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¿Y si Tristan Tzara, padre del dadaísmo, y Lenin, jefe de los bolcheviques, se hubieran conocido en un café, intercambiado textos y escrito uno obras del otro y viceversa? Publicado en 1989, este trabajo de Dominique Noguez, uno de los más reconocidos escritores franceses, es una mezcla perfecta de ensayo histórico y ficción. Documentado y de una lectura que dejará sorprendidos a todos los que se acerquen a sus páginas, recrea un instante único en la historia contemporánea de Europa: el encuentro entre Tzara, padre del dadaísmo, y Lenin, jefe de los bolcheviques, en el Café Voltaire de Zurich en 1916. «En 1916, y durante varios meses, Lenin se codeó en Zurich con los primeros dadaístas. Esta extraordinaria coincidencia parece que pasó inicialmente desapercibida. Ni Lenin ni sus allegados dicen una sola palabra sobre ello. En la correspondencia publicada, tampoco. Su compañera Krupskaia, que en sus memorias no nos ahora ningún detalle sobre la casa que tenían en la Spiegelgasse y el barrio próximo, descritos con precisión, parece ignorar por completo que a unos cuantos metros, en aquella misma «estrecha callejuela», estaba situado el Cabaret Voltaire. Tampoco dicen nada sus principales biógrafos. Hubo que esperar al estudio realizado por el historiador Willi Gautschi (Lenin als Emigrant in der Schwez) y la reconstrucción novela de Solzhenitsyn sobre Lenin en Zúrich, más de medio siglo después, para ver asociada al gran hombre la simple mención del cabaret…» (Dominique Noguez).
Dominique Noguez (Bolbec, Francia, 1942), es profesor y escritor. Después de cursar estudios en la Escuela Normal Superior y alcanzar el título de Agregado de Filosofía y Doctor de Estado, ha sido profesor en las universidades de Montreal y París I. Apasionado del cine experimental y underground, ha escrito novelas, ensayos y textos diversos. Premio Femina en 1997 por Amor negro, entre sus obras destacan La Véritable Histoire du football & autres révélations (2006), Dans le bonheur des villes: Rouen, Bordeaux, Lille (2006) y Œufs de Pâques au poivre vert (2008).
11 de febrero de 2009.- Eso es lo que propone con hechos irrefutables el filósofo y escritor Dominique Noguez (1942) en 'Lenin Dadá' (Península) tras una laboriosa investigación y utilizando un olfato de sabueso.
O sea, nada de que era marxista, ni revolucionario, ni internacionalista proletario: era pura vanguardia artística y, en concreto, de una rabiosamente nihilista, amante de la destrucción y el caos, negadora de los valores humanistas y, más aún, de cualquier derecho o dignidad humana (puesto todo derecho o dignidad no procede sino de esa clase trémula y cobardica que se conoce como burguesía).
Noguez arranca del ocultamiento sistemático de un hecho en los testimonios y documentos de la época: la vocación parrandera de Lenin y su amor por el cabaret. Este ocultamiento tiene como fin desviar la atención de un asunto fundamental, como es que en Zürich viviera pegado al Cabaret Voltaire, donde curiosamente se funda el movimiento Dadá, en febrero de 1916.
Esta vecindad y el consiguiente silencio llaman la atención de Noguez que, rastreando documentos y declaraciones, descubre que no solamente era vecino, sino que estuvo presente en los actos fundacionales del grupo, bajo distintos nombres y máscaras. Por si fuera poco, muestra pruebas de que algunos de los poemas atribuidos a Tzara, el líder dadaísta, estaban escritos del puño y letra de Lenin.
12 de febrero de 2009.- Ayer, por estas cosas digitales, supongo, se quedó en el ciberespacio la mitad del post sobre Lenin y Dadá. Día horrible el de ayer para mí, no me he dado cuenta hasta unas horas. Les pongo, pues, lo que faltaba:
Con el paso del tiempo, asistimos a una ósmosis entre el movimiento artístico y las pretensiones revolucionarias, que coinciden con el giro de Lenin hacia posiciones extremas. De un cierto pacifismo y algunas intenciones políticas pequeñoburguesas, Vladimir Ulianov evoluciona hacia un radical desprecio del mundo y de la vida (que explicaría, por ejemplo, el enigmático hecho de la matanza arbitraria de la familia del Zar y la indiferencia hacia los millones de muertos del proceso de colectivización), y en un hombre que previamente se había manifestado en contra de la pena de muerte y de las revoluciones sangrientas.
Dadá, por su parte, acaba asumiendo el programa leninista y enarbolando el lema de que no hay arte sin política. El grupo adopta progresivamente el comportamiento de una organización clandestina, con sus jerarquías, sus secretos y su toma piramidal de decisiones.
Un estudio exhaustivo de los programas dadaístas y revolucionarios arroja la luz definitiva sobre la dirección que tomaron los acontecimientos en Rusia tras la toma del poder de Lenin. ¿Qué le pasó a este hombre? Ese misterio histórico queda explicado por su verdadera ideología, camuflada por un marxismo, eso sí, peculiar ('oriental', como dicen algunos expertos).
Y sólo así se explica también su última aparición pública, ante el Sóviet de Moscú en 1922, cuando incapacitado para pronunciar inteligiblemente su discurso, y después de la limpieza llevada a cabo entre compatriotas y compañeros de viaje, estalla en una risotada completamente dadá, henchido de satisfacción destructora. Como no podía ser de otra manera.
PDT. Las similitudes entre el movimiento artístico Dadá y el leninismo son recogidas de esta manera por Noguez:
Crítica virulenta contra una burguesía anacrónica.
Internacionalismo.
Necesidad de cambiar el mundo, en particular, sus 'superestructuras'.
Función indispensable de la vanguardia como guía de la revolución.
Antipacifismo.
El arte y la poesía necesitan la revolución, no al revés.
Colectivismo creador, nada de individuos creadores.
Culto a la contradicción, desprecio por los valores humanistas, apología de la destrucción y el caos.