico toda diferencia entre costes e ingreso. Es decir, no amortizaron la maquinaria. Es un error grave. Ningún gerente en un país capitalista es capaz de cometer un error así, no entender que algún día tendrá que reponer la maquinaria. Como que se trataba de empresas públicas, la inversión siempre la hacía el estado, no partía de una acumulación interna en la misma empresa. En algunos lugares, cosas como alguna reposición, reparar el techo o poner las bombillas podía correr a gasto de la empresa, pero en cualquier caso la gran inversión procedía del estado. Y estos gerentes que se apropian de las empresas que habían hecho funcionar durante decenios siguen actuando al día siguiente como lo hicieron durante todo aquel tiempo.

Durante la URSS, el Estado se quedaba antes con los beneficios. Había corrupción, pero vista la corrupción que hay hoy en día, la corrupción de aquella época nos parece de risa. Corrupción, en aquella época, quería decir que el director se llevaba a casa un televisor o dos botellas de champán. Era una corrupción que tenía efectos sobre todo en el plano moral. El drenaje de recursos se hacía en la infeiciencia y no porque nadie acumulase grandes cantidades de bienes materiales, entre otras cosas porque uno de los aspectos de la cultura, de la sociedad soviética (tampoco necesariamente demasiado sano, pero era parte de como era la gente) era la envidia. Si el vecino tenía demasiadas cosas, inmediatamente se generaba un entorno agresivo. Quien tenía, tenía que esconderlo y no hacer ostentación, porque de lo contrario tenía quedar explicacions de dónde había salido todo aquello. Era una sociedad que se vigilaba mutuamente y la corrupción estaba limitada.

Cuando llegó el cambio, esta corrupción ya no es de un televisor, sino de coches, casas, inversiones, dinero que se saca rápidamente al exterior. Estos supuestos empresarios se quedan con la empresa, pero la gestionan mal, no hacen, por ejemplo, ninguna inversión. Muchos se convirtieron en simples liquidadores de empresas. Es decir, compraron la empresa y vendieron la maquinaria como chatarra. Es cierto que la situación era muy difícil. Tal era el caos dentro de la Rusia post-soviética, que una fábrica de tejidos, por ejemplo, tenía muchas dificultades para conseguir algodón, porque los transportes no funcionaban o la materia prima se robaba durante el transporte. Al final muchos optaron por vender la maquinaria a los japoneses como chatarra a cambio de tener una cuenta corriente en Suiza, pongamos por caso. En muchos casos se vendieron los terrenos o los apartamentos que eran propiedad de la empresa. Estas liquidaciones no ayudaron a la economía, más bien todo lo contrario: mucha gente terminó en la calle y sin nada, ya que había vendido antes sus acciones de la empresa.



¿Qué papel jugó el capital extranjero?

Las empresas que aún se resistían se vieron forzadas a vender la propiedad a empresas extranjeras a precios muy bajos, la mayoría de las cuales tenía como objetivo cerrarlas para terminar con la competencia. Para evitar una catástrofe, en Polonia, por ejemplo, tuvieron que aprobar una ley excepcional que prohibía la compra de terreno por parte de alemanes.
En Rusia, las “inversiones” fueron, sobre todo, estadounidenses. Durante toda la transición había un cierto papanatismo hacia la superioridad estadounidense. El pueblo ruso se ve en este momento derrotado por una potencia que económicamente parece mayor y más capaz, y por lo tanto, el país a imitiar se convierte inmediatamente en los EE.UU. Al menos para una parte de la sociedad. La otra se convirtió al antiamericanismo, que se irá reforzando con el paso del tiempo. En sus inicios había un elemento racional en todo esto, porque los directores rusos se habían limitado en su mayoría a liquidar empresas, pero esta esperanza se desvaneció rápidamente. Estados Unidos no optó por construir un aliado estratégico ayudando a su desarrollo, sino que intentó arruinar al país tanto como pudo. Se siguió vengando del enemigo de la Guerra fría en el pueblo ruso. No era un problema que tuvieran solamente los antiguos dirigentes del Kremlin, a algunos de los cuales los trató i sigue tratando muy bien, sino que era un conflicto que tenía con el pueblo ruso. Y el pueblo ruso ha pagado este odio de sectores influyentes de Estados Unidos y sus aliados. Si algún país ha sido beligerante con Rusia, ése ha sido EE.UU. Yo creo que a medio plazo el antiamericanismo jugará un papel fundamental en Rusia, porque el pueblo ruso se siente engañado y estafado. Todas estas empresas, en el mejor de los casos, se convirtierion en plataformas de distribución de mercancías del extranjero.



