‘El ganador es ...’
ÁNGEL RICARDO MARTÍNEZ
amartinez@lestrella.com.pa
Hace 9 h 17 min ‘La sociedad industrial ha producido una ’democracia truncada’, en donde las decisiones sobre el ’avance’ tecnológico están fuera del alcance de los organismos democráticos’, denunció hace dos décadas el sociólogo alemán Ulrich Beck. El experto escribió estas líneas como parte de su concepto de la ’sociedad de riesgo’, que utilizó para describir a las sociedades modernas, supuestamente democráticas pero realmente esclavizadas por la tecnología. ‘El poder de la ciencia se fundamenta en una construcción social. Así como los sociólogos no podemos meter a una sociedad en un tubo de ensayo, los ingenieros no pueden dejar que los reactores nucleares exploten para probar su seguridad’, explica Beck.
En efecto, la energía nuclear fue quizá la mayor motivación para las ideas de Beck. Sin duda, el desastre de Chernobyl estaba aún fresco en su memoria. Hoy, Japón vive su propio Chernobyl, y sin duda ya habrá ’Becks’ en las escuelas de sociología del mundo intentando rebautizar nuestra sociedad.
JAPÓN Y SU DILEMA ENERGÉTICO
Japón vive, en palabras de su propio primer ministro, su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Es una declaración durísima, sin duda, y conviene analizarla para no caer en malinterpretaciones. Luego de la caída de Francia y Holanda a manos de los nazis, Japón enfrentó una situación de incertidumbre con respecto a los tratados que tenía con franceses y holandeses. Éstos tratados gobernaban el acceso japonés a los recursos de la Indochina francesa (caucho y estaño, entre otros) y las Indias Orientales holandesas (petróleo). Ante ésta situación (y por otros motivos), los japoneses decidieron invadir Indochina. Cuando EEUU reaccionó bloqueando el acceso al petróleo de las Indias Orientales, Japón enfrentó una decisión aún peor: o ir a la guerra contra los americanos, o el colapso económico. La decisión final la sabemos todos: Pearl Harbor, Hiroshima, Nagasaki...
‘La geografía es el destino’, dijo famosamente Napoleón, y nadie lo sabe mejor que los japoneses. El archipiélago japonés no es sólo un lugar con una geología violentamente inestable, sino que además carece de recursos naturales energéticos. Lo ocurrido en los 40 representa perfectamente el dilema japonés: depende críticamente de recursos que no controla, y cuando la producción de esos recursos se ve truncada, o las líneas marítimas que los llevan hasta Japón se ven bloqueadas, Japón entra en crisis. Crisis que bien valen el riesgo de una guerra total.
Los japoneses, a pesar de todo, han construido la tercera economía industrializada más grande del mundo. Las industrias requieren de mucha, muchísima energía. Es por ello que las declaraciones de Naoto Kan deben ser entendidas en términos del acceso japonés a la energía, y no de la devastación acaecida por el terremoto. Incluso antes del terremoto, Japón ya se encontraba en una situación de incertidumbre ante los eventos del Golfo Pérsico. El terremoto ha sido la cereza sobre el pastel, pero sus verdadera devastación va a ser más psicológica que física.
En el mundo post-1945, Japón ha basado su reconstrucción en una alineación política total con EEUU. Ésto le ha asegurado el acceso al petróleo del Golfo Pérsico y le ha brindado unas líneas marítimas protegidas por la marina estadounidense. Aún así, Japón ha intentado — espantado por el trauma del embargo petrolero de 1973 — diversificar sus fuentes de energía. Así, se ha convertido en el principal importador de carbón y el tercer productor de energía nuclear. En la actualidad, un tercio de la electricidad japonesa proviene de energía nuclear, reflejando la enorme importancia estratégica que ésta tecnología tiene para la seguridad nacional del país.
IMPACTO PSICOLÓGICO
Es por eso que el verdadero impacto del terremoto va a ser psicológico. A pesar de las muertes y la destrucción, los japoneses son un pueblo acostumbrado a levantar su país una y otra vez, y el civismo y la decencia que han mostrado en éstos días dan fe no sólo de la admirable personalidad de los japoneses sino también de que la japonesa es una cultura endurecida por éstos sucesos. Como dijo el analista George Friedman, ‘Japón vive constantemente amenazado por la geografía y la geopolítica. El terremoto nos ha hecho realizar cuán peligroso es el mundo de Japón’. El desastre nuclear japonés, entonces, es el durísimo golpe a la consciencia japonesa que les grita que ni sus plantas nucleares son seguras. Ahora los japoneses se encuentran, una vez más, ante una situación de catástrofe. Para ellos, sin embargo, es una oportunidad de reconstruir el país y recalcular su posición geopolítica.
Un análisis como éste, sin embargo, se arriesga a dar la impresión de que vivimos en un mundo en dónde los seres humanos no somos dados a la corrupción, la negligencia y el egoísmo. La realidad es que, el actual gobierno japonés ha heredado ésta crisis de su predecesor, el partido Liberal Democrático, que aprobó hace 40 años la construcción de la planta y más recientemente vetó resoluciones judiciales que intentaban prohibir plantas nucleares en áreas de terremotos. Y ésto es sólo un ejemplo. La naturaleza huamana—para bien y para mal—de políticos, empresarios y demás personas con poder agrega varias capas más de complejidad a la realidad.
MORAL O REALIDAD
Ahora, volvamos a Beck. El desastre japonés ha catapultado el debate nuclear al estrellato, y ahora millones de activistas se dan golpes de pecho en nombre del sufrimiento humano. En Alemania y en China, por ejemplo, los gobiernos están recalculando sus políticas nucleares.
En lo que pocos han reparado es que el gran ganador de la situación mundial — desmadre en el mundo árabe y terremoto en Japón — es el gigante euroasiático por excelencia, Rusia. Poseedor de recursos naturales en cantidades increíbles, Moscú no sólo se va a enriquecer por el aumento de la demanda en petróleo y gas natural. Políticamente, Rusia va a atraer aún más a Europa Occidental y va a ver una mejora sustancial en sus relaciones con Japón. Tanto europeos como japoneses poseen la tecnología que Rusia tanto necesita para modernizar su economía. Por si fuera poco, los debates sobre la democracia en Oriente Medio y la moralidad de la energía nuclear le darán a los rusos tiempo para seguir cimentando su influencia en la antigua URSS, para pánico de los Europeos del Este. Ésta es la realidad política de un debate moral. Seguro que Beck, cuando inventó la ’sociedad de riesgo’, no tenía éstas cosas en mente.