Los héroes olvidados de Chernóbil.
Bomberos, ingenieros, policías, médicos... Los que se la jugaron en la central o están enterrados en ataúdes de plomo o están enfermos.
19-03.11 - Rafael M. Mañueco.
Hicieron frente a la dantesca catástrofe nuclear de Chernóbil hace 25 años. A día de hoy, los que sobrevivieron a la letal radiación malviven aquejados por distintas enfermedades y abandonados a su suerte por la Administración. Son los 600.000 operarios (bomberos, ingenieros, militares y voluntarios) que arriesgaron su vida para contener el escape radiactivo del accidente nuclear más grave. Les llamaron 'los liquidadores'. Muchos de ellos creen hoy que, por mal que se pongan las cosas en la planta atómica de Fukushima, los japoneses no llegarán a sufrir un infierno de la envergadura de Chernóbil, aunque tal vez tengan que soportar otra vez en su carne el zarpazo invisible de los isótopos descontrolados.
Todo más deprisa que en Fukushima
La catástrofe de Chernóbil, cuyo 25 aniversario se cumple el mes que viene, no fue debida a un terremoto ni a ningún otro desastre natural. Curiosamente fue por un simulacro para mejorar su seguridad. La prueba, que incluía un corte en el suministro eléctrico, condujo a la explosión del reactor y a la fuga de 50 toneladas de material radiactivo. Lo equivalente a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima.
Los reactores RBMK-1000, con los que estaban equipadas la planta de Chernóbil y otras cuatro más en el resto de la URSS, formaban parte de un avanzado proyecto energético aprobado en septiembre de 1966. Se les consideraba tan seguros que se decidió no aislarlos dentro de una carcasa de confinamiento, lo que resultaba más barato. Tenían además la ventaja de que no había que pararlos para cargar el combustible. El único inconveniente de los RBMK-1000 era que a baja potencia se hacían inestables. Eso fue lo que sucedió aquel fatídico 26 de abril de 1986. El cuarto reactor de la planta de Chernóbil, el más nuevo de los cuatro que estaban operativos, iba a ser desconectado para un trabajo puntual de mantenimiento.
Se decidió aprovechar esa circunstancia para comprobar si en caso de que se produjera un corte del fluido eléctrico momentáneo –lo que ha ocurrido en Fukushima–, el reactor podía seguir funcionando con normalidad hasta que fuera conectado el generador de emergencia. Pero la caída del nivel de potencia fue demasiado brusca y el reactor trató de compensar la debilidad con un aumento descontrolado de la potencia justo cuando el dispositivo de refrigeración estaba anulado por el corte eléctrico. La temperatura se disparó y los ingenieros no pudieron parar el reactor. Al filo de la una y media de la madrugada, se produjeron dos explosiones. El material radiactivo salió despedido hacia la atmósfera a gran velocidad y altura, dejando allá por donde pasó una letal traza en forma de lluvia contaminante.
"En ningún otro accidente nuclear se disparó la radiación hasta superar en 100.000 veces los niveles tolerables para el organismo", asegura a V Nikolái Meshkov, uno de los 'liquidadores' que trabajó en la central ucraniana en las semanas posteriores al escape atómico. Pese a su condición de discapacitado por las secuelas padecidas, Meshkov dirige en la actualidad el laboratorio de análisis comparativo del Instituto de Higiene Ambiental de Moscú.
Fue enviado a Chernóbil en calidad de médico-radiólogo del Ejército poco después del accidente. Acababa de cumplir entonces 39 años, era teniente-coronel y fue puesto al frente del equipo encargado de evaluar los riesgos de irradiación. "Tras determinar las áreas más contaminadas, fijar en el mapa su localización y establecer los niveles de radiación en cada caso, nuestra tarea consistía en dosificar la cantidad de tiempo máxima que cada operario podía dedicar a limpiar una zona sin excesivo perjuicio para su salud", recuerda Meshkov. "Una vez que el trabajador en cuestión había alcanzado el límite aconsejable de exposición a un foco radiactivo era enviado fuera de Chernóbil y reemplazado por otra persona".
Trajes de goma inútiles
Pero tales precauciones empezaron a aplicarse semanas después del desastre. Los primeros días de trabajo para taponar la fuga fueron de trajín y confusión. Muchas de las medidas iniciales resultaron inútiles y, sobre todo, letales para quienes acudieron a luchar contra la fuerza del átomo desbocado. "Los trajes de goma y escafandras contra ataques químicos que se emplearon eran apropiados para no inhalar partículas radiactivas y evitar su contacto con la piel, pero de nada servían contra la radiación ionizante gamma", afirma Meshkov.
