
Aqui un articulo periodistico interesante sobre esta raza etnica rusa (son muy parecidos a los esquimales, por no decir que los són).
El nuevo amanecer de los esquimales La desaparición de la URSS hace regresar a los chukchis de Bering a las condiciones de vida de la época anterior a la Revolución bolchevique
JAMES MEEK
La mañana del primero de enero del 2000 Vladimir Utijtikak será una de las primeras personas del mundo que dará la bienvenida al nuevo milenio cuando salga de su tienda de piel y contemple las llanuras congeladas que se extienden por su tierra natal. Se habrá adelantado 13 horas con respecto a Madrid, pero esto tiene sin cuidado al joven pastor.
Vladimir Utijtikak pertenece a la etnia chukchi, asentada en la península de Chukotka, situada cerca del Artico en el extremo oriental de Rusia, desde tiempos inmemoriales. A medida que se va derrumbando el sueño soviético de colonizar esta región y los inmigrantes eslavos huyen por millares hacia el suroeste, los chukchis se van haciendo cada vez más con el control de sus tierras ancestrales.
A pesar del alcoholismo, la violencia doméstica, la ruina del sistema sanitario, la disolución de las granjas colectivas dedicadas a la crianza de renos y las dudas de que los chukchis, acostumbrados a la era soviética, puedan sobrevivir la transición a una economía de mercado, muchas personas como Utijtikak han sido capaces de darle la espalda a su educación europea y dirigirse a la tundra, donde el calendario occidental tiene muy poco sentido.
Utijtikak no ha estado nunca en Moscú, ni en Anadyr, capital de la región, ni siquiera en Egvekinot, la principal ciudad del distrito. Asistió a un internado de Konergino, aldea situada a media hora en helicóptero.
Hace seis años, cuando tenía 17, Utijtikak regresó de Konergino para vivir con su familia en la tundra.
Su patrimonio se reduce a un par de tiendas cónicas de piel de reno (se cree que los antepasados de los chukchis cruzaron el estrecho de Bering para establecerse en América del Norte), donde sólo una lámpara de petróleo proporciona la iluminación y la calefacción a temperaturas que alcanzan los 30 grados bajo cero.
«Vivimos bien», dice lacónicamente. «El rebaño de renos está seguro. No es difícil aprender, si uno presta atención. ¿Por qué he vuelto aquí? Es por mi carácter. No todo el mundo es igual».
Utijtikak lleva un abrigo tradicional de piel de reno, botas rusas de felpa y, contrario a la costumbre, un sombrero ruso. Afuera, el paisaje es lo más parecido que uno pueda imaginarse a la nada; una llanura helada que se junta en el horizonte con un cielo crepuscular. Con razón los eslavos, así como muchos chukchis, dudan de que las nuevas generaciones sean capaces de regresar a la tundra después de haber vivido tanto tiempo en asentamientos como Konergino.
«En el colegio los estudiantes tienen alfombras y sábanas blancas. Si se han acostumbrado a estas comodidades no podrán volver a sus antiguas costumbres. No quieren regresar a la tundra. Ahora sólo queda gente mayor en las llanuras. Hay que vivir desde pequeño en la tundra para aprender a sobrevivir en esas duras condiciones», afirma Nina Uskova, directora del internado de Konergino. Sin embargo, el pronóstico de que los chukchis no serán capaces de sobrevivir tras la retirada del sistema social soviético no parece del todo acertado.
En la actualidad hay unos 12.000 chukchis en la región, más o menos la misma población que en los años 20. Su número es inferior al de los eslavos, aunque la proporción está cambiando rápidamente. En 1989 había en Chukotka 165.000 personas provenientes de otras regiones; ahora sólo quedan 75.000, y su número descenderá aún más cuando Rusia implante un sistema de trabajo por turnos para explotar los recursos minerales de la zona. En aldeas como Konergino, el cambio es incluso más notable. En el internado ahora hay 119 chukchis y 21 niños de distinto origen étnico. Antes los chukchis representaban el 50% de los estudiantes.
La baja esperanza de vida de los chukchis -a los efectos del vodka y de la tuberculosis, las principales causas de muerte, hay que sumarle el hecho de que el médico, quien se desplaza en avión, sólo viene una vez cada dos años- refleja en la práctica las duras costumbres de sus antepasados, quienes al enfermar o envejecer pedían a un amigo que les matara con tal de no convertirse en una carga. Los ancianos chukchis honran sus antiguas tradiciones, aunque también quisieran preservar los mejores aspectos del sistema soviético.
«La gente no es capaz de vivir como lo hacían los soviéticos, pero tampoco como sus antepasados», dice Anatoli Teneru, de 51 años, director de una granja colectiva de crianza de renos situada cerca de Anadir. «Nuestros antepasados no están aquí para decirnos lo que debemos hacer». Vere Girgina, intérprete de canciones folclóricas chukchis y residente de Konergino, añade: «Estamos acostumbrados a que el Estado se ocupe de nosotros desde que nacemos, y ahora debemos aunar fuerzas para superar esta situación. Al final un pueblo sólo puede sobrevivir por sus propios esfuerzos».
«Necesitamos encontrar una vía intermedia que nos permita recuperar la forma en que vivían nuestros antepasados sin abandonar lo que hemos aprendido en la época soviética», continúa.
Los rusos siempre han tratado con desdén a los chukchis, objeto de un gran número de chistes. Sin embargo, pocos son conscientes de que ningún otro pueblo presentó tan dura resistencia a los conquistadores rusos. El imperio ruso nunca llegó a asimilar a este grupo étnico y los soviéticos (los chukchis creían, por un error de traducción, que Lenin era el dios de los invasores) no lograron conquistar Chukotka hasta 1923.
VV