Mijaíl Gorbachov

Historia de la URSS, nacimiento, superpotencia, desaparición.

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Siberia
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Siberia »

La entrevista a Gorbachov del 02-03-11 traducida en RT:


Nurgle
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Nurgle »

80 años muy lucidos:
Un ateo que es igual a Dios
5 de marzo de 2011
Sofikó Shevardnadze, Bolshoy Gorod
La nieta del ex presidente georgiano, Sofikó Shevardnadze, ha mantenido una conversación con el primer y único presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, sobre Obama, los mostradores vacíos, la película “Cargo 200” y sobre los la situación política.

Hace muy poco Ud. se convirtió en bisabuelo. ¿Ha cambiado ese hecho algo de manera radical?

— Una corresponsal del periódico “Komsomólskaia Pravda” me ha dicho: “¿Sabe Ud. que los bisabuelos van directamente al cielo sin pasar ningún control de entrada?” Será que no son muy numerosos. Yo le he respondido: ¿Y qué voy a hacer yo en ese cielo?



¿Prefiere el infierno?


— ¿Qué voy a hacer? ¿Llevar a las ovejas a pastar? Eso no es para mí. Bueno, eso de ser bisabuelo es agradable. Nosotros seguimos manteniendo el culto a la familia, seguimos muy unidos. Vendimos nuestros pisos y hemos comprado una casa. Ahora vivimos todos en ella.



¿Cuántos vivís allí?


— Bueno, yo con mi despacho. Irina (la hija) con su marido, Xenia (nieta), que ahora van a ser tres, y Nastia (nieta). Cada uno tiene su apartamento independiente.



¿Nota Ud. que su nombre cobra cada vez más popularidad con el tiempo?


— Eso está bien. No tanto para mí, que ya he visto de todo. Pero a Raísa le afectó mucho. Cuántos mitos, cuántas leyendas fueron inventadas… Tardaron en comprenderla. Y sólo más tarde, cuando se estaba muriendo en Munster… llegaron miles de cartas desde todas las partes del mundo. Los periódicos escribían sobre ella, pero no pude llevarle nada de eso al hospital, las normas eran muy estrictas. Sólo pude enseñarle el artículo de Izvestiya que se titulaba “Lady Dignidad”. Se lo leí, ella se puso a llorar y dijo: “Resulta que me tenía que morir para que la gente me comprendiera”. Ahora me cuesta decirlo sin llorar… Se fue demasiado pronto. Era muy vital, joven, no quería convertirse en una vieja. A Raísa le gustaba mucho la parábola sobre las edades de la mujer: “Una niña. Una muchacha. Una mujer joven. Una mujer joven. Una mujer joven. Una vieja”.



A su parecer, ¿el mundo era más seguro en sus tiempos o ahora?


— Los años ochenta fueron una década muy tensa. Se habían acumulado montones de armas nucleares, empezaron a darse fallos en los sistemas habilitados para su control… Una vez pasó una bandada de gansos desde la URSS hacia Canadá. En los radares estas bandadas se parecían a las siluetas de los aviones bombarderos soviéticos. Menos mal que nadie perdió la cabeza en ese momento, porque sólo por este fallo podría haber empezado una auténtica guerra. Había una falta de confianza tremenda. Durante seis años nuestra administración no había estado en EEUU, y a nosotros tampoco nos había visitado nadie. Pero a pesar de todo conseguimos crear una atmósfera de confianza.



¿Dónde está ahora esa atmósfera?


— Ahora, desgraciadamente, todo lo que conseguimos entonces en las relaciones con los estadounidenses se ha echado por la borda. Estamos viendo todos los indicios de una nueva carrera armamentista. Afortunadamente hay menos armas nucleares, pero hay de sobra para destruir el mundo varias veces. Todo esto está mal, muy mal. Aunque, sea como sea, todavía estamos vivos los que hemos sacado al mundo de la Guerra Fría. Mientras vivamos, tenemos que intentar encontrar una solución junto con la nueva generación, la generación de Obama.



Pero Ud. mismo reconoce que las relaciones entre los EE UU y la URSS iban mucho peor entonces. ¿Por qué fue posible llegar a un acuerdo y ahora no se consigue lo mismo?


— A la gente le falta competencia, responsabilidad y sabiduría. Aquí todo el mundo se ha aficionado demasiado a ganar dinero y a dedicarse a sus cosas personales. Eso no se hace, a un político de verdad no le tienen que preocupar estas cuestiones. Claro que tiene que vivir de una forma acomodada, pero no tanto como para volverse loco. Sin yates, ni una flota especial ni todas estas tonterías. Mientras que en los años 80 se juntó gente que se atrevió a responsabilizarse de las cosas. Personalidades de gran categoría: Thatcher, Reagan, Mitterand, Andreotti, González, etc.



Se suele decir que en su tiempo la política se regía por ideas, mientras que ahora la definen los intereses de los grandes grupos empresariales. ¿Es así?


— Los políticos de mi época, a pesar de todo, eran más morales. En cambio, luego empezó algo increíble. Empezaron a saquear Rusia, lo que fue un auténtico robo. No me lo llego a perdonar. Sobre todo el hecho de haber sido demasiado liberal y no haber mandado a Borís Yeltsin donde había que mandarle en una época determinada. Fue mi gran error.



¿Sigue pensándolo incluso ahora?


— ¡Sí! ¿Por qué en un primer momento valoré tan bien e incluso apoyé a Putin? Porque Rusia, en general, estaba con todas las tuercas aflojadas. Aquello podía acabar mal. El país estaba lleno de armas muy poderosas… Y a pesar de todo, Putin lo consiguió. No tenía tiempo para estudiar los fundamentos de la democracia. Había que concentrar el poder. ¿Qué clase de poder era si dos tercios de las autonomías no respetaban en sus estatutos a la constitución rusa? Aquello era una desintegración total. El ejército se descomponía, la educación estaba destruida, la ciencia, en un estado pésimo, todo. Lo que hizo Putin en su primera etapa quedará para la historia. Pero luego… hay que modernizar el país, pero ¿quién va a cumplir con los planes de Putin? Veo que se esfuerza y exige a la sociedad, pero, a pesar del esfuerzo, no le sale demasiado bien.



De todo lo que hacen Putin y Medvédev, ¿qué es con lo que no está de acuerdo?


— Tengo serias quejas respecto a la creación de nuevos partidos. Los partidos son la base de la democracia. Pero, ¿qué clase de partido es “Rusia Unida”? Una aglomeración de funcionarios. Lo que la administración ha hecho con el sistema electoral también está muy mal. Una persona o un grupo de personas no pueden llevar a cabo la administración. De momento la gente se fía de Putin, pero ya sabe Ud… A principios de 1990 y según las encuestas, Gorbachov tenía entre el 60 y el 80 % de los votos y Yeltsin estaba en segundo lugar con un 12 %. Pero en otoño empezaron los problemas: las tiendas vacías, todo el país haciendo cola, etc. Uno puede perderlo todo muy rápido. No me gustaría volver a ver nada semejante, a decir verdad. También se han pasado con el tema de traer funcionarios de San Petersburgo. Parece que dentro de poco empezarán a enviar a Moscú los barrenderos de San Petersburgo más importantes para ocupar los puestos.



¿Le da pena observar lo que está pasando ahora entre Rusia y América?


— Bueno, eso de sentir pena es una posición demasiado sentimental. Los políticos no se tienen que sentir apenados u ofendidos. Pero estoy preocupado, al fin y al cabo, soy una persona viva y no una momia.



¿Pero quién tiene la culpa, Rusia o Estados Unidos?


— Es una cuestión importante. Rusia no tenía intenciones de declarar la guerra a EE UU, y las sigue sin tener. Putin al principio intentó mejorar las relaciones, todo el mundo lo ha visto. Tras el 11 de septiembre fue el primero en apoyar a Bush, en proponerle su colaboración en la lucha antiterrorista. Pero la otra parte… allí era evidente que todo el mundo sintió que la historia no volvería a dar semejante oportunidad: con todos sus adversarios derrotados y Rusia muy debilitada y sin visos de restablecerse a medio plazo, había que aprovechar el momento para apropiarse de todo, y fue cuando Estados Unidos se metió en Irak. Pero la ambición de dirigir el mundo a solas no lleva a nada bueno. Es una estrategia errónea. Por ejemplo, cuando el Senado estaba aprobando los presupuestos y, de repente, el ministro de Defensa (le conozco muy bien, es el ex director del Servicio Central de Inteligencia) irrumpe y dice: “¡Puede que tengamos que combatir también con Rusia y con China, dadnos más dinero!” Tenía tantas ganas de añadir dinero al presupuesto militar… eso es lo que tienen en la cabeza.



Pero según los resultados de las últimas elecciones, no es sólo eso lo que tienen en la cabeza.


— Sabes, hace tres años di una conferencia en Estados Unidos y dije que evidentemente teníamos muchos problemas con la democracia y con las elecciones, pero EE UU también tiene sus problemas. El país está extenuado por las acciones militares, Europa ya ha superado a EE UU en lo referente al PIB. Entonces, en aquella sala abarrotada por 12.000 personas dije: “América necesita hacer su propia Perestroika”. ¡El aplauso de la sala fue impresionante! Ya en aquella época era evidente que todo el mundo estaba esperando cambios. Y ahí está el resultado. Elegir a Obama, un hombre joven y representante de otra raza. Todo eso es increíble para América.



¿Qué opina de Obama?