De hecho, la dependencia externa continúa siendo uno de los problemas de la economía rusa.


Rusia pasó de ser un país que tenía todo tipo de producción industrial a convertirse en un país exportador de materias primas. Lo que acaba salvando a Rusia es el gas y el petróleo. Pero, claro, eso no es propio de un país desarrollado, es propio de un país de la periferia que compensa todas sus deficiencias estructurales exportando materias primas: petróleo, gas, madera...



¿Qué explica la pasividad de la población rusa?

Hay diversos factores que explican este fenómeno. En primer lugar, políticos y culturales. La gente había delegado la política a los dirigentes. La idea general era que otro tomase las decisiones, porque tomar decisiones, después del estalinismo, era un asunto arriesgado.
La URSS era una sociedad que teóricamente estaba en manos de los ciudadanos, pero éstos en realidad no participaban políticamente ni tenían cultura política. El efecto desmoralizador que supuso ver cómo estos dirigentes, que hasta hace cuatro días hablaban de socialismo, se convertían en los primeros ladrones, fue enorme. El péndulo pasó rápidamente de un lado al otro. El rico quería demostrar que era rico, entre otros motivos, para atemorizar a la gente que tenía a su alrededor. Yo no he visto en Occidente tanta ostentación como la que había en la Rusia de entonces: en coches, en vestidos, en escoltas (como el país había quedado en manos de mafiosos y la ley no se aplicaba, muchas cosas se solucionaban simplemente a tiros). Uno de estos “nuevos rusos” podía llevar una escolta de 20 personas armadas, con las armas visibles. Veteranos de Afganistán, mafiosos... Empujando a la gente por la calle en Moscú mismo. La sensación de impotencia ciudadana, en un país donde hasta entonces los policías ni siquiera llevaban pistola cuando patrullaban (casi nunca pasaba nada), augmentó considerablemente.



¿Cuál fue el proceso que llevó del entusiasmo al desengaño y después a la nostalgia?

Si la gente pudiera votar, lo haría a favor de volver a la situación anterior. Pero las estructuras han cambiado. Y los cambios no son fácilmente reversibles. Es un proceso largo, pero como todo proceso social, hay cosas que se van acumulando lentamente, hasta que en un momento dado explotan y después se aceleran inmediatamente.

¿De dónde venían los problemas? En los años veinte el estalinismo despolitizó a la sociedad. La participación política se transforma en una sumisión cuasirreligiosa. Las decisiones se van delegando en escalas superiores de la jerarquía, porque cualquier decisión podía hacerte terminar en un campo de concentración. La gente s elimitaba a cumplir estrictamente las órdenes. Eso empobrecía la sociedad. El estalinismo transformó un país agrario en uno industrial. En los treinta existe la sensación de que Rusia está asediada y de que en cualquier momento serán aniquilados. La sensación tenía una base real. Como estamos asediados, se piensa, hay que acabar con el enemigo en cualquiera de sus expresiones, entre ellas la disidencia.

La Segunda Guerra Mundial reactivó la sociedad por la sensación, nada equivocada, de que, o ganaban, o eran destruidos como nación. Se puso marcha de nuevo toda la creatividad revolucionaria: la gente no espera a recibir órdenes y toma la iniciativa para producir, para combatir, para improvisar la defensa.
Pero terminada la Segunda Guerra Mundial, todo eso se termina. Después de la Segunda Guerra Mundial, la sensación de ser destruidos desaparece. Jruschov intenta corregir las desviaciones del estalinismo, pero el legado es demasiado grande. Después lo intentaron Kossiguin, Andrópov y, finalmente, Gorbachov. En la historia soviética hay un intento permanente de salir del modelo de socialismo estatalista para ir hacia un modelo descentralizado: en la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin, en el intento de reforma de Kossiguin o en la perestroika de Gorbachov. Pero la inercia siempre fue demasiado grande. Breznev destituye a Jruschov, y durante su mandato, que parece muy tranquilo, el estancamiento se extiende como un cáncer. Breznev hace, a grandes rasgos, una combinación para salir del brete: saca todos los elementos represivos del estalinismo, pero manteniendo sus funciones económicas, muy estatalizadas e ineficientes. No hay incentivos materiales, ni incentivos económicos. Los incentivos morales no tienen una duración estructural, sólo se mantienen en tiempos de crisis y guerra. ¿Por qué trabajaba la gente durante el estalinismo? Por miedo. El estalinismo era un sistema brutal e inmoral, pero, tristemente, que funcionaba económicamente. Con Breznev se mantiene la fachada ideológica a la vez que se eliminan los castigos, y el sistema, lógicamente, se va pudriendo, de manera que, cuando llega Gorbachov al poder años después, se encuentra con una productividad muy baja.

