ficha técnica
editorial: LABREU EDICIONS
lugar de edición: CORNELLA
año de edición: 2009
número edición: 1
formato: RÚSTICA
páginas: 228
ISBN: 978-84-935391-4-6
precio: 17,00 €

Moderador: casarusia




Ya hemos apuntado alguna vez que una literatura no es solo lo que se lee escrito en la propia lengua sino también lo que se lee en esta lengua traducido de otras. En este sentido, el catalán tiene la suerte paradójica de ser (relativamente) pequeño y haberse asegurado desde hace tiempo una clara vocación de apropiarse, mediante la traducción, de la producción más significativa de las otras grandes literaturas. Las más lejanas, como la rusa, incluidas. Nuestros libros rusos (en el sentido apuntado) tienen un referente indiscutible a principios de los años 30 con las traducciones para la Biblioteca a Tot Vent de Ediciones Proa de Anna Karenina y Crim y càstig por parte de Andreu Nin, pero a su lado entonces, por ejemplo, estaba también Francesc Payarols versionando Turguéniev, Tolstói o Chéjov. Después, hasta llegar a la joven poetisa Xènia Dyakonova (que nos ha traído ya Mandelstham, Chéjov y Kushner), destacan la simbiosis Monika Zgustova/Maria-Mercè Marçal para versionar Ajmátova y Tsvetáieva, el nombre de Helena Vidal (traductora de Gorki y Puskin) y sobre todo la tarea infatigable del profesor Ricardo San Vicente.
Pero hablar de literatura rusa es hablar de un océano. Y de este océano nos llega ahora, gracias a la apuesta de una pequeña editorial atrevida (LaBreu Edicions), una ola de fondo titulada La zona. Apunts d’un vigilant de camp, firmada por Serguéi Dovlátov. No es este el espacio para una reseña, ni querría que mis palabras sonasen a ningún tipo de eslogan (pocas cosas serían más injustas con el autor). Lean, no obstante, a Dovlátov. Si les interesa, como a mí, la literatura concentracionaria, hallarán un punto de vista interesante: el del vigilante frente al preso. Si no les da miedo la oscuridad, seran llevados en una bajada en espiral a un infierno (más personal que social) difícil de olvidar. Si les repugna como a mí seguir las nuevas del caso Politkóvskaia entenderán (y celebrarán) que el autor de La zona fuese invitado a abandonar la URSS y que la edición del libro tuviese una historia estilo Archipiélago Gulag.
Felicitémonos porque Serguéi Dovlátov sea desde ahora ya otro de nuestros rusos. Y porque con él la tierna alma catalana deba aprender una variedad más del temblor.