— Le he estado observando y pienso que Obama es un hombre muy capacitado, cosa que puede paliar su falta de experiencia. Pero la cuestión es que EE UU necesita cambios radicales. Creo que Obama no va a poder con ello.



¿Por qué?


— América es así.



¿Le gusta la política exterior actual de Rusia? Muchos la tachan de imperialista.


— Qué va, son tonterías. Putin dijo una vez respondiendo, creo que al corresponsal de Le Figaro: “Pero, ¿qué dice Ud., ambiciones imperialistas? ¡Si Rusia fue quien inició la desintegración de la URSS! ¡Si Rusia no eligiera la posición que ha elegido, el imperio no se habría desmoronado!



¿Qué le parece, podría Rusia llegar a ser algún día miembro de la Unión Europea?



— Hace dos años, en la ciudad de Passau, en el sur de Alemania, Kohl y yo nos encontramos con el público y a Kohl le preguntaron lo mismo. ¡Si vieras a esos 150 kilos levantarse de golpe! “¡Pero qué tonterías dice Ud.!” Y eso que Kohl es mi amigo, un amigo de verdad, no lo dice por decir. No, ni ellos ni nosotros estamos dispuestos a ello.



Ud. es el único político ruso que dijo que el hecho de que Rusia reconociera a Osetia del Sur y a Abjazia era un error. ¿Qué opina de este conflicto en general?


— ¡Estos georgianos me vuelven loco! Les tengo el mismo cariño que a los rusos. Me alegro de que, al parecer, los rusos no hayan decepcionado a los georgianos, ni los georgianos a los rusos. Claro que se dice de todo, pero es imposible evitarlo. Respecto a los acontecimientos de aquel agosto; desde hacía mucho ya les había propuesto a los georgianos que otorgaran un estatus federal a Abjazia y a Osetia del Sur, que desde hace tanto vivían prácticamente aparte. Pero los georgianos tenían miedo de que su estado se desintegrase. Y ahora no hay fuerza capaz de hacerles volver a Georgia. Rusia no podía adoptar otra postura. Pero lo que importa en estos momentos es no perder completamente la cabeza. Empezar las conversaciones que, por cierto, ya han empezado. Primero, todo el mundo discute y luego se sientan a comer juntos, es lo que suele pasar en nuestro Cáucaso. Es que yo también soy del Cáucaso y sé que allí todo se puede resolver y todo se puede estropear.

En general, en la diplomacia nunca hay que decir nunca. Todo puede ocurrir. Cuando se estaba terminando la Segunda Guerra Mundial, los ingleses incluso llegaron a decir que había que hacer lo imposible para que los alemanes dejaran de existir como nación. El proyecto estadounidense consistía en separar Alemania en varios estados al estilo de los principados. Pero la URSS se expresó a favor de una Alemania unida. Salió lo que salió. Pero, al menos, sí que salió algo. Creo que en nuestro territorio es posible crear una unión al estilo de la UE, en la que participarían Ucrania, Bielorrusia y Georgia.



¿Realmente cree que es real?

— Ahora mismo, no. Pero llegará el día en el que se vayan los que no lo quieren. No se trata de un imperio: nadie quiere volver a vivir en la URSS, pero todo el mundo quiere unirse y cooperar, las encuestas lo demuestran claramente.



Cuando Ud., como primer y el último presidente de la URSS, oye hablar de la desintegración del Imperio del Mal o del desmoronamiento del Gran Imperio, ¿qué siente? Si pudiera volver atrás, ¿cambiaría algo?



— Claro. Había que reformar el partido. En aquel entonces todo dependía del partido, y el partido lo frenaba todo. Había que descentralizar la Unión Soviética desde el principio: otorgar derechos a los estados independientes conservando un estado confederativo y demócrata. Nos vimos obligados a resolver los problemas acuciantes del momento. Aumentábamos los sueldos a los maestros, las pensiones eran una miseria… En aquel momento gastamos en esto 45 mil millones. Fue justo entonces cuando los precios del petróleo cayeron hasta los 10—12 dólares. ¡Dos tercios! Lo hizo Arabia Saudí porque se lo pidió Reagan. Hace poco lo reconoció públicamente MacFarlane, el antiguo ayudante de Reagan. Ese fue el golpe bajo del “amigo Reagan”. Otra cosa que tengo clara: en el momento clave, cuando resultó que había dinero pero no se podía comprar nada con él, había que haber cogido del presupuesto militar unos 15 ó 20 mil millones de dólares, multiplicarlos por 6 (que es lo que nos costaba comprar un dólar) y ya está, habríamos dispersado la tensión formada en el mercado. Porque la gente te apoya sólo mientras las tiendas estén llenas. De momento eso no falta, y mientras Putin lo garantice, todo irá bien, por mucho que diga la gente.



¿Siente nostalgia por la Unión Soviética?


— Claro que tengo mucho que lamentar. Escribí varios libros para explicar que era posible conservar la Unión. Pero las encuestas demuestran que la gente siente nostalgia pero no quiere volver atrás. Sólo lo quiere un 9 %, como mucho. Otra cosa es la cooperación entre los países. Una unión nueva, en la que no habría que tener miedo ni colocar misiles, sin que Ucrania o las repúblicas del Cáucaso tuvieran que entrar en la OTAN… Pero no es más que una idea.



— En abril la periodista Zoya Svétova le envió una carta abierta pidiendo su colaboración en la liberación de Vasili Aleksanián. Le dieron la posibilidad de salir bajo fianza. ¿Ud. tiene algo que ver con esto?



He apoyado el tema.



Muchísima gente que conozco ha recibido la carta que solicita conceder el indulto a Svetlana Bajminá. ¿Ud. la ha firmado?


— Dije que no iba a firmar nada. En general, intento evitar eso de las firmas. Pero dije que me unía a la solicitud y la apoyaba. Eso lo puede decir públicamente.



¿Cómo vive ahora el presidente de la URSS? ¿Por ejemplo, dónde le gusta pasar las vacaciones?


— Siempre he ido a pasar las vacaciones fuera, al mar, con toda la familia y los amigos. Pero la última vez no fui por cuestiones de salud. La salud, quieras o no quieras, va empeorando. Empeora, aunque sea poco a poco.



¿Qué ha leído recientemente?


— Últimamente leo poco, cosa que me da pena. Pero veo mucho cine, tanto ruso como americano. También me gusta el cine francés. Por ejemplo, las películas de Lunguín me gustan todas, creo. Somos amigos, incluso tenemos algunos planes juntos. Está muy bien hecha la película “El batallón correccional”. Y luego “Cargo 200”.



No me diga que le gustó “Cargo 200”.


— En este caso no importa si te gusta o si te deja de gustar. Es una película muy importante para que sepamos y recordemos lo que nos está pasando. Claro que también hay muchas tonterías. Por ejemplo, he dejado de ver series.



¿Antes las veía?


— Al principio sí, pero luego lo dejé. La gente dice que hay algunas buenas, pero las he dejado de ver. Tenemos una gran colección de vídeos. Si dejamos aparte todas estas carnicerías americanas, tenemos películas políticas muy agudas, sociales, y también unos melodramas impresionantes.



¿Oye música en el coche?


— Oigo noticias, principalmente. Pero también suelo escuchar el canal clásico.



Una cosa que interesa a todo el mundo: ¿utiliza Ud. el maletín de Louis Vuitton?


— ¿Qué?



El maletín de Louis Vuitton, es un bolso, ¿lo usa Ud.?


— No.



¿No?


— Para entendernos, a mí no me financia nadie. Por ejemplo, para Yeltsin fue creada una fundación entera, con financiación y personal asignado. Pero yo me lo tengo que financiar todo por mi cuenta. Claro que busco patrocinadores, y es que tenemos mucho trabajo. La fundación ha crecido, es casi un imperio. Me veo obligado a viajar mucho dando conferencias remuneradas.





En la foto para la publicidad de Louis Vuitton en la que Ud. está sentado en un coche, al lado hay un número de “The New Times” con una portada en la que se hace mención a la historia del envenenamiento de Litvinenko. ¿Es una coincidencia?


— Totalmente. Bueno, puede que para ellos no. Es lo que pasa, a mí me ponen en un lado, a ti en otro, y ya está.



Se habla mucho de que su guardaespaldas es una persona muy leal que no le ha abandonado nunca.


— En general, tengo pocos guardaespaldas. Hacen turnos, tres guardaespaldas y un jefe, un coronel de las tropas de desembarco.



Mi abuelo en su época creía ciegamente en el comunismo, luego se hizo demócrata, luego fue bautizado. A día de hoy aún no sé si es creyente o no. ¿Y Ud., cree en Dios?



— Sabes, hace poco me entregaron en Italia el premio de San Francisco de Asís. Llegó un cura desde Roma, me hizo de guía y estuvimos hablando un buen rato. Y de repente, veo en los periódicos italianos que Gorbachov se ha arrodillado ante la tumba de San Francisco y casi ha abrazado el catolicismo. Aquí la gente retomó el tema, hubo un barullo… Total, que tuve que decir que suelo visitar todo tipo de templos, tanto budistas, como sinagogas, mezquitas, iglesias ortodoxas y católicas, y que estoy bautizado. Pero quiero decir claramente: he sido y sigo siendo ateo. Pasó un día y todos se callaron: como ateo no le intereso a nadie.



¿Es verdad que de pequeño le cambiaron de nombre? ¿Primero le pusieron Víctor y luego Mijaíl?