Te doy un ejemplo: durante una serie de visitas a una fábrica vimos a un hombre sentado en una silla sin hacer nada. Cuando preguntamos cuál era su función, nos respondieron que formaba parte de la plantilla. “¿Y por qué lo tenéis sentado?”, preguntamos. “Este hombre es un alcohoólico. Si lo ponemos en la cadena de producción nos causa problemas. Por lo tanto, preferimos tenerlo sentado y que no nos dé quebraderos de cabeza”, me respondieron. Eso tiene una parte humana importante (nadie se planteaba su despido), que forma parte de la ambivalencia moral de la URSS. Pero eso mismo destruía el país. Porque, a finale de mes, cuando aquella persona recibía su salario, era el mismo que el del obrero que había ocupado su puesto de trabajo de ocho horas, generando un sentimiento de agravio comparativo. Así que mucha gente comenzaba a plantearse por qué esforzarse si, en cualquier caso, cobraría igual. Todo eso hizo que la gente perdiese el interés y la motivación por su trabajo, y agravó la situación. Pero, ¿cuál era la situación? ¿Una vuelta al estalinismo, a la coacción? ¿Introducir mecanismos de incentivos salariales?



Muchos ven en la reforma de Gorbachov la brecha por donde se coló el capitalismo.


La reforma era necesaria. Pero en esta situación, la gran mayoría social era incapaz de tomar la iniciativa. No hubo ningún diálogo social para corregir este tipo de situaciones, apra encontrar soluciones justas en lugar de normalizar un hecho que no lo era.
Era una salida complicada, que necesitaba mucha participación de la gente, porque en el momento en que se descentraliza la economía, la gente no acaba de entender la necesidad de un socialismo autogestionario. Todo el mundo ve que un socialismo estatalizado –y mucho más después de la experiencia soviética– retrae la iniciativa popular y tiene aspectos muy desagradables. Pero un socialismo descentralizado implica que la sociedad tiene que crear tipos impositivos, límites sobre qué nivel de desigualdad es aceptable, cuál es el salario base para que las personas marginales como la del caso anterior no queden en situación de riesgo de pobreza, etcétera. Y eso implica una gran participación social para reorganizar a la sociedad. Si la personas se retraen, si se niegan a participar, si se hace una asamblea de trabajadores y nadie habla, la reforma no es posible. Éste era el problema.

Quienes se apropiarion de los recursos también se apropiaron de la iniciativa política.
Y buscaron la brecha, que fue efectivamente la reforma, para convertir lo que tenía que ser una reforma de carácter socialista en un paso en dirección al capitalismo salvaje en un período muy breve de tiempo. Se cuelan por esa brecha, pero no por la reforma en sí, sino por la pasividad política de la población. Una población que había perdido su protagonismo, que no entendía lo que sucedía después de años de escuchar que aquel socialismo en el que vivían era el correcto. Es una situación muy complicada. Esta misma tradición jugó en contra del cambio hacia un modelo de socialismo descentralizado.



¿Qué pasó con el Partido Comunista?