La primera labor de los 'liquidadores' fue tratar de devolver al núcleo del reactor el combustible nuclear que se esparció a su alrededor para cerrarlo después todo dentro del llamado sarcófago. La fuerza de las explosiones en el reactor cuatro disparó las barras de grafito, que fueron a parar al tejado del almacén de residuos atómicos "situado a unos metros del bloque accidentado", cuenta el médico ruso.
Sin apenas protección, los voluntarios enviados inmediatamente después del escape atómico tuvieron que encaramarse a lo alto de la terraza para limpiarla a golpe de pala. "El índice de radiación allí era enorme", asegura Meshkov. No podían estar más de dos minutos, pero la mayoría los sobrepasaba y absorbía cantidades excesivas de material radiactivo.
Los primeros en intervenir fueron los helicópteros, arrojando tierra sobre el núcleo del reactor para extinguir el incendio. Sus pilotos también recibieron dosis mortíferas. En los 10 días que se tardó en taponar el escape hubo ya 31 muertos. Como muchos más, tuvieron que ser enterrados en féretros de plomo herméticos debido al alto nivel de radiación que emitían sus cadáveres.
De acuerdo con el último informe de la ONU, presentado en Viena el pasado 28 de febrero, el número total de fallecidos directamente por el accidente nuclear ascendió solo a 62. Pero Viacheslav Grishin, presidente de la Unión Chernóbil, organización creada para defender a los 'liquidadores', no está de acuerdo con las cifras de Naciones Unidas. Sostiene que "solo en Rusia han perecido más de 30.000 participantes en los trabajos de descontaminación". Greenpeace insiste en que la cantidad total de muertos por el accidente, incluyendo a los ‘liquidadores’ y a los habitantes de las zonas damnificadas, supera los 200.000.
El número de discapacitados, según fuentes oficiales, es de 35.000, incluyendo Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Grishin también considera errónea esa estimación. "La cifra real es, como mínimo, tres veces superior", afirma el máximo responsable de la Unión Chernóbil.
La periodista ucraniana, Alla Yaroshínskaya, laureada con varios premios internacionales, asegura que los efectos de Chernóbil han afectado, directa o indirectamente, a nueve millones de personas. Meshkov, sin embargo, asevera que solo 700.000 recibieron dosis críticas de radiación, de las que 175.000 eran 'liquidadores'. El radiólogo ruso escribe en uno de sus informes científicos que la patología más común entre quienes estuvieron expuestos a la radiación de Chernóbil es la arterioesclerosis en los vasos sanguíneos del cerebro. Él mismo padece esa dolencia y bromea diciendo que "a nosotros nos aparece un poco antes, pero todos acabamos enfermando de arterioesclerosis tarde o temprano".
Cáncer de tiroides
La leucemia y otros tipos de cáncer, la insuficiencia inmunológica, distintos tipos de afecciones coronarias, respiratorias, renales y hepáticas, además de las malformaciones cromosómicas, suelen incluirse también en el paquete general de achaques generados por Chernóbil. Durante 1987 y 1988 se declararon 4.000 casos de cáncer de tiroides en niños que vivían en las proximidades de la central nuclear. Meshkov afirma que se curaron en un 99%. Él sabía el lugar al que iba cuando le movilizaron para unirse al equipo de ‘liquidadores’, pero otros muchos no se enteraron hasta que vieron ante sí la espectral silueta del derruido y humeante reactor número cuatro. Tal fue el caso de Serguéi Záitsev. Nada más incorporarse al servicio militar fue enviado a Chernóbil. "No nos dijeron que íbamos a trabajar en la eliminación de la catástrofe atómica y tampoco del peligro que ello suponía para nuestra salud".
Záitsev participó hace unos días en una manifestación en Moscú de antiguos 'liquidadores' para exigir al Gobierno que se sigan concediendo las prestaciones contempladas por la ley. "No nos pagan lo establecido y nos niegan la asistencia sanitaria necesaria", se queja mientras muestra el certificado que le acredita como 'discapacitado de Chernóbil'.
Meshkov tiene uno igual, pero manifiesta que "es fácil perderlo". "Tenemos que someternos periódicamente al dictamen de una comisión médica y, a poco que noten en ti una mejoría, te reducen las asignaciones o te quitan el derecho a recibir medicinas gratis". Según sus palabras, "las ayudas son en sí bastante míseras –en torno a unos 200 euros al mes–, pero para quienes no tienen otra fuente de ingresos son vitales". La mejora de las pensiones y la asistencia sanitaria a los 'liquidadores' es hoy día el principal caballo de batalla de la Unión Chernóbil. Los resultados, sin embargo, son escasos. Por eso, el que puede trata de resolver los problemas por su cuenta. Serguéi Kiriyenko, presidente de la agencia nuclear rusa, acaba de anunciar que entre el personal de ayuda enviado a Japón hay varios ‘liquidadores’ de Chernóbil. "Su experiencia será muy útil para quienes intentan evitar la catástrofe".
www.larioja.com