— Mis padres me llamaron Víctor, pero pasados quince días, mi abuelo me bautizó en la aldea de al lado. Y cuando el pope le preguntó qué nombre me ponía, dijo: “Mijaíl”. No sé por qué.



Hubiera sido Víctor Gorbachev.



— ¿Sabías que Mijaíl es un nombre judío? Cuando empezamos a tener nietos, nos pusimos a ver los nombres en un libro. Pues, Mijaíl, traducido de hebreo, es “igual a Dios”. Así que el abuelo no se equivocó.
Camarada Lobo sabe a quien se come y no le pregunta a nadie si puede comerselo.
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Kozhedub
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Kozhedub »

— Se suele decir que en su tiempo la política se regía por ideas, mientras que ahora la definen los intereses de los grandes grupos empresariales. ¿Es así?


— Los políticos de mi época, a pesar de todo, eran más morales. En cambio, luego empezó algo increíble. Empezaron a saquear Rusia, lo que fue un auténtico robo. No me lo llego a perdonar. Sobre todo el hecho de haber sido demasiado liberal y no haber mandado a Borís Yeltsin donde había que mandarle en una época determinada. Fue mi gran error.
Lección de sutileza... :wink:
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Nurgle
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Nurgle »

Kozhedub escribió:
— Se suele decir que en su tiempo la política se regía por ideas, mientras que ahora la definen los intereses de los grandes grupos empresariales. ¿Es así?


— Los políticos de mi época, a pesar de todo, eran más morales. En cambio, luego empezó algo increíble. Empezaron a saquear Rusia, lo que fue un auténtico robo. No me lo llego a perdonar. Sobre todo el hecho de haber sido demasiado liberal y no haber mandado a Borís Yeltsin donde había que mandarle en una época determinada. Fue mi gran error.
Lección de sutileza... :wink:
O como se dice en español cañi:
-"Mas vale una vez morao, que ciento colorao" (La importancia de un gulag a tiempo, y no dejarse seducir por los halagos de tu enemigos declarados).
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Siberia
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Siberia »

¿Qué pensáis acerca de Gorbachov?

Mijaíl Gorbachov, primer y último presidente de la Unión Soviética, cumplió 80 años el 2 de marzo y la revista Vlast decidió preguntar a sus lectores qué opinan del arquitecto de la perestroika y de su papel en la historia.

6 de abril de 2011 - Revista "Vlast".


Petr Aven, presidente de Alfa Bank.
Gorbachov llegó para darnos libertad y cambió nuestras vidas para mejor. Es posible que no supiera lo que estaba haciendo pero, en general, creo que lo hizo bien. Conseguir renovar Rusia sin sangre ni violencia es un gran avance.


Alexánder Tkachev, gobernador de la región Krasnodar.
Su nombre está asociado con la situación geopolítica más dramática de la historia contemporánea rusa. Como consecuencia de los enormes desequilibrios en la alianza de fuerzas en el plano internacional, se convirtió en el “mejor alemán” y el mejor amigo de Occidente. Sin embargo, para la mayoría de la gente en la gran Madre Patria, su nombre se asocia a un sinnúmero de problemas y pérdidas irreversibles.


Alexánder Lébedev, copropietario de la National Reserve Corporation y socio de Gorbachov en el diseño de un partido democrático en Rusia en 2008.
Gorbachov personifica el principio socrático según el cual el mejor debería gobernar. Nos enseñó valores morales del más alto nivel. Este hombre cambió el mundo entero para mejor y no sólo los aspectos sustanciales de su vida privada, como sucede con tantos políticos.


Alexánder Rahr, director del centro Berthold Beitz del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores y autor de la biografía de Gorbachov.
Es el único ser viviente que ha cambiado el curso de la historia. En Rusia no lo quieren porque destruyó al imperio, pero al menos lo hizo junto con Yeltsin. Es un misterio para mí. Aún no comprendo del todo si él estaba esperando lo que finalmente sucedió , es decir, si verdaderamente quería dar libertad a los pueblos, o si sencillamente fue muy débil.


Mijaíl Barkov, vicepresidente de Transneft.
Al igual que muchos occidentales entendidos, considero a Gorbachov como alguien con poca visión de futuro, cobarde y ambicioso. En un momento de responsabilidad histórica se comportó de una forma negativa, aunque también tuvo algunos buenos momentos al comienzo. No sabía hacia dónde dirigía el país, carecía de esta noción básica.


Nikita Belykh, gobernador de la región Kirov.
Estoy agradecido a Gorbachov ya que liberó al país. Es cierto, cometió errores, pero ¿quién no? Gorbachov hizo un gran esfuerzo para mejorar Rusia.


Andrei Ilnitski, subdirector del Comité Ejecutivo Central de Rusia Unida.
Es el primer político soviético que no recurrió a la violencia para retener el respeto de la mujer amada. La historia del éxito de Gorbachov es la historia de su amor. Consideraba que no merecía a su esposa y siempre intentó probar que era el hombre indicado para ella. Yo no lo respetaba mucho durante las décadas de los ochenta y noventa, pero ahora creo entenderlo y lo respeto mucho como persona y como político.


Mijaíl Yemelianov, miembro de la Duma Estatal por Rusia Justa.
Es un perdedor político. Intentó conducir al país en un arduo período de transición, pero no estaba a la altura de las circunstancias. Todo lo que hizo llevó al colapso tanto del sistema como del país.


Alexánder Pochinok, miembro del Consejo de la Federación, ministro de Impuestos en 1999-2000.
Gorbachov es el salvador del mundo ya que contribuyó a reducir la amenaza de una tercera guerra mundial. Esta amenaza había sido una pesadilla durante décadas. No sin dificultades fue capaz de rebajar la tensión en un mundo bipolar. Sólo por esto Gorby siempre será recordado. Todos dicen: “podría haberse hecho mejor”, pero entonces, ¿por qué nadie lo hizo?


Vladímir Pejtin, vicedirector del partido Rusia Unida en la Duma Estatal.
Creo que Mijaíl Gorbachov es un demagogo y un traidor. Puso en marcha la perestroika con el fin de cumplir sus propias ambiciones políticas y arruinó al país de una manera vergonzosa. Y ahora se dedica a especular con un tono serio respecto a la eficiencia del presidente, del Gobierno y de Rusia Unida. Es fácil criticar y dar consejos, pero cuando él mismo tuvo una oportunidad de preocuparse por el bienestar de Rusia, no sólo la desaprovechó, sino que sumió al país en el caos y la ruina absoluta. Aún estamos lidiando con las consecuencias negativas de sus reformas.


Grigori Yavlinksi, miembro del Comité Político del Partido Yabloko.
Gorbachov es el hombre que trajo la libertad a la gente. Lo que la gente hizo con dicha libertad no es responsabilidad suya.


Ruslán Jasbulatov, presidente del Consejo Supremo de la Federación Rusa entre 1991-1993.
Gorbachov trajo la democracia a nuestro país, algo que ni Yeltsin ni Putin pudieron hacer. Por otra parte, siempre recordaremos la gran cantidad de errores que cometió. Sus reformas económicas no sólo fracasaron, sino que destruyeron un país poderoso.


Vladímir Jotinenko, director cinematográfico.
Todavía es muy pronto para juzgarlo. Gorbachov dejó la política no hace tanto tiempo. Aunque estoy convencido de que fue el hombre que Rusia necesitaba en un momento decisivo de su historia. Gorbachov no influyó en mi vida porque yo nunca he dependido de la coyuntura política.


Alexánder Kiselyov, director general del Correo Ruso.
Se trata de la mayor figura en la historia del siglo XX, ha tenido un papel fundamental tanto en la historia de Rusia como en la del mundo, y su nombre ya se ha inmortalizado. En mayo de 1985, visitó por primera vez mi Leningrado nata como Secretario General y tuve la suerte de ver a Gorbachov muy de cerca: se dirigió a la gente, traspasó la custodia y comenzó a hablar con nosotros. Me gustó esa franqueza.


Ilia Yashin, miembro del Consejo Político de Solidarnost.
Abrió las fronteras rusas y cambió al país por completo. A pesar de sus contradictorias reformas, liberó a millones de personas. Sin duda alguna se trata de un hombre que es parte de nuestra historia.


Valeri Jalilov, director de la banda del servicio militar del Ministerio de Defensa.
Gorbachov es el símbolo de la era pasada, que presenció la desintegración de la Unión Soviética, el colapso del Partido Comunista y de su ideología. Para todo hay un momento y, en ese contexto, Gorbachov fue el hombre indicado. Lo veo de un modo positivo, aunque también tiene sus puntos débiles.


Ígor Yurgens, presidente de la Junta Administrativa del Instituto de Desarrollo Contemporáneo y vicepresidente de la Unión Rusa de Industrialistas y Empresarios.
Es el hombre que me enseñó la palabra "consenso". Antes de Gorbachov era una palabra insultante o desconocida. Él la introdujo no sólo al vocabulario político, sino también a nuestras vidas. Sé que Gorbachov pudo haberse aferrado al poder hasta el último momento y tenía más posibilidades de hacerlo que los actuales líderes de Oriente Medio, por ejemplo. Siguiendo sus ideas de consenso, sin embargo, eligió no hacerlo y redujo la violencia a un mínimo. Esto de por sí ya merece un monumento.


Alexánder Rutskoi, vicepresidente de Rusia, 1991-1993 (en 1993 lideró el pulso con el entonces presidente Boris Yeltsin).
En mi opinión, Gorbachov es un hombre que traicionó a su país y a su gente. Algunos políticos le dan crédito por la democratización, pero yo creo que la democracia podría haberse construido sin destruir el país.