Todos los partidos posteriores salieron del Partido Comunista. Y no de cualquier sitio, sino de la dirección misma, del Comité Central. Después del golpe de estado de Yeltsin [en 1993], la misma persona que antes ocupaba un cargo seguia ocupándolo en el nuevo régimen, sin cambiar de despacho ni de teléfonos. Una pequeña parte de la gente continuó en el proyecto de transformación social, pero no fue el caso, obviamente, de la mayoría de dirigentes, todos los cuales procedían del PCUS. En el PCUS existía la sensación de que el negocio se había ido a pique y había que montar otro.
Cada uno se montó su propio partido, buscando un pretexto ideológico. Para aquella gente, educada en la época de Brezhnev, donde cada vez había más diferencias entre lo que se decía y lo que se hacía, el ejercicio de la política era el ejercicio del cinismo y de la mentira. En lugar de hablar del pueblo soviético comenzaron a hablar del pueblo ruso y la iniciativa individual. Pero son las mismas personas, que a veces, con la fe del consverso, adoptan otro catecismo, con el mismo cinismo que tenía antes.

Recuerdo la siguiente anécdota: el alcalde de Bucarest tomó la decisión de destruir el monumento a Marx. Un socialismo fue a verlo para protestar contra el fanatismo de llegar a destruir una estatua de Marx, que no tenía culpa de nada, y pedirle que detuviera la demolición. La respuesta que le dio fue: “No te preocupes. Probablemente tengas razón. Pero ahora la gente nos pide que la destruyamos. Si consegues cambiar su opinión, ven a verme de nuevo para que la vuelva a poner.” La idea que había al detrás no es sólo la hipocresía de esta persona, sino que él se veía a sí mismo siempre como alcalde. Si para serlo antes tenía que colgar un retrato de Marx, ahora sólo tenía que cambiarlo por el de Milton Friedman. Y, si la gente cambiaba, entonces él sacaría el de Friedman y volvería a poner el de Marx.

El PCUS básicamente estalla en una serie de partidos políticos que después acaban convergiendo hasta lo que hoy es Rusia Unida. Tienen a algunos críticos con el gobierno soviético, pero básicamente se compone de antiguos funcionarios del partido y siguen funcionando del mismo modo que siempre lo habían hecho con sus aimgos, sus familias y sus círculos de influencia.



¿Y el núcleo duro del PCUS?


El PCUS se disolvió para disolver a la entidad que había designado a mucha gente en sus cargos. Al desaparecer esta entidad, nadie los podía echar, al menos tmeporalmente. Por ese motivo quien disuelve el PCUS es, básicamente, la misma dirección del propio PCUS. Y quieren una disolución rápida, no sea que haya otro golpe de estado y la nueva dirección los destituya a todos. Así se disuelve el organismo del cual, irónicamente, partía su legitimidad, en el que habían hecho carrera política y gracias al ocual ocuparon su cargo. El Partido Comunista restante se componía de una base social que, en buena medida, se sintió engañada, y que, adoptando una actitud nostálgica, lo reconstryue.



Pero sin ningún tipo de autocrítica y con un fuerte componente nacionalista.

La mayoría de dirigentes comunistas continua teniendo vínculos muy estrechos con el antiguo sistema. El Partido Comunista no ha jugado un papel radical de oposición a las medidas de liberalización. Juega un papel de acompañamiento, de “leal oposición”. Por otra parte, una parte de estos cuadros intenta recuperar la situación que tenía en el pasado.


Con el cambio de sistema se podía pasar de tenir mucho poder a quedar mal colocado. La gente que quedó mal colocada se quedó en el Partido Comunista, junto a muchos que seguían compartiendo le ideal socialista, pero es un ideal socialista que mira, sobre todo, al pasado. Para muchas deestas personas, el programa simplemente es volver a lo que había antes, a pesar de que la historia no vuelve nunca para atrás. Esta nostalgia hace muy difícil que a corto plazo pueda recuperar un papel relevante. Todo esto, en cualquier caso, es muy incierto, como lo son todos los procesos sociales. El Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF), que actualmente es el principal partido de la oposición, tampoco tiene propuestas serias.



¿De dónden surge el nacionalismo?


Surgen de la percepción, real, de que los están destruyendo...



¿Y fenómenos hasta entonces desconocidos, como la xenofobia?