Kseniya Sobchak, presentadora de televisión e hija de Anatoli Sobchak, líder reformista democrático de principios de los noventa.
Definitivamente es un hombre de su era, y por eso hay que evaluarlo de un modo diferente. Dejó la política, perdió al amor de su vida y aún así siguió siendo un hombre con mayúsculas. La élite rechazó sus reformas. Yo misma no comprendo algunas cosas, pero se dejaba llevar por su idealismo, que es mucho mejor que el pragmatismo y el cinismo que tenemos ahora.


Valeri Semionov, vicepresidente del parlamento regional de Krasnoyarsk.
De no haber sido por Gorbachov no habría habido cambios en el país ni Rusia sería parte de la comunidad internacional en estos momentos. Nos dio libertad de pensamiento, para movernos y viajar al extranjero. Lo único que carece de justificación es el colapso de la Unión Soviética.


Anatoli Lokot, primer secretario del Comité Regional de Novosibirsk del Partido Comunista de Rusia.
Él es quien hizo que las esperanzas de una gran nación se derrumbasen. Con sus políticas, primero llevó al país a una crisis económica y, luego, a la desintegración política. No es casualidad que su cumpleaños no se celebre en Moscú ni en la región Stavropol, sino en Londres. Nadie lo necesita aquí.


Pável Sigal, vicepresidente de OPORA ROSSII, una organización de pequeñas y medianas empresas.
Es un político sobresaliente que inició gigantescas reformas en Rusia y en el resto del mundo. Las futuras generaciones valorarán eso. Lo que logró es mucho más grande que lo que no pudo hacer.


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Kozhedub
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Kozhedub »

ANIVERSARIO
Tras la caída de la URSS, hace 20 años
Gorbachov vuelve la vista al pasado

ELMUNDO.es | Madrid
Actualizado miércoles 17/08/2011 14:50 horas

Conmemorando el 20 aniversario de la caída de la URSS, el ex líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, ha hablado, sin reparo alguno, de lo que se enorgullece y también de lo que se arrepiente durante sus seis años al frente del partido comunista.

Al analizar sus errores durante una entrevista con el antiguo corresponsal en Moscú del diario británico 'The Guardian', Jonathan Steele, Gorbachov nombra dos momentos clave.

En primer lugar, se arrepiente de haber tardado demasiado tiempo en reformar el partido comunista. En su opinión, debió dimitir en abril de 1991 y formar un partido democrático, ya que los políticos comunistas estaban poniéndole freno a todos los cambios que el partido necesitaba. "Pensaban que las reformas solo debían ser superficiales, que con pintar la fachada iba a ser suficiente, cuando en realidad dentro del edificio había el mismo desorden", relata.

El no haber reformado la Unión Soviética y no haberle dado más poder a las 15 repúblicas constituye su segundo error. Explica que cuando barajó la posibilidad (a principios de 1991) de crear una federación más libre, los tres países bálticos ya habían declarado la independencia.

Sin embargo, Gorbachov se enorgullece al hablar de Perestroika. Se trata de un programa de reforma económica y política de la URSS que el político puso en marcha nada más llegar al poder, en marzo de 1985. "Lo que conseguimos en este país y en el plano internacional fue de gran importancia", concluye.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/08/1 ... 84824.html
"Nadie tiene derecho a disfrutar de la vida a expensas del trabajo ajeno"
(G. Zhukov)

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Re: Mijaíl Gorbachov

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Estoy terminando de leer una biografía de Gorbachov, escrita por Andrei Grachov, quien fue asesor suyo. Pues me gustaría comentar algunas impresiones sobre esta biografía. A Gorbachov se le ve creo que con bastante objetividad en este libro. No hay un enfoque parcial por parte del autor, creo que se presenta a Gorbachov como un gran ingenuo inteligente. Muy hábil y a la vez demasiado sentimental, se le presenta como un romántico. Me llama la atención que hubiera tanto romántico en la dirección del PCUS, de otro modo nunca se hubieran atrevido a sostener a Gorbachov hasta 1991. En realidad, por muchos obstáculos que los conservadores pusieran a Gorbachov, fueron los mismos conservadores los que le proteguieron y los que pusieron inicialmente las esperanzas en él para una modernización del sistema soviético. Creo que Gorbachov fue demasiado atrevido e idealista. Gorbachov nunca ha sido un pragmático, pues por eso mismo lama la atención como el PCUS pudo ser tan poco pragmático lo cual contrasta con la ecuanimidad y la moderación de coetaneos suyos como Deng Xiao Ping.

Siberia
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Siberia »

Gorbachov: “Rusia necesita una nueva perestroika”

Mijaíl Gorbachov cree que Rusia necesita cambios y que las autoridades no están enfrentándose a los desafíos que demandan los ciudadanos.

2-4-2013 / Rusia Hoy, RIA Novosti y Kommersant.


“Rusia no podrá ser gobernada con la ayuda del terror”, por eso las autoridades tienen que renunciar a los intentos de dirigir de tal forma y deben empezar una “nueva perestroika”, declaró el expresidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, durante una conferencia organizada por la agencia RIA Novosti en Moscú. La charla llevaba por título: “¿Es la persona quien hace la historia o es la historia la que hace a la persona?

“La historia no está escrita de antemano”, declaró Gorbachov a un público formado en gran parte por estudiantes universitarios. “Si se cree que la persona no puede influir en el transcurso de los acontecimientos históricos, entonces no tiene sentido participar en la actividad política”, señaló Gorbachov.

El expresidente de la URSS también comentó la situación política actual en Rusia. Las previsiones de Gorbachov son que aunque las autoridades consiguieran aplacar durante un tiempo la ola de protestas, los problemas continúan y si no cambia nada la sociedad rusa intentará de nuevo pasar a la democracia real.

“El segundo mandato presidencial de Vladímir Putin abría una oportunidad para realizar una nueva estrategia, pero el poder tomó un camino diferente. Todo continuó igual también durante los años de presidencia de Medvédev”, explicó Gorbachov.

Según él, como resultado la política cada vez se parece más a un simulacro, la economía “está enganchada” al petróleo y al gas y el pequeño negocio se encuentra con obstáculos enormes. Además, provoca una gran preocupación el estado de la educación, la sanidad y la ciencia, añadió el político.

De todas formas Gorbachov está convencido de que “no habrá un regreso al pasado” y por eso alerta: “Vladímir Putin y los otros que consideran que, recurriendo a los viejos métodos, es posible aterrorizar y gobernar por medio del terror, tienen que entender que no lo conseguirán”.

Gorbachov propuso al poder empezar una nueva perestroika y destacó que “los dirigentes actuales únicamente quieren conservar el poder, lo agarran con las dientes y con lo que convenga”. Solo es posible oponerse a esto mediantes un esfuerzo unido de la sociedad, que tiene la misión de “evitar la escisión entre la gente de izquierdas, de derechas y otras tendencias y no permitir la lucha entre ellos”.

Los representantes de la élite dirigente se mostraron escépticos con las sugerencias del exlíder de la URSS. “Queremos confiar que ya no tendremos ninguna perestroika más, ya hemos tenido suficientes”, declaró Dmitri Peskov, secretario de prensa del presidente Vladímir Putin.

“Mijaíl Gorbachov ya fue el iniciador de una perestroika. Como resultado perdimos el país”, considera Serguéi Neverov, secretario del Consejo general del partido Rusia Unida.

Nurgle
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Nurgle »

Yo no voy a ser el que niegue a nadie decir lo que quiera, pero francamente (y no dudando de sus buenas intenciones) este hombre cogió un país que era la segunda potencia mundial, y todos sabemos como termino, con el sufrimiento que llevo aparejado para muchísima gente.
Creo que este hombre puede tener un par de defectos peligrosos para alguien que ha gobernado; la ingenuidad de creer que todo el mundo puede albergar buenas intenciones y a el no le pueden apuñalar, y el envanecimiento de creerse los halagos.
Y ha este hombre le halagaron mucho, mientras los que le doraban la píldora le preparaban la cama por detrás (sus pares occidentales); el resultado...desastroso.
En ningún estudio sociológico, los rusos manifiestan que necesiten ninguna perestroika, es mas huyen de ese termino como de la peste, les preocupan mas la inflación, la calidad de los servicios comunales (públicos ), la corrupción, el empleo, el terrorismo, etc.
Donde si he leído mucho sobre la necesidad de una nueva perestroika, o un nuevo Yeitsein, es curiosamente en la prensa anglosajona y sus palmeros rusos, que estarían encantados de que en Rusia llegase al poder alguien que corriese agradecido cuando le dan una palmada en las orejas y le dijesen "buen chico".
Gorbachov a mi modo de ver lo tiene muy fácil, organiza un partido (ya no se puede quejar, los limites para inscribirlo son ridículamente bajos), busca una buena financiación (seguro que alguien por ahí tiene alguna partida presupuestaria para la "promoción de la democracia en Rusia") y se presenta a las elecciones (después cuando saque el 1 o 2% de los sufragios, que proteste que el sistema esta manipulado), pero que también recuerde que cuando el dejo el poder (sin presentarse nunca a una elección) sus conciudadanos tenían un PIB per capita de menos de 5.000$ y las tiendas vacías, hoy alcanzan los 22.000$ y las tiendas llenas.
Camarada Lobo sabe a quien se come y no le pregunta a nadie si puede comerselo.
V. Putin
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Heno
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Heno »

Tenia la impresion que Gogachov amaba a su patria, pero es triste comprobar que parece mas amante de aquellos que la dividieron y la convirtieron en un pelele de occidente.

Heno
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Heno »

Hay una cuestion que me parece extrania y ademas pienso que cualquiera puede observar lo mismo, lo que Gorbachov dice sobre lo poco recomendable de los viejos metodos, eso no lo cree ni el. Todos los estados del mundo precisan de la disuasion para mantener el orden interno, de hecho en el amado occidente de gorbachov no podrian mantener la situacion sin esos metodos. Ademas el deberia saber que occidente no solo mantiene su orden interno mediante la chercion sino que ademas siembra el mundo de guerras para asegurar el control del petroleo y otros elementos estrategicos. Sus ongs son convenientes alborotadores bien financiados que puntualmente provocan las situaciones de desorden que occidente necesita en lugares estrategicos.

Siberia
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Siberia »

Recientemente le han entrevistado con motivo del inminente 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Gorby hace un repaso de lo que ocurrió en aquellos días pero también habla de la Rusia actual y del conflicto en Ucrania.
Mijaíl Gorbachov: “Estoy en contra de cualquier muro”

Mijaíl Gorbachov concede esta entrevista en exclusiva a RBTH y Rossiyskaya Gazeta poco antes del 9 de noviembre, fecha en la que cayó el muro de Berlín hace 25 años. Precisamente ahora se está levantando un nuevo muro entre Oriente y Occidente.

25-10-2014 / Maxim Kórshunov, RBTH


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1989, el año de la caída del muro de Berlín. Aunque la caída se produjo solo en noviembre. En verano de ese mismo año, tras una sesión de negociaciones con el canciller Kohl celebrada en Bonn, le preguntaron en la rueda de prensa: “¿Y qué pasa con el muro?”; a lo que usted contestó: “Nada dura para siempre. [...] El muro desaparecerá cuando ya no existan las condiciones que causaron su aparición. No veo aquí un gran problema”.

En verano de 1989, ni Helmut Kohl ni yo esperábamos que todo fuera a pasar tan rápido, no creíamos que el muro caería en noviembre. Por cierto, esto es algo que ambos reconocimos después. No pretendo ser ningún profeta.

Estas cosas pasan: la historia a menudo acelera su marcha y castiga a los que llegan tarde. Pero castiga con mayor dureza incluso a quienes intentan interponerse en su camino. Habría sido un gran error aferrarse al telón de acero. Por eso, por nuestra parte, no hubo ninguna presión sobre el gobierno de la RDA.

Cuando los acontecimientos empezaron a desarrollarse a un ritmo inesperadamente acelerado para todos, la administración soviética decidió por unanimidad (y esto es algo que me gustaría remarcar) no intervenir en los procesos internos de la RDA y no mover bajo ningún concepto a nuestras tropas de su emplazamiento. Hoy sigo convencido de que esa fue la decisión correcta.

¿Qué fue lo que permitió finalmente evitar la desintegración de Alemania; a su juicio, quién desempeñó el papel decisivo en el proceso de reunificación pacífica del país?

El papel decisivo en la reunificación de Alemania lo desempeñaron los propios alemanes. No me refiero solo a las multitudinarias manifestaciones en apoyo a la unidad, sino también al hecho de que, durante las décadas posteriores a la guerra, tanto los alemanes del este como los del oeste demostraron que habían aprendido una lección del pasado, que se podía confiar en ellos.

En cuanto al carácter pacífico de la reunificación y al hecho de que este proceso no diera pie a una peligrosa crisis internacional, creo que la Unión Soviética tuvo un papel crucial. En la administración soviética éramos conscientes de que los rusos y todos los pueblos de la Unión Soviética, comprendían el deseo de los alemanes de vivir en un solo Estado democrático.

Me gustaría señalar que, aparte de la URSS, también dieron muestras de prudencia y responsabilidad los otros implicados en el proceso definitivo de normalización de la cuestión alemana. Me refiero a los aliados: EE UU, Gran Bretaña y Francia. Ya no es ningún secreto que François Miterrand y Margaret Thatcher tenían serias dudas sobre el ritmo del proceso de reunificación. Al fin y al cabo, la guerra había dejado una huella profunda. No obstante, cuando se alcanzó la normalidad en todos los aspectos de este proceso, ellos firmaron los documentos que pusieron el punto final a la guerra fría.

A usted le tocó decidir una cuestión de alcance global. La regulación internacional de la cuestión alemana, con la implicación de las grandes potencias y de otros Estados, constituyó una muestra de la alta responsabilidad y de la ‘calidad’ de aquella generación de políticos. Ustedes demostraron que aquello era posible si se regían por una “nueva mentalidad” (según sus propias palabras). ¿Hasta qué punto están capacitados los líderes contemporáneos de las grandes potencias para encontrar una solución pacífica a los problemas de la actualidad y de qué manera ha cambiado en 25 años el enfoque de la geopolítica?

La reunificación de Alemania no fue un fenómeno aislado, sino parte del proceso de extinción de la guerra fría. La perestroika y la democratización de nuestro país trazaron el camino a seguir. Sin estos dos acontecimientos, Europa podría haber pasado décadas dividida, en estado de congelación. Y estoy convencido de que habría sido mucho más complicado salir de tal estado.

¿Qué quiere decir ‘nueva mentalidad’? Reconocer que existen amenazas globales; en aquel momento se trataba principalmente de la amenaza de un conflicto nuclear, el cual solo podía evitarse mediante el esfuerzo conjunto. Es decir, hay que volver a sentar las bases de la relación, dialogar, buscar los caminos a seguir para acabar con la carrera armamentística. Reconocer la libertad de elección de todos los pueblos y, al mismo tiempo, tener en cuenta los intereses del otro, fomentar la cooperación, establecer vínculos, para que los conflictos y las guerras en Europa se conviertan en algo imposible.

En estos principios se basó la Carta de París (1990) para una Nueva Europa, un importante tratado político firmado por todos los países europeos, EE UU y Canadá.

Después hubo que desarrollar el articulado, concretarlo, fundar las estructuras necesarias, los mecanismos de prevención y de colaboración. Por ejemplo, en aquella época se propuso la creación de un Consejo de Seguridad para Europa.

No pretendo contraponer aquella generación de líderes con las generaciones posteriores. Pero los hechos son los hechos: al final no se creó y el desarrollo de Europa adquirió un carácter unilateral; lo cual, también hay que decirlo, contribuyó a su vez al debilitamiento de Rusia en los años 90.

Ahora tenemos que admitir que la crisis política europea (y mundial) es una realidad. Una de las razones de su aparición, aunque no la única, es la reticencia de nuestros socios europeos a tener en cuenta el punto de vista de Rusia, así como sus legítimos intereses en materia de seguridad.

Verbalmente se aplaudió a Rusia, sobre todo en la época de Yeltsin, pero en la práctica no se contó con ella. Me refiero, principalmente, a la ampliación de la OTAN, a los planes de despliegue de sistemas de defensa antimisiles y a las intervenciones de Occidente en regiones estratégicas para Rusia (Yugoslavia, Irak, Georgia, Ucrania).

Se nos estaba diciendo, literalmente, que no era asunto nuestro. Todo esto generó un quiste que, finalmente, ha estallado. Mi consejo para los líderes occidentales es que analicen todo esto con detenimiento en lugar de culpar siempre a Rusia de todo. Que recuerden la Europa que pudimos crear en los 90 y en qué se ha convertido, desgraciadamente, en los últimos años.

Una de las principales dudas que existen hoy en relación con los acontecimientos de Ucrania es la ampliación de la OTAN hacia el este. ¿No le parece que sus socios occidentales les han engañado en lo referente a los planes de futuro para Europa del Este? ¿Por qué no exigieron entonces que se formalizaran jurídicamente los compromisos adquiridos, en particular, la promesa del secretario de Estado de EE UU, James Baker, con respecto a la ampliación de la OTAN hacia el este? Cito sus palabras: “La jurisdicción de las tropas de la OTAN no se va a extender ni una pulgada hacia el este”.

La cuestión de la ‘ampliación de la OTAN’ no se discutió en aquella época. Lo digo asumiendo toda la responsabilidad. Ningún país de Europa del Este sacó el tema, ni siquiera tras la desaparición del Pacto de Varsovia en 1991. Tampoco los dirigentes occidentales lo plantearon.

Entonces se estaba discutiendo otra cuestión que nosotros habíamos puesto sobre la mesa: la garantía de que, tras la reunificación de Alemania, no se produjera un avance de las estructuras de la OTAN y un despliegue de tropas adicionales de la Alianza atlántica en el territorio de la entonces RDA. Es en este contexto cuando Baker realiza la declaración que usted ha mencionado en su pregunta. Lo dijo también Kohl.

Todo lo que se podía hacer para consolidar aquel compromiso político se hizo. Y se cumplió. En el Tratado Dos más Cuatro se dispuso que no se crearían nuevas estructuras militares, ni se desplegarían tropas adicionales, ni se instalarían armas de destrucción masiva en la parte oriental del país y durante todos estos años se ha cumplido.

De modo que tampoco es justo presentar a Gorbachov ni a los dirigentes soviéticos de entonces como a unos ingenuos, víctimas de un engaño. Si en algún momento se pecó de ingenuidad, fue más tarde, cuando surgió la cuestión y Rusia no puso objeciones.