No eran fenómenos desconocidos, ése es era el problema. Uno de los elementos que articula el estalinismo en los últimos años es el antisemitismo. Los judíos tuvieron el papel de chivo expiatorio de los problemas de la URSS, de lo que no funcionaba. Yo lo viví durante la época de Gorbachov, a quien también acusaban de ser judío sectores próximos a Yeltsin. La envidia hacia los judíos era muy grande, porque los judíos, perseguidos secularmente, vieron en la URSS la posibilidad de liberarse. Muchos de los dirigentes bolcheviques son de origen judío. ¿Por qué? Porque son un grupo perseguido y porque su tradición interna de grupo oprimido es muy importante, para sobrevivir en la sociedad, obtener una cualificación. En la URSS, cuando comienza a generalizarse el acceso a las universidades y academias, los judíos animan a sus hijos a estudiar. Como consecuencia, la representación judía en la intelectualidad era enorme. Eso se interpretó entre la población rusa como si los judíos se ayudasen entre ellos o incluso conspirasen contra los rusos étnicos. Yo recuerdo haber visto en Leningrado, poco antes de la disolución de la URSS, carteles que parecían propios de la Alemania nazi, con lemas como “los judíos están destruyendo a la Unión Soviética” o “los judíos nos roban”. El antisemitismo y el racismo fueron utilizados como válvula de escape para todo lo que fallaba en la URSS. A corto plazo, muchos judíos se marcharon del país, gracias también a la política de Israel, que favorecía su emigración, sabiendo perfectamente que se trataba de inmigrantes cualificados. Desde el punto de vista cuantitativo, puede que no fuera muy significativa, pero desde el punto de vista cualitativo sí que lo fue y contribuyó al declive del país.



¿Qué pasó con el resto de repúblicas soviéticas?

En general no tuvieron muy buen final. No olvidemos que en las repúblicas bálticas la población rusa continua sin tener papeles. Con el argumento de que no conocen las lenguas propias de estos países se les niega el pasaporte y el derecho a votar. Hablamos de familias que llevan viviendo en el territorio desde hace generaciones, cientos de años. Y la Unión Europea permite esta aberración.
Eso ha dividido el país en dos campos, porque son culturas y lenguas muy diferentes. Los rusos no son reconocidos en ninguna de las repúblicas bálticas como minoría. Evidentemente, eso genera un aumento del nacionalismo panruso y una dinámica muy peligrosa de cara al futuro. Los rusos que viven en Lituania, desprovistos de papeles, se convierten en mano de obra a bajo precio, que a su vez presiona el mercado laboral a la baja. Y además está la historia: los nacionalistas lituanos apoyaron a los alemanes durante la Segunda Guerra Mundia. Y dos generaciones son pocas.

La población rusa vive marginada, no tiene derecho a voto y en las zonas donde viven hay una falta de inversiones consciente y buscada. Todo eso tenía que haberse terminado con la Unión Europea, que teóricamente no permite este tipo de discriminación. Pero no ha pasado nada. Se ha permitido que estos países sigan funcionando así. De hecho, lo ha empeorado, porque el nacionalismo báltico se ve legitimado para continuar y aumentar esta discriminación.



¿El grupo de investigación continuó?

Continuó con muchísimas dificultades, y, desde el punto de vista institucional, está en la marginalidad. En Rusia los sujetos políticos continuan muy anclados en el pasado. El KPRF es un partido con muchas particularidades, especialmente en la dirección. Muchos de ellos tienen vínculos con gente muy alejada políticamente del comunismo. Cuanto más lejos queda todo aquello, cuanto más dura es la realidad, cuanto más pasa el tiempo, más se olvidan los defectos que tenía el sistema y más se idealiza. Hasta que no haya un cambio generacional es difícil que puedan surgir cosas nuevas. La primera generación que no tiene recuerdos y no ha estado implicada en aquel proceso, y que, por lo tanto, no tiene trapos sucios que esconder, ahora comienza a participar políticamente. Ya veremos lo que pasa.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178771

¡Saludos!
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Vsego
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Re: 20 años sin la Unión Soviética

Mensaje por Vsego »

Muchas gracias por el articulo Kozhedub, me ha parecido superinteresante!

Algunas cosas las veo pilladas por los pelos, como, en mi opinión, la ingenuidad con la que habla de la elite judia, como si todo lo hubieran conseguido a base de esfuerzo :roll:

Me gusta que ha definido claramente lo del 93 como golpe de estado, sin eufemismos tan de moda en Rusia como "enfrentamiento entre el poder legislativo y el ejecutivo" (sic).

Un saludo!
Elegisteis la cobardia para evitar el sufrimiento, y tendreis cobardia y sufrimiento.

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