La decisión de EE UU y sus aliados de ampliar la OTAN hacia el este se materializó en 1993. Desde el principio dije que era un gran error. Era un claro quebrantamiento del espíritu que encerraban las declaraciones y las garantías que se nos ofrecieron en 1990. En lo que se refiere a Alemania, estas garantías sí que fueron aseguradas por la vía jurídica y aún se mantienen.

Para todo ruso, Ucrania y la relación actual con este país es una cuestión espinosa. También usted, como ciudadano 50 % ruso y 50 % ucraniano, afirma en el epílogo de su libro Después del Kremlin que siente un profundo dolor por todo lo que está ocurriendo ahora en este país. ¿Qué salidas ve a la crisis de Ucrania y cómo prevé que se desarrollará en los próximos años la relación entre Rusia, Ucrania, los países europeos y EE UU a la luz de los últimos acontecimientos?

Para el futuro más próximo la cuestión es clara: hay que cumplir absolutamente todo lo que se firmó en los acuerdos de Minsk del 5 el 19 de septiembre. De momento, la situación real parece muy delicada. Se está incumpliendo el alto el fuego continuamente, aunque últimamente parece que el proceso avanza. Se está habilitando una zona para la retirada de tropas y de armamento pesado. Los observadores de la OSCE, incluidos los de Rusia, ya están llegando a la zona. Afianzar esto ya sería un gran logro, aunque solo sea el primer paso.

Hay que reconocer que la relación entre Rusia y Ucrania ha sufrido un duro golpe. No se puede permitir que esto de lugar a un alejamiento definitivo de nuestros pueblos. A este respecto, sobre los presidentes Putin y Poroshenko recae una gran responsabilidad. Ellos deben dar ejemplo. Deberían reducir la carga emocional. Ya decidiremos quién es culpable y quién inocente más adelante, lo importante ahora es establecer un diálogo sobre cuestiones concretas; normalizar la vida en las regiones que más han sufrido dejando a un lado la cuestión del estatus. Tanto Ucrania, como Rusia y Occidente podrían contribuir a alcanzar este objetivo, juntos o cada uno por su lado.

Los ucranianos tendrán que trabajar mucho para alcanzar la reconciliación dentro del país, para que cada persona se sienta un ciudadano cuyos derechos e intereses están garantizados. No se trata tanto de las garantías constitucionales o jurídicas como de las de la vida cotidiana. Por esta razón yo recomendaría que, aparte de las elecciones, se empezaran a convocar cuanto antes unas ‘mesas redondas’ con representación de todas las regiones y capas sociales, donde se pueda plantear y debatir cualquier cuestión.

En cuanto a la relación de Rusia con los países de Europa del Este y EE UU, lo primero que hay que hacer es abandonar la lógica de las acusaciones mutuas y las sanciones. En mi opinión, Rusia ya ha dado ese paso al renunciar a tomar medidas de respuesta al último paquete de sanciones de Occidente. Nuestros socios tienen ahora la palabra.

Creo que, ante todo, deberían renunciar a las conocidas como sanciones personales. ¿Cómo se puede entablar un diálogo mientras las personas que toman las decisiones, personas con influencia política, están siendo ‘castigadas’? Debemos hablar, un axioma en vano olvidado.

Estoy convencido de que, en cuanto el diálogo se restablezca, surgirán puntos de conexión. Basta con mirar alrededor, el mundo está en tensión, hay infinidad de desafíos comunes, numerosos problemas que solo se pueden resolver de manera conjunta. La desconexión entre Rusia y la Unión Europea es perjudicial para todos; está debilitando a Europa en un momento en el que la competencia global se hace más grande y en el que otros ‘centros de atracción’ de la política mundial se están fortaleciendo.

No podemos bajar la guardia. No podemos enzarzarnos en una nueva guerra fría. Las amenazas comunes a nuestra seguridad siguen ahí. Últimamente han aparecido nuevas amenazas, movimientos extremistas altamente peligrosos, como el así llamado Estado Islámico. Los problemas medioambientales también se están agudizando, así como la pobreza, la inmigración, las epidemias, etc. Frente a estas amenazas podemos volver a encontrar un lenguaje común. No será fácil, pero no nos queda otra.

Ucrania se está planteando construir un muro en la frontera con Rusia. ¿Qué opina usted, cómo es posible que estos dos pueblos que siempre habían sido amigos, antiguos miembros de un mismo Estado, se hayan enemistado de súbito y ahora podrían quedar divididos no solo políticamente, sino también mediante un muro físico?

La respuesta a esta pregunta es simple: estoy en contra de cualquier muro. Quienes están planeando esa ‘obra’ deberían pensarlo dos veces. Creo que nuestros pueblos no acabarán enemistados. Somos demasiado parecidos en muchos sentidos. No hay ningún problema ni ninguna diferencia entre nosotros que no podamos superar, pero mucho depende de las élites y de los medios de comunicación. Si estos se esfuerzan en conseguir la separación, si se dedican a iniciar riñas y a agravar conflictos, será una catástrofe. Ya conocemos otros casos. Por eso pido a las élites que hagan un ejercicio de responsabilidad.

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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Vladiвосток »

La Europa que hemos perdido

RBTH
22 octubre 2014


Fiodor Lukiánov

¿Qué ha ocurrido para no poder llevar a cabo un proyecto conjunto entre Rusia y la UE?

La mañana del 8 de noviembre me levanté de un salto, como si me hubieran tirado un cubo de agua fría: ¡me había dormido! No era de extrañar: hasta la madrugada estuve escribiendo un texto para mi intervención en la conferencia con motivo del 25º aniversario de la caída del muro de Berlín.

En el complejo recientemente inaugurado en la Potsdamer Platz, con el nombre algo pasado de moda “Casa común europea”, al día siguiente se iban a reunir redactores de las revistas de análisis político de todo el territorio que abarca de Lisboa a Reikiavik, a Vladivostok y a Busán.

La Casa común europea hace mucho tiempo que pasó a ser Casa común euroasiática, pero decidieron bautizar este centro en honor a la idea original de Mijaíl Gorbachov.

Tengo que llegar urgentemente a la estación, no perder el expreso Moscú - Berlín. Hace seis años que está en funcionamiento esta ruta de alta velocidad, casi he dejado de coger el avión para ir a Europa: no tiene sentido. Es mejor viajar seis horas a bordo de un confortable tren - pasando por Smolensk, Brest, Varsovia, y llegar directamente a la estación principal situada en el centro de Berlín- que ir al aeropuerto de Moscú, esperar allí para luego aterrizar en otro aeropuerto… Oh, qué es ese ruido tan extraño…

De repente me despierto de verdad. Suena el despertador de mi ordenador chino Lenovo. Es una sombría mañana de noviembre, cargada de noticias que salen disparadas de la radio. De nuevo en Donetsk han abierto fuego: como resultado han muerto civiles. David Cameron ha amenazado a Rusia con imponer nuevas sanciones. Han empezado las maniobras de la OTAN en los países bálticos.

La Casa común europea se ha quedado en un bonito sueño, y la celebración del 25º aniversario de la caída del muro de Berlín, un hecho real, subraya no la unidad del Viejo Mundo, sino al contrario: su nueva escisión.

¿Qué ha pasado para que esto sea así? ¿Por qué la Europa sin fronteras con la que se soñaba en los años del “nuevo pensamiento político” se ha perdido, sin haber conseguido hallarla?

El muro de Berlín fue un símbolo de la absurdidad de la confrontación política. Y cuando cayó todo hacía pensar que desaparecía cualquier motivo para la división. Pero resultó que todo esto se había comprendido de un modo abstracto, y desde la oposición cada uno veía de forma diferente las vías de salida.

Gorbachov concibió que el diseño de la Casa común europea se efectuaría conjuntamente por “ingenieros” de ambos polos. Emprenderían juntos una construcción en la que todo el mundo se sentiría cómodo, pues se tomarían en cuenta los deseos de cada parte.

En este sentido, Gorbachov -probablemente sin quererlo- seguía la lógica de Andréi Sájarov, su gran correligionario (en algunas etapas) y antagonista (en otras), con su llamada a una convergencia entre capitalismo y socialismo. En la práctica, sin embargo, en vez de convergencia, lo que resultó fue una absorción.

La disolución de la URSS y la quiebra del modelo soviético fueron percibidas por Occidente como una demostración de que siempre habían tenido la razón, ya fuera desde el punto de vista moral, histórico o económico. Y lo que tendría que haber sido un acercamiento progresivo y equilibrado, la creación de una nueva postura, se convirtió en el desmantelamiento de la “herencia soviética”.

La creación de una Casa común europea siguiendo pautas occidentales se podía coronar con éxito en un único caso: si tras el colapso de la Unión Soviética se integraba también a Rusia.

Había un riesgo: la fuerza destructiva como resultado de la quiebra de la URSS se contuvo a duras penas. Rusia se dividió, y sus partes, con el tiempo, probablemente acabarían siendo engullidas, de una u otra forma, por el proyecto europeo de integración.

Pero no fue esto lo que ocurrió, y Rusia resultó ser un obstáculo en el camino de la marcha victoriosa del proyecto occidental. La Unión Europea no conocía otra vía que la de extender unilateralmente su marco jurídico y normativo a los países colindantes, es así cómo está estructurada conceptualmente. Occidente no podía reconocer a Rusia como un país cocreador de la nueva Europa dotado de iguales derechos. Y Rusia no se conformó con asumir el papel de subordinado.

Como resultado, en lugar de construir la Casa común europea, que con el tiempo hubiera llegado a ser euroasiática, comenzó a levantarse un “cercado”. La ampliación de esta construcción fue erigida por los europeos occidentales con la activa ayuda de los Estados Unidos durante la guerra fría y luego se pusieron a levantar construcciones auxiliares. Tarde o temprano estas obras tenían que apoyarse en la “parcela” vecina, en la pared del otro edificio que Rusia, recuperándose paulatinamente de su hundimiento acaecido a comienzos de la década de 1990, empezó a reformar y reconstruir.

Pero de pronto en Europa ha aparecido una zanja. Y esta vez desplazada al este, en comparación con la que dividía el continente 25 años atrás. Y, en cierta medida, es aún más profunda, pues la esencia de esta división no es tanto ideológica como la no coincidencia de patrones mentales.

¿Sería posible construir realmente una Casa común europea?

Si aún existiera la Unión Soviética -no como un imperio comunista, sino como una comunidad razonable unida por el beneficio mutuo-, Europa podría unirse a ella sobre principios realmente equitativos. La integración, entonces, tendría dos pilares: Moscú y Bruselas.

Y el fruto de esta convergencia habría sido otra estructura cualitativamente diferente, en la que los suministros de energía nunca provocarían crisis, la democracia no iría acompañada de la desindustrialización total, como en los países bálticos, y los habitantes del Este de todo este enorme espacio no trabajarían como mano de obra barata e ilegal en la parte occidental.

Y, por supuesto, un cuarto de siglo después no estarían sobre el tapete la cuestión de una nueva militarización de la Europa Central y la vuelta de la amenaza a la seguridad europea.

Probablemente se tratara de una utopía y en el momento en que se quiso crear la Casa común europea ya era demasiado tarde. La Unión Soviética llegó a un punto de no retorno, y sus oponentes occidentales, previendo la posibilidad de obtener una victoria firme, no se interesaron en alcanzar acuerdos.

Si realmente fue así, la Europa que perdimos fue una gran entelequia que sólo pudo existir en las mentes de los idealistas. Y es allí donde se quedará para siempre. Estampada con las conmovedoras escenas que se produjeron avanzado el otoño de 1989, cuando miles de felices berlineses celebraban que ya no había muros. Y creían sinceramente que nunca más los habría.

Fiódor Lukiánov es presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa.

:arrow: http://es.rbth.com/opinion/2014/10/22/l ... 44517.html
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Siberia
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Siberia »

Sobre la perestroika hoy en día

Tras la elección de Mijaíl Gorbachov como Secretario General del PCUS en 1985 comenzó un proceso de consecuencias imprevisibles y que desembocó en la caída de la URSS. El exmandatario soviético reflexiona sobre cómo se llevó a cabo el proceso, los desafíos a los que se enfrentó y sus consecuencias.

20-3-2015 / Mijaíl Gorbachov para Rossiyskaya Gazeta


Hace treinta años en la URSS comenzó a darse un giro que cambió la imagen del país y del mundo. La historia dedicó a la perestroika un plazo de tiempo no demasiado largo para la tarea que le había sido encomendada: menos de siete años. Sin embargo, las disputas sobre ella todavía siguen vigentes. En mi opinión, en estos momentos es muy importante y necesario comprender qué sucedió y por qué en aquellos años. Debemos comprender bien la perestroika.

La perestroika fue ante todo una respuesta al desafío histórico con el que se topó el país durante las últimas décadas del siglo XX. A mediados de los años 80 el país sufrió una profunda crisis en su desarrollo.

El sistema del poder administrativo centralizado ponía trabas a la iniciativa de la gente, mantenía la economía en una camisa de fuerza y condenaba duramente a quienes intentaban mostrar iniciativa propia a pesar de todo.

Como resultado de ello, hacia principios de los años 80 nosotros sufríamos un gran retraso respecto a las grandes potencias en cuanto a productividad laboral en la industria y un retraso mucho mayor en la agricultura. La economía estaba militarizada, era muy difícil soportar la carga de la carrera armamentística.

Yo puedo decir que nosotros optamos por el cambio no para cubrirnos de honor y de gloria, sino porque éramos conscientes de que la gente merecía una vida mejor y mayor libertad.

Al mismo tiempo, nosotros veíamos la perestroika como parte de un proceso mundial que tenía lugar en un mundo interrelacionado e interdependiente.

La principal herramienta de la perestroika fue la transparencia informativa. ¿Qué es la transparencia informativa? Evidentemente, significa libertad de expresión. Cada persona podía expresar abiertamente sus preocupaciones, su opinión, sin temer la censura o la represión. Pero la transparencia informativa también significaba una mayor apertura en las acciones del Estado, obligaba al gobierno a hacer públicas sus decisiones, a tener en cuenta la opinión de la gente.

La transparencia animó a la sociedad y abrió los ojos del gobierno del país a muchas cosas nuevas. Vimos que la gente quería avanzar hacia adelante más rápidamente. En 1988, en una conferencia del Partido se tomó la decisión de celebrar elecciones a los órganos más altos del gobierno de modo alternativo. Este fue un importante paso hacia la democracia.

En un principio, absolutamente todo el mundo se mostró partidario de estos cambios. Pero luego resultó que la apuesta por cambios decisivos para poder evolucionar no convencía a muchos miembros de la sociedad, del gobierno y de las llamadas “élites”.

Por un lado se encontraban los más radicales, que se relacionaban con los separatistas y que, sintiendo la impaciencia de la gente, especialmente de la clase intelectual, exigían que se “destruyera todo hasta los cimientos” y hacían promesas irresponsables e imposibles de cumplir, hacían creer a la gente que al cabo de uno o dos años el país se convertiría en un paraíso terrenal.

Por otro lado estaban los conservadores anclados en el pasado, que temían la llegada de auténticos cambios y no confiaban en la elección libre de la gente, ya que no deseaban perder sus antiguos privilegios. Fueron estos quienes, tras perder en la batalla política abierta, optaron en agosto de 1991 por una rebelión que debilitó mis posiciones como presidente del país y que abrió el camino a unas fuerzas radicales que pasados unos meses provocaron que la Unión Soviética se desmoronara.

Yo luché por conservar un Estado unificado por la vía política. Me gustaría subrayar que fue por la vía política. Para mí era inadmisible hacer uso de la fuerza, ya que esto podía arrastrar al país al borde de una guerra civil.

La postura del presidente de Rusia Borís Yeltsin, que desempeñó un papel realmente útil en la tarea de sofocar esta rebelión, también tuvo una parte de hipocresía. Se preparó y se celebró en secreto un encuentro en el bosque de Voronezh en el que los dirigentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia anunciaron la disolución de la Unión Soviética.

Estaba dispuesto a aceptar la mayor descentralización económica posible y la transferencia de autonomías a las repúblicas. Pero se tomó una decisión completamente distinta respaldada por el parlamento ruso. Como resultado de ello se destruyeron todos los vínculos existentes e incluso un importante bien público como era la defensa unificada de la Unión.

¿Es posible culpar a los resultados de la perestroika de la caída de la URSS como hacen muchos, unos por desconocimiento y otros por malicia? De ningún modo. La caída de la Unión Soviética, las dificultades y las privaciones que sufrieron muchos, especialmente en los años 90, fueron el resultado de la interrupción de la perestroika. Pero esto no es óbice ni cortapisa para la conclusión principal: la perestroika introdujo en nuestra vida unos cambios tan profundos que el retorno al pasado se volvió del todo imposible.

Estamos hablando ante todo de las libertades políticas, de los derechos humanos. Esos derechos y esas libertades que ahora se dan por hecho: la posibilidad de votar en las elecciones, de escoger a los gobernantes. La posibilidad de expresar abiertamente la propia opinión. La posibilidad de profesar una fe, una religión. La posibilidad de viajar libremente al extranjero. La posibilidad de abrir un negocio y llegar a amasar una fortuna.

Nosotros pusimos fin a la carrera armamentística. Iniciamos un proceso de reducción del armamento nuclear. Normalizamos nuestras relaciones con Occidente y con China. Retiramos las tropas de Afganistán. Regulamos numerosos conflictos regionales. Comenzamos un proceso de integración del país en la economía mundial.

Estos son éxitos reales. Pero hoy en día muchos se preguntan por qué la situación es tan alarmante en el mundo. ¿Quizás la culpa de ello la tiene la perestroika y el nuevo pensamiento que propusimos al mundo?

No, no puedo estar de acuerdo con eso. Los temores actuales son el resultado de la interrupción de la perestroika, de la caída de la URSS, del rechazo a los principios de este nuevo pensamiento, de la incapacidad de la nueva generación de líderes de construir un sistema de seguridad y cooperación que responda a las necesidades de un mundo globalizado e interdependiente.


El desorden mundial actual

Dejamos pasar las posibilidades que se abrieron ante nosotros con el fin de la guerra fría. No las aprovechamos como debimos.

La caída de la Unión Soviética, provocada por factores internos, fue recibida con júbilo por parte de muchos en Occidente. El fin de la guerra fría, del que salían ganando ambas partes y todo el mundo en general, fue declarado como una victoria de Occidente y de EE UU.

A causa de ello, el mundo no se volvió más seguro. En lugar de un “orden mundial” obtuvimos una “época de disturbios global”. Los conflictos no sólo abarcan los países “del tercer mundo”, sino que también han llegado a Europa. Y ahora el conflicto armado asoma literalmente a nuestra puerta.

No entraré en detalles sobre el conflicto ucraniano. Su causa más profunda reside en la interrupción de la perestroika, en las soluciones irresponsables que tomaron en el bosque de Vorónezh los dirigentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Los siguientes años fueron para Ucrania una prueba de resistencia. Al empujar al país hacia la “comunidad euroatlántica”, Occidente ignoró de forma palmaria los intereses de Rusia.

Evidentemente, la experiencia de la perestroika y de una política exterior basada en este nuevo pensamiento no da recetas infalibles para resolver los problemas actuales. El mundo ha cambiado. En la política mundial han aparecido nuevos personajes, nuevos temores. Pero ninguno de los problemas con los que se ha topado la humanidad puede resolverse con los esfuerzos de un solo país o incluso de un solo grupo de países. Ninguno de estos problemas pasa por una solución militar.

Rusia puede aportar una gran contribución para superar el “caos global” existente hoy en día. En Occidente deben ser conscientes de ello.

En la política rusa siguen por resolver muchas de las tareas que aparecieron en nuestra agenda durante los años de la perestroika. Una de ellas es la creación de un sistema político plural y basado en la competencia, en la diversidad real de partidos, así como la formación de un sistema de pesos y contrapesos que equiparen las competencias de los distintos poderes o la imposición de garantías para que haya un cambio periódico del gobierno.

Estoy convencido de que la búsqueda de la salida de este punto muerto en el que se encuentra la política rusa y mundial únicamente dará frutos por la vía de la democracia. En otras palabras: necesitamos democratizar la vida política de Rusia y las relaciones internacionales. No hay otra salida.

Siberia
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Re: Mijaíl Gorbachov

Mensaje por Siberia »

Entrevista publicada en EL PAIS el 12 de marzo de 2016, en la que el expresidente de la URSS repasa los acontecimientos más relevantes en Rusia desde 1991:
Debilitado físicamente, pero sin haber perdido la lucidez, Mijaíl Gorbachov apoya en su bastón el peso de los años y de las derrotas. Hace sólo unos días, el primer y último presidente de la Unión Soviética celebró su octogésimo quinto cumpleaños. Acontecimiento poco común en Rusia, donde no son muchos los que alcanzan semejante edad. Pero entre los cánticos y brindis de las celebraciones no se advertía en realidad un ambiente muy festivo. De trasfondo, ignorado a sabiendas, flotaba como un fantasma el recuerdo de un drama nunca olvidado. Hace veinticinco años, la Unión Soviética se derrumbaba. "Son malos recuerdos", dice Mijaíl Gorbachov, sentado con gesto afligido en una butaca de su oficina de Moscú, en plena Leningradsky Prospekt (Avenida Leningrado).

Pregunta: La Unión Soviética dejó de existir oficialmente el 31 de diciembre de 1991. Sin embargo, su certificado de defunción fue firmado en Bielorrusia el 8 de diciembre de ese año por los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia; Boris Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkevich. ¿Cómo pasó usted esas últimas horas de la URSS?

Respuesta: Se reunieron en el mayor de los secretos en la dacha Viskuli, situada en el bosque de Belavezha, justo en la frontera con Polonia, con unos cuantos asesores de su confianza, como Yegor Gaidar, que más tarde fue primer ministro de Rusia. De su protección se encargaron las fuerzas especiales. Lo hicieron todo muy deprisa, alejados de los ojos del mundo. Desde allí no se filtró noticia alguna a nadie. Ni a mí tampoco. Y además, ¿quién hubiera podido informarme, dado que la KGB estaba con ellos? Fue un día terrible. Pese a carecer de noticias de primera mano, sentí la enormidad de lo que estaba ocurriendo. A toro pasado, esa misma noche me llamó Shushkevich por teléfono para comunicarme el fin de la URSS y el nacimiento de la Comunidad de Estados Independientes. Pero antes, Boris Yeltsin había informado al presidente de Estados Unidos George Bush. Por teléfono me dio la impresión de que el acuerdo redactado en esas escasas horas no era del todo convincente ni siquiera para sus propios autores. Decidí que no había llegado aún el momento de rendirse. Por otra parte, hacía meses que estaba luchando contra aquella pesadilla.

P: ¿Era usted consciente de que el epílogo consistiría precisamente en eso, en la disolución?

R: ¿Cómo podía ignorar el riesgo que se cernía sobre nosotros? Desde el día de mi regreso de Crimea, después del golpe de agosto, no había hecho otra cosa que intentar remendar alguna suerte de tratado para refundar la Unión con las Repúblicas que quisieran adherirse aceptando sus condiciones. Incluso sin mí. Propuse mi salida de escena, siempre y cuando se encontrara una solución para mantener unido el país. Al menos una parte. Desde luego, no los países bálticos, que ya habían decididos separarse, pero los otros...

Se sucedieron negociaciones tras negociaciones, borradores de acuerdo tras borradores de acuerdo, para tratar de mantener unido todo lo que fuera posible. Ucrania, por supuesto, no participó. Después del referéndum sobre su autonomía se negaba a cualquier encuentro. Pero yo me obstinaba con tozudez en jugarme todas mis cartas. Me resultaba imposible imaginarme a Ucrania fuera. Estaba convencido de que si Rusia, Bielorrusia y los demás firmaban, de un modo u otro Kiev acabaría adhiriéndose. Y Yeltsin no dejaba de decir: "La Unión sobrevivirá". Pero sus intenciones eran muy diferentes.

P: ¿Cuáles eran sus relaciones con Yeltsin?

R: En aquel último mes nos veíamos, o por lo menos hablábamos, todos los días. Él venía a verme, o nos llamábamos por teléfono. Se hablaba de muchas cosas, pero la cuestión principal era siempre la misma, salvar el país. Yo recibía llamadas telefónicas de dirigentes extranjeros, Bush, Kohl, John Major, de las que se desprendía una ansiedad e inquietud crecientes. Yo vivía asediado por la presión de la prensa. Pero Yeltsin estaba ganando tiempo.

Empecé a darme cuenta de que era un personaje mucho más astuto y traicionero de lo que había imaginado. En realidad, se cubría las espaldas con la negativa de Ucrania. En lugar de asumir la responsabilidad de sus decisiones, especialmente frente al país, que —y él lo sabía perfectamente— no deseaba la disolución de la URSS, utilizaba a Ucrania como escudo. "Sin Ucrania, no hay Unión", decía. Y más tarde: "¿Qué podemos hacer si Kravchuk no está dispuesto a firmar?". En la misma víspera del encuentro en Bielorrusia, lo recuerdo muy bien, le dije: "Boris, no te des por vencido con Ucrania. Hay millones de rusos que viven allí, está Crimea, es imposible". Y él me contestó: "Por otra parte, con Karvchuk no se puede hablar...".

Resulta extraño que Yeltsin sea recordado como un hombre valiente. No lo era. Se valía de los demás, de la multitud que lo rodeaba, de sus partidarios... era un demagogo. Cuando volvió de la reunión en Bielorrusia tuve que llamarlo yo, porque no daba señales de vida. "Mijaíl Serguéyevich" —me dijo— "no puedo ir a verte, aquí hay muchos coches, mucha gente. No sé si es seguro moverse". Tenía miedo.

P: A finales de 1987, en plena Perestroika, después de sus violentas críticas contra el partido y también contra usted, Yeltsin fue apartado del Comité Central del PCUS y, más tarde, de la dirección del Partido de Moscú. ¿Por qué decidió usted nombrarlo en ese momento ministro de la URSS en vez de hacerlo inofensivo, cuando aún podía hacerlo, designándolo, por ejemplo, embajador en Mongolia, como sin duda hubieran hecho sus predecesores?

R: Si uno mira hacia atrás, la vida está llena de errores. Cometí una equivocación. No supe ver lo que podía ocurrir, no entendí el potencial destructivo que podía llegar a representar. O, por lo menos, eso fue lo que pensé durante muchos años. Hoy en día ya no estoy tan seguro, tal vez las cosas fueran como tenían que ser.

P: Usted no dimitió hasta el 25 de diciembre de 1991...

R: En los diecisiete días que siguieron a los acuerdos de Belavezha, yo esperaba alguna reacción de los intelectuales, de la gente. Era obvio que el país estaba en estado de shock. Pero nadie salió a la calle. Parecía casi como si el destino de la URSS fuera únicamente un problema mío. No hubo ningún ukaz [edicto] para destituirme. Lo decidí por mi cuenta. Me despedí de los dirigentes extranjeros, hablé al país y me fui. Había llegado el momento.

P: ¿Qué opina hoy de Putin?

R: Lo que le reprocho a Putin es la lentitud del proceso democrático. Porque lo cierto es que muchas de las libertades civiles introducidas durante la Perestroika resisten y que la gran mayoría de los rusos ha votado por Vladimir Putin. Pero nadie puede saber cuál habría sido el resultado si todo el proceso electoral, desde la selección de los candidatos en adelante, fuera realmente libre y democrático.

P: Después de la anexión de Crimea y la intervención en Siria ¿cree usted que Putin tiene ambiciones imperialistas?

R: Eso no. En primer lugar, en Crimea hubo un referéndum que determinó de forma muy clara la voluntad de los ciudadanos. Además, Crimea es Rusia, y reto a cualquiera a demostrar lo contrario. En Siria, por otro lado, contra el terrorismo, Rusia ha cumplido con su deber.


http://internacional.elpais.com/interna ... 71801.html

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